/ domingo 29 de agosto de 2021

Secreto a voces | A propósito de la conquista y del “Otro”

El “ser” en la filosofía clásica es una categoría de la totalidad, en donde lo único que tiene sentido es aquello que se ajusta a esa normativa de universalidad y en donde lo que altera esa totalidad no tiene sentido y, por tanto, tiene negada la existencia. Todo punto de inicio y de fin en ese universo está determinado por la legitimidad que concede la concepción de la totalidad que tiene como referencia Europa.


En el lenguaje de la Filosofía de la Libertad de corte latinoamericano (Enrique Dussel) el ser, universalista, de la totalidad, es el conquistador. Hegel, mirando a Napoleón, expresó: a'He visto al emperador -esta alma del mundo- saliendo de la ciudad en tareas de reconocimiento. Qué maravillosa sensación ver a este hombre, que, concentrado en este punto concreto y a caballo, se extiende por el mundo y lo domina”.


Para el filósofo argentino-mexicano, el “ser” tuvo su momento durante la conquista de América. Fue esta última conquista la que despertó en Europa la certeza de superioridad sobre el resto del mundo y que posteriormente llevó a la filosofía racionalista de tipo cartesiana. Tanto esa filosofía como la conquista misma no fue otra cosa que la encarnación de ese mismo “ser” que más tarde representaría Napoleón.


El conquistado es el incorporado a un sistema global de dominación, no es parte del ser que es representado por los conquistadores. En tanto conquistado no podía aparecer al lado del “ser”, del conquistador. Metido a cientos de metros en las minas, contemplado como un pagano, expulsado de su territorio, sometido creencias que desarticularon su existencia, a modernas formas de delación a través de la confesión religiosa, a formas de servidumbre, etcétera. Fue borrado/ocultado.


Entre la filosofía clásica y las epistemologías del sur a las que nos referiremos más adelante, es importante exponer brevemente la concepción del filósofo lituano-francés, Emmanuel Levinas. Para la filosofía occidental el Otro no existe en la medida en que la filosofía occidental todo lo reduce a un origen eurocéntrico. Levinas propone una revisión de la concepción del “ser” de la filosofía occidental incorporando el concepto del “Otro” visto éticamente desmontando al ser como apropiador y convirtiéndolo en responsable de ese “Otro”.


La creación del concepto de el “Otro” es una respuesta o separación de la filosofía del “Dasein” heideggeriano en cuya obra de “Ser y Tiempo” el concepto de la ética es excluido. Condición que se vería reflejado en la militancia de Heidegger en las filas del nacional socialismo con el que cooperó hasta los últimos días de su vida y en el cual fungió por un breve tiempo como rector de la Universidad de Friburgo (1933-1934) durante el gobierno nazi.


Levinas recupera la ética de la ontología. Levinas desmonta la centralidad del ser centroeuropeo y lo coloca bajo la mirado del “Otro”. Peperzak, Adriaan. (2011). Algunas tesis para la crítica de Emmanuel Levinas a Heidegger, lo define así:


“Si prescindo de la existencia fáctica del otro, sea sólo mediante una abstracción provisional y teórica, soy sólo un acto de la autoidentificación activa. Esta es natural y necesaria para poder ser un yo independiente. La forma en que se consuma esta identificación es el goce: yo disfruto el mundo, lo organizo para mí, con el fin de poder habitar, comer, trabajar, conocer en él, etcétera, y considero todos los fenómenos como si estuvieran ahí para mí. Pero la existencia del otro hombre me significa que el sometimiento de todos los entes bajo las necesidades de mi autodespliegue no puede ser el objetivo definitivo de mi vida. El verdadero sentido de mi existir no es el cumplimiento del conatus essendi. Anterior a toda expresión de mi voluntad y a toda posibilidad de reconocimiento, contratos, convenciones, me obliga la existencia fáctica del otro, a admitirlo en mi casa y mi mundo; me obliga a una alta consideración, al servicio, y me hace responsable del logro, la felicidad y el sentido de aquella vida. Serresponsable-del-otro es la definición fundamental de la Egoität. Ésta es el inicio de la filosofía y no puede ser concebida como momento de una unidad más alta”


Desde una perspectiva pre Levinas para el “ser” el “Otro” no existe porque ese otro no es pensado como Otro sino como lo mismo del Ser en su condición del resultado de su acción conquistadora y que en automático inferioriza al conquistado, negándolo como el “Otro” distinto al yo, al ser. La manera en que ese otro fue borrado y ocultado por el ser fue a través de una narrativa en la que el otro es incorporado como parte de un discurso colonizador a la estructura del poder imperial (Alejandro De Oto: Notas breves para avanzar sobre la relación entre el problema de la verdad en Fanon y la “zona del no ser”).


