/ lunes 22 de julio de 2024

París 2024, de la exclusión a la paridad

La historia de las olimpiadas viene de la antigua Grecia. Se tiene registro que los primeros juegos se celebraron en 776 a. C. De hecho, su nombre es así porque se celebraban para rendirle honor a los dioses del Panteón Olímpico. Solo hombres libres que hablaran griego podían competir. Las mujeres tenían prohibido participar como competidoras, espectadoras (excepción hecha de las solteras) o incluso como sacerdotisas que honraban a los dioses en los rituales asociados.

El barón francés Pierre de Coubertin es considerado el padre de los juegos olímpicos modernos. En 1896, 750 mil espectadores presenciaron en el estadio Panathinaikos de Atenas los primeros Juegos Olímpicos de la nueva era con la participación de 241 atletas -todos hombres- de 14 naciones.

Una pensaría que los cerca de dos mil 700 años pasados entre las olimpiadas antiguas y las modernas habrían logrado evolucionar el pensamiento de los líderes mundiales -todos hombres también- y claro que se progresó en muchas materias, pero ¡ah, esa costumbre de hacer invisible a la mitad de la población! esa siguió intacta.

Aquí tres perlas. El barón de Coubertin afirmaba que, si las mujeres salían de sus casas, podrían “enfermar terriblemente o quedar estériles”; que una mujer practicando deporte era “la más antiestética imagen que los ojos humanos pueden contemplar”; y, que la participación femenina podría afectar su salud y sería “impráctica y poco interesante”. El ilustre señor hasta su muerte fue un inflexible opositor a la participación femenina en los Juegos y consideraba que la misión de ellas dentro del olimpismo debía limitarse a aplaudir y coronar a los campeones.

Como en todo lo demás, a saber: derecho a educación, voz, voto, participación en cultura y política, derechos laborales y humanos en general, el movimiento feminista fue cuesta arriba, sin pausa, avanzando contracorriente y férreamente. En los olímpicos de 1900 -casualmente celebrados en Francia igual que este año- 22 mujeres de 997 participantes compitieron, pero les dieron permiso solo en deportes “acordes a la naturaleza femenina” como el golf y el tenis. Charlotte Cooper, inglesa que ya había ganado el torneo de Wimbledon tres veces, ganó la primera medalla olímpica para una mujer abriendo el camino para muchas, muchas otras. Por cierto, volvió a ganar Wimbledon después en otras dos ocasiones.

No es hasta 1996 -casi 100 años después de que las mujeres comenzaron a ser parte de los medalleros- cuando la Carta Olímpica —documento estatutario que establece los principios fundamentales de la competición— reconoce que una de las funciones del Comité Olímpico Internacional es “estimular y apoyar la promoción de las mujeres en el deporte, a todos los niveles y en todas las estructuras, con objeto de llevar a la práctica el principio de igualdad entre el hombre y la mujer”. ¡Vaya pues, muchísimas gracias por su consideración! Mas vale tarde que nunca. Antes que estos ilustres señores decidieran oficializar su compromiso con la participación femenina en los olímpicos había pasado agua bajo el puente.

Amsterdam 1928, 300 mujeres competidoras, casi el 10 % del total, ellas pudieron competir en disciplinas como atletismo, gimnasia y esgrima; Los Angeles 1984, las mujeres pudieron participar por primera vez en un maratón, símbolo de resistencia y perseverancia.

Londres 2012, considerados “los juegos de las mujeres”, fueron los primeros Olímpicos donde las mujeres participaron en todos los deportes del programa y representaron el 44 % de la participación. Río 2016, las mujeres fueron el 4 5% de todos los atletas y ganaron el 44 % de las medallas, porcentaje más alto de la historia hasta entonces.

Hoy día, los Juegos Olímpicos constan de 40 disciplinas, 32 en los de verano y 8 en los de invierno. Las disciplinas que más se resistieron a abrirse a la competición de mujeres fueron el boxeo, que tardó 108 años y otras que igual les llevó un centenar como halterofilia, waterpolo, remo y lucha.

París 2024 será el hito: por vez primera habrá no solo competición paritaria del 50 % de mujeres y 50 % de hombres, sino que se cuidará la igualdad de cobertura tanto en tiempos como en horarios por parte de los medios de comunicación. El viernes 26 de julio habrá fiesta mundial y las mujeres estaremos presentes. De la prohibición, al podio. ¡Éxito, campeonas!


