/ miércoles 23 de marzo de 2022

Resiliencia | 8-M

El feminismo es un movimiento mundial, impulsado sobre todo por mujeres, cuyo objetivo es lograr la igualdad de género, poniendo fin a la violencia contra la mujer y su subordinación social y reivindicar sus derechos; es un movimiento transversal y sin fronteras, que atañe a todos los rincones del país, por lo que se insta al gobierno aplicar medidas para convertir las peticiones de las mujeres en derechos reales.

Marzo es el mes para conmemorar y reflexionar sobre nuevas estrategias que aseguren lo ganado y que permitan avanzar hacia ciudadanías activas de las mujeres, en términos simples: sin justicia social no habrá desarrollo ni democracias, el 8-M amplía las consignas, las mujeres demandamos igual salario por igual trabajo, reconocimiento del trabajo de cuidados, una vida libre de violencias, participación política, entre otros; las voces de los millones de mujeres en las calles se constituyen en un nuevo sujeto político.

En el marco de la pandemia y la post-pandemia, este marzo debe servirnos para repensarnos críticamente, en el marco de un mundo globalizado, tecnológizado, hiper-comunicado y a la vez excluyente, un mundo de gigantes brechas económicas, donde unos pocos son dueños de la mayoría de la riqueza y las mayorías continúan con carencias de derechos: trabajo, vivienda, tierra, ciudad, servicios, infraestructuras, conectividad y seguridad, entre muchas otras, donde la mayoría de la población con más carenciada son mujeres, únicas responsables de sus hogares y de personas dependientes (infancia, adultos mayores, discapacitados, enfermos, etc).

El feminismo y la justicia de género proponen modificar las conductas que persisten en discriminaciones naturalizadas, expresas o encubiertas, en un mundo que es patriarcal, colonialista, androcéntrico, pensado en clave de hombre como universal. Han pasado más de 100 años desde que las mujeres socialistas en Copenhague (1910) decidieran celebrar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, desde comienzos del siglo XX las sufragistas, ésas mujeres revolucionarias quienes levantaron la voz para dos peticiones principales: el voto femenino y el fin de la esclavitud sexual.

La pandemia dejó evidencias insoslayables: las mujeres son las cuidadoras de la humanidad, sin embargo el trabajo de cuidados sigue siendo devaluado y no reconocido, si hay un sector donde no han llegado los cambios que propone el feminismo es en el cuidado de las personas, esas tareas que requieren de tiempo, dedicación y cariño siguen perteneciendo casi exclusivamente a las mujeres (85% de mujeres); los cuidados, esa tarea tan invisibilizada y en cambio tan necesaria para la sociedad, las mujeres no reciben el reconocimiento social o económico, ni la ayuda pública y dignificación en algunos casos como trabajo y la atención a las condiciones de vida de quienes la llevan a cabo.

Hoy vivimos en un mundo de contradicciones, de obscenas desigualdades, no solo materiales sino también políticas, que las omiten bajo supuestas neutralidades, diluyéndolas en el concepto de familia, hogares, población, por ello, desde el feminismo plural, con el objetivo de transformar la situación de subordinación de las mujeres en todo el mundo, en el 8-M, se sigue reclamando el derecho a vivir una vida libre de violencias, el derecho a cuidar y ser cuidadas, entendiendo el reconocimiento del cuidado como trabajo, la igualdad de derechos y oportunidades: laborales, educativas, políticas, sociales y culturales, el feminismo abandera la vida cotidiana, para dar cuenta de unos derechos que tradicionalmente han estado reservados para los hombres y con ello dar respuestas a las persistentes deudas sociales que se tienen con las mujeres.

La violencia que sufrimos las mujeres en nuestro país ha ido al alza, antes la violencia contra la mujer eran golpes y violencia sexual, hoy llegan hasta el asesinato y los feminicidios, la delincuencia organizada mata a mujeres con saña, aunque han sido muchos los motivos que han acrecentado este fenómeno, los más lamentables son los altos índices de impunidad, la falta de conocimiento en funcionarios públicos, y por supuesto la pandemia.

Es preciso pensar la vida en clave feminista, no solo en función de mujeres, sino como un nuevo paradigma para pensar las relaciones humanas, compartir, socializar, aprender de unas y otras, fortalecernos asociándonos fuertemente para avanzar en nuestros derechos a nivel global.

