/ martes 26 de marzo de 2019

SECRETO A VOCES

“La culebra”

  • Las huellas acerca del asesinato de Luis Donaldo Colosio fueron poco a poco eliminadas. La verdad quedó empatanada. La imagen de un culpable que nos habla de un asesino con problemas de conducta fue la versión de una “verdad histórica”.

El fantasma de la muerte de Luis Donaldo Colosio nos asedia cada año. En nuestra fantasmática, (concepto derridiano), existen matices. Aunque los muertos pesan más que los vivos, pero no todos por las mismas causas. Ahí está las imágenes de los próceres de la Independencia, los reformadores y los míticos héroes de la revolución mexicana cuyo recuerdo no deja de acicatear nuestra vida y mente.

La ausencia-presencia de Colosio es un caso muy especial. Su recuerdo se aviva no por su legado ideológico ni por su práctica política, dicho lo anterior con todo respeto para aquellos que destacan virtudes discursivas y conductas como funcionario y político. Su fantasma nos acecha cada año por la manera en que ocurrió su muerte: en su origen como un catálogo de actos de criminales de alta escuela al que pertenece la teoría del “asesino solitario”.

Esta teoría jugó su rol en aquella fecha fatídica. El asesinato de Luis Donaldo Colosio sirvió para que con su muerte se aterrorizara a los votantes de los estratos menos politizados del país, con el fin de que el miedo empujara en una dirección que, en ese momento, apuntaba hacia la temprana derrota del adolescente régimen neoliberal, que apenas había iniciado su instauración con el gobierno de Miguel de la Madrid.

El imaginario colectivo fue aterrorizado por el miedo ante la muerte de Colosio que cimbró a la opinión pública, al ritmo musical de “La culebra”, que no debe pasar desapercibida para los psicólogos sociales. En las creencias judeo-cristianas, las serpientes están asociadas con la maldad, así lo muestran los textos del Levítico. Es la serpiente, previo a la expulsión de Adán y Eva de ese mítico lugar, el animal que se asocia con “la Caída”.

El asesino solitario estuvo asociado a la muerte de Colosio y el mal, representado por “La Culebra”. Una parte de la letra dice:

“Ay, si me muerde los pies!

Yo la quiero acurrucar si me muerde los pies

Yo la tengo que matar

Echa pa´lla!

Ven, pa´ca

Cuidado con la culebra que muerde los pies”

En política, dice un refrán, no existen las casualidades. El entorno de Lomas Taurinas es significativo, desde el punto de vista de la cultura musical. A quién iba dirigido el mensaje, en términos simbólicos con esta canción y que culminó con el asesinato de Luis Donaldo Colosio. ¿Quién jugó el papel de serpiente? De una especie de “mal” que “muerde los pies” y que, “yo la quiero acurrucar si me muerde los pies”… “Yo la tengo que matar”.

Con la muerte de Colosio no se dio a muerte a sus ideales que algunos ven detrás del discurso del 6 de marzo, unos días antes de su asesinato. Los analistas de aquella época veían en el discurso de aquella fecha más bien un interés por radicalizar el discurso de su campaña ante un hecho que se puede leer en los textos de los principales analistas de aquella época, la campaña de Luis Donaldo no levantaba. Era el candidato de los pies de barro, según algunos influyentes analistas.

También pudo tratarse de un doble mensaje tanto en el simbolismo de “la culebra” y el asesinato de Luis Donado. Es un mensaje cifrado por quienes controlaban la sucesión presidencial y tuvo como objetivo influir en la conducta del pueblo de México. El impacto del asesinato de Luis Donaldo como su asociación a un animal bíblico que representa el mal quiso penetrar en la conciencia cívica de la población de aquella época.

El “mal” como se sabe en realidad no existe como tal en la realidad. Lo que existen son discursos que interpretan la realidad y a partir de ahí lo que es malo y es bueno. La narrativa sobre el mal es en realidad una construcción social. Y el “mal” como tal tiene una concretización específica de acuerdo a la cultura y al contexto en que aparece súbitamente en el mundo narrativo de un momento cualquiera.

El mal si era Luis Donaldo se debía a su incapacidad para ganar la presidencia asociado a su toma de distancia del entonces presidente Salinas de Gortari. Pero el mal tenía otra vertiente en la lectura de los ejecutores de la muerte de Colosio: venía de más allá, del movimiento social que empezó a gestarse desde el momento en que el régimen posrevolucionario perdió la vocación social y el descontento se eslabonó a la corriente crítica del PRI, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas.

El mal era en realidad la población que amenazaba por segunda ocasión (luego del fraude en 1988), con arrebatar la conducción temprana del país a la tecnocracia salinista y que pasaría a manos de la corriente identificada como el ala más avanzada de la revolución mexicana, que en ese momento encabezó el cardenismo que tenía por visión la conservación de un tipo de Nación basada en el poder del Estado como atente económico.

Las huellas acerca del asesinato de Luis Donaldo Colosio fueron poco a poco eliminadas. La verdad quedó empatanada. La imagen de un culpable que nos habla de un asesino con problemas de conducta fue la versión de una “verdad histórica”. Algunos de los que quisieron indagar y penetrar en los archivos que podrían mostrar evidencias de este asesinato regido por normas de un tipo de catálogo al que únicamente tienen acceso ciertas élites, no vivieron para contarlo.

A Colosio lo sustituyó Zedillo. A Zedillo le abrió el paso el “Jefe” Diego, ausentándose de la campaña electoral en los últimos meses después de ganar el debate televisivo. Ganó la miedocracia, el pueblo mordía los pies... y había que amedrentarlo.


