/ martes 15 de junio de 2021

Se corrige votando

La democracia no es suficiente. Un simple voto nos hubiera llevado a hacer inmorales

Anónimo

En las circunstancias en las que nos encontramos como país, bien vale la pena apuntalar algunas reflexiones sobre si la democracia es suficiente para corregir el rumbo.

Tal vez una primera pregunta obligada a responder en este proceso electoral es si a la hora de movilizar el voto de simpatizantes y estructuras entre partidos de derecha e izquierda en México fue diferente a otros procesos. Acierta querido lector, la respuesta es: no. No fue diferente. Las prácticas de un bando, las mismas del otro.

Una pregunta más: ¿Los candidatos de izquierda y de derecha son distintos a los de siempre? Vuelve acertar querido lector. La respuesta es: son los mismos, pero "revolcados" y con brillos de "oportunidad". Y tal vez con esta claridad es preciso una pregunta más para un país que se encamina hacia su propia "Grieta" social: ¿La participación ciudadana importa? Mi respuesta es: sí, importa y mucho por dos razones:

La primera es porque ante el proceso electoral más grande, complejo, polarizado y probablemente también uno de los más violentos que ha tenido nuestro sistema electoral, además de la pandemia, hoy es posible afirmar que la participación ciudadana en las urnas está garantizada por una institución pública sólida como lo es el INE. Y dos, la participación importa porque la ciudadanía ya entendió que el voto de castigo es posible y éste es capaz de cambiar escenarios políticos impensables solo hasta el momento de emitir el voto.

Sin embargo, entre otras muchas reflexiones y realidades develadas al calor del proceso electoral, es importante pensar en si las transiciones políticas que se darán en este proceso electoral serán capaces de cambiar realidades tan complejas como la seguridad pública.

Pues nos guste o no, la jornada electoral también contabilizó un número cercano a las cien agresiones a aspirantes o candidatos de este 2021. Hechos que no pueden ser encasillados como "dinámicas locales" sin fines políticos como lo estableció la secretaría de gobernación federal.

Lo que tal vez no acaban de entender las autoridades federales encargadas de la seguridad pública es que este tipo de acontecimientos violentos son más comunes de lo normal y que lo verdaderamente alarmante no es que le suceda a la "clase política", si no que estos hechos de violencia suceden de forma cotidiana a la ciudadanía en cada vez más zonas del país.

Habrá que recordar que no hace mucho en esta columna se publicó el artículo "Dejar ser, dejar pasar", (ContraRéplica, 29/04/21), donde mediante una crónica se describe la forma en la que sicarios filman ejecuciones (jóvenes asesinados en su mayoría) para después difundirlas por redes sociales (WhatsApp) con mensajes dirigidos a las comunidades sometidas con el objetivo de advertir a los pobladores lo que le sucederá a cualquiera que los desafíe u opte por una opción diferente a su bando.

Lo perverso de justificar estas prácticas generalizadas entre autoridades y sicarios es hacer creer a la población que estas ejecuciones solo les suceden a aquellas personas que están ligadas o vinculadas a actividades ilícitas; es decir, hacen creer en el imaginario colectivo que "las cosas pasan por algo". Razón suficiente para dejar por alto estos acontecimientos.

Por ello, es de suma importancia no permitir que este tipo de justificaciones se propaguen a otros ámbitos, y mucho menos después de una jornada electoral como la que acabamos de vivir donde es posible atestiguar que el voto sirve y es útil para la democracia. Y más si estamos unidos como país entorno a un bien común como lo es la seguridad.

En tanto llegamos a ese lugar al que se aspira, es imperativo rechazar a la política que divide y segmenta en dos. Explicaciones como las del presidente del porqué Iztapalapa y Tláhuac votaron por su partido no pueden reducirse al hecho de afirmar que sucedió así el voto porque es "gente humilde, trabajadora, buena", que entienden que "estas cosas desgraciadamente suceden", y no por negligencia o corrupción.

Si esto sucede con lo que todos atestiguamos en la Línea 12, me entristece imaginarme las narrativas que desde presidencia explican la realidad que viven las personas en comunidades abandonadas al narco, de pueblos enteros que sucumben a los deseos del crimen organizado y al "derecho de piso", de la niñez rural y su pobreza frente a los sicarios, del tránsito de los migrantes suramericanos por el país, de la negligencia y la complicidad impune de autoridades y funcionarios electos afines, esto solo confirma que en política "la moralidad es un engaño", y eso se corrige votando.