La alteridad que representó la conquista fue anulada. La clave fue la racialización, la constitución de una visión epidérmica del conquistado sobre el principio de una jerarquía que colocó al de tez blanca como símbolo de superioridad racial, el ser materializado en torno a una jerarquía epidérmica como diría Fanon, de acuerdo a Alenadro De Oto. A la distinción epidérmica se le asoció a un tipo de “tara” en donde la presencia del conquistador (como de la maquila con respecto al clasificado con hambre), resulta que es el bálsamo que redime al, además, atrasado.


Para la Filosofía de la Liberación el “Otro” es aquel que se acerca a nosotros y nos dice “me puede ayudar con alguna moneda para darle de comer a mis hermanos”. No es casual que en las clasificaciones de las instituciones creadas por el neoliberalismo transformaron las estadísticas en una herramienta para neutralizar el lenguaje de resistencia de las comunidades de origen indígena, a través de clasificarlos como pobres y con hambre. Asumieron el ser responsable con el “Otro” no en su sentido ético sino de poder: el uso de la pobreza para reafirmar su poder.


El lenguaje colonial como un entramado de giros que impidieron e impiden un acercamiento al “Otro” entendido como una alteridad. Es un lenguaje productor de relaciones concretas en donde el mundo puede ser comprensible como ordenador de relaciones entre grupos con orígenes diversos, pero imposible de ser utilizado para discernir las complejidades del poder. Lo subalterno aparece sin la transparencia de hacerse visible (Alejandro De Oto: Notas breves para avanzar sobre la relación entre el problema de la verdad en Fanon y la “zona del no ser”).


De esta manera el ser, como superioridad, se ha impuesto con el transcurso del tiempo a la alteridad que representa el “Otro”. Lejos de conceptualizarse bajo la mirada ética de Levinas, el conquistado es reconceptualizado por los conquistadores bajo la lógica de que “liberaron a los grupos mesoamericanos sometidos por los aztecas”. Que llevaron a cabo una acción civilizatoria.


Bajo esta lógica el “Otro” sigue siendo negado.


El “ser” en la filosofía clásica es una categoría de la totalidad, en donde lo único que tiene sentido es aquello que se ajusta a esa normativa de universalidad y en donde lo que altera esa totalidad no tiene sentido y, por tanto, tiene negada la existencia. Todo punto de inicio y de fin en ese universo está determinado por la legitimidad que concede la concepción de la totalidad que tiene como referencia Europa.


En el lenguaje de la Filosofía de la Libertad de corte latinoamericano (Enrique Dussel) el ser, universalista, de la totalidad, es el conquistador. Hegel, mirando a Napoleón, expresó: a'He visto al emperador -esta alma del mundo- saliendo de la ciudad en tareas de reconocimiento. Qué maravillosa sensación ver a este hombre, que, concentrado en este punto concreto y a caballo, se extiende por el mundo y lo domina”.


Para el filósofo argentino-mexicano, el “ser” tuvo su momento durante la conquista de América. Fue esta última conquista la que despertó en Europa la certeza de superioridad sobre el resto del mundo y que posteriormente llevó a la filosofía racionalista de tipo cartesiana. Tanto esa filosofía como la conquista misma no fue otra cosa que la encarnación de ese mismo “ser” que más tarde representaría Napoleón.


El conquistado es el incorporado a un sistema global de dominación, no es parte del ser que es representado por los conquistadores. En tanto conquistado no podía aparecer al lado del “ser”, del conquistador. Metido a cientos de metros en las minas, contemplado como un pagano, expulsado de su territorio, sometido creencias que desarticularon su existencia, a modernas formas de delación a través de la confesión religiosa, a formas de servidumbre, etcétera. Fue borrado/ocultado.


Entre la filosofía clásica y las epistemologías del sur a las que nos referiremos más adelante, es importante exponer brevemente la concepción del filósofo lituano-francés, Emmanuel Levinas. Para la filosofía occidental el Otro no existe en la medida en que la filosofía occidental todo lo reduce a un origen eurocéntrico. Levinas propone una revisión de la concepción del “ser” de la filosofía occidental incorporando el concepto del “Otro” visto éticamente desmontando al ser como apropiador y convirtiéndolo en responsable de ese “Otro”.


