/ viernes 6 de agosto de 2021

Retahíla para cinéfilos | Al morir la matinée

Entre la magia que desata la Muestra Internacional de Cine “Mic Hueyo” en la comunidad cinéfila de Tlaxcala, se encuentra una joya imprescindible del horror hispanoamericano, se trata de Al morir la matinée. La película fue dirigida por Maximiliano Contenti y se estrenó en noviembre de 2020 con una valiosa y positiva recepción.

Es necesario destacar que el filme se encuentra dentro de la clasificación R, puesto que se enmarca en el subgénero del terror conocido como slasher, anglicismo traducido como “cuchillada”, resultando material extra sensible.

Si bien la tirada del director fue recuperar los elementos del subgénero y desarrollar escenas tradicionales al cine de los ochenta, hay un particular giro que logra desembocar todas las emociones aparentemente perdidas en la industria. La historia tiene una sola locación y ocurre durante algunas horas.

La zona de confort es un viejo cine con pocos empleados y uno que otro cliente en las últimas proyecciones del día, cuando la matinée llega a su fin y las salas dejan de proteger a las familias.

Este último símbolo funciona cuando un niño se queda escondido entre las butacas a la espera de la función nocturna, una función que dejará de ocurrir en un mundo fantástico y se fusionará con la realidad que lo rodea.

Aquella particular noche de lluvia copiosa, el proyectista es suplantado por su hija, quien será la única observadora de los terribles hechos acontecidos cuando un asesino se infiltra en el edificio y uno a uno va despojando de su vida a los espectadores que ahí se encuentran.

La medida del sonido y la imagen generan un ritmo perfecto; además, la cuadratura entre la película que ocupa a los personajes y la película de la que son parte los actores funcionan como la síncopa del jazz, esa estrategia utilizada al romper para unir, para armonizar.

Entre una ocasional sonrisa cómplice y el casi nulo parpadeo desde los primeros minutos, se vive un extraordinario homenaje al cine, a la ceremonia de la que habla Contenti cuando se llega a la sala oscura y el misterio de sus proyecciones.

Una acalorada reflexión se viene entonces sobre la transición generacional que vivimos y la posibilidad de dejar atrás ese espacio seguro, una nocturna cavilación personal.

Salvo los detalles asociados al presupuesto de la cinta, no hay manera de hacerla más épica, ni siquiera si no hubiera muerto la matinée.

Entre la magia que desata la Muestra Internacional de Cine “Mic Hueyo” en la comunidad cinéfila de Tlaxcala, se encuentra una joya imprescindible del horror hispanoamericano, se trata de Al morir la matinée. La película fue dirigida por Maximiliano Contenti y se estrenó en noviembre de 2020 con una valiosa y positiva recepción.

Es necesario destacar que el filme se encuentra dentro de la clasificación R, puesto que se enmarca en el subgénero del terror conocido como slasher, anglicismo traducido como “cuchillada”, resultando material extra sensible.

Si bien la tirada del director fue recuperar los elementos del subgénero y desarrollar escenas tradicionales al cine de los ochenta, hay un particular giro que logra desembocar todas las emociones aparentemente perdidas en la industria. La historia tiene una sola locación y ocurre durante algunas horas.

La zona de confort es un viejo cine con pocos empleados y uno que otro cliente en las últimas proyecciones del día, cuando la matinée llega a su fin y las salas dejan de proteger a las familias.

Este último símbolo funciona cuando un niño se queda escondido entre las butacas a la espera de la función nocturna, una función que dejará de ocurrir en un mundo fantástico y se fusionará con la realidad que lo rodea.

Aquella particular noche de lluvia copiosa, el proyectista es suplantado por su hija, quien será la única observadora de los terribles hechos acontecidos cuando un asesino se infiltra en el edificio y uno a uno va despojando de su vida a los espectadores que ahí se encuentran.

La medida del sonido y la imagen generan un ritmo perfecto; además, la cuadratura entre la película que ocupa a los personajes y la película de la que son parte los actores funcionan como la síncopa del jazz, esa estrategia utilizada al romper para unir, para armonizar.

Entre una ocasional sonrisa cómplice y el casi nulo parpadeo desde los primeros minutos, se vive un extraordinario homenaje al cine, a la ceremonia de la que habla Contenti cuando se llega a la sala oscura y el misterio de sus proyecciones.

Una acalorada reflexión se viene entonces sobre la transición generacional que vivimos y la posibilidad de dejar atrás ese espacio seguro, una nocturna cavilación personal.

Salvo los detalles asociados al presupuesto de la cinta, no hay manera de hacerla más épica, ni siquiera si no hubiera muerto la matinée.