“La culebra”

  • Las huellas acerca del asesinato de Luis Donaldo Colosio fueron poco a poco eliminadas. La verdad quedó empatanada. La imagen de un culpable que nos habla de un asesino con problemas de conducta fue la versión de una “verdad histórica”.

El fantasma de la muerte de Luis Donaldo Colosio nos asedia cada año. En nuestra fantasmática, (concepto derridiano), existen matices. Aunque los muertos pesan más que los vivos, pero no todos por las mismas causas. Ahí está las imágenes de los próceres de la Independencia, los reformadores y los míticos héroes de la revolución mexicana cuyo recuerdo no deja de acicatear nuestra vida y mente.

La ausencia-presencia de Colosio es un caso muy especial. Su recuerdo se aviva no por su legado ideológico ni por su práctica política, dicho lo anterior con todo respeto para aquellos que destacan virtudes discursivas y conductas como funcionario y político. Su fantasma nos acecha cada año por la manera en que ocurrió su muerte: en su origen como un catálogo de actos de criminales de alta escuela al que pertenece la teoría del “asesino solitario”.

Esta teoría jugó su rol en aquella fecha fatídica. El asesinato de Luis Donaldo Colosio sirvió para que con su muerte se aterrorizara a los votantes de los estratos menos politizados del país, con el fin de que el miedo empujara en una dirección que, en ese momento, apuntaba hacia la temprana derrota del adolescente régimen neoliberal, que apenas había iniciado su instauración con el gobierno de Miguel de la Madrid.

El imaginario colectivo fue aterrorizado por el miedo ante la muerte de Colosio que cimbró a la opinión pública, al ritmo musical de “La culebra”, que no debe pasar desapercibida para los psicólogos sociales. En las creencias judeo-cristianas, las serpientes están asociadas con la maldad, así lo muestran los textos del Levítico. Es la serpiente, previo a la expulsión de Adán y Eva de ese mítico lugar, el animal que se asocia con “la Caída”.

El asesino solitario estuvo asociado a la muerte de Colosio y el mal, representado por “La Culebra”. Una parte de la letra dice:

“Ay, si me muerde los pies!

Yo la quiero acurrucar si me muerde los pies

Yo la tengo que matar

Echa pa´lla!

Ven, pa´ca

Cuidado con la culebra que muerde los pies”

En política, dice un refrán, no existen las casualidades. El entorno de Lomas Taurinas es significativo, desde el punto de vista de la cultura musical. A quién iba dirigido el mensaje, en términos simbólicos con esta canción y que culminó con el asesinato de Luis Donaldo Colosio. ¿Quién jugó el papel de serpiente? De una especie de “mal” que “muerde los pies” y que, “yo la quiero acurrucar si me muerde los pies”… “Yo la tengo que matar”.

Con la muerte de Colosio no se dio a muerte a sus ideales que algunos ven detrás del discurso del 6 de marzo, unos días antes de su asesinato. Los analistas de aquella época veían en el discurso de aquella fecha más bien un interés por radicalizar el discurso de su campaña ante un hecho que se puede leer en los textos de los principales analistas de aquella época, la campaña de Luis Donaldo no levantaba. Era el candidato de los pies de barro, según algunos influyentes analistas.

También pudo tratarse de un doble mensaje tanto en el simbolismo de “la culebra” y el asesinato de Luis Donado. Es un mensaje cifrado por quienes controlaban la sucesión presidencial y tuvo como objetivo influir en la conducta del pueblo de México. El impacto del asesinato de Luis Donaldo como su asociación a un animal bíblico que representa el mal quiso penetrar en la conciencia cívica de la población de aquella época.

El “mal” como se sabe en realidad no existe como tal en la realidad. Lo que existen son discursos que interpretan la realidad y a partir de ahí lo que es malo y es bueno. La narrativa sobre el mal es en realidad una construcción social. Y el “mal” como tal tiene una concretización específica de acuerdo a la cultura y al contexto en que aparece súbitamente en el mundo narrativo de un momento cualquiera.

El mal si era Luis Donaldo se debía a su incapacidad para ganar la presidencia asociado a su toma de distancia del entonces presidente Salinas de Gortari. Pero el mal tenía otra vertiente en la lectura de los ejecutores de la muerte de Colosio: venía de más allá, del movimiento social que empezó a gestarse desde el momento en que el régimen posrevolucionario perdió la vocación social y el descontento se eslabonó a la corriente crítica del PRI, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas.

El mal era en realidad la población que amenazaba por segunda ocasión (luego del fraude en 1988), con arrebatar la conducción temprana del país a la tecnocracia salinista y que pasaría a manos de la corriente identificada como el ala más avanzada de la revolución mexicana, que en ese momento encabezó el cardenismo que tenía por visión la conservación de un tipo de Nación basada en el poder del Estado como atente económico.

Las huellas acerca del asesinato de Luis Donaldo Colosio fueron poco a poco eliminadas. La verdad quedó empatanada. La imagen de un culpable que nos habla de un asesino con problemas de conducta fue la versión de una “verdad histórica”. Algunos de los que quisieron indagar y penetrar en los archivos que podrían mostrar evidencias de este asesinato regido por normas de un tipo de catálogo al que únicamente tienen acceso ciertas élites, no vivieron para contarlo.

A Colosio lo sustituyó Zedillo. A Zedillo le abrió el paso el “Jefe” Diego, ausentándose de la campaña electoral en los últimos meses después de ganar el debate televisivo. Ganó la miedocracia, el pueblo mordía los pies... y había que amedrentarlo.


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