/ miércoles 9 de septiembre de 2020

Resiliencia | Las verdaderas víctimas de Covid-19

  • Según señala la Unicef, al menos una tercera parte de los niños en edad escolar de todo el mundo (un total de 463 millones) no tuvo acceso a la educación a distancia cuando la Covid-19 obligó a cerrar escuelas.

La suspensión de clases y las medidas sanitarias, que se han prolongado por varios meses, han impactado en la vida de las niñas, niños y adolescentes en una situación de especial vulnerabilidad; es decir, para esos 463 millones de niños cuyas escuelas cerraron a causa de la Covid-19, la educación a distancia no ha existido".

Henrietta Fore, directora ejecutiva de Unicef, señala que la gran cantidad de niños que debieron interrumpir por completo sus estudios, durante meses, representa una emergencia mundial en materia de educación.

Las repercusiones del confinamiento revelan las limitaciones de la educación a distancia y, sobre todo, las graves desigualdades en el acceso, pues no en todos los hogares de los niños cuentan con la tecnología y las herramientas necesarias, que van desde un televisor, radio e internet, por lo que se ven frustrados ante la profunda brecha digital.

Si bien el panorama es alarmante por falta de educación a distancia, la Unicef advierte que la situación podría ser peor, pues los efectos cognitivos pueden ser devastadores, incluso en aquellos casos en que los niños cuentan con las herramientas y tecnología necesaria en su hogar.

Existen otros factores como la presión para realizar tareas en el hogar, la precariedad de su entorno de aprendizaje, la falta de ayuda para utilizar los planes de estudio, agregado a que la pérdida de ingresos en las familias los priva de una adecuada alimentación y nutrición, así como limita el acceso de los menores a servicios esenciales como la salud.

Ante esta problemática, el incremento en el uso no supervisado del internet ha magnificado los casos de explotación sexual y cyberbullying. Está ampliamente documentado que las medidas de confinamiento exponen a mujeres, niñas, niños y adolescentes a situación de negligencia, violencia, maltrato, abuso, explotación o incluso solo a ser testigos de todo ello.

El simple hecho de estar expuestos a la ansiedad y el estrés de sus cuidadores y los cambios de rutina y hábitos familiares, pueden tener efectos significativos en su salud mental. Peor aún, todos estos efectos nocivos se ven agravados por las desigualdades sociales y la disparidad de entornos familiares.

Tal situación acentúa la discriminación y profundiza la brecha de oportunidades para los menores que ya se encuentran en vulnerabilidad, por lo que esta pandemia ha afectado y transformado el mundo en que viven las niñas, niños y adolescentes.

Desde cuestiones como la convivencia con sus amigos, el ocio y el esparcimiento hasta el acceso a sus derechos más elementales se han visto afectados y tendrán efectos en su desarrollo y oportunidades futuras.

El interés superior del menor pone como prioridad el bienestar de la infancia, a través del diseño de políticas públicas para la toma de decisiones de la actuación del Estado, que a su vez debe involucrarnos a todos. No podemos permitir que ésta sea una generación perdida.

  • Según señala la Unicef, al menos una tercera parte de los niños en edad escolar de todo el mundo (un total de 463 millones) no tuvo acceso a la educación a distancia cuando la Covid-19 obligó a cerrar escuelas.

La suspensión de clases y las medidas sanitarias, que se han prolongado por varios meses, han impactado en la vida de las niñas, niños y adolescentes en una situación de especial vulnerabilidad; es decir, para esos 463 millones de niños cuyas escuelas cerraron a causa de la Covid-19, la educación a distancia no ha existido".

Henrietta Fore, directora ejecutiva de Unicef, señala que la gran cantidad de niños que debieron interrumpir por completo sus estudios, durante meses, representa una emergencia mundial en materia de educación.

Las repercusiones del confinamiento revelan las limitaciones de la educación a distancia y, sobre todo, las graves desigualdades en el acceso, pues no en todos los hogares de los niños cuentan con la tecnología y las herramientas necesarias, que van desde un televisor, radio e internet, por lo que se ven frustrados ante la profunda brecha digital.

Si bien el panorama es alarmante por falta de educación a distancia, la Unicef advierte que la situación podría ser peor, pues los efectos cognitivos pueden ser devastadores, incluso en aquellos casos en que los niños cuentan con las herramientas y tecnología necesaria en su hogar.

Existen otros factores como la presión para realizar tareas en el hogar, la precariedad de su entorno de aprendizaje, la falta de ayuda para utilizar los planes de estudio, agregado a que la pérdida de ingresos en las familias los priva de una adecuada alimentación y nutrición, así como limita el acceso de los menores a servicios esenciales como la salud.

Ante esta problemática, el incremento en el uso no supervisado del internet ha magnificado los casos de explotación sexual y cyberbullying. Está ampliamente documentado que las medidas de confinamiento exponen a mujeres, niñas, niños y adolescentes a situación de negligencia, violencia, maltrato, abuso, explotación o incluso solo a ser testigos de todo ello.

El simple hecho de estar expuestos a la ansiedad y el estrés de sus cuidadores y los cambios de rutina y hábitos familiares, pueden tener efectos significativos en su salud mental. Peor aún, todos estos efectos nocivos se ven agravados por las desigualdades sociales y la disparidad de entornos familiares.

Tal situación acentúa la discriminación y profundiza la brecha de oportunidades para los menores que ya se encuentran en vulnerabilidad, por lo que esta pandemia ha afectado y transformado el mundo en que viven las niñas, niños y adolescentes.

Desde cuestiones como la convivencia con sus amigos, el ocio y el esparcimiento hasta el acceso a sus derechos más elementales se han visto afectados y tendrán efectos en su desarrollo y oportunidades futuras.

El interés superior del menor pone como prioridad el bienestar de la infancia, a través del diseño de políticas públicas para la toma de decisiones de la actuación del Estado, que a su vez debe involucrarnos a todos. No podemos permitir que ésta sea una generación perdida.