/ miércoles 16 de septiembre de 2020

Resiliencia | El futuro nos alcanzó, llegó el Día del Sobregiro de la Tierra

El impacto que nuestra existencia ha tenido en esta tierra es desfavorable. Estamos sumergidos en una catástrofe ambiental. La actividad humana ha propiciado la emergencia y además la acelera cada día, miles de especies se han extinguido o se están extinguiendo de la tierra, mientras millones de personas deben abandonar sus hogares involuntariamente, desplazadas por la inconsciencia del desastre climático.

El pasado 22 de agosto se marcó como el Día del Sobregiro de la Tierra, tres semanas después que el año 2019 (29 de julio), la fecha refleja la reducción del 9.3 % de la huella ecológica de la humanidad a partir del primero de enero hasta el Día del Sobregiro, en el cual sobrepasamos los límites anuales en la Tierra, en comparación con el mismo período del año pasado, lo cual, es una consecuencia directa de la cancelación de actividades presenciales no esenciales en todo el mundo por la Covid19.

La huella ecológica es el indicador del impacto ambiental generado por la demanda humana, que se hace de los recursos existentes en los ecosistemas del planeta, relacionándola con la capacidad ecológica de la Tierra de regenerar sus recursos.

Se puntualiza como el área de territorio ecológicamente productivo (cultivos, pastos, bosques o ecosistemas acuáticos) necesario para producir los recursos utilizados y para asimilar los residuos producidos por una población.

La repentina reducción de la Huella Ecológica año tras año que, por cierto, no es la misma a lo largo de la historia, está muy lejos de los cambios intencionales que se requieren para lograr tanto la estabilidad ecológica, como el bienestar de las personas, dos componentes inextricables de la sostenibilidad.

Las causas que se conocen y hacen la diferencia son el aumento de la población mundial, el aumento de consumo y de necesidades creadas por las empresas, así como las emisiones de dióxido de carbono.

Si bien es cierto, el confinamiento global a causa de la pandemia por la Covid19 ha retrasado el Día del Sobregiro de la Tierra, del cual “ganamos” tres semanas comparado con el año 2019, también lo es que, para ser totalmente sostenibles deberíamos agregar otras 17 semanas, por lo que aquella contracción de la huella ecológica no alcanza a producir el cambio que se requiere para lograr el equilibrio ecológico, toda vez que, existe un alto nivel de consumo de los recursos naturales y de energía, así como la creación de desechos y las emisiones contaminantes por parte del ser humano, pues el déficit ecológico del planeta se mantiene a costa de la reducción de las reservas de los recursos locales.

Dado que la extracción de madera y las emisiones de carbono de la quema de combustibles fósiles, lo cual representa el 60 % de la huella ecológica de la humanidad, es lo que contribuye a ese déficit ecológico que ha ido aumentando de manera constante desde principios de la década de los 70s, sumado al uso inadecuado de energía, el manejo incorrecto de basura y los procesos industriales son los causantes de esa acumulación de gases (dióxido de carbono en la atmósfera).Si bien, la humanidad ha estado unida por la experiencia común de la pandemia de la Covid19, que ha mostrado cuán entrelazadas están nuestras vidas, también lo es que no podemos ignorar la profunda desigualdad potencial de abordar los desequilibrios tanto en la sociedad humana como en nuestra relación con la Tierra.

La toma de consciencia mundial de preservar el medio ambiente es una decisión relativamente joven en su adopción, lo que implica un cambio cultural importante que propicie en los habitantes del planeta un comportamiento individual y colectivo de madurez en el desarrollo y aterrizaje de políticas públicas que conlleven a su conservación, las mismas que van desde cuestiones relacionadas con propaganda y educación, hasta la expedición de normas jurídicas que regulen tanto la prevención, el cuidado, la sanción y posibles reparaciones de carácter ambiental.

Las matemáticas del desastre son brutalmente claras, sino cambiamos ya, el mundo estará herido de muerte, nos toca imaginar soluciones, las pequeñas y las grandes, comprometidos con ellas, nos toca luchar por la restauración del futuro.

