/ domingo 3 de octubre de 2021

Secreto a voces | Ciencia neoliberal o de la 4T…

A nadie debe sorprender que en el escenario público esté ventilándose un tema que por lo general no es un asunto que se trate de frente a la nación. Algo que, dicho sea de paso, es una de las aportaciones de la 4T a la vida pública en nuestro país y que en el pasado se ocultaba porque contaba con una serie de intermediarios que descifraban los contenidos políticos para que los conociera la opinión pública nacional.

Los temas de ciencia en el mundo parecen temas escatológicos a los que únicamente tienen acceso los iniciados en sus contenidos que por lo general, en el caso que ahora citamos, son los científicos. Y no eran temas públicos porque desde la segunda mitad del siglo pasado se ha ido conformando lo que se ha dado en llamar eufemísticamente una “comunidad científica”, término que proviene de la experiencia de los sociólogos norteamericanos.

Digo eufemísticamente porque en realidad ese término en un poco engañoso pues da la impresión de que se trata de un conjunto de personas cuyo único ideal y propósito es simplemente crear conocimiento científico ya sea abstracto o empírico. En la vida real tal “comunidad” es todo menos la representación de un ideal abstracto. La comunidad científica no puede abstraerse de su contexto y del lugar en el que lleva a cabo sus prácticas.

Desde el pasado, aquellas prácticas que antecedieron la ciencia actual estuvieron siempre asociadas directamente a los grupos que controlaron el poder. Como olvidar la importancia de la geometría o las matemáticas para ese pueblo guerrero que eran los griegos que requerían de ella para medir y cuantificar sus conquistas. O bien, la perfección del telescopio que llevó a cabo Galileo en beneficio de los navegantes del mediterráneo de las ciudades italianas.

Los científicos clásicos eran ni más ni menos que representantes de las élites del renacimiento y la modernidad clásica. De familias ricas, casi todos ellos se dedicaban a los descubrimientos que estaban en consonancia con los intereses de la clase a la que pertenecían. O, los mismos científicos ingleses que vinculados a la clase política imperial que, como es el caso de Newton y Bacon, eran hombres al servicio de los intereses imperiales.

Para esa sociedad inglesa era fundamental terminar con las ideas de que el cielo era algo así como el lugar habitado por un creador que determinaba todo lo vivo en la tierra, porque era un impedimento para los intereses imperiales porque, entonces, los conocimientos para navegar y conquistar tierra firme en otros continentes era algo así como “dilemas” que nadie debería atreverse a desarrollar como prácticas terrenales.

En el siglo XIX con el inicio de la universalización de la educación universitaria, impuesta por el peligro que significó la Revolución Francesa y necesidad de la empresa imperial de contar con mano de obra calificada, la ciencia adquirió un matiz especial. El Estado emergió como un actor fundamental, promotor de la ciencia social orientada al conocimiento de lo humano. Ya en este mismo espacio se ha expuesto la crítica de Sloterdijk al humanismo fundado en el conocimiento epistolar.

Las secuelas dejadas por la Revolución Francesa llevó al Estado a ingresar en la disputa por el control de la ciencia y las universidades proliferaron en todo el mundo. Fue el fin de los investigadores clásicos que hacían ciencia por cuenta propia y educados en universidades controladas por la iglesia católica que también llegaron a su fin aunque algunas se adaptaron a las nuevas circunstancias.

Los científicos de las metrópolis crearon toda una narrativa sobre los nuevos modelos científicos con el fin de colonizar el pensamiento de quienes participaron de este nuevo escenario de la ciencia, pero que vivían en las naciones periféricas. Les han hecho creer que forman parte de una especie de “casta” especial (la “comunidad científica”) abstraída del mundo y supuestamente dedicada a la creación de conocimiento abstracto o aplicado y químicamente puro.

En la realidad, no existen comunidades académicas sino un campo científico en donde se disputa la orientación de la ciencia. Por el momento, en México la ciencia estuvo marcada por las políticas neoliberales. Se trata de comunidades que de alguna manera o bien de otra hacen sus prácticas se encuentran insertas en un escenario de división social del trabajo en donde sus productos pueden inclinarse en favor o ser contrarios a los intereses del pueblo.

