/ viernes 28 de abril de 2023

¡Nuestros niños!

¡Si…!, Mucho los amamos, con todo el corazón. Son el destello de los ojos y la brisa del cielo; flores que abren sus pétalos risueños al porvenir. ¡Son nuestros niños! Abril los festeja y todos nos unimos. Pero vale preguntarnos; ¿si deveras los queremos, qué porvenir les preparamos? En esta nave espacial llamada “planeta Tierra”, vamos de pasajeros, viejos, adultos, jóvenes y niños. Estos últimos tienen derecho a una vida social que nosotros ya vivimos. El mundo actual y futuro, es violento, precario, de puertas cerradas, racista, desigual, drogadicto.


Pero el Día del Niño, es el pretexto perfecto para que políticos y aprendices, regalen plásticos y se tomen la foto. Para que las escuelas hagan su “nego” con el festejo; por fortuna, no ha enraizado la comercial pretensión del “regalo del niño” en los hogares, como si de reyes se tratara.


Así es que mucho los queremos, pero no resolvemos los problemas que hoy la vida humana encierra y que a todos nos afecta. Pero ellos en el futuro cercano la confrontarán y deberán resolver. ¡Sólo algunas muestras de lo que aquí se dice!: sufrirán la carencia de agua potable, que ahora es propiedad de unos cuantos; los alimentos de esta generación no nutren pero sí engordan y enferman. La drogadicción acecha. Escasean oportunidades y empleo; se mueren los bosques, las selvas, los océanos, nos inunda la basura; las enfermades se multiplican. Y entre estado, religión y crimen acortan los espacios de libertad.


Hoy somos prisioneros del presente y lo seremos de un futuro sombrío. ¿ese es el porvenir que deseamos para nuestros niños a quien amamos tanto? El hogar es “la incubadora social” de lo que somos y seremos, ahí se engendran valores y patrones que se reproducen en otros ámbitos. Ahí, es donde la estructura social está resquebrajada, desajustada. Esta sociedad menospreció las formas de mexicanidad tradicional y hoy quiere vivir en lo superfluo, mirándose en el espejo de un neoliberalismo con valores de mercado.


En esta etapa, no importa la felicidad familiar, sino “lo que se tenga y de lo que se presuma”. Hasta noviazgo, boda y vida hogareña son mercancías. Los divorcios son fáciles. El abandono familiar es ordinario. Nuestros niños enfrentan la violencia desconcertante, el conflicto, la incertidumbre y en ese ambiente sazonan su niñez y su pubertad, viven un temprano despertar a la sexualidad; si puede, en uniforme escolar, vagan en pandillas por las calles expuestos a todas las consecuencias.


La falta de cariño en el hogar los hará rebeldes, pero los hogares desajustados son parte del panorama de nuestro tiempo. Otra negra faceta son la drogadicción y la violencia. Esa oferta vaga por las calles, se aposenta a la salida de la escuela; se arrellena a los pupitres de las aulas.


Nuestros niños requieren marcaje personal, porque los malandros los aclientan hasta por internet; el sistema electoral los quiere como votantes, las iglesias como fieles; el fisco como causantes, los partidos como “cachanchanes”, el mercado como clientes y así hasta el infinito. ¡los apapacha, la mano de la canalla! La publicidad les da imán con la “comida basura” que los engorda y expone a la diabetes temprana; pero como mamá y papá trabajan, traen la comida de la calle. La tortilla del fogón casero ya es historia; tomar agua simple se mira como raro; la costumbre por las frutas, verduras y cereales es escasa. La moda son los alimentos embotellados, saborizados, coloreados, endulzados, enlatados.


Las “tienditas” nos reciben con los brazos abiertos de la bolsa de papitas, churros, picantes artificiosos, pastelitos, galletas, quesos sintéticos, pizzas instantáneas, que desnutren y enferman. Cuando las escuelas abren sus turnos, salen cientos de niños hacia una vida peregrina y un futuro incierto.


Esta pandemia los educó a distancia, pero “había que salvar el semestre”, así es que “todos aprobaron”. Generación deficiente, que algún día vagará por los andurriales de la vida con un título en la axila; sin oportunidades, quizá maneje un “Uber” o una moto para entrega a domicilio.


Pero este, no será el porvenir de los privilegiados. Para ellos habrá oportunidades de dirección y poder, de riqueza, pero, de todos modos, ricos o pobres, niños y adultos, hombres y mujeres pululamos en un mundo de agua, aire y alimentos contaminados. De asechanzas constantes, si es que no encontramos pronto prístinas formas de humana convivencia que privilegien los más altos valores.


Es inaplazable disminuir el crecimiento poblacional. Ya somos muchos y seremos y con estas ardientes primaveras seremos más. Estas son muestras del “huacal”, el cual mejor no abrimos. Pero este, es el porvenir que espera a nuestros niños a quien tanto amamos, pero para quienes las puertas del mañana se abren siniestras.


Nuestros niños requieren marcaje personal, porque los malandros los aclientan hasta por internet; el sistema electoral los quiere como votantes, las iglesias como fieles; el fisco como causantes, los partidos como “cachanchanes”, el mercado como clientes y así hasta el infinito.

