/ viernes 7 de enero de 2022

Nuevo Año: ¡Responsabilidad social…!

No hay duda que vendrán otras pandemias, afirma Alonso Aguirre, director de ciencias político ambientales en la Universidad Mason, Virginia, E.E.U.U.; Surgirán “mientras sigamos agrediendo a nuestro medio ambiente, como bosques, mares, ríos y otras áreas de vida silvestre, donde hay muchísima biodiversidad viral, pues la ciencia ya tiene comprobado, que existen más virus en la tierra que estrellas en el cielo”… Si seguimos como vamos, el desastre está en marcha. Ocurre todos los días.

Se comentó la semana pasada en esta columna acerca de la responsabilidad individual, en esta inevitable catástrofe. Pero ahora, la voz científica nos alerta, de “una pandemia de dimensiones apocalípticas”, en la que el sector social, como lo son empresarios, fabricantes, inversionistas, banqueros, iniciativa privada, cargan, aunque no quieran, descomunal responsabilidad, para frenar al consumismo y a la contaminación, vía utilización irresponsable de productos químicos, que se mezclan con ríos y océanos. El capitalismo y la economía neoliberal encaminaron, en los pasados cuarenta años, al planeta por la ruta de la destrucción total y con ella, la del género humano. ¡No!... No son voces ni amarillistas, ni alarmistas. Es la mera realidad. Desmedidamente estamos usando y desechando plástico, papel, cartón, etiquetas, fibras, chips, baterías, sistemas de sonido, relojes y muchos objetos. Ahora son de “úsese y tírese”, engrosan basureros, ríos, mares, bosques, atmosfera y hasta el espacio circundante al planeta. La materia plástica, ya está en la sangre animal y humana. Químicos para colorear, endulzar, engrosar, saborizar alimentos industrializados, son ahora comunes en esta economía neoliberal y vía publicidad, nos conduce para consumir a toda hora satisfactores alimenticios y “bienes”, con impresiones y embolsados encarecidos. Lo que antes se compraba a granel y envueltos en papel periódico, viene ahora con conservadores y marca.

A este sector social no le aflige la contaminación planetaria. La demencia consumista que vivimos, a la que solo importa la acumulación de fortunas, abre paso a un frenético proceso de producción y plusvalía en donde no importa la contaminación o falsificación de los productos, por que anuncian lo que no contienen y por supuesto, que no resisten pruebas de laboratorio para demostrar componentes. La industria de todo tipo arroja a la atmosfera las veinticuatro horas, contaminantes fósiles y en los ríos vía drenajes paran desechos no degradables. Las plantas de cerdos y de aves, crían miles de animales a toda velocidad, contaminando regiones enteras con los desechos orgánicos de sus crianzas. Las ensambladoras de automóviles y sus proveedoras satélites activan motores y procesos de día y de noche. Los autos eléctricos se miran lejos, esa industria seguirá y no se convertirá por completo hasta que se agote el petróleo. Son poderosísimos los intereses mundiales ahí invertidos como para que de un día al otro desechen plantas, tecnologías y ganancias. La banca mundial controlada por judíos, no renunciará tan fácil a sus utilidades. Las universidades llevan su responsabilidad, deben formar técnicos de una nueva ética que encaminen esfuerzos investigativos a construir un mundo limpio, para una economía verde. La farmacéutica mundial en los últimos meses alcanzó un asombroso valor bursátil de trescientos cincuenta mil millones de dólares, en tanto, el planeta tiene cien millones de nuevos pobres. En esta ecuación de locura, la economía sigue apostando por contaminar, consumir e intoxicar océanos, ríos, mares y cielos. En el sector social recae la responsabilidad mayor sobre este tema. Veo casi imposible que renuncien, junto con los medios de comunicación, a sus beneficios. Habrá de continuar el deterioro. El calentamiento de mares, deshielo de polos. Pandemias y concentración de la riqueza. Quizás y no lo deseo, hasta que ocurra la madre de todas las pandemias y haya muertes por cientos de millones.

¿Catastrofismo?... No señor, es la pura realidad. Pero a ver hasta cuándo como raza humana abrimos los ojos.

La demencia consumista que vivimos, a la que solo importa la acumulación de fortunas, abre paso a un frenético proceso de producción y plusvalía en donde no importa la contaminación o falsificación de los productos, por que anuncian lo que no contienen y por supuesto, que no resisten pruebas de laboratorio para demostrar componentes.

