París es la ciudad de la luz, del amor y de la fiesta, pero a veces también es el pueblo de la oscuridad, del odio y de la muerte. Así lo retrata “Recuerdos de París”, de Alice Winocour, una de las mejores propuestas de la edición 27 del Tour de Cine Francés, que sorpresivamente se reestrenó en cartelera esta semana.
A través de saltos en el tiempo e historias entretejidas, el filme nos presenta la lucha de Mia, una joven parisina, para recordar cómo sobrevivió al atentado de un grupo de terroristas en un restaurante de la ciudad.
Recrear en su mente lo vivido es para Mia la única vía para superarlo y sentir paz, pero sus recuerdos son elementos aislados: las manos de un hombre sosteniendo las suyas y un escondite oscuro dentro del restaurante. El resto está bloqueado.
En ese momento inicia la construcción del rompecabezas en el que interfieren un grupo de ayuda para víctimas del suceso y una serie de pistas a su alrededor.
Históricamente, Viktor Frankl fue un preso en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial y logró sobrevivir, ¿por qué? porque le encontró sentido a la vida y estar ahí: volver a ver a su esposa. Cuando logró su libertad, Frankl desarrolló la logoterapia, un tipo de terapia con un marcado carácter filosófico que se centra en la búsqueda del sentido.
En “Recuerdos de París”, la logoterapia es nombrada “diamante en el trauma” y la idea es pulir la desgracia hasta encontrar algo de brillo en ella. Para Mia, el diamante es encontrar vivo al hombre con quien pasó más de una hora oculta de la muerte.
Con motivo de esa búsqueda, las memorias de las víctimas se convierten en el motor narrativo del traumante acontecimiento. Distinto a lo que se pudiera pensar, “Recuerdos de París” no es una película moralina ni crítica al respecto del terrorismo, a pesar de que este desencadene el desarrollo de los personajes. Más bien es un pretexto para dialogar sobre cómo la humanidad le da sentido a la vida.
Como estudio social, se trata de una obra completa e inteligente; pero vista desde el arte, es un proyecto experimentalmente bueno, lleno de matices y entrega. El diseño audiovisual, sencillo y sincero, es el mejor aliado durante el progreso de la cinta, de manera que se disfruta cada estampa en ella por más aterradora que parezca.
La cinta, en suma, es un sinónimo de resistencia. Una muestra de que no se necesita una producción millonaria para contar una gran historia.
En “Recuerdos de París”, la logoterapia es nombrada “diamante en el trauma” y la idea es pulir la desgracia hasta encontrar algo de brillo en ella. Para Mia, el diamante es encontrar vivo al hombre con quien pasó más de una hora oculta de la muerte.