¡Si…!, Mucho los amamos, con todo el corazón. Son el destello de los ojos y la brisa del cielo; flores que abren sus pétalos risueños al porvenir. ¡Son nuestros niños! Abril los festeja y todos nos unimos. Pero vale preguntarnos; ¿si deveras los queremos, qué porvenir les preparamos? En esta nave espacial llamada “planeta Tierra”, vamos de pasajeros, viejos, adultos, jóvenes y niños. Estos últimos tienen derecho a una vida social que nosotros ya vivimos. El mundo actual y futuro, es violento, precario, de puertas cerradas, racista, desigual, drogadicto.


Pero el Día del Niño, es el pretexto perfecto para que políticos y aprendices, regalen plásticos y se tomen la foto. Para que las escuelas hagan su “nego” con el festejo; por fortuna, no ha enraizado la comercial pretensión del “regalo del niño” en los hogares, como si de reyes se tratara.


Así es que mucho los queremos, pero no resolvemos los problemas que hoy la vida humana encierra y que a todos nos afecta. Pero ellos en el futuro cercano la confrontarán y deberán resolver. ¡Sólo algunas muestras de lo que aquí se dice!: sufrirán la carencia de agua potable, que ahora es propiedad de unos cuantos; los alimentos de esta generación no nutren pero sí engordan y enferman. La drogadicción acecha. Escasean oportunidades y empleo; se mueren los bosques, las selvas, los océanos, nos inunda la basura; las enfermades se multiplican. Y entre estado, religión y crimen acortan los espacios de libertad.


Hoy somos prisioneros del presente y lo seremos de un futuro sombrío. ¿ese es el porvenir que deseamos para nuestros niños a quien amamos tanto? El hogar es “la incubadora social” de lo que somos y seremos, ahí se engendran valores y patrones que se reproducen en otros ámbitos. Ahí, es donde la estructura social está resquebrajada, desajustada. Esta sociedad menospreció las formas de mexicanidad tradicional y hoy quiere vivir en lo superfluo, mirándose en el espejo de un neoliberalismo con valores de mercado.


En esta etapa, no importa la felicidad familiar, sino “lo que se tenga y de lo que se presuma”. Hasta noviazgo, boda y vida hogareña son mercancías. Los divorcios son fáciles. El abandono familiar es ordinario. Nuestros niños enfrentan la violencia desconcertante, el conflicto, la incertidumbre y en ese ambiente sazonan su niñez y su pubertad, viven un temprano despertar a la sexualidad; si puede, en uniforme escolar, vagan en pandillas por las calles expuestos a todas las consecuencias.


La falta de cariño en el hogar los hará rebeldes, pero los hogares desajustados son parte del panorama de nuestro tiempo. Otra negra faceta son la drogadicción y la violencia. Esa oferta vaga por las calles, se aposenta a la salida de la escuela; se arrellena a los pupitres de las aulas.


Nuestros niños requieren marcaje personal, porque los malandros los aclientan hasta por internet; el sistema electoral los quiere como votantes, las iglesias como fieles; el fisco como causantes, los partidos como “cachanchanes”, el mercado como clientes y así hasta el infinito. ¡los apapacha, la mano de la canalla! La publicidad les da imán con la “comida basura” que los engorda y expone a la diabetes temprana; pero como mamá y papá trabajan, traen la comida de la calle. La tortilla del fogón casero ya es historia; tomar agua simple se mira como raro; la costumbre por las frutas, verduras y cereales es escasa. La moda son los alimentos embotellados, saborizados, coloreados, endulzados, enlatados.


Las “tienditas” nos reciben con los brazos abiertos de la bolsa de papitas, churros, picantes artificiosos, pastelitos, galletas, quesos sintéticos, pizzas instantáneas, que desnutren y enferman. Cuando las escuelas abren sus turnos, salen cientos de niños hacia una vida peregrina y un futuro incierto.


Esta pandemia los educó a distancia, pero “había que salvar el semestre”, así es que “todos aprobaron”. Generación deficiente, que algún día vagará por los andurriales de la vida con un título en la axila; sin oportunidades, quizá maneje un “Uber” o una moto para entrega a domicilio.


Pero este, no será el porvenir de los privilegiados. Para ellos habrá oportunidades de dirección y poder, de riqueza, pero, de todos modos, ricos o pobres, niños y adultos, hombres y mujeres pululamos en un mundo de agua, aire y alimentos contaminados. De asechanzas constantes, si es que no encontramos pronto prístinas formas de humana convivencia que privilegien los más altos valores.


Es inaplazable disminuir el crecimiento poblacional. Ya somos muchos y seremos y con estas ardientes primaveras seremos más. Estas son muestras del “huacal”, el cual mejor no abrimos. Pero este, es el porvenir que espera a nuestros niños a quien tanto amamos, pero para quienes las puertas del mañana se abren siniestras.


Nuestros niños requieren marcaje personal, porque los malandros los aclientan hasta por internet; el sistema electoral los quiere como votantes, las iglesias como fieles; el fisco como causantes, los partidos como “cachanchanes”, el mercado como clientes y así hasta el infinito.