/ martes 20 de agosto de 2019

Ojalá

Una mujer de trabajo, una madre de familia, nos compartió su experiencia cuando en una carretera donde fue detenida por dos vehículos, hubo un intento de secuestro del que pudo escapar; vio con ilusión primero pensando que sería auxiliada y luego con impotencia como un policía pasó y solo saludó a los delincuentes; ella por milagro vive para contarlo.

Historias como esa e infinitamente peores sufren (imos) las mujeres en México. La frustración de muchos hombres que en cuanto a contención de instintos se quedaron en la era Neanderthal, explica los 10 feminicidios diarios que azotan a esta dolorosa y ensangrentada patria; mujeres asesinadas diariamente con plausibles huellas de tortura, violación, quemaduras, pezones arrancados, cuerpos desmembrados y horrores que solo un monstruo puede concebir y consumar. De esos monstruos hay 10 al día en México. Esos engendros malignos merodean las calles, el transporte público, los centros de recreación, las oficinas, los baños públicos, las calles…se visten de sonrisas hipócritas y ropas que los confunden en la multitud y como bestias, atacan a las mujeres por el solo hecho de poder hacerlo, por el solo hecho de estar convencidos que un pene les da el poder para eliminar de la faz terrestre a un ser viviente que nació con vagina y senos.

Mucha tinta corre y muchas voces se escuchan porque las feministas vandalizaron el Ángel de la Independencia y rompieron ventanas en la adrenalina que reinó durante la manifestación por el alto a la violencia de género. Gran indignación, cejas levantadas por las buenas conciencias y reproches han recibido aquellas que con su hartazgo lograron la atención pública. Whatsapps compartidos por quienes condenan la pinta de unas piedras encimadas y que jamás los he visto expresar con esa vehemencia la misma indignación por tantas mujeres violentadas.

Según explica el prestigioso arabista español Federico Corriente, hay en árabe una expresión piadosa, que significaría en español “Haga Dios que no se sienta nostalgia de…”, o “que Dios no nos aflija sin…” o lo que equivale a decir “permita Dios que suceda…”. Esta expresión que literalmente en árabe se escribe law sha’a Allah se traduce pues en “si Dios quisiera” u “Ojalá” en nuestro español.

Viene al caso el párrafo anterior porque “ojalá” a fin de cuentas es una expresión de fe en que el futuro sea mejor, que se enmiende el mal presente, que disminuya el dolor o el sufrimiento; en fin, cuando decimos ojalá lo que en realidad expresamos es ilusión por una vida y circunstancia mejor que la que impera.

Doy gracias a Dios por no ser parte de esa estadística de números fríos como los cuerpos que cuentan, doy gracias por cada vida salvada, por cada niña, adolescente y mujer que está rodeada de hombres respetuosos, solidarios y buenos que las aman y cuidan; y, por último, también doy gracias porque las ventanas rotas y las pintas finalmente pusieron el tema en el centro de la discusión de la sociedad entera.

Nunca he estado a favor de actos vandálicos. Inclusive los he denunciado ante las autoridades, pero, si es menester lavar el Ángel mil veces hasta que en realidad represente la independencia, seguridad y libertad de las mujeres y las niñas, así sea. México necesita ver al futuro con esperanza de igualdad, seguridad, respeto y amor. La lucha no es entre hombres y mujeres. La lucha es entre buenos y malos. Ojalá.

Una mujer de trabajo, una madre de familia, nos compartió su experiencia cuando en una carretera donde fue detenida por dos vehículos, hubo un intento de secuestro del que pudo escapar; vio con ilusión primero pensando que sería auxiliada y luego con impotencia como un policía pasó y solo saludó a los delincuentes; ella por milagro vive para contarlo.

Historias como esa e infinitamente peores sufren (imos) las mujeres en México. La frustración de muchos hombres que en cuanto a contención de instintos se quedaron en la era Neanderthal, explica los 10 feminicidios diarios que azotan a esta dolorosa y ensangrentada patria; mujeres asesinadas diariamente con plausibles huellas de tortura, violación, quemaduras, pezones arrancados, cuerpos desmembrados y horrores que solo un monstruo puede concebir y consumar. De esos monstruos hay 10 al día en México. Esos engendros malignos merodean las calles, el transporte público, los centros de recreación, las oficinas, los baños públicos, las calles…se visten de sonrisas hipócritas y ropas que los confunden en la multitud y como bestias, atacan a las mujeres por el solo hecho de poder hacerlo, por el solo hecho de estar convencidos que un pene les da el poder para eliminar de la faz terrestre a un ser viviente que nació con vagina y senos.

Mucha tinta corre y muchas voces se escuchan porque las feministas vandalizaron el Ángel de la Independencia y rompieron ventanas en la adrenalina que reinó durante la manifestación por el alto a la violencia de género. Gran indignación, cejas levantadas por las buenas conciencias y reproches han recibido aquellas que con su hartazgo lograron la atención pública. Whatsapps compartidos por quienes condenan la pinta de unas piedras encimadas y que jamás los he visto expresar con esa vehemencia la misma indignación por tantas mujeres violentadas.

Según explica el prestigioso arabista español Federico Corriente, hay en árabe una expresión piadosa, que significaría en español “Haga Dios que no se sienta nostalgia de…”, o “que Dios no nos aflija sin…” o lo que equivale a decir “permita Dios que suceda…”. Esta expresión que literalmente en árabe se escribe law sha’a Allah se traduce pues en “si Dios quisiera” u “Ojalá” en nuestro español.

Viene al caso el párrafo anterior porque “ojalá” a fin de cuentas es una expresión de fe en que el futuro sea mejor, que se enmiende el mal presente, que disminuya el dolor o el sufrimiento; en fin, cuando decimos ojalá lo que en realidad expresamos es ilusión por una vida y circunstancia mejor que la que impera.

Doy gracias a Dios por no ser parte de esa estadística de números fríos como los cuerpos que cuentan, doy gracias por cada vida salvada, por cada niña, adolescente y mujer que está rodeada de hombres respetuosos, solidarios y buenos que las aman y cuidan; y, por último, también doy gracias porque las ventanas rotas y las pintas finalmente pusieron el tema en el centro de la discusión de la sociedad entera.

Nunca he estado a favor de actos vandálicos. Inclusive los he denunciado ante las autoridades, pero, si es menester lavar el Ángel mil veces hasta que en realidad represente la independencia, seguridad y libertad de las mujeres y las niñas, así sea. México necesita ver al futuro con esperanza de igualdad, seguridad, respeto y amor. La lucha no es entre hombres y mujeres. La lucha es entre buenos y malos. Ojalá.