/ miércoles 27 de octubre de 2021

Resiliencia | ¿En que consiste el mansplaining?

El concepto mansplaining fue inspirado por Rebecca Solnit, quien acuñó este término en 2008 cuando publicó su ensayo “Los hombres me explican cosas”, dicho concepto nació a partir de una experiencia de Solnit en una fiesta, donde un hombre sabía que Rebecca era una escritora reconocida e insistió en resumirle la reseña que leyó de un libro nuevo.

El hombre la interrumpió tantas veces que no dio oportunidad a Solnit de revelarle que, ella era la autora de dicho libro que él tanto insistió en explicarle; en 2014 “Los hombres me explican cosas” se convirtió en un libro y se vendieron más 100 mil copias, en él describió sus experiencias como escritora en espacios públicos, donde hombres intentaban aleccionarla sobre temas que ella dominaba, algunas veces sobre su propio trabajo, que no asociaban con ella hasta que se les aclaraba su identidad y autoría, su obra resonó con fuerza en los sectores femeninos de la comunidad académica y científica.

Podemos decir que el mansplaining es un término que comprende una mezcla heterogénea de comportamientos que tienen en común el menosprecio del hablante hacia quien escucha por el único hecho de que quien escucha es una mujer y por lo tanto le supone una capacidad de comprensión inferior a la de un varón, es decir, es la palabra que se refiere al acto de un hombre que explica algo a una mujer de forma condescendiente y paternal y además lo hace de una forma muy inexacta porque es muy probable que ni siquiera domina el tema, pero se siente con la autoridad de corregir a la mujer, esto se produce en Twitter, sucede en el trabajo y en las reuniones familiares, en los bares y en las aulas, lo hacen los hombres famosos, los tíos, los políticos, los colegas, los hombres que conocemos en citas desagradables, los burócratas y los vecinos (quizás, irónicamente, algunos de ustedes lo hagan después de leer esto).

El mansplaining ilustra un problema mucho más profundo, pues doblega a las mujeres para que se queden calladas al afirmarles que ese no es su mundo, instruye al género femenino en la inseguridad y en la autolimitación, para que dudemos de nosotras mismas y nos limitemos, al mismo tiempo que pone en práctica el exceso de confianza sin fundamentos que ya tienen los hombres ya que hablan a menudo con condescendencia, incluso aunque no sepan de qué está hablando o no sea asunto suyo, esto último ilustra perfecto el hecho de que los hombres se sienten con toda la autoridad para opinar del movimiento feminista, las marchas y el paro del 9M, lo que nos lleva a otro concepto conocido como maninterruption; el cual hace referencia a la manía que los hombres tienen por interrumpir las opiniones de las mujeres, de acuerdo con un estudio publicado en 2019 en el Journal of Language and Social Psychology, es más probable, que hombres interrumpan a su interlocutor si se trata de una mujer.

Para poner un ejemplo de cómo identificar un mansplaining, en una reunión si mencionas “me gusta tal banda”, entonces un tipo te interrumpirá (retará) con: dime cinco canciones que te sepas y comenzará a explicarte por qué no eres una verdadera fan, o cuando en una reunión comentas que te gusta correr y un hombre en el grupo empieza a preguntarte cuál es tu pace (ritmo) al correr y cuáles carreras has corrido para después explicar cómo debes correr, cómo debes entrenar, bajo este contexto, esto nos explica una realidad normalizada que favorece la perspectiva y la autoconfianza masculina por encima del conocimiento y trabajo de las mujeres, queriendo afianzar en todo momento la superioridad.

Cuando se trata del conocimiento, sobre todo del tipo de conocimiento que otorga prestigio, la idea de que los hombres tienen derecho prioritario, es porque, en ocasiones, se asocia a la idea de que las mujeres carecen de la capacidad de ser figuras de autoridad y se tienen prejuicios relacionados con que las mujeres son menos competentes, con menos conocimientos y que, de alguna manera, necesita que el hombre le explique las cosas, pues la mujer experta es la ingenua que necesita su dosis de información, pues consideran que las mujeres están para ser complacientes y atentas, para no avergonzar a los hombres, en definitiva, hay una sensación muy fuerte de que las mujeres deben actuar como un público cálido para ellos, un público que no los interrumpa, corregir a alguien es un acto inherentemente jerárquico, consideran que intervenir cuando está equivocado o sabe menos de algún tema equivale a alterar la jerarquía de género, lo perciben como algo socialmente brusco, descortés e incluso como una forma de agresión, debido a que según ellos, rompe con el orden establecido y anula su posición de ser la autoridad predeterminada en la conversación.

Finalmente consiste en no escuchar a las mujeres, no validar sus opiniones, explicar nuevamente lo que ya ha dicho o interrumpirla para mostrar superioridad intelectual, este tipo de prácticas perpetúa las dinámicas de violencia de género en las que no se deja expresar libremente a las mujeres para finalmente silenciarlas.

