/ martes 13 de octubre de 2020

¿Quién tiende la cama?

Hace unos días el Inegi presentó los resultados de la Encuesta de Ocupación y Empleo (ETOE) 2019, que revela cómo es que mujeres y hombres del país distribuyen su tiempo y sus actividades tanto remuneradas como no remuneradas. Estos datos aun no consideran la realidad que llegó con la pandemia 2020, que seguramente arrojará cuando se computen, datos aún más desfavorables para las mujeres a partir del confinamiento obligado y la inasistencia a escuelas y centros laborales.

Con todo, los números mostrados son interesantes y dejan ver la cultura que aun retrasa en México el avance de las mujeres en el ámbito laboral pero especialmente la injusta distribución del trabajo del hogar. A saber:

La tasa de participación económica de los hombres en Trabajo Remunerado (TR) en 2019 fue de 68.1% y la de mujeres 39.7%, la más baja en los países de la OCDE, inclusive por debajo de países como Turquía y otros latinoamericanos como Colombia o Chile. ¿Por qué entonces, sabiendo estos números no actuamos en consecuencia? hay cada vez más mujeres en quienes el país ha invertido en educación y preparación para la vida laboral y sin embargo, ese capital humano sigue sin ser aprovechado para la generación de riqueza nacional que, si se emparejara, equivaldría al 5% de crecimiento anual. La respuesta es clara: El Trabajo Doméstico No Remunerado (TDNR) es un ancla para las mujeres.

En países desarrollados, el trabajo del hogar es valorado ¿la razón? en la medida que las mujeres se incorporan al mundo laboral se comparten las tareas del hogar entre todos los miembros de la familia y, si se llega a contratar ayuda, esta es formal, normalmente cobrada por horas y a tasas de salario mínimo que difícilmente en México se está dispuesto a retribuir, baste saber que el 99% de las y los trabajadores del hogar en nuestro país no tienen contrato firmado. Preparar alimentos, limpiar la vivienda, la ropa y calzado, mantenimiento, instalación y reparaciones menores de la vivienda y otros bienes, hacer las compras, pagos y trámites, gestión y administración del hogar, cuidar enfermos, infantes y adultos mayores o con discapacidad VALE, según Inegi 24% del PIB nacional. Solo que en nuestra adorada patria, ese trabajo no parece importante porque en general lo realizan las MUJERES.

La carga total de trabajo es 6.2 horas mayor en mujeres que en hombres pero la distribución es muy distinta. Ellas realizan 10 horas menos de TR y ellos 24.5 horas (¡más del doble que la cifra anterior!) menos que ellas de TDNR. Aunado a ello, 6 de cada 10 personas en la informalidad son mujeres por lo que pensar en prestaciones económicas y sociales queda en un sueño guajiro. Las mujeres trabajan más y ganan menos.

Afortunadamente, se vislumbran cambios legales que reconocerán en el artículo 4to. de la Constitución el derecho a los cuidados y al tiempo propio. Las diputadas federales están apostando al presente pero también al futuro, porque es claro que la carencia de instituciones como estancias infantiles, escuelas de tiempo completo, casas de cuidados para personas discapacitadas y mayores, etc., precarizan sin dudar a las mujeres en mayor grado que a los hombres.

El trabajo del hogar beneficia a toda la familia pero mayoritariamente lo realizan mujeres. Cuando ambos, mujer y hombre puedan descansar el mismo tiempo habiendo cumplido con las labores remuneradas y no remuneradas, entonces y solo entonces, podremos hablar de igualdad. En tu casa, ¿quién tiende la cama?

Hace unos días el Inegi presentó los resultados de la Encuesta de Ocupación y Empleo (ETOE) 2019, que revela cómo es que mujeres y hombres del país distribuyen su tiempo y sus actividades tanto remuneradas como no remuneradas. Estos datos aun no consideran la realidad que llegó con la pandemia 2020, que seguramente arrojará cuando se computen, datos aún más desfavorables para las mujeres a partir del confinamiento obligado y la inasistencia a escuelas y centros laborales.

Con todo, los números mostrados son interesantes y dejan ver la cultura que aun retrasa en México el avance de las mujeres en el ámbito laboral pero especialmente la injusta distribución del trabajo del hogar. A saber:

La tasa de participación económica de los hombres en Trabajo Remunerado (TR) en 2019 fue de 68.1% y la de mujeres 39.7%, la más baja en los países de la OCDE, inclusive por debajo de países como Turquía y otros latinoamericanos como Colombia o Chile. ¿Por qué entonces, sabiendo estos números no actuamos en consecuencia? hay cada vez más mujeres en quienes el país ha invertido en educación y preparación para la vida laboral y sin embargo, ese capital humano sigue sin ser aprovechado para la generación de riqueza nacional que, si se emparejara, equivaldría al 5% de crecimiento anual. La respuesta es clara: El Trabajo Doméstico No Remunerado (TDNR) es un ancla para las mujeres.

En países desarrollados, el trabajo del hogar es valorado ¿la razón? en la medida que las mujeres se incorporan al mundo laboral se comparten las tareas del hogar entre todos los miembros de la familia y, si se llega a contratar ayuda, esta es formal, normalmente cobrada por horas y a tasas de salario mínimo que difícilmente en México se está dispuesto a retribuir, baste saber que el 99% de las y los trabajadores del hogar en nuestro país no tienen contrato firmado. Preparar alimentos, limpiar la vivienda, la ropa y calzado, mantenimiento, instalación y reparaciones menores de la vivienda y otros bienes, hacer las compras, pagos y trámites, gestión y administración del hogar, cuidar enfermos, infantes y adultos mayores o con discapacidad VALE, según Inegi 24% del PIB nacional. Solo que en nuestra adorada patria, ese trabajo no parece importante porque en general lo realizan las MUJERES.

La carga total de trabajo es 6.2 horas mayor en mujeres que en hombres pero la distribución es muy distinta. Ellas realizan 10 horas menos de TR y ellos 24.5 horas (¡más del doble que la cifra anterior!) menos que ellas de TDNR. Aunado a ello, 6 de cada 10 personas en la informalidad son mujeres por lo que pensar en prestaciones económicas y sociales queda en un sueño guajiro. Las mujeres trabajan más y ganan menos.

Afortunadamente, se vislumbran cambios legales que reconocerán en el artículo 4to. de la Constitución el derecho a los cuidados y al tiempo propio. Las diputadas federales están apostando al presente pero también al futuro, porque es claro que la carencia de instituciones como estancias infantiles, escuelas de tiempo completo, casas de cuidados para personas discapacitadas y mayores, etc., precarizan sin dudar a las mujeres en mayor grado que a los hombres.

El trabajo del hogar beneficia a toda la familia pero mayoritariamente lo realizan mujeres. Cuando ambos, mujer y hombre puedan descansar el mismo tiempo habiendo cumplido con las labores remuneradas y no remuneradas, entonces y solo entonces, podremos hablar de igualdad. En tu casa, ¿quién tiende la cama?