Dicen que “no por nada se llama pantalla grande al cine, pues en ella cabemos todos”, pero más allá de lo físico, caben nuestras más profundas y reprimidas emociones. Al ver “Romper el círculo”, la última película dirigida por Justin Baldoni, la premisa anterior se comprueba.
La historia sigue a Lily Bloom, interpretada por Blake Lively, una joven que intenta escapar de un pasado marcado por la violencia doméstica y construir una vida mejor. A lo largo del filme, Lily se encuentra atrapada entre su amor por Ryle, el recuerdo de su primer novio y el trauma de su padre abusivo, lo que la lleva a cuestionar sus decisiones adultas y a buscar una salida del ciclo de abuso que ha marcado su vida.
Uno de los aspectos más destacados de “Romper el Círculo” es la manera en la que Baldoni aborda la violencia doméstica con una sensibilidad rara vez vista en el cine comercial. Si bien las escenas de abuso son poderosas, no son gratuitas. La película hace un excelente trabajo al mostrar cómo la violencia puede convertirse en un bucle del que no cualquiera sobrevive.
Blake Lively ofrece una actuación profundamente emocional como Lily. Su interpretación es honesta y matizada, con quien se puede escarbar en la vulnerabilidad de una mujer que lucha por encontrar su voz y su independencia. Justin Baldoni también destaca en su papel de Ryle; su aporte es la complejidad de un personaje que podría haber sido fácilmente un villano unidimensional.
La película no está exenta de tropiezos; a pesar de su enfoque respetuoso con temas profundos, “Romper el Círculo” a veces cae en clichés narrativos que restan impacto a su mensaje. Hay momentos en los que la trama se vuelve predecible, y algunas subtramas no se desarrollan lo suficiente para hacer verosímil su universo cinematográfico, así como empatizar con otras formas y estilos de vida.
Visualmente los cuadros son hermosos, con una paleta de colores que captura tanto la intensidad emocional como la belleza de los paisajes donde se desarrolla la historia, aun cuando la mayoría de ellos son citadinos. Sin embargo, a veces el enfoque estilístico de Baldoni puede parecer un poco forzado, como si estuviera tratando con un drama adolescente y no una tragedia universal.
Las vueltas de tuerca en la segunda mitad son la joya de la cinta, las cuales llevan hacia uno de los mejores finales que se han escrito para una película que olvida la ficción en la que está inscrita. Una película para verse en pantalla grande, y también para llorar en grande.