El concepto mansplaining fue inspirado por Rebecca Solnit, quien acuñó este término en 2008 cuando publicó su ensayo “Los hombres me explican cosas”, dicho concepto nació a partir de una experiencia de Solnit en una fiesta, donde un hombre sabía que Rebecca era una escritora reconocida e insistió en resumirle la reseña que leyó de un libro nuevo.

El hombre la interrumpió tantas veces que no dio oportunidad a Solnit de revelarle que, ella era la autora de dicho libro que él tanto insistió en explicarle; en 2014 “Los hombres me explican cosas” se convirtió en un libro y se vendieron más 100 mil copias, en él describió sus experiencias como escritora en espacios públicos, donde hombres intentaban aleccionarla sobre temas que ella dominaba, algunas veces sobre su propio trabajo, que no asociaban con ella hasta que se les aclaraba su identidad y autoría, su obra resonó con fuerza en los sectores femeninos de la comunidad académica y científica.

Podemos decir que el mansplaining es un término que comprende una mezcla heterogénea de comportamientos que tienen en común el menosprecio del hablante hacia quien escucha por el único hecho de que quien escucha es una mujer y por lo tanto le supone una capacidad de comprensión inferior a la de un varón, es decir, es la palabra que se refiere al acto de un hombre que explica algo a una mujer de forma condescendiente y paternal y además lo hace de una forma muy inexacta porque es muy probable que ni siquiera domina el tema, pero se siente con la autoridad de corregir a la mujer, esto se produce en Twitter, sucede en el trabajo y en las reuniones familiares, en los bares y en las aulas, lo hacen los hombres famosos, los tíos, los políticos, los colegas, los hombres que conocemos en citas desagradables, los burócratas y los vecinos (quizás, irónicamente, algunos de ustedes lo hagan después de leer esto).

El mansplaining ilustra un problema mucho más profundo, pues doblega a las mujeres para que se queden calladas al afirmarles que ese no es su mundo, instruye al género femenino en la inseguridad y en la autolimitación, para que dudemos de nosotras mismas y nos limitemos, al mismo tiempo que pone en práctica el exceso de confianza sin fundamentos que ya tienen los hombres ya que hablan a menudo con condescendencia, incluso aunque no sepan de qué está hablando o no sea asunto suyo, esto último ilustra perfecto el hecho de que los hombres se sienten con toda la autoridad para opinar del movimiento feminista, las marchas y el paro del 9M, lo que nos lleva a otro concepto conocido como maninterruption; el cual hace referencia a la manía que los hombres tienen por interrumpir las opiniones de las mujeres, de acuerdo con un estudio publicado en 2019 en el Journal of Language and Social Psychology, es más probable, que hombres interrumpan a su interlocutor si se trata de una mujer.

Para poner un ejemplo de cómo identificar un mansplaining, en una reunión si mencionas “me gusta tal banda”, entonces un tipo te interrumpirá (retará) con: dime cinco canciones que te sepas y comenzará a explicarte por qué no eres una verdadera fan, o cuando en una reunión comentas que te gusta correr y un hombre en el grupo empieza a preguntarte cuál es tu pace (ritmo) al correr y cuáles carreras has corrido para después explicar cómo debes correr, cómo debes entrenar, bajo este contexto, esto nos explica una realidad normalizada que favorece la perspectiva y la autoconfianza masculina por encima del conocimiento y trabajo de las mujeres, queriendo afianzar en todo momento la superioridad.

Cuando se trata del conocimiento, sobre todo del tipo de conocimiento que otorga prestigio, la idea de que los hombres tienen derecho prioritario, es porque, en ocasiones, se asocia a la idea de que las mujeres carecen de la capacidad de ser figuras de autoridad y se tienen prejuicios relacionados con que las mujeres son menos competentes, con menos conocimientos y que, de alguna manera, necesita que el hombre le explique las cosas, pues la mujer experta es la ingenua que necesita su dosis de información, pues consideran que las mujeres están para ser complacientes y atentas, para no avergonzar a los hombres, en definitiva, hay una sensación muy fuerte de que las mujeres deben actuar como un público cálido para ellos, un público que no los interrumpa, corregir a alguien es un acto inherentemente jerárquico, consideran que intervenir cuando está equivocado o sabe menos de algún tema equivale a alterar la jerarquía de género, lo perciben como algo socialmente brusco, descortés e incluso como una forma de agresión, debido a que según ellos, rompe con el orden establecido y anula su posición de ser la autoridad predeterminada en la conversación.

Finalmente consiste en no escuchar a las mujeres, no validar sus opiniones, explicar nuevamente lo que ya ha dicho o interrumpirla para mostrar superioridad intelectual, este tipo de prácticas perpetúa las dinámicas de violencia de género en las que no se deja expresar libremente a las mujeres para finalmente silenciarlas.