El feminismo es un movimiento mundial, impulsado sobre todo por mujeres, cuyo objetivo es lograr la igualdad de género, poniendo fin a la violencia contra la mujer y su subordinación social y reivindicar sus derechos; es un movimiento transversal y sin fronteras, que atañe a todos los rincones del país, por lo que se insta al gobierno aplicar medidas para convertir las peticiones de las mujeres en derechos reales.

Marzo es el mes para conmemorar y reflexionar sobre nuevas estrategias que aseguren lo ganado y que permitan avanzar hacia ciudadanías activas de las mujeres, en términos simples: sin justicia social no habrá desarrollo ni democracias, el 8-M amplía las consignas, las mujeres demandamos igual salario por igual trabajo, reconocimiento del trabajo de cuidados, una vida libre de violencias, participación política, entre otros; las voces de los millones de mujeres en las calles se constituyen en un nuevo sujeto político.

En el marco de la pandemia y la post-pandemia, este marzo debe servirnos para repensarnos críticamente, en el marco de un mundo globalizado, tecnológizado, hiper-comunicado y a la vez excluyente, un mundo de gigantes brechas económicas, donde unos pocos son dueños de la mayoría de la riqueza y las mayorías continúan con carencias de derechos: trabajo, vivienda, tierra, ciudad, servicios, infraestructuras, conectividad y seguridad, entre muchas otras, donde la mayoría de la población con más carenciada son mujeres, únicas responsables de sus hogares y de personas dependientes (infancia, adultos mayores, discapacitados, enfermos, etc).

El feminismo y la justicia de género proponen modificar las conductas que persisten en discriminaciones naturalizadas, expresas o encubiertas, en un mundo que es patriarcal, colonialista, androcéntrico, pensado en clave de hombre como universal. Han pasado más de 100 años desde que las mujeres socialistas en Copenhague (1910) decidieran celebrar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, desde comienzos del siglo XX las sufragistas, ésas mujeres revolucionarias quienes levantaron la voz para dos peticiones principales: el voto femenino y el fin de la esclavitud sexual.

La pandemia dejó evidencias insoslayables: las mujeres son las cuidadoras de la humanidad, sin embargo el trabajo de cuidados sigue siendo devaluado y no reconocido, si hay un sector donde no han llegado los cambios que propone el feminismo es en el cuidado de las personas, esas tareas que requieren de tiempo, dedicación y cariño siguen perteneciendo casi exclusivamente a las mujeres (85% de mujeres); los cuidados, esa tarea tan invisibilizada y en cambio tan necesaria para la sociedad, las mujeres no reciben el reconocimiento social o económico, ni la ayuda pública y dignificación en algunos casos como trabajo y la atención a las condiciones de vida de quienes la llevan a cabo.

Hoy vivimos en un mundo de contradicciones, de obscenas desigualdades, no solo materiales sino también políticas, que las omiten bajo supuestas neutralidades, diluyéndolas en el concepto de familia, hogares, población, por ello, desde el feminismo plural, con el objetivo de transformar la situación de subordinación de las mujeres en todo el mundo, en el 8-M, se sigue reclamando el derecho a vivir una vida libre de violencias, el derecho a cuidar y ser cuidadas, entendiendo el reconocimiento del cuidado como trabajo, la igualdad de derechos y oportunidades: laborales, educativas, políticas, sociales y culturales, el feminismo abandera la vida cotidiana, para dar cuenta de unos derechos que tradicionalmente han estado reservados para los hombres y con ello dar respuestas a las persistentes deudas sociales que se tienen con las mujeres.

La violencia que sufrimos las mujeres en nuestro país ha ido al alza, antes la violencia contra la mujer eran golpes y violencia sexual, hoy llegan hasta el asesinato y los feminicidios, la delincuencia organizada mata a mujeres con saña, aunque han sido muchos los motivos que han acrecentado este fenómeno, los más lamentables son los altos índices de impunidad, la falta de conocimiento en funcionarios públicos, y por supuesto la pandemia.

Es preciso pensar la vida en clave feminista, no solo en función de mujeres, sino como un nuevo paradigma para pensar las relaciones humanas, compartir, socializar, aprender de unas y otras, fortalecernos asociándonos fuertemente para avanzar en nuestros derechos a nivel global.