/ miércoles 1 de diciembre de 2021

Resiliencia | Violencia en mujeres y niñas con discapacidad

Las mujeres y las niñas con discapacidad, experimentan una discriminación mayor por su género, por su discapacidad y por su aspecto físico, al padecer esa discriminación en muchos ámbitos de la sociedad ellas se encuentran en una situación de vulnerabilidad, por lo que están más expuestas a la violencia y a menudo, ven anulados sus derechos.

La violencia que afecta con más crudeza a las mujeres y niñas con discapacidad va desde violencia de género, abusos sexuales, esterilizaciones forzosas, deshumanización, infantilización, abandono, malos tratos, humillaciones y explotación; las mujeres con discapacidad tienen un alto riesgo de experimentar violencia basada en estereotipos sociales y aspectos subjetivos que intentan deshumanizarlas o infantilizarlas, así como excluirlas o aislarlas, incluso la violencia también tiene la consecuencia de contribuir a la aparición de una discapacidad, además de violencia de género por parte de una pareja o expareja, este colectivo de mujeres padece violencia sexual, física o psicológica ejercida por otras personas, por ejemplo, en el campo de la sexualidad, la mujer con discapacidad es tratada como una persona asexuada, no es visualizada como una persona que puede ser madre o esposa, por lo que ellas sufren más barreras físicas y sociales, las cuales son un obstáculo para detectar las violencias.

Hoy en día se ha convertido en un fenómeno estructural, atendiendo a informes más recientes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU, 2018), se evidencian de forma clara los obstáculos a los que tienen que enfrentarse las mujeres con discapacidad: las dificultades de acceso a un hogar propio y adecuado, el acceso a los servicios de salud, a la educación y la formación profesional, al mercado laboral donde se muestran las desigualdades contractuales y de condiciones de acceso y remuneración, así como un impedimento especial para la toma de decisiones en muchos de los ámbitos vitales.

Otras de las muchas formas de violencia que viven las mujeres con discapacidad es el abandono, el aislamiento social, el confinamiento, la humillación, la denegación de cuidados sanitarios, la esterilización forzosa y el tratamiento psiquiátrico forzoso, esta violencia tiene un profundo impacto en la salud de las mujeres con discapacidad, ya que muestran más ideaciones suicidas, depresión y pérdida de autoestima, toda vez que la violencia ocurre en todas partes; en la escuela, en la familia, en la calle con extraños y en instituciones.

Por lo general son víctimas de abuso por parte de alguien que conocen (cónyuge o pareja, familiares, amigos, vecinos), incluso de sus cuidadores, que por cierto, pueden tener muchos cuidadores diferentes en sus vidas o asistentes personales, quienes les ayudan con las actividades diarias, como por ejemplo para bañarse, vestirse o comer, ello, las pone más en riesgo de abuso porque son física o mentalmente vulnerables.

La violencia psicológica es el tipo de violencia que con mayor frecuencia padecen las mujeres con discapacidad (97.90 %), es decir casi el total de las mujeres en esta situación lo viven, de hecho se puede pensar que cualquier tipo de exposición a situaciones de violencia, tendrá consecuencias psicológicas.

En la sociedad existe un espacio de invisibilidad y normalización de la violencia dirigidas a las mujeres con discapacidad, esto se explican por dos razones fundamentales: por un lado, la tendencia milenaria a confundir actos violentos con formas legítimas de relación o de tratamiento de las mujeres con discapacidad y por otro, la credibilidad por razón de su discapacidad, a menudo cuestionan que las mujeres con discapacidad puedan tomar decisiones o hablar con claridad sobre la violencia que han experimentado e incluso les niegan la oportunidad de presentar una denuncia, por tanto, la situación actual exige trabajar de forma holística en la prevención y el abordaje de las violencias, lo cual implica hacer un esfuerzo en el diseño de políticas públicas que permitan realizar acciones coordinadas para erradicar la violencia en las mujeres y niñas con discapacidad.

Si tienes un familiar o conoces alguna persona con una discapacidad, especialmente si tiene problemas para comunicarse, aprende a conocer y a detectar algunos de los siguientes signos de abuso:

  • Repentinamente, no puede cumplir con las necesidades esenciales diarias que afectan su salud, su seguridad y su bienestar.
  • Falta de contacto con familiares y amigos.
  • La aparición de huellas de manos o hematomas visibles en el rostro, el cuello, los brazos y las muñecas.
  • Quemaduras, cortes o herida punzante.
  • Esguinces, fracturas o luxaciones que no se pueden explicar.
  • Signos de lesiones en los órganos internos, como por ejemplo los vómitos.
  • El uso de ropa rota, manchada, sucia o con sangre.
  • La apariencia de tener hambre, estar desnutrido, desorientado o confundido.

