/ lunes 10 de enero de 2022

Palabra de mujer

En semanas pasadas, fui invitada a un evento social en una hacienda; encontré unos mosaicos colgados con barbaridades que perpetúan a la mujer como posesión-objeto, motivo del mal para los “pobres” hombres y que les minusvaloran terriblemente como personas. Cito: “El hombre piensa, la mujer da que pensar”, “No se presta caballo, pistola ni mujer”, “De las costillas del hombre hizo Dios la mujer, la lengua le salió larga, pero lo demás que bien” “Si no hay calor en el nido, lo busca fuera el marido”, “A la mujer y a la cabra, no les dejes la soga larga”, “Los enemigos del hombre son tres: suegra, cuñada y mujer”, entre otras abominaciones. Conste, pocas veces he conocido hombre más educado y que mejor se expresa de las mujeres, al menos en público, que el dueño del lugar, pero tener pegados en la pared esos mosaicos, es parte de las razones por las que trogloditas menos evolucionados siguen pensando que las mujeres son prenda para poseer y no personas a respetar.

La palabra de lase mujeres, a lo largo de los siglos, ha sido respetada en el ámbito privado, del hogar, de sus casas. Nadie duda de la receta de cocina de la abuela o la madre, del remedio medicinal o la forma de arreglar una casa cuando habla la mujer. La cosa cambia cuando esto se traslada a lo público, pues así como solo por ser mujeres se asume se debe saber cocinar, trapear o criar un hijo, la sociedad tiene siglos asociando lo público a imaginadas cualidades de liderazgo y conocimiento político, empresarial y académico atribuidas a los varones solo por el hecho de haber nacido de sexo masculino, por lo que a una política, maestra, investigadora, profesionista en general, le cuesta mucho más que su palabra sea aceptada como válida y valiosa que aquella misma pronunciada por varones.

En los últimos años, las personas dedicadas a lo público, especialmente a la política, encontraron en la incorporación del entonces apenas pronunciado lenguaje inclusivo, es decir el “todas, todos, amigas, amigos, mexicanos, mexicanas y aquél inolvidable chiquillos y chiquillas”, una rendija por la cual abordar en afán de corrección política, pero desde el más profundo desconocimiento de las causas y luchas, a esa corriente pujante y poderosa que es el feminismo.

En la academia, se divide al feminismo en olas y no en etapas o periodos. Esto es así porque en realidad ciertos años, lustros o décadas marcan la pauta de los cambios sociales -parafraseando al gran poeta sevillano Antonio Machado- haciendo camino al luchar. Con el internet como carretera de noticias, democratización de opiniones y acceso casi infinito a información, la cuarta ola del feminismo ha ido sentando sus fundamentos a través de la fuerza de las redes sociales que por demás está decir son a la vez megáfono de las causas de libertad e igualdad entre sexos y vertedero del lenguaje más post machista que se pueda encontrar.

En redes sociales, especialmente en twitter, existen dos momentos que para siempre marcarían la percepción de la sociedad sobre el valor de la palabra de las mujeres, especialmente cuando han sido víctimas de violencia de género; 2017 se distinguió por “Me Too” nombre del movimiento iniciado de forma viral como hashtag que surgió en octubre de 2017 para denunciar la agresión y el acoso sexual a raíz de las acusaciones de abuso sexual contra el productor de cine y ejecutivo estadounidense Harvey Weinstein, sentenciado a 23 años de cárcel por violación y agresión sexual y que espera ser juzgado por otros once delitos similares. En 2018 el hashtag “Hermana Yo Sí Te Creo”, fue respuesta a la sentencia que jueces españoles dictaron en términos de abuso sexual y no de violación al caso conocido como “La Manada” en el que cinco hombres tomaron turnos para violar a una adolescente intoxicada, luego incapaz de consentir actividad sexual alguna. Violación es violación y ningún juez del mundo debería poder esconderse del ojo público cuando de hacerse cómplice de los agresores sexuales se trate.

Muchas fueron y son las voces de mujeres poderosas e influyentes en sus ámbitos profesionales, académicos y sociales las que con estos dos hashtags van rompiendo el mito creado por miles de refranes, chistes, memes, etc como los citados arriba y que minusvaloran la palabra de las mujeres revictimizando a aquellas que si se resisten las violan y/o matan y si no se resisten se les juzga cómplices o provocadoras de su propio ataque. Poco a poco, pero va siendo claro que nunca es la víctima la culpable de haber sido agredida sino cien por cien responsabilidad del agresor que comete la atrocidad y, con ello, el delito. Es tiempo que la sociedad concientice el daño que el lenguaje machista hace hasta el día de hoy a miles, cientos de miles, millones de mujeres en todo el mundo y que a las mujeres valientes y de voz poderosa se unan los propios hombres para en unidad repetir hasta lograrlo, que mentir no es prerrogativa de un sexo y decir verdad, tampoco. La frase Palabra de Mujer debe ser, como hasta ahora ha sido Palabra de Hombre, equivalente a compromiso, honestidad, integridad, valor, capacidad y verdad.