La ciencia en el México del partido único (PRI) estuvo integrada al Estado. Desde el gobierno de Carlos Salinas de Gortari y hasta los gobiernos de Fox y Calderón la ciencia y la tecnología fue poco a poco entregada al sector empresarial, respaldado por un sistema de premios que en realidad generan múltiples abusos dice Hugo Aboites, en La Jornada (25-09-21) de los que se han visto favorecidos quienes ahora son acusados por la Fiscalía.

Antes de que se presentaran las acusaciones en contra de 31 integrantes de la Asociación Civil (AC) Foro Consultivo, Científico y Tecnológico (FCCyT), en 2020, fue reformada la Ley de Ciencia y Tecnología en México ya con el gobierno de la Cuarta Transformación en donde se ha tratado de ajustar el antiguo modelo que sustentó una ciencia impregnada de una visión empresarial hegemónica y vaciada de lo social, por una que retome al pueblo en sus preocupaciones.

Lo mejor es que los científicos acusados por la Fiscalía salgan de estas acusaciones lo más librados posible probando su inocencia, que me parece complicado por los valores que inculcó el neoliberalismo entre sus promotores quienes creían que nunca se acabaría la corrupción. Siempre y en toda la historia la relación entre científicos y gobiernos (incluido el abominable régimen nazi), es una constante que es imposible eludir.

Las prácticas científicas son prácticas que se llevan a cabo en un contexto determinado y eminencias desarrollan conductas que asombran. Todavía después de caído el régimen hitleriano filósofos como Martín Heidegger y Arnold Gehlen seguían pagando sus cuotas al Partido Nacional Socialista, académicos cuya influencia en las universidades actualmente es innegable.

Ahora bien, lo que viene para México, independientemente de las acusaciones de la Fiscalía que encabeza Gertz Manero contra el FCCyT, es muy claro: el sentido de la ciencia estará determinada por quienes gobernaban en el pasado o por la 4T, así de sencillo.


A nadie debe sorprender que en el escenario público esté ventilándose un tema que por lo general no es un asunto que se trate de frente a la nación. Algo que, dicho sea de paso, es una de las aportaciones de la 4T a la vida pública en nuestro país y que en el pasado se ocultaba porque contaba con una serie de intermediarios que descifraban los contenidos políticos para que los conociera la opinión pública nacional.

Los temas de ciencia en el mundo parecen temas escatológicos a los que únicamente tienen acceso los iniciados en sus contenidos que por lo general, en el caso que ahora citamos, son los científicos. Y no eran temas públicos porque desde la segunda mitad del siglo pasado se ha ido conformando lo que se ha dado en llamar eufemísticamente una “comunidad científica”, término que proviene de la experiencia de los sociólogos norteamericanos.

Digo eufemísticamente porque en realidad ese término en un poco engañoso pues da la impresión de que se trata de un conjunto de personas cuyo único ideal y propósito es simplemente crear conocimiento científico ya sea abstracto o empírico. En la vida real tal “comunidad” es todo menos la representación de un ideal abstracto. La comunidad científica no puede abstraerse de su contexto y del lugar en el que lleva a cabo sus prácticas.

Desde el pasado, aquellas prácticas que antecedieron la ciencia actual estuvieron siempre asociadas directamente a los grupos que controlaron el poder. Como olvidar la importancia de la geometría o las matemáticas para ese pueblo guerrero que eran los griegos que requerían de ella para medir y cuantificar sus conquistas. O bien, la perfección del telescopio que llevó a cabo Galileo en beneficio de los navegantes del mediterráneo de las ciudades italianas.

Los científicos clásicos eran ni más ni menos que representantes de las élites del renacimiento y la modernidad clásica. De familias ricas, casi todos ellos se dedicaban a los descubrimientos que estaban en consonancia con los intereses de la clase a la que pertenecían. O, los mismos científicos ingleses que vinculados a la clase política imperial que, como es el caso de Newton y Bacon, eran hombres al servicio de los intereses imperiales.

