/ domingo 20 de diciembre de 2020

Secreto a voces | El “giro popular” del poder en México

Desde el gobierno del general Lázaro Cárdenas no había ocurrido un cambio tan importante en la vida política del país, que el que ha impulsado el ahora presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. El cambio que hemos vivido no solamente ha significado un cambio en el poder, yo creo que también ha implicado una reformulación de algunas de nuestras maneras de pensar y, no tengo duda, de la manera en que se debe vivir lo que comúnmente se ha dado en llamar el ejercicio del poder que tiene, en la política, a su modo de expresión en la vida práctica.

Lo que más me ha impactado es el día en que, acaba de ocurrir la semana anterior a esta en que se publique la presente entrega, cuando AMLO trató el tema de un preso de nombre Rafael e hijo de una periodista que fue a la mañanera a denunciar las injusticias por las que atravesaba su hijo. Rafael, después de haber cumplido su pena de 10 años de prisión, ya llevaba tres años sin que pudiera lograr la tan ansiada libertad. La razón era ni más ni menos lo que todos los días vivimos los ciudadanos en nuestra vida diaria en algunos espacios: la burocratización de la justicia.

Lo anterior, es la forma más pura en que el poder se expresa en su forma negativa y que simboliza que el poder no es solamente un medio de dominio sino también una multiplicidad de fuerzas que se encuentran por doquier y que van paso a paso en pos del aniquilamiento de la voluntad pre consciente del ciudadano ante el poder. Obrador le dijo a la titular de la Secretaría de Gobernación, ante las resistencias que todavía la titular de esa secretaría mostraba y quien fue Ministra de la SCJN: PUEDO CONCEDERLE EL INDULTO, SI PUEDO LO HAGO EN ESTE MOMENTO.

Fue, creo yo, para la vida política del país uno de los puntos climáticos para el ciudadano como agente promotor del cambio, pero también en su calidad espectador del “giro popular” que ha dado el poder en México. En ese momento, el que ha recibido el poder que le han transmitido los 30 millones de mexicanos reaccionó con asombro, incredulidad ante un hecho del que él mismo estaba siendo testigo. Que el poder no obstante haberlo conquistado no se podía ejercer porque otros poderes no están en la misma lógica del giro popular que ha tomado el poder en el país.

Una lectura inmediata es que si bien es cierto que ocurrió ya un giro en la manera en que se aplica el poder en México, existe una multiplicidad de redes en otros poderes que se resisten al giro ocurrido en el país. Lo anterior, en la medida en que el viejo poder estuvo asociado no solamente con el dinero sino también con una red de prácticas, creencias, costumbres y relaciones de trato entre la burocracia y el pueblo, en donde el que acude a solicitar que se le preste un servicio puede encontrarse con un aparato sin haberse dado cuenta que el poder cambió de ejecutantes.

Al siguiente día el asunto de Rafael se resolvió. Pero las conclusiones son múltiples de este acontecimiento que para muchos igual pudo parecer insignificante. El giro popular que ha dado el poder en México tiene su contraparte en otros poderes que están todavía actuando y operando en la lógica del poder que fue puesto en cuestión durante los comicios del 2018. Que las fuerzas que fueron derrotadas en las elecciones todavía cuentan con espacios de poder y que continúan operando en donde no son vistos ni están ante la mirada del poder popular que se ha instaurado en México.

No se ha comprendido que el mandato establecido por la voluntad popular fue reconstituir los tejidos del poder que favorecía a ciertos segmentos no solamente de los privilegiados económicamente y que juntaron poder y dinero, sino también a la forma en que el poder se ha ejercido en nuestro país, entendido como un poder al servicio del poder de poderes: el uso de las normas legales para evitar que los que no tienen poder económico sean ajusticiados por la justicia con el fin de que no se atrevan a mirar el poder como algo al que pueden acceder, que el poder es un privilegio de los que detentan el poder.

En más de una ocasión López Obrador ha señalado que el poder solamente tiene sentido cuando se utiliza a favor del pueblo. En esa lógica, el poder se entiende desde la presidencia como un medio a través del cual se ha iniciado la instauración de un régimen que se encuentra alineado con las necesidades de quienes son considerados el pueblo y, aunque el gobierno es de todos, existe un matiz especial en el presidente al subrayar que el pueblo son los pobres y, debido a esa razón, son los privilegiados y serán atendidos desde el lugar que ahora ocupa en la estructura de poderes mexicano.

El matiz en torno a relacionar el poder con el pueblo y de que el pueblo son los pobres, tiene una razón que él mismo ha esgrimido en los discursos mañaneros. Ha señalado una y otra vez que ha sido el pueblo el que lo ha respaldado en sus luchas y ha sido el pueblo el que lo ha sacado e impulsado siempre hacia adelante. Pero ¿cómo saber que han sido los pobres los que han respaldado sus acciones? La ecuación parece ser muy simple, los que apoyaron a los gobiernos neoliberales fueron los ricos. El régimen que se instauró fue un régimen en donde el poder estuvo a su servicio.

Cuando los ciudadanos aumentan el volumen de su voz ante una burocracia que actúa como si estuviéramos en los tiempos del cólera y no de la Covid-19, debe entenderse que lo que están exigiendo es que las estructuras administrativas en donde opera la burocracia deben desburocratizarse y ajustarse a los tiempos del “giro del poder popular” en México.

Si bien es cierto que ocurrió ya un giro en la manera en que se aplica el poder en México, existe una multiplicidad de redes en otros poderes que se resisten al giro ocurrido en el país. Lo anterior, en la medida en que el viejo poder estuvo asociado no solamente con el dinero sino también con una red de prácticas, creencias, costumbres y relaciones de trato entre la burocracia y el pueblo...