En semanas pasadas, fui invitada a un evento social en una hacienda; encontré unos mosaicos colgados con barbaridades que perpetúan a la mujer como posesión-objeto, motivo del mal para los “pobres” hombres y que les minusvaloran terriblemente como personas. Cito: “El hombre piensa, la mujer da que pensar”, “No se presta caballo, pistola ni mujer”, “De las costillas del hombre hizo Dios la mujer, la lengua le salió larga, pero lo demás que bien” “Si no hay calor en el nido, lo busca fuera el marido”, “A la mujer y a la cabra, no les dejes la soga larga”, “Los enemigos del hombre son tres: suegra, cuñada y mujer”, entre otras abominaciones. Conste, pocas veces he conocido hombre más educado y que mejor se expresa de las mujeres, al menos en público, que el dueño del lugar, pero tener pegados en la pared esos mosaicos, es parte de las razones por las que trogloditas menos evolucionados siguen pensando que las mujeres son prenda para poseer y no personas a respetar.

La palabra de lase mujeres, a lo largo de los siglos, ha sido respetada en el ámbito privado, del hogar, de sus casas. Nadie duda de la receta de cocina de la abuela o la madre, del remedio medicinal o la forma de arreglar una casa cuando habla la mujer. La cosa cambia cuando esto se traslada a lo público, pues así como solo por ser mujeres se asume se debe saber cocinar, trapear o criar un hijo, la sociedad tiene siglos asociando lo público a imaginadas cualidades de liderazgo y conocimiento político, empresarial y académico atribuidas a los varones solo por el hecho de haber nacido de sexo masculino, por lo que a una política, maestra, investigadora, profesionista en general, le cuesta mucho más que su palabra sea aceptada como válida y valiosa que aquella misma pronunciada por varones.

En los últimos años, las personas dedicadas a lo público, especialmente a la política, encontraron en la incorporación del entonces apenas pronunciado lenguaje inclusivo, es decir el “todas, todos, amigas, amigos, mexicanos, mexicanas y aquél inolvidable chiquillos y chiquillas”, una rendija por la cual abordar en afán de corrección política, pero desde el más profundo desconocimiento de las causas y luchas, a esa corriente pujante y poderosa que es el feminismo.

En la academia, se divide al feminismo en olas y no en etapas o periodos. Esto es así porque en realidad ciertos años, lustros o décadas marcan la pauta de los cambios sociales -parafraseando al gran poeta sevillano Antonio Machado- haciendo camino al luchar. Con el internet como carretera de noticias, democratización de opiniones y acceso casi infinito a información, la cuarta ola del feminismo ha ido sentando sus fundamentos a través de la fuerza de las redes sociales que por demás está decir son a la vez megáfono de las causas de libertad e igualdad entre sexos y vertedero del lenguaje más post machista que se pueda encontrar.

En redes sociales, especialmente en twitter, existen dos momentos que para siempre marcarían la percepción de la sociedad sobre el valor de la palabra de las mujeres, especialmente cuando han sido víctimas de violencia de género; 2017 se distinguió por “Me Too” nombre del movimiento iniciado de forma viral como hashtag que surgió en octubre de 2017 para denunciar la agresión y el acoso sexual a raíz de las acusaciones de abuso sexual contra el productor de cine y ejecutivo estadounidense Harvey Weinstein, sentenciado a 23 años de cárcel por violación y agresión sexual y que espera ser juzgado por otros once delitos similares. En 2018 el hashtag “Hermana Yo Sí Te Creo”, fue respuesta a la sentencia que jueces españoles dictaron en términos de abuso sexual y no de violación al caso conocido como “La Manada” en el que cinco hombres tomaron turnos para violar a una adolescente intoxicada, luego incapaz de consentir actividad sexual alguna. Violación es violación y ningún juez del mundo debería poder esconderse del ojo público cuando de hacerse cómplice de los agresores sexuales se trate.

Muchas fueron y son las voces de mujeres poderosas e influyentes en sus ámbitos profesionales, académicos y sociales las que con estos dos hashtags van rompiendo el mito creado por miles de refranes, chistes, memes, etc como los citados arriba y que minusvaloran la palabra de las mujeres revictimizando a aquellas que si se resisten las violan y/o matan y si no se resisten se les juzga cómplices o provocadoras de su propio ataque. Poco a poco, pero va siendo claro que nunca es la víctima la culpable de haber sido agredida sino cien por cien responsabilidad del agresor que comete la atrocidad y, con ello, el delito. Es tiempo que la sociedad concientice el daño que el lenguaje machista hace hasta el día de hoy a miles, cientos de miles, millones de mujeres en todo el mundo y que a las mujeres valientes y de voz poderosa se unan los propios hombres para en unidad repetir hasta lograrlo, que mentir no es prerrogativa de un sexo y decir verdad, tampoco. La frase Palabra de Mujer debe ser, como hasta ahora ha sido Palabra de Hombre, equivalente a compromiso, honestidad, integridad, valor, capacidad y verdad.