No hay duda que vendrán otras pandemias, afirma Alonso Aguirre, director de ciencias político ambientales en la Universidad Mason, Virginia, E.E.U.U.; Surgirán “mientras sigamos agrediendo a nuestro medio ambiente, como bosques, mares, ríos y otras áreas de vida silvestre, donde hay muchísima biodiversidad viral, pues la ciencia ya tiene comprobado, que existen más virus en la tierra que estrellas en el cielo”… Si seguimos como vamos, el desastre está en marcha. Ocurre todos los días.

Se comentó la semana pasada en esta columna acerca de la responsabilidad individual, en esta inevitable catástrofe. Pero ahora, la voz científica nos alerta, de “una pandemia de dimensiones apocalípticas”, en la que el sector social, como lo son empresarios, fabricantes, inversionistas, banqueros, iniciativa privada, cargan, aunque no quieran, descomunal responsabilidad, para frenar al consumismo y a la contaminación, vía utilización irresponsable de productos químicos, que se mezclan con ríos y océanos. El capitalismo y la economía neoliberal encaminaron, en los pasados cuarenta años, al planeta por la ruta de la destrucción total y con ella, la del género humano. ¡No!... No son voces ni amarillistas, ni alarmistas. Es la mera realidad. Desmedidamente estamos usando y desechando plástico, papel, cartón, etiquetas, fibras, chips, baterías, sistemas de sonido, relojes y muchos objetos. Ahora son de “úsese y tírese”, engrosan basureros, ríos, mares, bosques, atmosfera y hasta el espacio circundante al planeta. La materia plástica, ya está en la sangre animal y humana. Químicos para colorear, endulzar, engrosar, saborizar alimentos industrializados, son ahora comunes en esta economía neoliberal y vía publicidad, nos conduce para consumir a toda hora satisfactores alimenticios y “bienes”, con impresiones y embolsados encarecidos. Lo que antes se compraba a granel y envueltos en papel periódico, viene ahora con conservadores y marca.

A este sector social no le aflige la contaminación planetaria. La demencia consumista que vivimos, a la que solo importa la acumulación de fortunas, abre paso a un frenético proceso de producción y plusvalía en donde no importa la contaminación o falsificación de los productos, por que anuncian lo que no contienen y por supuesto, que no resisten pruebas de laboratorio para demostrar componentes. La industria de todo tipo arroja a la atmosfera las veinticuatro horas, contaminantes fósiles y en los ríos vía drenajes paran desechos no degradables. Las plantas de cerdos y de aves, crían miles de animales a toda velocidad, contaminando regiones enteras con los desechos orgánicos de sus crianzas. Las ensambladoras de automóviles y sus proveedoras satélites activan motores y procesos de día y de noche. Los autos eléctricos se miran lejos, esa industria seguirá y no se convertirá por completo hasta que se agote el petróleo. Son poderosísimos los intereses mundiales ahí invertidos como para que de un día al otro desechen plantas, tecnologías y ganancias. La banca mundial controlada por judíos, no renunciará tan fácil a sus utilidades. Las universidades llevan su responsabilidad, deben formar técnicos de una nueva ética que encaminen esfuerzos investigativos a construir un mundo limpio, para una economía verde. La farmacéutica mundial en los últimos meses alcanzó un asombroso valor bursátil de trescientos cincuenta mil millones de dólares, en tanto, el planeta tiene cien millones de nuevos pobres. En esta ecuación de locura, la economía sigue apostando por contaminar, consumir e intoxicar océanos, ríos, mares y cielos. En el sector social recae la responsabilidad mayor sobre este tema. Veo casi imposible que renuncien, junto con los medios de comunicación, a sus beneficios. Habrá de continuar el deterioro. El calentamiento de mares, deshielo de polos. Pandemias y concentración de la riqueza. Quizás y no lo deseo, hasta que ocurra la madre de todas las pandemias y haya muertes por cientos de millones.

¿Catastrofismo?... No señor, es la pura realidad. Pero a ver hasta cuándo como raza humana abrimos los ojos.

La demencia consumista que vivimos, a la que solo importa la acumulación de fortunas, abre paso a un frenético proceso de producción y plusvalía en donde no importa la contaminación o falsificación de los productos, por que anuncian lo que no contienen y por supuesto, que no resisten pruebas de laboratorio para demostrar componentes.