Las mujeres y las niñas con discapacidad, experimentan una discriminación mayor por su género, por su discapacidad y por su aspecto físico, al padecer esa discriminación en muchos ámbitos de la sociedad ellas se encuentran en una situación de vulnerabilidad, por lo que están más expuestas a la violencia y a menudo, ven anulados sus derechos.

La violencia que afecta con más crudeza a las mujeres y niñas con discapacidad va desde violencia de género, abusos sexuales, esterilizaciones forzosas, deshumanización, infantilización, abandono, malos tratos, humillaciones y explotación; las mujeres con discapacidad tienen un alto riesgo de experimentar violencia basada en estereotipos sociales y aspectos subjetivos que intentan deshumanizarlas o infantilizarlas, así como excluirlas o aislarlas, incluso la violencia también tiene la consecuencia de contribuir a la aparición de una discapacidad, además de violencia de género por parte de una pareja o expareja, este colectivo de mujeres padece violencia sexual, física o psicológica ejercida por otras personas, por ejemplo, en el campo de la sexualidad, la mujer con discapacidad es tratada como una persona asexuada, no es visualizada como una persona que puede ser madre o esposa, por lo que ellas sufren más barreras físicas y sociales, las cuales son un obstáculo para detectar las violencias.

Hoy en día se ha convertido en un fenómeno estructural, atendiendo a informes más recientes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU, 2018), se evidencian de forma clara los obstáculos a los que tienen que enfrentarse las mujeres con discapacidad: las dificultades de acceso a un hogar propio y adecuado, el acceso a los servicios de salud, a la educación y la formación profesional, al mercado laboral donde se muestran las desigualdades contractuales y de condiciones de acceso y remuneración, así como un impedimento especial para la toma de decisiones en muchos de los ámbitos vitales.

Otras de las muchas formas de violencia que viven las mujeres con discapacidad es el abandono, el aislamiento social, el confinamiento, la humillación, la denegación de cuidados sanitarios, la esterilización forzosa y el tratamiento psiquiátrico forzoso, esta violencia tiene un profundo impacto en la salud de las mujeres con discapacidad, ya que muestran más ideaciones suicidas, depresión y pérdida de autoestima, toda vez que la violencia ocurre en todas partes; en la escuela, en la familia, en la calle con extraños y en instituciones.

Por lo general son víctimas de abuso por parte de alguien que conocen (cónyuge o pareja, familiares, amigos, vecinos), incluso de sus cuidadores, que por cierto, pueden tener muchos cuidadores diferentes en sus vidas o asistentes personales, quienes les ayudan con las actividades diarias, como por ejemplo para bañarse, vestirse o comer, ello, las pone más en riesgo de abuso porque son física o mentalmente vulnerables.

La violencia psicológica es el tipo de violencia que con mayor frecuencia padecen las mujeres con discapacidad (97.90 %), es decir casi el total de las mujeres en esta situación lo viven, de hecho se puede pensar que cualquier tipo de exposición a situaciones de violencia, tendrá consecuencias psicológicas.

En la sociedad existe un espacio de invisibilidad y normalización de la violencia dirigidas a las mujeres con discapacidad, esto se explican por dos razones fundamentales: por un lado, la tendencia milenaria a confundir actos violentos con formas legítimas de relación o de tratamiento de las mujeres con discapacidad y por otro, la credibilidad por razón de su discapacidad, a menudo cuestionan que las mujeres con discapacidad puedan tomar decisiones o hablar con claridad sobre la violencia que han experimentado e incluso les niegan la oportunidad de presentar una denuncia, por tanto, la situación actual exige trabajar de forma holística en la prevención y el abordaje de las violencias, lo cual implica hacer un esfuerzo en el diseño de políticas públicas que permitan realizar acciones coordinadas para erradicar la violencia en las mujeres y niñas con discapacidad.

Si tienes un familiar o conoces alguna persona con una discapacidad, especialmente si tiene problemas para comunicarse, aprende a conocer y a detectar algunos de los siguientes signos de abuso:

  • Repentinamente, no puede cumplir con las necesidades esenciales diarias que afectan su salud, su seguridad y su bienestar.
  • Falta de contacto con familiares y amigos.
  • La aparición de huellas de manos o hematomas visibles en el rostro, el cuello, los brazos y las muñecas.
  • Quemaduras, cortes o herida punzante.
  • Esguinces, fracturas o luxaciones que no se pueden explicar.
  • Signos de lesiones en los órganos internos, como por ejemplo los vómitos.
  • El uso de ropa rota, manchada, sucia o con sangre.
  • La apariencia de tener hambre, estar desnutrido, desorientado o confundido.