Para esa sociedad inglesa era fundamental terminar con las ideas de que el cielo era algo así como el lugar habitado por un creador que determinaba todo lo vivo en la tierra, porque era un impedimento para los intereses imperiales porque, entonces, los conocimientos para navegar y conquistar tierra firme en otros continentes era algo así como “dilemas” que nadie debería atreverse a desarrollar como prácticas terrenales.

En el siglo XIX con el inicio de la universalización de la educación universitaria, impuesta por el peligro que significó la Revolución Francesa y necesidad de la empresa imperial de contar con mano de obra calificada, la ciencia adquirió un matiz especial. El Estado emergió como un actor fundamental, promotor de la ciencia social orientada al conocimiento de lo humano. Ya en este mismo espacio se ha expuesto la crítica de Sloterdijk al humanismo fundado en el conocimiento epistolar.

Las secuelas dejadas por la Revolución Francesa llevó al Estado a ingresar en la disputa por el control de la ciencia y las universidades proliferaron en todo el mundo. Fue el fin de los investigadores clásicos que hacían ciencia por cuenta propia y educados en universidades controladas por la iglesia católica que también llegaron a su fin aunque algunas se adaptaron a las nuevas circunstancias.

Los científicos de las metrópolis crearon toda una narrativa sobre los nuevos modelos científicos con el fin de colonizar el pensamiento de quienes participaron de este nuevo escenario de la ciencia, pero que vivían en las naciones periféricas. Les han hecho creer que forman parte de una especie de “casta” especial (la “comunidad científica”) abstraída del mundo y supuestamente dedicada a la creación de conocimiento abstracto o aplicado y químicamente puro.

En la realidad, no existen comunidades académicas sino un campo científico en donde se disputa la orientación de la ciencia. Por el momento, en México la ciencia estuvo marcada por las políticas neoliberales. Se trata de comunidades que de alguna manera o bien de otra hacen sus prácticas se encuentran insertas en un escenario de división social del trabajo en donde sus productos pueden inclinarse en favor o ser contrarios a los intereses del pueblo.

La ciencia en el México del partido único (PRI) estuvo integrada al Estado. Desde el gobierno de Carlos Salinas de Gortari y hasta los gobiernos de Fox y Calderón la ciencia y la tecnología fue poco a poco entregada al sector empresarial, respaldado por un sistema de premios que en realidad generan múltiples abusos dice Hugo Aboites, en La Jornada (25-09-21) de los que se han visto favorecidos quienes ahora son acusados por la Fiscalía.

Antes de que se presentaran las acusaciones en contra de 31 integrantes de la Asociación Civil (AC) Foro Consultivo, Científico y Tecnológico (FCCyT), en 2020, fue reformada la Ley de Ciencia y Tecnología en México ya con el gobierno de la Cuarta Transformación en donde se ha tratado de ajustar el antiguo modelo que sustentó una ciencia impregnada de una visión empresarial hegemónica y vaciada de lo social, por una que retome al pueblo en sus preocupaciones.

Lo mejor es que los científicos acusados por la Fiscalía salgan de estas acusaciones lo más librados posible probando su inocencia, que me parece complicado por los valores que inculcó el neoliberalismo entre sus promotores quienes creían que nunca se acabaría la corrupción. Siempre y en toda la historia la relación entre científicos y gobiernos (incluido el abominable régimen nazi), es una constante que es imposible eludir.

Las prácticas científicas son prácticas que se llevan a cabo en un contexto determinado y eminencias desarrollan conductas que asombran. Todavía después de caído el régimen hitleriano filósofos como Martín Heidegger y Arnold Gehlen seguían pagando sus cuotas al Partido Nacional Socialista, académicos cuya influencia en las universidades actualmente es innegable.

Ahora bien, lo que viene para México, independientemente de las acusaciones de la Fiscalía que encabeza Gertz Manero contra el FCCyT, es muy claro: el sentido de la ciencia estará determinada por quienes gobernaban en el pasado o por la 4T, así de sencillo.