/ martes 5 de noviembre de 2019

Quebranto

Tu voz no quiere cantar tu voz se esconde en el llanto si pregunto tu quebranto no me vas a contestar

Benedetti

En las artes el ser humano expresa con belleza las emociones más profundas. Las expresiones artísticas humanizan porque nos son afines. No es necesario ser un docto en letras, danza, pintura, escultura, arquitectura, música, o cinematografía. Cuando el ser humano abre su alma en canal a una creación que nace de la emoción, no importa su cultura, idioma, edad, historia ni nada. Se funde con la humanidad, se sublima, logra empatía, se abraza a cada corazón latiente sin victimizarse, provocar lástima o buscar consuelo, solo se transmuta a la esencia del ser humano y entra como flecha, directo y sin pasaporte al alma de quienes comparten su creación.

Cuando el arte falta, deben haber canales que comienzan con las palabras, con el discurso público, con la línea de respeto al prójimo a través de los valores para evitar la deshumanización, para que las emociones individuales que van construyendo la energía emocional colectiva sean en su mayoría positivas…de esperanza. Por supuesto se requieren espacios de habitabilidad pacíficos, seguros; ambientes de certeza de que nuestro esfuerzo llevará pan a la mesa, que la vida tiene sentido, que nuestros descendientes pueden dormir tranquilos porque aquí estamos nosotros, los adultos, los maduros, para abrazarlos y asegurarles que todo estará bien. Eso no solo le toca al gobierno, pero sí es su responsabilidad sentar bases sólidas para construirlo.

No hemos podido las y los mexicanos en los últimos años cimentar un ambiente social con esas características. Damos palos de ciego, vivimos asíncronamente en un ambiente de ruido que debería ser melódico, la sensación de miedo y dolor permea como humedad en cada estrato social y económico, la incertidumbre y temor de siquiera volver a casa sanos y salvos crece todos los días con cada nota, cada encabezado, cada desaparición, secuestro y asesinato.

  • Esta nación se sacude hoy no con placas tectónicas sino con balazos, con feminicidios, con otrora fráteres ofreciendo vidas a las adicciones, a la borrosa visión de quienes sin pudor alguno lucran con la vida.

Quebranto; así siente últimamente nuestra muy dolida patria. Así sentimos rasgarse el tejido social, que cruje la vida, que de manera violenta se quiebran los lazos que nos fusionan como solo una sociedad, la mexicana, que debiera solo esa palabra unificarnos en una sola identidad. Destruir, profanar o despedazar, eso significa quebranto y esos verbos los leemos, escuchamos y vivimos cada vez más frecuentemente en México.

Esta nación se sacude hoy no con placas tectónicas sino con balazos, con feminicidios, con otrora fráteres ofreciendo vidas a las adicciones, a la borrosa visión de quienes sin pudor alguno lucran con la vida, donde hermanos matan hermanos y se profundiza la rabia que al final es dolor engusanado. El resentimiento social cala como la humedad y los líderes no hacen sino abrir aún más las llagas. Ahora, si bien el dolor acumulado puede convertirse en resentimiento y rabia, también puede sublimarse en compasión y empatía.

México nos reclama alegría, sonrisas, ganas de volver a humanizarnos, de brindar una mano al necesitado, cuidarnos como familia. Allá entonces donde veamos odio, entendamos que atrás hay dolor. Al dolor, pequeños pero cotidianos actos de amor, perdón y justicia. Solo así saldremos juntos de esta pesadilla.


Tu voz no quiere cantar tu voz se esconde en el llanto si pregunto tu quebranto no me vas a contestar

Benedetti

En las artes el ser humano expresa con belleza las emociones más profundas. Las expresiones artísticas humanizan porque nos son afines. No es necesario ser un docto en letras, danza, pintura, escultura, arquitectura, música, o cinematografía. Cuando el ser humano abre su alma en canal a una creación que nace de la emoción, no importa su cultura, idioma, edad, historia ni nada. Se funde con la humanidad, se sublima, logra empatía, se abraza a cada corazón latiente sin victimizarse, provocar lástima o buscar consuelo, solo se transmuta a la esencia del ser humano y entra como flecha, directo y sin pasaporte al alma de quienes comparten su creación.

Cuando el arte falta, deben haber canales que comienzan con las palabras, con el discurso público, con la línea de respeto al prójimo a través de los valores para evitar la deshumanización, para que las emociones individuales que van construyendo la energía emocional colectiva sean en su mayoría positivas…de esperanza. Por supuesto se requieren espacios de habitabilidad pacíficos, seguros; ambientes de certeza de que nuestro esfuerzo llevará pan a la mesa, que la vida tiene sentido, que nuestros descendientes pueden dormir tranquilos porque aquí estamos nosotros, los adultos, los maduros, para abrazarlos y asegurarles que todo estará bien. Eso no solo le toca al gobierno, pero sí es su responsabilidad sentar bases sólidas para construirlo.

No hemos podido las y los mexicanos en los últimos años cimentar un ambiente social con esas características. Damos palos de ciego, vivimos asíncronamente en un ambiente de ruido que debería ser melódico, la sensación de miedo y dolor permea como humedad en cada estrato social y económico, la incertidumbre y temor de siquiera volver a casa sanos y salvos crece todos los días con cada nota, cada encabezado, cada desaparición, secuestro y asesinato.

  • Esta nación se sacude hoy no con placas tectónicas sino con balazos, con feminicidios, con otrora fráteres ofreciendo vidas a las adicciones, a la borrosa visión de quienes sin pudor alguno lucran con la vida.

Quebranto; así siente últimamente nuestra muy dolida patria. Así sentimos rasgarse el tejido social, que cruje la vida, que de manera violenta se quiebran los lazos que nos fusionan como solo una sociedad, la mexicana, que debiera solo esa palabra unificarnos en una sola identidad. Destruir, profanar o despedazar, eso significa quebranto y esos verbos los leemos, escuchamos y vivimos cada vez más frecuentemente en México.

Esta nación se sacude hoy no con placas tectónicas sino con balazos, con feminicidios, con otrora fráteres ofreciendo vidas a las adicciones, a la borrosa visión de quienes sin pudor alguno lucran con la vida, donde hermanos matan hermanos y se profundiza la rabia que al final es dolor engusanado. El resentimiento social cala como la humedad y los líderes no hacen sino abrir aún más las llagas. Ahora, si bien el dolor acumulado puede convertirse en resentimiento y rabia, también puede sublimarse en compasión y empatía.

México nos reclama alegría, sonrisas, ganas de volver a humanizarnos, de brindar una mano al necesitado, cuidarnos como familia. Allá entonces donde veamos odio, entendamos que atrás hay dolor. Al dolor, pequeños pero cotidianos actos de amor, perdón y justicia. Solo así saldremos juntos de esta pesadilla.