/ viernes 28 de agosto de 2020

¡Puras finísimas personas…!

El caso Lozoya en Pemex ha destapado el estercolero que es la política. Nauseabunda descomposición conocida de siempre. El saqueo fue generalizado, impune y a todos los niveles. Los subalternos lo saben y se sintieron justificados, ya que “con qué cara” vendrían los reclamos.

Solo que ahora, el exdirector de la petrolera en su defensa ya salpicó de materia fecal a muchísimos otros: a expresidentes, senadores y diputados. Ese robo a México, eufemísticamente apodado “Reforma Energética” para su aprobación desencadenó la feria de los millones, los legisladores presuntamente recibieron cuantioso y generalizado reparto, porque de otra forma no habrían votado. Una empresa brasileña entregó en dólares millonarias cantidades para el reparto, que ahora involucra mediáticamente a infinidad de personajes. A Pemex le endilgaron contratos leoninos, desventajosos, inequitativos y en perjuicio de la riqueza nacional. Los millonarios sobornos persuadieron a quienes aún guardaban pruritos nacionalistas y pervirtieron a muchos. El PRI no tuvo empacho en modificar sus estatutos, ni todos en reformar la constitución. Hubo panistas que al calor de los alcoholes supuestamente exigieron hasta cincuenta millones de pesos por sus favores. La empresa corruptora aportó desde la campaña del extlatoani y luego habría cobrado con creces, con descomunales dentelladas a Pemex. Parece increíble que una sola empresa haya corroído a las estructuras ejecutivas y legislativas de México. Quizás entre telones existan otros responsables que de momento no conocemos. Esa regresiva y antinacional “reforma energética”, verdadera traición a México, fue el eje de toda la perversión y maldad que ahora se publicita, pero la cual se intuía. Con las bolsas repletas, algunos diputados y senadores, vendieron su alma a satanás y creyeron que todo quedaría en el olvido.

Ahora la reata se reventó por lo más delgado y a Lozoya, ante la justicia penal le toca “bailar” con el esperpento. Ya destripó los nauseabundos contenidos de la entramada traición a México. Exhibió datos y nombres de presuntos implicados. Ellos son expertos en cinismo y “declaracionitis”. Así que aterrorizados, porque saben que sus días políticos están tocando su fin, se defienden como gatos boca arriba. Sus defensivas frases ya no convencen. Su participación y podredumbre está clara. Los partidos nacionales están descalabrados y maltrechos, difícilmente lograrán remontar. Afrontan un absoluto descrédito y más les vale, si quieren sobrevivir, que en las futuras elecciones federales o locales, impulsen una generación política fresca de caras y apellidos nuevos, porque si son los de siempre, de ellos ya se hastió el electorado. Aunque ambiciosos de poder como son, podemos prever que ya desde ahora están maniobrando para aparecer nuevamente en las boletas electorales. Irán al fracaso. Si las declaraciones de Lozoya no parece vincularlos jurídicamente, en lo político si los destruye.

Ahora tenemos que estos “seráficos angelitos” son puras “finísimas personas”: “no, a mí no me dieron absolutamente nada”, “yo ni conozco a Lozoya”, “nunca he tenido tratos con ese señor”, “habré de demandar, porque me está difamando”, “se trata de puras inconsistencias”, “solamente tiene ánimos de venganza”, “siempre he trabajado desinteresadamente por el bien de México”, “es López Obrador el que tiene ánimos de revancha”, “se trata de acusaciones ridículas, falsas y sin sustento”, “la verdad está de mi lado”. Se trata de seres casi celestiales y honestos a toda prueba.

¡Que equívocos estamos! Las riquezas que les conocemos, sus mansiones principescas, sus autos de ensueño, las súbitas riquezas y propiedades en el extranjero, sus aviones privados, sus trenes de vida de esplendor, sus lujos deslumbrantes, sus inversiones en los paraísos fiscales. Nada de esto según ellos procede de la política. Son “blancas palomas”, “finísimas personas”, que aun chapoteando en el fango y habiendo avalado la más alta traición a México, aún tundidos y en la lona, pero con las cajas fuertes repletas siguen proclamando inocencia y soñando con mantenerse en los edificios del poder.

¡Aquí el único perverso resulta ser Lozoya! Todos los demás son impolutos personajes.