La historia de las olimpiadas viene de la antigua Grecia. Se tiene registro que los primeros juegos se celebraron en 776 a. C. De hecho, su nombre es así porque se celebraban para rendirle honor a los dioses del Panteón Olímpico. Solo hombres libres que hablaran griego podían competir. Las mujeres tenían prohibido participar como competidoras, espectadoras (excepción hecha de las solteras) o incluso como sacerdotisas que honraban a los dioses en los rituales asociados.

El barón francés Pierre de Coubertin es considerado el padre de los juegos olímpicos modernos. En 1896, 750 mil espectadores presenciaron en el estadio Panathinaikos de Atenas los primeros Juegos Olímpicos de la nueva era con la participación de 241 atletas -todos hombres- de 14 naciones.

Una pensaría que los cerca de dos mil 700 años pasados entre las olimpiadas antiguas y las modernas habrían logrado evolucionar el pensamiento de los líderes mundiales -todos hombres también- y claro que se progresó en muchas materias, pero ¡ah, esa costumbre de hacer invisible a la mitad de la población! esa siguió intacta.

Aquí tres perlas. El barón de Coubertin afirmaba que, si las mujeres salían de sus casas, podrían “enfermar terriblemente o quedar estériles”; que una mujer practicando deporte era “la más antiestética imagen que los ojos humanos pueden contemplar”; y, que la participación femenina podría afectar su salud y sería “impráctica y poco interesante”. El ilustre señor hasta su muerte fue un inflexible opositor a la participación femenina en los Juegos y consideraba que la misión de ellas dentro del olimpismo debía limitarse a aplaudir y coronar a los campeones.

Como en todo lo demás, a saber: derecho a educación, voz, voto, participación en cultura y política, derechos laborales y humanos en general, el movimiento feminista fue cuesta arriba, sin pausa, avanzando contracorriente y férreamente. En los olímpicos de 1900 -casualmente celebrados en Francia igual que este año- 22 mujeres de 997 participantes compitieron, pero les dieron permiso solo en deportes “acordes a la naturaleza femenina” como el golf y el tenis. Charlotte Cooper, inglesa que ya había ganado el torneo de Wimbledon tres veces, ganó la primera medalla olímpica para una mujer abriendo el camino para muchas, muchas otras. Por cierto, volvió a ganar Wimbledon después en otras dos ocasiones.

No es hasta 1996 -casi 100 años después de que las mujeres comenzaron a ser parte de los medalleros- cuando la Carta Olímpica —documento estatutario que establece los principios fundamentales de la competición— reconoce que una de las funciones del Comité Olímpico Internacional es “estimular y apoyar la promoción de las mujeres en el deporte, a todos los niveles y en todas las estructuras, con objeto de llevar a la práctica el principio de igualdad entre el hombre y la mujer”. ¡Vaya pues, muchísimas gracias por su consideración! Mas vale tarde que nunca. Antes que estos ilustres señores decidieran oficializar su compromiso con la participación femenina en los olímpicos había pasado agua bajo el puente.

Amsterdam 1928, 300 mujeres competidoras, casi el 10 % del total, ellas pudieron competir en disciplinas como atletismo, gimnasia y esgrima; Los Angeles 1984, las mujeres pudieron participar por primera vez en un maratón, símbolo de resistencia y perseverancia.

Londres 2012, considerados “los juegos de las mujeres”, fueron los primeros Olímpicos donde las mujeres participaron en todos los deportes del programa y representaron el 44 % de la participación. Río 2016, las mujeres fueron el 4 5% de todos los atletas y ganaron el 44 % de las medallas, porcentaje más alto de la historia hasta entonces.

Hoy día, los Juegos Olímpicos constan de 40 disciplinas, 32 en los de verano y 8 en los de invierno. Las disciplinas que más se resistieron a abrirse a la competición de mujeres fueron el boxeo, que tardó 108 años y otras que igual les llevó un centenar como halterofilia, waterpolo, remo y lucha.

París 2024 será el hito: por vez primera habrá no solo competición paritaria del 50 % de mujeres y 50 % de hombres, sino que se cuidará la igualdad de cobertura tanto en tiempos como en horarios por parte de los medios de comunicación. El viernes 26 de julio habrá fiesta mundial y las mujeres estaremos presentes. De la prohibición, al podio. ¡Éxito, campeonas!