Desde el gobierno del general Lázaro Cárdenas no había ocurrido un cambio tan importante en la vida política del país, que el que ha impulsado el ahora presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. El cambio que hemos vivido no solamente ha significado un cambio en el poder, yo creo que también ha implicado una reformulación de algunas de nuestras maneras de pensar y, no tengo duda, de la manera en que se debe vivir lo que comúnmente se ha dado en llamar el ejercicio del poder que tiene, en la política, a su modo de expresión en la vida práctica.

Lo que más me ha impactado es el día en que, acaba de ocurrir la semana anterior a esta en que se publique la presente entrega, cuando AMLO trató el tema de un preso de nombre Rafael e hijo de una periodista que fue a la mañanera a denunciar las injusticias por las que atravesaba su hijo. Rafael, después de haber cumplido su pena de 10 años de prisión, ya llevaba tres años sin que pudiera lograr la tan ansiada libertad. La razón era ni más ni menos lo que todos los días vivimos los ciudadanos en nuestra vida diaria en algunos espacios: la burocratización de la justicia.

Lo anterior, es la forma más pura en que el poder se expresa en su forma negativa y que simboliza que el poder no es solamente un medio de dominio sino también una multiplicidad de fuerzas que se encuentran por doquier y que van paso a paso en pos del aniquilamiento de la voluntad pre consciente del ciudadano ante el poder. Obrador le dijo a la titular de la Secretaría de Gobernación, ante las resistencias que todavía la titular de esa secretaría mostraba y quien fue Ministra de la SCJN: PUEDO CONCEDERLE EL INDULTO, SI PUEDO LO HAGO EN ESTE MOMENTO.

Fue, creo yo, para la vida política del país uno de los puntos climáticos para el ciudadano como agente promotor del cambio, pero también en su calidad espectador del “giro popular” que ha dado el poder en México. En ese momento, el que ha recibido el poder que le han transmitido los 30 millones de mexicanos reaccionó con asombro, incredulidad ante un hecho del que él mismo estaba siendo testigo. Que el poder no obstante haberlo conquistado no se podía ejercer porque otros poderes no están en la misma lógica del giro popular que ha tomado el poder en el país.

Una lectura inmediata es que si bien es cierto que ocurrió ya un giro en la manera en que se aplica el poder en México, existe una multiplicidad de redes en otros poderes que se resisten al giro ocurrido en el país. Lo anterior, en la medida en que el viejo poder estuvo asociado no solamente con el dinero sino también con una red de prácticas, creencias, costumbres y relaciones de trato entre la burocracia y el pueblo, en donde el que acude a solicitar que se le preste un servicio puede encontrarse con un aparato sin haberse dado cuenta que el poder cambió de ejecutantes.

Al siguiente día el asunto de Rafael se resolvió. Pero las conclusiones son múltiples de este acontecimiento que para muchos igual pudo parecer insignificante. El giro popular que ha dado el poder en México tiene su contraparte en otros poderes que están todavía actuando y operando en la lógica del poder que fue puesto en cuestión durante los comicios del 2018. Que las fuerzas que fueron derrotadas en las elecciones todavía cuentan con espacios de poder y que continúan operando en donde no son vistos ni están ante la mirada del poder popular que se ha instaurado en México.

No se ha comprendido que el mandato establecido por la voluntad popular fue reconstituir los tejidos del poder que favorecía a ciertos segmentos no solamente de los privilegiados económicamente y que juntaron poder y dinero, sino también a la forma en que el poder se ha ejercido en nuestro país, entendido como un poder al servicio del poder de poderes: el uso de las normas legales para evitar que los que no tienen poder económico sean ajusticiados por la justicia con el fin de que no se atrevan a mirar el poder como algo al que pueden acceder, que el poder es un privilegio de los que detentan el poder.

En más de una ocasión López Obrador ha señalado que el poder solamente tiene sentido cuando se utiliza a favor del pueblo. En esa lógica, el poder se entiende desde la presidencia como un medio a través del cual se ha iniciado la instauración de un régimen que se encuentra alineado con las necesidades de quienes son considerados el pueblo y, aunque el gobierno es de todos, existe un matiz especial en el presidente al subrayar que el pueblo son los pobres y, debido a esa razón, son los privilegiados y serán atendidos desde el lugar que ahora ocupa en la estructura de poderes mexicano.

El matiz en torno a relacionar el poder con el pueblo y de que el pueblo son los pobres, tiene una razón que él mismo ha esgrimido en los discursos mañaneros. Ha señalado una y otra vez que ha sido el pueblo el que lo ha respaldado en sus luchas y ha sido el pueblo el que lo ha sacado e impulsado siempre hacia adelante. Pero ¿cómo saber que han sido los pobres los que han respaldado sus acciones? La ecuación parece ser muy simple, los que apoyaron a los gobiernos neoliberales fueron los ricos. El régimen que se instauró fue un régimen en donde el poder estuvo a su servicio.

Cuando los ciudadanos aumentan el volumen de su voz ante una burocracia que actúa como si estuviéramos en los tiempos del cólera y no de la Covid-19, debe entenderse que lo que están exigiendo es que las estructuras administrativas en donde opera la burocracia deben desburocratizarse y ajustarse a los tiempos del “giro del poder popular” en México.

Si bien es cierto que ocurrió ya un giro en la manera en que se aplica el poder en México, existe una multiplicidad de redes en otros poderes que se resisten al giro ocurrido en el país. Lo anterior, en la medida en que el viejo poder estuvo asociado no solamente con el dinero sino también con una red de prácticas, creencias, costumbres y relaciones de trato entre la burocracia y el pueblo...