El caso Lozoya en Pemex ha destapado el estercolero que es la política. Nauseabunda descomposición conocida de siempre. El saqueo fue generalizado, impune y a todos los niveles. Los subalternos lo saben y se sintieron justificados, ya que “con qué cara” vendrían los reclamos.

Solo que ahora, el exdirector de la petrolera en su defensa ya salpicó de materia fecal a muchísimos otros: a expresidentes, senadores y diputados. Ese robo a México, eufemísticamente apodado “Reforma Energética” para su aprobación desencadenó la feria de los millones, los legisladores presuntamente recibieron cuantioso y generalizado reparto, porque de otra forma no habrían votado. Una empresa brasileña entregó en dólares millonarias cantidades para el reparto, que ahora involucra mediáticamente a infinidad de personajes. A Pemex le endilgaron contratos leoninos, desventajosos, inequitativos y en perjuicio de la riqueza nacional. Los millonarios sobornos persuadieron a quienes aún guardaban pruritos nacionalistas y pervirtieron a muchos. El PRI no tuvo empacho en modificar sus estatutos, ni todos en reformar la constitución. Hubo panistas que al calor de los alcoholes supuestamente exigieron hasta cincuenta millones de pesos por sus favores. La empresa corruptora aportó desde la campaña del extlatoani y luego habría cobrado con creces, con descomunales dentelladas a Pemex. Parece increíble que una sola empresa haya corroído a las estructuras ejecutivas y legislativas de México. Quizás entre telones existan otros responsables que de momento no conocemos. Esa regresiva y antinacional “reforma energética”, verdadera traición a México, fue el eje de toda la perversión y maldad que ahora se publicita, pero la cual se intuía. Con las bolsas repletas, algunos diputados y senadores, vendieron su alma a satanás y creyeron que todo quedaría en el olvido.

Ahora la reata se reventó por lo más delgado y a Lozoya, ante la justicia penal le toca “bailar” con el esperpento. Ya destripó los nauseabundos contenidos de la entramada traición a México. Exhibió datos y nombres de presuntos implicados. Ellos son expertos en cinismo y “declaracionitis”. Así que aterrorizados, porque saben que sus días políticos están tocando su fin, se defienden como gatos boca arriba. Sus defensivas frases ya no convencen. Su participación y podredumbre está clara. Los partidos nacionales están descalabrados y maltrechos, difícilmente lograrán remontar. Afrontan un absoluto descrédito y más les vale, si quieren sobrevivir, que en las futuras elecciones federales o locales, impulsen una generación política fresca de caras y apellidos nuevos, porque si son los de siempre, de ellos ya se hastió el electorado. Aunque ambiciosos de poder como son, podemos prever que ya desde ahora están maniobrando para aparecer nuevamente en las boletas electorales. Irán al fracaso. Si las declaraciones de Lozoya no parece vincularlos jurídicamente, en lo político si los destruye.

Ahora tenemos que estos “seráficos angelitos” son puras “finísimas personas”: “no, a mí no me dieron absolutamente nada”, “yo ni conozco a Lozoya”, “nunca he tenido tratos con ese señor”, “habré de demandar, porque me está difamando”, “se trata de puras inconsistencias”, “solamente tiene ánimos de venganza”, “siempre he trabajado desinteresadamente por el bien de México”, “es López Obrador el que tiene ánimos de revancha”, “se trata de acusaciones ridículas, falsas y sin sustento”, “la verdad está de mi lado”. Se trata de seres casi celestiales y honestos a toda prueba.

¡Que equívocos estamos! Las riquezas que les conocemos, sus mansiones principescas, sus autos de ensueño, las súbitas riquezas y propiedades en el extranjero, sus aviones privados, sus trenes de vida de esplendor, sus lujos deslumbrantes, sus inversiones en los paraísos fiscales. Nada de esto según ellos procede de la política. Son “blancas palomas”, “finísimas personas”, que aun chapoteando en el fango y habiendo avalado la más alta traición a México, aún tundidos y en la lona, pero con las cajas fuertes repletas siguen proclamando inocencia y soñando con mantenerse en los edificios del poder.

¡Aquí el único perverso resulta ser Lozoya! Todos los demás son impolutos personajes.