/ sábado 28 de octubre de 2023

Retahíla para cinéfilos | “Los asesinos de la luna de las flores”, la actual joya en cartelera

Martin Scorsese siempre es garantía. El uso indiscutible de sonidos primitivos, el privilegio de la cámara sobre la narración y la construcción de atmósferas atemporales en determinado momento histórico lo han convertido en uno de los directores más importantes de la actualidad.

Probablemente el arquetipo más popular de la extensa filmografía de Scorsese es la figura del gangster, la cual se renueva de manera fascinante en “Los asesinos de la luna de las flores”, su última entrega.

Esta cinta protagonizada por Leonardo DiCaprio, Lily Gladstone y Robert De Niro es una joya en toda la extensión de la palabra, una obra maestra para apreciar en la pantalla grande y, seguramente, en la entrega de los premios de la Academia el próximo año.

La historia nos ubica en 1920. Los miembros de una tribu de nativos americanos del condado de Osage, en Oklahoma, son asesinados uno a uno cuando las nuevas familias estadounidenses encuentran petróleo en sus tierras.

Mollie Kyle, una nativa de esas tierras, contrae matrimonio con Ernest Burkhart, sobrino de un afamado ganadero estadounidense y homicida convicto. Sin saberlo, Mollie firma la sentencia de su familia y propicia una acalorada investigación federal para encontrar a los culpables.

Si bien el séptimo arte está invadido de fantasía, en esta obra guiña la realidad: un proceso histórico de exterminación de nativos americanos a partir de la llegada de la modernidad y las políticas expansionistas de Estados Unidos una vez entrado el siglo XIX.

En 1854, el presidente Franklin Pierce hizo una oferta por una gran extensión de tierras en el noreste de los Estados Unidos, en la que vivían los indios Swaminsh. La respuesta del Jefe indio Seattle es uno de los más bellos y profundos manifiestos a favor del medio ambiente.

Sin duda, Seattle también motivó esta cinta a través del fragmento último de su texto: “No entendemos porqué se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes, se impregnan los rincones secretos de los densos bosques con el olor de tantos hombres y se obstruye la visión del paisaje de las verdes colinas con un enjambre de alambres de hablar”.

El maestro del storytelling demostró su madurez fílmica al adaptar el libro de David Grann “Los asesinos de la luna” con 206 minutos de planos secuencia, exquisitos diálogos y la promesa de convertirse en un clásico desde ya.


Martin Scorsese siempre es garantía. El uso indiscutible de sonidos primitivos, el privilegio de la cámara sobre la narración y la construcción de atmósferas atemporales en determinado momento histórico lo han convertido en uno de los directores más importantes de la actualidad.

Probablemente el arquetipo más popular de la extensa filmografía de Scorsese es la figura del gangster, la cual se renueva de manera fascinante en “Los asesinos de la luna de las flores”, su última entrega.

Esta cinta protagonizada por Leonardo DiCaprio, Lily Gladstone y Robert De Niro es una joya en toda la extensión de la palabra, una obra maestra para apreciar en la pantalla grande y, seguramente, en la entrega de los premios de la Academia el próximo año.

La historia nos ubica en 1920. Los miembros de una tribu de nativos americanos del condado de Osage, en Oklahoma, son asesinados uno a uno cuando las nuevas familias estadounidenses encuentran petróleo en sus tierras.

Mollie Kyle, una nativa de esas tierras, contrae matrimonio con Ernest Burkhart, sobrino de un afamado ganadero estadounidense y homicida convicto. Sin saberlo, Mollie firma la sentencia de su familia y propicia una acalorada investigación federal para encontrar a los culpables.

Si bien el séptimo arte está invadido de fantasía, en esta obra guiña la realidad: un proceso histórico de exterminación de nativos americanos a partir de la llegada de la modernidad y las políticas expansionistas de Estados Unidos una vez entrado el siglo XIX.

En 1854, el presidente Franklin Pierce hizo una oferta por una gran extensión de tierras en el noreste de los Estados Unidos, en la que vivían los indios Swaminsh. La respuesta del Jefe indio Seattle es uno de los más bellos y profundos manifiestos a favor del medio ambiente.

Sin duda, Seattle también motivó esta cinta a través del fragmento último de su texto: “No entendemos porqué se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes, se impregnan los rincones secretos de los densos bosques con el olor de tantos hombres y se obstruye la visión del paisaje de las verdes colinas con un enjambre de alambres de hablar”.

El maestro del storytelling demostró su madurez fílmica al adaptar el libro de David Grann “Los asesinos de la luna” con 206 minutos de planos secuencia, exquisitos diálogos y la promesa de convertirse en un clásico desde ya.