/ miércoles 21 de julio de 2021

Resiliencia | Influencers ¿cuáles son los límites y por qué no comprenden la complejidad del asunto?

Quizá sea momento de hablar con mayor seriedad sobre los influencers, sobre esas figuras que, sin ser expertos en las materias de las que hablan, han alcanzado la capacidad de influir sin tampoco conocer sus propios límites ni responsabilidades.

Los influencers son figuras que aparecieron al interior de la sociedad del espectáculo, que hasta hoy su función principal es entretener más que educar, su autoridad aparece a razón del número de seguidores más que por el conocimiento que propongan y la experiencia en la materia, aunque sea por testimonio, se aleja de lo escolar y académico, su falta de pericia, sensibilidad y educación en diferentes temas, es cada vez más evidente.

Se tiene conocimiento que varios adolescentes han dejado la escuela con tal de dedicarse de tiempo completo a generar contenido para la plataforma, si bien no es necesaria una formación académica para lograr ciertos planteamientos, también lo es, que no es lo mismo opinar sobre una marca de ropa o unos zapatos, que emitir un juicio sobre una violación.

Lamentablemente operan sin ningún tipo de reflexión crítica frente a lo que comunican a sus audiencias, bajo el amparo de la libertad de expresión creen que repetir discursos violentos, racistas, homófobos y clasistas no generan responsabilidad porque piensan que es solo una opinión, piensan que la violencia es únicamente física y no se pude ejercer mediante el lenguaje, existe una falta de entendimiento sobre los alcances de la libertad de expresión y también una falsa ilusión de que lo que se dice en internet no genera repercusiones reales.

Por ejemplo, lo sucedido con Yoseline Hoffman, así como la investigación que se encuentra en proceso hacia los influencers que promocionaron al Partido Verde, eso debería de ser un llamado de atención no solo a los influencers sino a toda la comunidad de redes sociales, a entender y analizar mejor esos escenarios virtuales donde nos performamos a través de la imagen, pero también de la palabra, ambos tiene un poder que viene a partir del like y del follow, por lo que la responsabilidad es compartida, pues no se trata exclusivamente de que los influencers sean capaces de reproducir discursos violentos a cualquier nivel, sino también del porqué hay personas que deciden apoyarlos y continúan siguiéndolos a pesar de lo que expresan o de sus acciones, y lejos de ser un caso aislado cada que algún influencer comete una falta, siempre aparecen más seguidores.

No sé si los influencers sean conscientes del poder que tienen, quizá lo piensan desde el factor publicitario y no desde el factor humano, si bien, reconocen la capacidad que tienen para anunciar productos y convencer a su audiencia de probarlos (y por esto cobran) sin embargo se eximen de cualquier responsabilidad cuando ejercen comentarios de salud, políticos o sociales, cuando todo está en el mismo espectro comunicativo.

Hoy en día se requiere que los influencers inviertan en educación y en un asesoramiento que no solo les permita generar más views y likes de manera inmediata, sino comprender mejor las problemáticas actuales, quizá no pidieron tener esa voz pública, pero ahora la tienen en la que llevan de por medio una responsabilidad que o aprenden a controlar o les seguirá generando conflictos.

El fenómeno de los influencers ha crecido tanto en los últimos años que no dudo que muy pronto llegue una serie de regulaciones sobre su figura, por ejemplo en Noruega, ya se considera ilegal que los influencers no mencionen en sus publicaciones pagadas cuando la foto ha pasado por cierto proceso de edición (incluyendo filtros); en Alemania tienen que indicar públicamente cuando el contenido que comparten es publicidad pagada.

Cabe mencionar que en México, la organización Tec-Check busca promover una iniciativa de ley que regule la publicidad con influencers y creadores de contenido bajo la idea de proteger a la ciudadanía frente a la publicidad engañosa a partir de la transparencia, que sea veraz, clara, adecuada e identificable, de conseguirlo, sería un primer paso en la regulación de contenidos que, lejos de acabar con la libertad de expresión, lo que se busca es un cobro de consciencia sobre la responsabilidad de lo que se expresa.

