/ viernes 5 de agosto de 2022

Retahíla para cinéfilos | “El hombre perfecto”

“Yo soy de esos amantes a la antigua que suelen todavía mandar flores” cantó Roberto Carlos en la década de 1980 sin imaginar que para el 2200 lo que él consideraba un “amante a la antigua” seguiría teniendo el mismo significado, solo que esta vez en un mundo protagonizado por inteligencia artificial.

Al menos así lo imaginó la cineasta alemana Maria Schrader en su película “Ich bin dein Mensch”.

“El hombre perfecto”, como se tradujo al español, es una cinta romántica de ciencia ficción estrenada en primavera de 2021 que nos ubica como espectadores en un futuro donde las relaciones sociales se han enriquecido de inteligencia de artificial a través de hologramas que hablan, conviven y fungen como compañía de quienes los necesitan. En su intento por mejorar los algoritmos emocionales de sus humanoides, una compañía de robótica solicita a Alma, una solitaria científica, que conviva por algunas semanas con Tom, el robot diseñado especialmente para ella.

La idea de convivir con un robot no le entusiasma a Alma, pero luego de las frustraciones que le deja su trabajo como traductora de códices, acepta entablar una amistad con aquel individuo desarrollado específicamente para hacerla feliz. Los gustos, deseos, ideas y creencias de Alma están contemplados en la programación de ese “hombre perfecto”.

La relación entre Alma y Tom se convierte en una fabulosa alegoría de nuestra toma de conciencia en una realidad donde la tecnología nos rebasa sin siquiera notarlo. Además, es un grito ahogado bajo las consecuencias de vivir en una sociedad materialista y superficial que deja fuera del establishment a una cantidad considerable de individuos, rechazados sociales que encuentran un lugar más seguro en la virtualidad, llámese amistades a distancia, videojuegos o la misma ficción del cine.

Resulta interesante mencionar el trabajo creativo dentro de la película para mantener un ambiente similar al actual e incursionar lo artificial al mismo tiempo. Los paisajes, la utopía y las tomas cerradas son de gran ayuda para no perder de vista la humanidad de quien habla y a la cual se dirige. Este filme nos muestra cómo la percepción que se tiene del amor es una nadería en comparación con su valor y su significante real; un recuerdo de que la soledad no tiene que ver con la ausencia de personas. Es una historia donde los amantes del futuro siguen enviando flores.

Este filme nos muestra cómo la percepción que se tiene del amor es una nadería en comparación con su valor y su significante real; un recuerdo de que la soledad no tiene que ver con la ausencia de personas.


“Yo soy de esos amantes a la antigua que suelen todavía mandar flores” cantó Roberto Carlos en la década de 1980 sin imaginar que para el 2200 lo que él consideraba un “amante a la antigua” seguiría teniendo el mismo significado, solo que esta vez en un mundo protagonizado por inteligencia artificial.

Al menos así lo imaginó la cineasta alemana Maria Schrader en su película “Ich bin dein Mensch”.

“El hombre perfecto”, como se tradujo al español, es una cinta romántica de ciencia ficción estrenada en primavera de 2021 que nos ubica como espectadores en un futuro donde las relaciones sociales se han enriquecido de inteligencia de artificial a través de hologramas que hablan, conviven y fungen como compañía de quienes los necesitan. En su intento por mejorar los algoritmos emocionales de sus humanoides, una compañía de robótica solicita a Alma, una solitaria científica, que conviva por algunas semanas con Tom, el robot diseñado especialmente para ella.

La idea de convivir con un robot no le entusiasma a Alma, pero luego de las frustraciones que le deja su trabajo como traductora de códices, acepta entablar una amistad con aquel individuo desarrollado específicamente para hacerla feliz. Los gustos, deseos, ideas y creencias de Alma están contemplados en la programación de ese “hombre perfecto”.

La relación entre Alma y Tom se convierte en una fabulosa alegoría de nuestra toma de conciencia en una realidad donde la tecnología nos rebasa sin siquiera notarlo. Además, es un grito ahogado bajo las consecuencias de vivir en una sociedad materialista y superficial que deja fuera del establishment a una cantidad considerable de individuos, rechazados sociales que encuentran un lugar más seguro en la virtualidad, llámese amistades a distancia, videojuegos o la misma ficción del cine.

Resulta interesante mencionar el trabajo creativo dentro de la película para mantener un ambiente similar al actual e incursionar lo artificial al mismo tiempo. Los paisajes, la utopía y las tomas cerradas son de gran ayuda para no perder de vista la humanidad de quien habla y a la cual se dirige. Este filme nos muestra cómo la percepción que se tiene del amor es una nadería en comparación con su valor y su significante real; un recuerdo de que la soledad no tiene que ver con la ausencia de personas. Es una historia donde los amantes del futuro siguen enviando flores.

Este filme nos muestra cómo la percepción que se tiene del amor es una nadería en comparación con su valor y su significante real; un recuerdo de que la soledad no tiene que ver con la ausencia de personas.