/ viernes 29 de abril de 2022

Retahíla para cinéfilos | “El orfanato”

Juan Antonio Bayona, en compañía de Guillermo del Toro, estrenó en 2007 “El orfanato”, una película hispano-mexicano de suspenso considerada como su ópera prima. En su muy particular forma de concebir la realidad, el cineasta barcelonés experimentó con un guion olvidado del tema de los amigos invisibles y, gracias al laboratorio del Instituto fílmico de Sundance, logró un presupuesto que llevó la cinta a posicionarse como la segunda película más taquillera de su año.

Pero ¿qué es lo que hace especial a “El orfanato”? Antes de sus atributos artísticos, hay que mencionar su argumento y el grado de complejidad exacto y moderado para ser aceptado en un diverso público. La historia comienza cuando Laura, su esposo Carlos y su hijo adoptivo Simón viajan hasta el orfanato donde ella se crio para reabrir el lugar y dar hogar a niños con discapacidad.

En cuando recorren los pasillos del edificio y los espacios aledaños, Simón va creando conexiones con amigos “imaginarios” a los que los padres nunca dieron importancia hasta el día de la inauguración del refugio. El día de la celebración, Simón desaparece misteriosamente de la casa y en su lugar a Laura le parece ver a Tomás, uno de los amigos imaginarios que su hijo había dibujado poco antes de desaparecer; un niño de su misma edad, con la cara cubierta con una bolsa de papel y una intención muy clara para la familia.

Una búsqueda interminable, la desesperanza de unos padres en duelo, la aparición de una vieja conocida y una casa que parece tener memoria son los ingredientes ideales para evitar lo ordinario y ensalzar el suspenso entre pista y pista que nos llevan de la mano al paradero de Simón.

El esmero en la construcción de los escenarios y vestuarios configura una atmósfera muy cercana y verosímil que pareciera nublar los guiños de todos aquellos elementos fantásticos vislumbrados para la producción. Como primera impresión, el trabajo de Bayona es muy loable; sin embargo, como en todo, hay áreas de oportunidad. Su esfuerzo por evitar el terror es muy evidente y, hasta cierto punto, decepcionante. Parece como si los personajes tratan de revelar algo más, pero en el intento son detenidos por el poder del género limitante, lo cual se convierte en ventaja al reclamar su lugar dentro de un domingo familiar o de una matiné juvenil. Definitivamente una buena opción para palomear en los días de descanso.

Juan Antonio Bayona, en compañía de Guillermo del Toro, estrenó en 2007 “El orfanato”, una película hispano-mexicano de suspenso considerada como su ópera prima. En su muy particular forma de concebir la realidad, el cineasta barcelonés experimentó con un guion olvidado del tema de los amigos invisibles y, gracias al laboratorio del Instituto fílmico de Sundance, logró un presupuesto que llevó la cinta a posicionarse como la segunda película más taquillera de su año.

Pero ¿qué es lo que hace especial a “El orfanato”? Antes de sus atributos artísticos, hay que mencionar su argumento y el grado de complejidad exacto y moderado para ser aceptado en un diverso público. La historia comienza cuando Laura, su esposo Carlos y su hijo adoptivo Simón viajan hasta el orfanato donde ella se crio para reabrir el lugar y dar hogar a niños con discapacidad.

En cuando recorren los pasillos del edificio y los espacios aledaños, Simón va creando conexiones con amigos “imaginarios” a los que los padres nunca dieron importancia hasta el día de la inauguración del refugio. El día de la celebración, Simón desaparece misteriosamente de la casa y en su lugar a Laura le parece ver a Tomás, uno de los amigos imaginarios que su hijo había dibujado poco antes de desaparecer; un niño de su misma edad, con la cara cubierta con una bolsa de papel y una intención muy clara para la familia.

Una búsqueda interminable, la desesperanza de unos padres en duelo, la aparición de una vieja conocida y una casa que parece tener memoria son los ingredientes ideales para evitar lo ordinario y ensalzar el suspenso entre pista y pista que nos llevan de la mano al paradero de Simón.

El esmero en la construcción de los escenarios y vestuarios configura una atmósfera muy cercana y verosímil que pareciera nublar los guiños de todos aquellos elementos fantásticos vislumbrados para la producción. Como primera impresión, el trabajo de Bayona es muy loable; sin embargo, como en todo, hay áreas de oportunidad. Su esfuerzo por evitar el terror es muy evidente y, hasta cierto punto, decepcionante. Parece como si los personajes tratan de revelar algo más, pero en el intento son detenidos por el poder del género limitante, lo cual se convierte en ventaja al reclamar su lugar dentro de un domingo familiar o de una matiné juvenil. Definitivamente una buena opción para palomear en los días de descanso.