/ martes 10 de mayo de 2022

Polarización política

Que la guerra siga siendo la última ratio

H. Arendt

El célebre filósofo rumano Emil Ciorán afirmaba que los gobiernos mueren, ya sea por disgregación, ya sea por catástrofe o por la conjunción de ambas, pero lo que induce a su extinción tiene origen en los discursos de odio, demagogia y polarización política.

Resulta fácil identificar a quienes incitan el desmantelar las democracias, debido a que sus tesis giran alrededor de la discriminación, imposición y ausencia de diálogo; ellos (los intolerantes) insisten en percutir -con linchamientos- a quienes opinan distinto. Así pues, a los promotores de vendavales sobrecargados de resentimientos se les invita a reconsiderar al respecto.

Bajo este orden de ideas, una comunidad de rivalidad (al más puro estilo de “Montescos y Capuletos”), siempre acarrea resultados fatídicos. Sin embargo, la justificación es que, en aras de salvaguardar el poder, todo se vale. En resumen, enfrentar a un pueblo produce crisis de gobernabilidad y una inevitable descomposición de los subsistemas que instituyen el sistema político.

Hoy por hoy, resulta indispensable crear un equilibrio entre la capacidad de dialogo y la madurez para reconocer el papel del que opina distinto. El “otro”, en el espacio de lo público, es tan importante como aquel que cree tener siempre la razón desde el gobierno, la diferencia es que uno goza de los privilegios del mandato mientras los otros subsisten en condiciones inhóspitas de desdemocratización y ciclos de protesta.

Tal parece que nos hemos distanciado de la acción política que consiste en “reunir y comercializar con éxito una propuesta política que resulte aprobada por una amplia demanda popular, en la que la demanda es un conjunto de preferencias no sometidas a examen”, pero que exige tomar en cuenta a las minorías como puntos de referencia para producir gobernabilidad.

De aquí la tesis sobre lo importante que es el fortalecer los canales democráticos y que, a través de mesas especializadas críticas no especulativas, se amplíe lo más posible las zonas de coincidencia y con ello evitar caer en bufonadas que aticen el conflicto. El apostar por una cultura de la paz que estimule el desarrollo integral del Estado, que subordine la codicia individual a un conjunto de prioridades perseguidas por el proyecto común, es a todas luces, una garantía de seguridad ontológica, que tanta falta hace en tierra azteca.

Por lo anterior, lejos de fomentar el odio colectivo quizá se deba cuestionar sobre: ¿Qué se hace en relación con el cambio climático?, ¿Qué sucede con las múltiples desapariciones forzadas de personas en el país?, ¿Cuál es la situación que guarda el movimiento migratorio en Tapachula?, ¿Cómo detener la violencia directa y asesinatos contra periodistas?., quizá, por ser temas de poca importancia (ironizo obviamente) es de prioridad saber ¿Cuánto gana Loret de Mola? o si se mandan vuelos al Aeropuerto Felipe Ángeles para incitar su uso.

Apartados de la política y de la visión de tejer en la urdimbre de lo que es posible, se sugiere echar un vistazo al fenómeno llamado “Cisne Verde”, que es muy probable que, la pandemia del COVID-19 sea una caricatura en comparación con ello; esto está a la vuelta de la esquina. Sin ser ave de tempestades se avecina una complicada situación que exige tener la habilidad de crear coincidencias. No más polarización, por favor.

Por Magdiel Gómez Muñiz Colaborador de Integridad Ciudadana, Coordinador del

Doctorado en Ciencia Política del Centro Universitario de la Ciénega - UDG.

Profesor Investigador de Tiempo Completo de la Universidad de Guadalajara, co expertis y posgrados en estudios políticos y gobierno, filosofía política y educación @magdielgmg @Integridad_AC

Modo de prepararse

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H. Arendt

El célebre filósofo rumano Emil Ciorán afirmaba que los gobiernos mueren, ya sea por disgregación, ya sea por catástrofe o por la conjunción de ambas, pero lo que induce a su extinción tiene origen en los discursos de odio, demagogia y polarización política.

Resulta fácil identificar a quienes incitan el desmantelar las democracias, debido a que sus tesis giran alrededor de la discriminación, imposición y ausencia de diálogo; ellos (los intolerantes) insisten en percutir -con linchamientos- a quienes opinan distinto. Así pues, a los promotores de vendavales sobrecargados de resentimientos se les invita a reconsiderar al respecto.

Bajo este orden de ideas, una comunidad de rivalidad (al más puro estilo de “Montescos y Capuletos”), siempre acarrea resultados fatídicos. Sin embargo, la justificación es que, en aras de salvaguardar el poder, todo se vale. En resumen, enfrentar a un pueblo produce crisis de gobernabilidad y una inevitable descomposición de los subsistemas que instituyen el sistema político.

Hoy por hoy, resulta indispensable crear un equilibrio entre la capacidad de dialogo y la madurez para reconocer el papel del que opina distinto. El “otro”, en el espacio de lo público, es tan importante como aquel que cree tener siempre la razón desde el gobierno, la diferencia es que uno goza de los privilegios del mandato mientras los otros subsisten en condiciones inhóspitas de desdemocratización y ciclos de protesta.

Tal parece que nos hemos distanciado de la acción política que consiste en “reunir y comercializar con éxito una propuesta política que resulte aprobada por una amplia demanda popular, en la que la demanda es un conjunto de preferencias no sometidas a examen”, pero que exige tomar en cuenta a las minorías como puntos de referencia para producir gobernabilidad.

De aquí la tesis sobre lo importante que es el fortalecer los canales democráticos y que, a través de mesas especializadas críticas no especulativas, se amplíe lo más posible las zonas de coincidencia y con ello evitar caer en bufonadas que aticen el conflicto. El apostar por una cultura de la paz que estimule el desarrollo integral del Estado, que subordine la codicia individual a un conjunto de prioridades perseguidas por el proyecto común, es a todas luces, una garantía de seguridad ontológica, que tanta falta hace en tierra azteca.

Por lo anterior, lejos de fomentar el odio colectivo quizá se deba cuestionar sobre: ¿Qué se hace en relación con el cambio climático?, ¿Qué sucede con las múltiples desapariciones forzadas de personas en el país?, ¿Cuál es la situación que guarda el movimiento migratorio en Tapachula?, ¿Cómo detener la violencia directa y asesinatos contra periodistas?., quizá, por ser temas de poca importancia (ironizo obviamente) es de prioridad saber ¿Cuánto gana Loret de Mola? o si se mandan vuelos al Aeropuerto Felipe Ángeles para incitar su uso.

Apartados de la política y de la visión de tejer en la urdimbre de lo que es posible, se sugiere echar un vistazo al fenómeno llamado “Cisne Verde”, que es muy probable que, la pandemia del COVID-19 sea una caricatura en comparación con ello; esto está a la vuelta de la esquina. Sin ser ave de tempestades se avecina una complicada situación que exige tener la habilidad de crear coincidencias. No más polarización, por favor.

Por Magdiel Gómez Muñiz Colaborador de Integridad Ciudadana, Coordinador del

Doctorado en Ciencia Política del Centro Universitario de la Ciénega - UDG.

Profesor Investigador de Tiempo Completo de la Universidad de Guadalajara, co expertis y posgrados en estudios políticos y gobierno, filosofía política y educación @magdielgmg @Integridad_AC

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