/ sábado 11 de noviembre de 2023

Retahíla para cinéfilos | “Héroes”, el amargo retrogusto de la cinta

Esta semana, la cartelera cinematográfica está floja. Películas que no sabemos si son videojuegos o viceversa. A estas alturas del calendario, las futuras nominaciones a los premios de la Academia deberían estar ya en ojos de todos, así como su clásico, y muy entretenido, contrapeso otoñal.

Pero mientras esperamos pacientes su llegada, hablemos con “cabeza fría” del gran estreno de septiembre: la prometida obra maestra de Ricardo Arnaiz.

Para ser justos, “Héroes” es una mala película, entonces, ¿por qué hablar de ella? porque con pocas obras de época se puede dialogar sin soberbia histórica y esta es una de ellas.

La cinta nos sitúa en 1847 y sigue a los estudiantes del Colegio Militar de Chapultepec. Luego de ser bombardeados por el ejército de Estados Unidos, el grupo de jóvenes pusieron a prueba lo aprendido para resguardar el territorio nacional, es decir, no mucho.

No cabe duda que el objetivo del guion fue desmitificar la famosa batalla del 13 de septiembre y darles reflectores a personajes de los que difícilmente se habla con humanidad en los libros de texto. Aquellos que van más allá de una monografía comprada en la papelería de la esquina como el conservador Mariano Monterder y la enigmática Concepción Lombardo. Además, el libreto está respaldado por un extraordinario reparto de nuevos talentos, de los cuales seguro estaremos hablando en los próximos años.

El rodaje de “Héroes” comenzó en Puebla, saltó a Tlaxcala y culminó en la Ciudad de México. El asomo de los escenarios locales, las bellísimas haciendas de Soltepec y Santa Bárbara de Huamantla, funcionan estupendo para situarnos en el periodo y tomar contadas bocanadas de aire. Desafortunadamente, el diseño de escenografía y vestuario revelaron que no cualquiera logra crear con bajo presupuesto.

Lo más lamentable es la omisión de la heroicidad en el discurso. Cuando alguien te invita a ver una película que se desarrolla en medio de una de las grandes gestas del país, esperas, cuando menos, un par de secuencias inolvidables, algunos efectos especiales y un cameo de Juan Escutia envuelto en la bandera dispuesto a caer desde el Castillo de Chapultepec en nombre de la patria.

No voy a escribir spoilers al respecto, pero insisto: lamentable es la omisión de la heroicidad en el discurso.

Agradecer a “Héroes” por quitarle la pesada cuadratura a la Historia de México me parece una buena forma de cerrar el comentario. Pero, como siempre, la última palabra la tiene el espectador y, si alguien disfrutó la película y no se espetó ante ella, la palabrería está de sobra.



Esta semana, la cartelera cinematográfica está floja. Películas que no sabemos si son videojuegos o viceversa. A estas alturas del calendario, las futuras nominaciones a los premios de la Academia deberían estar ya en ojos de todos, así como su clásico, y muy entretenido, contrapeso otoñal.

Pero mientras esperamos pacientes su llegada, hablemos con “cabeza fría” del gran estreno de septiembre: la prometida obra maestra de Ricardo Arnaiz.

Para ser justos, “Héroes” es una mala película, entonces, ¿por qué hablar de ella? porque con pocas obras de época se puede dialogar sin soberbia histórica y esta es una de ellas.

La cinta nos sitúa en 1847 y sigue a los estudiantes del Colegio Militar de Chapultepec. Luego de ser bombardeados por el ejército de Estados Unidos, el grupo de jóvenes pusieron a prueba lo aprendido para resguardar el territorio nacional, es decir, no mucho.

No cabe duda que el objetivo del guion fue desmitificar la famosa batalla del 13 de septiembre y darles reflectores a personajes de los que difícilmente se habla con humanidad en los libros de texto. Aquellos que van más allá de una monografía comprada en la papelería de la esquina como el conservador Mariano Monterder y la enigmática Concepción Lombardo. Además, el libreto está respaldado por un extraordinario reparto de nuevos talentos, de los cuales seguro estaremos hablando en los próximos años.

El rodaje de “Héroes” comenzó en Puebla, saltó a Tlaxcala y culminó en la Ciudad de México. El asomo de los escenarios locales, las bellísimas haciendas de Soltepec y Santa Bárbara de Huamantla, funcionan estupendo para situarnos en el periodo y tomar contadas bocanadas de aire. Desafortunadamente, el diseño de escenografía y vestuario revelaron que no cualquiera logra crear con bajo presupuesto.

Lo más lamentable es la omisión de la heroicidad en el discurso. Cuando alguien te invita a ver una película que se desarrolla en medio de una de las grandes gestas del país, esperas, cuando menos, un par de secuencias inolvidables, algunos efectos especiales y un cameo de Juan Escutia envuelto en la bandera dispuesto a caer desde el Castillo de Chapultepec en nombre de la patria.

No voy a escribir spoilers al respecto, pero insisto: lamentable es la omisión de la heroicidad en el discurso.

Agradecer a “Héroes” por quitarle la pesada cuadratura a la Historia de México me parece una buena forma de cerrar el comentario. Pero, como siempre, la última palabra la tiene el espectador y, si alguien disfrutó la película y no se espetó ante ella, la palabrería está de sobra.