El impacto que nuestra existencia ha tenido en esta tierra es desfavorable. Estamos sumergidos en una catástrofe ambiental. La actividad humana ha propiciado la emergencia y además la acelera cada día, miles de especies se han extinguido o se están extinguiendo de la tierra, mientras millones de personas deben abandonar sus hogares involuntariamente, desplazadas por la inconsciencia del desastre climático.

El pasado 22 de agosto se marcó como el Día del Sobregiro de la Tierra, tres semanas después que el año 2019 (29 de julio), la fecha refleja la reducción del 9.3 % de la huella ecológica de la humanidad a partir del primero de enero hasta el Día del Sobregiro, en el cual sobrepasamos los límites anuales en la Tierra, en comparación con el mismo período del año pasado, lo cual, es una consecuencia directa de la cancelación de actividades presenciales no esenciales en todo el mundo por la Covid19.

La huella ecológica es el indicador del impacto ambiental generado por la demanda humana, que se hace de los recursos existentes en los ecosistemas del planeta, relacionándola con la capacidad ecológica de la Tierra de regenerar sus recursos.

Se puntualiza como el área de territorio ecológicamente productivo (cultivos, pastos, bosques o ecosistemas acuáticos) necesario para producir los recursos utilizados y para asimilar los residuos producidos por una población.

La repentina reducción de la Huella Ecológica año tras año que, por cierto, no es la misma a lo largo de la historia, está muy lejos de los cambios intencionales que se requieren para lograr tanto la estabilidad ecológica, como el bienestar de las personas, dos componentes inextricables de la sostenibilidad.

Las causas que se conocen y hacen la diferencia son el aumento de la población mundial, el aumento de consumo y de necesidades creadas por las empresas, así como las emisiones de dióxido de carbono.

Si bien es cierto, el confinamiento global a causa de la pandemia por la Covid19 ha retrasado el Día del Sobregiro de la Tierra, del cual “ganamos” tres semanas comparado con el año 2019, también lo es que, para ser totalmente sostenibles deberíamos agregar otras 17 semanas, por lo que aquella contracción de la huella ecológica no alcanza a producir el cambio que se requiere para lograr el equilibrio ecológico, toda vez que, existe un alto nivel de consumo de los recursos naturales y de energía, así como la creación de desechos y las emisiones contaminantes por parte del ser humano, pues el déficit ecológico del planeta se mantiene a costa de la reducción de las reservas de los recursos locales.

Dado que la extracción de madera y las emisiones de carbono de la quema de combustibles fósiles, lo cual representa el 60 % de la huella ecológica de la humanidad, es lo que contribuye a ese déficit ecológico que ha ido aumentando de manera constante desde principios de la década de los 70s, sumado al uso inadecuado de energía, el manejo incorrecto de basura y los procesos industriales son los causantes de esa acumulación de gases (dióxido de carbono en la atmósfera).Si bien, la humanidad ha estado unida por la experiencia común de la pandemia de la Covid19, que ha mostrado cuán entrelazadas están nuestras vidas, también lo es que no podemos ignorar la profunda desigualdad potencial de abordar los desequilibrios tanto en la sociedad humana como en nuestra relación con la Tierra.

La toma de consciencia mundial de preservar el medio ambiente es una decisión relativamente joven en su adopción, lo que implica un cambio cultural importante que propicie en los habitantes del planeta un comportamiento individual y colectivo de madurez en el desarrollo y aterrizaje de políticas públicas que conlleven a su conservación, las mismas que van desde cuestiones relacionadas con propaganda y educación, hasta la expedición de normas jurídicas que regulen tanto la prevención, el cuidado, la sanción y posibles reparaciones de carácter ambiental.

Las matemáticas del desastre son brutalmente claras, sino cambiamos ya, el mundo estará herido de muerte, nos toca imaginar soluciones, las pequeñas y las grandes, comprometidos con ellas, nos toca luchar por la restauración del futuro.