/ viernes 14 de mayo de 2021

Retahíla para cinéfilos | “La tumba de las luciérnagas”

El anime se ha estigmatizado por su contenido, su público y, sobre todo, su origen.

Una oportunidad al anime es probablemente el pequeño paso que se puede dar en la vida antes de cambiarla, un giro radical alejado de las clásicas obras occidentales que nos sumergen en la programación diaria.

Este género de animación de origen japonés ha desafiado grandes barreras culturales conquistando corazones, y a veces rompiéndose, como en la película La tumba de las luciérnagas, una de las historias más tristes (en el amplio sentido de la palabra) que existen; una obra maestra de animación y narrativa.

La cinta, producto de los famosos estudios Ghibli, toca la fibra de todos los públicos situándose en la Segunda Guerra Mundial sin el clásico escenario que presenta Hollywood; aquí no solo hay sangre y bombas, aquí hay realidad.

La narración comienza en Japón a finales de la guerra. Dos niños huyen de su casa luego de escuchar sirenas de ataque aéreo perdiendo para siempre el rastro de sus padres. Seita y su pequeña hermana Setsuko encuentran refugio con su tía donde viven las consecuencias de la posguerra en las mañanas y disfrutan la pequeña ilusión de los campos de luciérnagas en las noches, aquel efímero espectáculo de sueños voladores que se extingue poco a poco como la vida de los protagonistas al salir de la casa de sus familiares e intentar sobrevivir en la crudeza de la soledad que los acompañará en adelante. Entre escapes, robos, hambruna y enfermedad, los pequeños luchan cada día contra los infortunios y el salvaje mundo de los adultos.

En esta película florecen recuerdos continuamente; de hecho, está basada en hechos reales. Fueron incontables los niños y jóvenes que perdieron a sus padres en este episodio de la Historia y miles de familias que se desmoronaron en ese tiempo. Uno de ellos fue el padre del libreto, Akiyuki Nosaka, quien cuenta lo escribió como homenaje y disculpa a su hermana por no poder salvarla. Es prácticamente un diario abierto al mundo.

Importante aclarar que a pesar de la belleza y calidad del filme, “La tumba de las luciérnagas” no es recomendada para personas sensibles o para verla en un momento de debilidad emocional.

El anime se ha estigmatizado por su contenido, su público y, sobre todo, su origen.

Una oportunidad al anime es probablemente el pequeño paso que se puede dar en la vida antes de cambiarla, un giro radical alejado de las clásicas obras occidentales que nos sumergen en la programación diaria.

Este género de animación de origen japonés ha desafiado grandes barreras culturales conquistando corazones, y a veces rompiéndose, como en la película La tumba de las luciérnagas, una de las historias más tristes (en el amplio sentido de la palabra) que existen; una obra maestra de animación y narrativa.

La cinta, producto de los famosos estudios Ghibli, toca la fibra de todos los públicos situándose en la Segunda Guerra Mundial sin el clásico escenario que presenta Hollywood; aquí no solo hay sangre y bombas, aquí hay realidad.

La narración comienza en Japón a finales de la guerra. Dos niños huyen de su casa luego de escuchar sirenas de ataque aéreo perdiendo para siempre el rastro de sus padres. Seita y su pequeña hermana Setsuko encuentran refugio con su tía donde viven las consecuencias de la posguerra en las mañanas y disfrutan la pequeña ilusión de los campos de luciérnagas en las noches, aquel efímero espectáculo de sueños voladores que se extingue poco a poco como la vida de los protagonistas al salir de la casa de sus familiares e intentar sobrevivir en la crudeza de la soledad que los acompañará en adelante. Entre escapes, robos, hambruna y enfermedad, los pequeños luchan cada día contra los infortunios y el salvaje mundo de los adultos.

En esta película florecen recuerdos continuamente; de hecho, está basada en hechos reales. Fueron incontables los niños y jóvenes que perdieron a sus padres en este episodio de la Historia y miles de familias que se desmoronaron en ese tiempo. Uno de ellos fue el padre del libreto, Akiyuki Nosaka, quien cuenta lo escribió como homenaje y disculpa a su hermana por no poder salvarla. Es prácticamente un diario abierto al mundo.

Importante aclarar que a pesar de la belleza y calidad del filme, “La tumba de las luciérnagas” no es recomendada para personas sensibles o para verla en un momento de debilidad emocional.