/ viernes 22 de julio de 2022

Retahíla para cinéfilos | “Nuestros amantes”

El cine español, en medio de su particular manera de replantear los clichés de la comedia romántica, trajo a la pantalla “Nuestros amantes”, una película de 2016 dirigida por Miguel Ángel Lamata.

Con los estelares de Eduardo Noriega y Michelle Jenner, el guion que explora, desde el interior hasta lo predecible de los personajes, la sensualidad de las palabras y el asombro que provoca el discurso romántico en la maraña de nimiedades que es el amor líquido del que habló Bauman años atrás.

LA TRAMA

“Nuestros amantes” muestra luego de una serie de fotografías intervenidas como intro, a Carlos, un melancólico guionista que atraviesa su madurez profesional y personal rondando entre libros y bebidas en busca de un sentido para sus días.

En una suerte de trazo del destino, Carlos es abordado por Irene, una bizarra y culta mujer que le propone un juego para conocerse y convertir lo ordinario en una aventura bajo una única regla: no enamorarse.

Sin saber ni siquiera el nombre de la chica, Carlos acepta y quedan de verse para una primera cita en el museo, lugar donde inicia una historia salpicada de artes, elocuencia verbal y bastante drama.

A medida que descubren lo compatibles que son, van destruyendo también las barreras que un par de desconocidos edifica al segundo de conocerse. No obstante, lo que parece miel sobre hojuelas se desvanece cuando las reglas cambian y los protagonistas comienzan a hablar de las sombras que hasta el momento los persiguen: sus exparejas; María, con quien Carlos construyó una familia y Jorge, un arrogante escritor que Irene amó profundamente hasta hace poco. Cuando los secretos dejan de estar medida, el giro de trama se convierte en una caja de pandora que nadie, ni el mismo espectador, podrá volver a cerrar hasta que las piezas que conforman el juego se vayan moviendo solas en el “fluir” con el que inició todo.

Con preciosas locaciones en Zaragoza y Teruel, el ambiente de la cinta nos envuelve en una cálida y clásica atmósfera romántica europea, donde la gastronomía y la moda no paran de ganar créditos en la fotografía y un poquito de protagonismo cuando se conjugan al ritmo de los violines que conforman su banda sonora.

Esta película no necesitó más que una narración sencilla y buen trabajo de rodaje para convertirse en una favorita de su género.

Aunque fue bastante pobre su recepción, le queda suficiente tiempo para ser disfrutada y valorada entre aquellos que confían en que el amor aún puede ser tan sólido como una roca cuando vivir es lo único que resulta urgente.


El cine español, en medio de su particular manera de replantear los clichés de la comedia romántica, trajo a la pantalla “Nuestros amantes”, una película de 2016 dirigida por Miguel Ángel Lamata.

Con los estelares de Eduardo Noriega y Michelle Jenner, el guion que explora, desde el interior hasta lo predecible de los personajes, la sensualidad de las palabras y el asombro que provoca el discurso romántico en la maraña de nimiedades que es el amor líquido del que habló Bauman años atrás.

LA TRAMA

“Nuestros amantes” muestra luego de una serie de fotografías intervenidas como intro, a Carlos, un melancólico guionista que atraviesa su madurez profesional y personal rondando entre libros y bebidas en busca de un sentido para sus días.

En una suerte de trazo del destino, Carlos es abordado por Irene, una bizarra y culta mujer que le propone un juego para conocerse y convertir lo ordinario en una aventura bajo una única regla: no enamorarse.

Sin saber ni siquiera el nombre de la chica, Carlos acepta y quedan de verse para una primera cita en el museo, lugar donde inicia una historia salpicada de artes, elocuencia verbal y bastante drama.

A medida que descubren lo compatibles que son, van destruyendo también las barreras que un par de desconocidos edifica al segundo de conocerse. No obstante, lo que parece miel sobre hojuelas se desvanece cuando las reglas cambian y los protagonistas comienzan a hablar de las sombras que hasta el momento los persiguen: sus exparejas; María, con quien Carlos construyó una familia y Jorge, un arrogante escritor que Irene amó profundamente hasta hace poco. Cuando los secretos dejan de estar medida, el giro de trama se convierte en una caja de pandora que nadie, ni el mismo espectador, podrá volver a cerrar hasta que las piezas que conforman el juego se vayan moviendo solas en el “fluir” con el que inició todo.

Con preciosas locaciones en Zaragoza y Teruel, el ambiente de la cinta nos envuelve en una cálida y clásica atmósfera romántica europea, donde la gastronomía y la moda no paran de ganar créditos en la fotografía y un poquito de protagonismo cuando se conjugan al ritmo de los violines que conforman su banda sonora.

Esta película no necesitó más que una narración sencilla y buen trabajo de rodaje para convertirse en una favorita de su género.

Aunque fue bastante pobre su recepción, le queda suficiente tiempo para ser disfrutada y valorada entre aquellos que confían en que el amor aún puede ser tan sólido como una roca cuando vivir es lo único que resulta urgente.