  • *Analista Político. Colaborador de Integridad Ciudadana A.C. @Integridad_AC @VJ1204

La democracia no es suficiente. Un simple voto nos hubiera llevado a hacer inmorales

Anónimo

En las circunstancias en las que nos encontramos como país, bien vale la pena apuntalar algunas reflexiones sobre si la democracia es suficiente para corregir el rumbo.

Tal vez una primera pregunta obligada a responder en este proceso electoral es si a la hora de movilizar el voto de simpatizantes y estructuras entre partidos de derecha e izquierda en México fue diferente a otros procesos. Acierta querido lector, la respuesta es: no. No fue diferente. Las prácticas de un bando, las mismas del otro.

Una pregunta más: ¿Los candidatos de izquierda y de derecha son distintos a los de siempre? Vuelve acertar querido lector. La respuesta es: son los mismos, pero "revolcados" y con brillos de "oportunidad". Y tal vez con esta claridad es preciso una pregunta más para un país que se encamina hacia su propia "Grieta" social: ¿La participación ciudadana importa? Mi respuesta es: sí, importa y mucho por dos razones:

La primera es porque ante el proceso electoral más grande, complejo, polarizado y probablemente también uno de los más violentos que ha tenido nuestro sistema electoral, además de la pandemia, hoy es posible afirmar que la participación ciudadana en las urnas está garantizada por una institución pública sólida como lo es el INE. Y dos, la participación importa porque la ciudadanía ya entendió que el voto de castigo es posible y éste es capaz de cambiar escenarios políticos impensables solo hasta el momento de emitir el voto.

Sin embargo, entre otras muchas reflexiones y realidades develadas al calor del proceso electoral, es importante pensar en si las transiciones políticas que se darán en este proceso electoral serán capaces de cambiar realidades tan complejas como la seguridad pública.

Pues nos guste o no, la jornada electoral también contabilizó un número cercano a las cien agresiones a aspirantes o candidatos de este 2021. Hechos que no pueden ser encasillados como "dinámicas locales" sin fines políticos como lo estableció la secretaría de gobernación federal.

Lo que tal vez no acaban de entender las autoridades federales encargadas de la seguridad pública es que este tipo de acontecimientos violentos son más comunes de lo normal y que lo verdaderamente alarmante no es que le suceda a la "clase política", si no que estos hechos de violencia suceden de forma cotidiana a la ciudadanía en cada vez más zonas del país.

Habrá que recordar que no hace mucho en esta columna se publicó el artículo "Dejar ser, dejar pasar", (ContraRéplica, 29/04/21), donde mediante una crónica se describe la forma en la que sicarios filman ejecuciones (jóvenes asesinados en su mayoría) para después difundirlas por redes sociales (WhatsApp) con mensajes dirigidos a las comunidades sometidas con el objetivo de advertir a los pobladores lo que le sucederá a cualquiera que los desafíe u opte por una opción diferente a su bando.

Lo perverso de justificar estas prácticas generalizadas entre autoridades y sicarios es hacer creer a la población que estas ejecuciones solo les suceden a aquellas personas que están ligadas o vinculadas a actividades ilícitas; es decir, hacen creer en el imaginario colectivo que "las cosas pasan por algo". Razón suficiente para dejar por alto estos acontecimientos.

Por ello, es de suma importancia no permitir que este tipo de justificaciones se propaguen a otros ámbitos, y mucho menos después de una jornada electoral como la que acabamos de vivir donde es posible atestiguar que el voto sirve y es útil para la democracia. Y más si estamos unidos como país entorno a un bien común como lo es la seguridad.

En tanto llegamos a ese lugar al que se aspira, es imperativo rechazar a la política que divide y segmenta en dos. Explicaciones como las del presidente del porqué Iztapalapa y Tláhuac votaron por su partido no pueden reducirse al hecho de afirmar que sucedió así el voto porque es "gente humilde, trabajadora, buena", que entienden que "estas cosas desgraciadamente suceden", y no por negligencia o corrupción.

Si esto sucede con lo que todos atestiguamos en la Línea 12, me entristece imaginarme las narrativas que desde presidencia explican la realidad que viven las personas en comunidades abandonadas al narco, de pueblos enteros que sucumben a los deseos del crimen organizado y al "derecho de piso", de la niñez rural y su pobreza frente a los sicarios, del tránsito de los migrantes suramericanos por el país, de la negligencia y la complicidad impune de autoridades y funcionarios electos afines, esto solo confirma que en política "la moralidad es un engaño", y eso se corrige votando.

  • *Analista Político. Colaborador de Integridad Ciudadana A.C. @Integridad_AC @VJ1204