La creación del concepto de el “Otro” es una respuesta o separación de la filosofía del “Dasein” heideggeriano en cuya obra de “Ser y Tiempo” el concepto de la ética es excluido. Condición que se vería reflejado en la militancia de Heidegger en las filas del nacional socialismo con el que cooperó hasta los últimos días de su vida y en el cual fungió por un breve tiempo como rector de la Universidad de Friburgo (1933-1934) durante el gobierno nazi.


Levinas recupera la ética de la ontología. Levinas desmonta la centralidad del ser centroeuropeo y lo coloca bajo la mirado del “Otro”. Peperzak, Adriaan. (2011). Algunas tesis para la crítica de Emmanuel Levinas a Heidegger, lo define así:


“Si prescindo de la existencia fáctica del otro, sea sólo mediante una abstracción provisional y teórica, soy sólo un acto de la autoidentificación activa. Esta es natural y necesaria para poder ser un yo independiente. La forma en que se consuma esta identificación es el goce: yo disfruto el mundo, lo organizo para mí, con el fin de poder habitar, comer, trabajar, conocer en él, etcétera, y considero todos los fenómenos como si estuvieran ahí para mí. Pero la existencia del otro hombre me significa que el sometimiento de todos los entes bajo las necesidades de mi autodespliegue no puede ser el objetivo definitivo de mi vida. El verdadero sentido de mi existir no es el cumplimiento del conatus essendi. Anterior a toda expresión de mi voluntad y a toda posibilidad de reconocimiento, contratos, convenciones, me obliga la existencia fáctica del otro, a admitirlo en mi casa y mi mundo; me obliga a una alta consideración, al servicio, y me hace responsable del logro, la felicidad y el sentido de aquella vida. Serresponsable-del-otro es la definición fundamental de la Egoität. Ésta es el inicio de la filosofía y no puede ser concebida como momento de una unidad más alta”


Desde una perspectiva pre Levinas para el “ser” el “Otro” no existe porque ese otro no es pensado como Otro sino como lo mismo del Ser en su condición del resultado de su acción conquistadora y que en automático inferioriza al conquistado, negándolo como el “Otro” distinto al yo, al ser. La manera en que ese otro fue borrado y ocultado por el ser fue a través de una narrativa en la que el otro es incorporado como parte de un discurso colonizador a la estructura del poder imperial (Alejandro De Oto: Notas breves para avanzar sobre la relación entre el problema de la verdad en Fanon y la “zona del no ser”).


La alteridad que representó la conquista fue anulada. La clave fue la racialización, la constitución de una visión epidérmica del conquistado sobre el principio de una jerarquía que colocó al de tez blanca como símbolo de superioridad racial, el ser materializado en torno a una jerarquía epidérmica como diría Fanon, de acuerdo a Alenadro De Oto. A la distinción epidérmica se le asoció a un tipo de “tara” en donde la presencia del conquistador (como de la maquila con respecto al clasificado con hambre), resulta que es el bálsamo que redime al, además, atrasado.


Para la Filosofía de la Liberación el “Otro” es aquel que se acerca a nosotros y nos dice “me puede ayudar con alguna moneda para darle de comer a mis hermanos”. No es casual que en las clasificaciones de las instituciones creadas por el neoliberalismo transformaron las estadísticas en una herramienta para neutralizar el lenguaje de resistencia de las comunidades de origen indígena, a través de clasificarlos como pobres y con hambre. Asumieron el ser responsable con el “Otro” no en su sentido ético sino de poder: el uso de la pobreza para reafirmar su poder.


El lenguaje colonial como un entramado de giros que impidieron e impiden un acercamiento al “Otro” entendido como una alteridad. Es un lenguaje productor de relaciones concretas en donde el mundo puede ser comprensible como ordenador de relaciones entre grupos con orígenes diversos, pero imposible de ser utilizado para discernir las complejidades del poder. Lo subalterno aparece sin la transparencia de hacerse visible (Alejandro De Oto: Notas breves para avanzar sobre la relación entre el problema de la verdad en Fanon y la “zona del no ser”).


De esta manera el ser, como superioridad, se ha impuesto con el transcurso del tiempo a la alteridad que representa el “Otro”. Lejos de conceptualizarse bajo la mirada ética de Levinas, el conquistado es reconceptualizado por los conquistadores bajo la lógica de que “liberaron a los grupos mesoamericanos sometidos por los aztecas”. Que llevaron a cabo una acción civilizatoria.


Bajo esta lógica el “Otro” sigue siendo negado.