Quizá sea momento de hablar con mayor seriedad sobre los influencers, sobre esas figuras que, sin ser expertos en las materias de las que hablan, han alcanzado la capacidad de influir sin tampoco conocer sus propios límites ni responsabilidades.

Los influencers son figuras que aparecieron al interior de la sociedad del espectáculo, que hasta hoy su función principal es entretener más que educar, su autoridad aparece a razón del número de seguidores más que por el conocimiento que propongan y la experiencia en la materia, aunque sea por testimonio, se aleja de lo escolar y académico, su falta de pericia, sensibilidad y educación en diferentes temas, es cada vez más evidente.

Se tiene conocimiento que varios adolescentes han dejado la escuela con tal de dedicarse de tiempo completo a generar contenido para la plataforma, si bien no es necesaria una formación académica para lograr ciertos planteamientos, también lo es, que no es lo mismo opinar sobre una marca de ropa o unos zapatos, que emitir un juicio sobre una violación.

Lamentablemente operan sin ningún tipo de reflexión crítica frente a lo que comunican a sus audiencias, bajo el amparo de la libertad de expresión creen que repetir discursos violentos, racistas, homófobos y clasistas no generan responsabilidad porque piensan que es solo una opinión, piensan que la violencia es únicamente física y no se pude ejercer mediante el lenguaje, existe una falta de entendimiento sobre los alcances de la libertad de expresión y también una falsa ilusión de que lo que se dice en internet no genera repercusiones reales.

Por ejemplo, lo sucedido con Yoseline Hoffman, así como la investigación que se encuentra en proceso hacia los influencers que promocionaron al Partido Verde, eso debería de ser un llamado de atención no solo a los influencers sino a toda la comunidad de redes sociales, a entender y analizar mejor esos escenarios virtuales donde nos performamos a través de la imagen, pero también de la palabra, ambos tiene un poder que viene a partir del like y del follow, por lo que la responsabilidad es compartida, pues no se trata exclusivamente de que los influencers sean capaces de reproducir discursos violentos a cualquier nivel, sino también del porqué hay personas que deciden apoyarlos y continúan siguiéndolos a pesar de lo que expresan o de sus acciones, y lejos de ser un caso aislado cada que algún influencer comete una falta, siempre aparecen más seguidores.

No sé si los influencers sean conscientes del poder que tienen, quizá lo piensan desde el factor publicitario y no desde el factor humano, si bien, reconocen la capacidad que tienen para anunciar productos y convencer a su audiencia de probarlos (y por esto cobran) sin embargo se eximen de cualquier responsabilidad cuando ejercen comentarios de salud, políticos o sociales, cuando todo está en el mismo espectro comunicativo.

Hoy en día se requiere que los influencers inviertan en educación y en un asesoramiento que no solo les permita generar más views y likes de manera inmediata, sino comprender mejor las problemáticas actuales, quizá no pidieron tener esa voz pública, pero ahora la tienen en la que llevan de por medio una responsabilidad que o aprenden a controlar o les seguirá generando conflictos.

El fenómeno de los influencers ha crecido tanto en los últimos años que no dudo que muy pronto llegue una serie de regulaciones sobre su figura, por ejemplo en Noruega, ya se considera ilegal que los influencers no mencionen en sus publicaciones pagadas cuando la foto ha pasado por cierto proceso de edición (incluyendo filtros); en Alemania tienen que indicar públicamente cuando el contenido que comparten es publicidad pagada.

Cabe mencionar que en México, la organización Tec-Check busca promover una iniciativa de ley que regule la publicidad con influencers y creadores de contenido bajo la idea de proteger a la ciudadanía frente a la publicidad engañosa a partir de la transparencia, que sea veraz, clara, adecuada e identificable, de conseguirlo, sería un primer paso en la regulación de contenidos que, lejos de acabar con la libertad de expresión, lo que se busca es un cobro de consciencia sobre la responsabilidad de lo que se expresa.