/ domingo 18 de abril de 2021

Secreto a voces | La “desconexión” a la mexicana

Hasta los organismos financieros internacionales se han sorprendido de las expectativas generadas por la economía mexicana que apuntan a un crecimiento de aproximadamente un cinco por ciento. Ahora bien, crecer por crecer no tiene ningún sentido, como se ha comprobado en los últimos años de neoliberalismo y se comprendió muy bien en la década de los años sesenta del siglo pasado (ver: Abel Martínez: en https://www.redalyc.org/pdf/3251/325127478010.pdf): si el crecimiento ocurre en un sistema en el que las naciones están conectadas al sistema mundial capitalista los beneficios que deja el crecimiento nunca llegan a tocar al fondo, es decir, a las clases o grupos que ocupan la parte baja de la escala social.


Decía Samir Amin (1932-2018, ver: a Liaudat y Sabattela, en: file:///C:/Users/Susana%20Medina/Downloads/LiaudatSbattella2019.Lateoradeladesconexin.LibroCompleto%20(1).pdf) que las economías en la sociedad mundial capitalista no es la suma de economías particulares integradas en un todo, sino una estructura en la que las economías de los países centrales se benefician de esa relación y que concentran las riquezas que se generan también en las naciones que conforman su periferia. Y que, para ello, sin que eso signifique aislarse en absoluto, debería ponerse en marcha un tipo de desconexión de lo que ahora podría llamarse en términos de Wallerstein “sistema mundo” colonial capitalista (ver: Abel Martínez: en https://www.redalyc.org/pdf/3251/325127478010.pdf).


Lo anterior significa que de lo que se trata no es de crecer por crecer. Una nación puede crecer así sea una nación dependiente, pero los beneficios de ese crecimiento pueden ir a parar a las economías centrales, tal como ocurrió con las riquezas mineras durante la era neoliberal mexicana, que fueron cedidas, en parte, al otro imperio del norte: Canadá. O bien, puede ocurrir, igual que exista crecimiento (que igual fue mediocre en la era neoliberal), pero al fin y al cabo hubo periodos de crecimiento, pero, sin embargo, esa potencia sirvió para incrementar la riqueza de los que pasaron a ser de millonarios a multimillonarios y a tener que soportar a los Salinas Pliego que nos abofetea todos los días con sus desplantes de “pordiosero rico”.


El crecimiento no tiene ningún sentido si ese crecimiento no se traduce en una desconexión y reposicionamiento del Estado con respecto al exterior y al interior. Al exterior, tomando distancia con respecto a los hilos que conectan con los sistemas que traducen crecimiento con apropiación de parte de las naciones ricas. La desconexión con respecto a los canales de transmisión del crecimiento hacia el exterior, en el caso de México, estuvieron marcados por la privatización de las riquezas y la dependencia financiera con respecto al mercado de capitales que convirtió a México en algo parecido a vecino de abonero: en estar pague y pague lo que se transformó en un mecanismo de conexión y fluido de recursos económicas de la nación hacia los sistemas de capitales mundiales.


En el terreno de la vida interior de lo que se trata es de desconectarse de los eslabones que se encadenan a la oposición opulencia/pobreza. Los datos del crecimiento en la era neoliberal son estremecedores. De acuerdo al titular de Hacienda Mexicano, Arturo Herrera Gutiérrez: “México es de los países más desiguales del mundo comparado con el promedio internacional, al concentrarse 59 por ciento de la riqueza en sólo uno por ciento de la población” (https://www.jornada.com.mx/notas/2021/03/26/economia/uno-por-ciento-de-la-poblacion-acapara-59-de-la-riqueza-nacional-shcp/). Y aún más: “La histórica desigualdad no cede en el país. Seis de las personas más acaudaladas concentran mayor riqueza que la mitad de la población, 62.5 millones, quienes viven en la pobreza. Esta brecha gira en torno a un sistema económico injusto y patriarcal, que recarga el trabajo no remunerado en las mujeres, aseguró Oxfam México” (https://www.jornada.com.mx/ultimas/economia/2020/01/21/seis-mexicanos-con-mas-riqueza-que-50-de-la-poblacion-858.html). La redistribución de la riqueza creada socialmente a través del Estado hacia sectores que fueron vulneralizados por el neoliberalismo es un acto de justicia y de desconexión de las prácticas que únicamente distribuían los beneficios hacia los de arriba.


Cuando hablamos de desconexión lo hacemos desde el plano de los debates recientes que han llevado a pensar en otras alternativas de sociedad debido a la crisis en que se encuentra el modelo occidental de sociedad (ver Ronaldo Munck, en: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-75992010000100003) que busca oxigenarse con la idea de “posmodernidad”, como lo hemos visto con la pandemia, entre otros factores. La desconexión implica desconectarse sin aislarse para poder hacer del crecimiento un poder que se expanda hacia los sectores menos favorecidos y que fortalezca el espíritu social de los estados locales.


Por supuesto que el tipo de desconexión que observamos en el proyecto obradorista no percibimos que sea parte del debate que incluye el concepto de desconexión de Samir Amin, pero es interesante incluirlo en este contexto con el fin de enriquecer la visión que se puede tener de este interesante giro ocurrido en México. Amir fue un intelectual de izquierda egipcio de madre francesa. Vivió la mayor parte de su vida en naciones del norte de África en donde trabajó para gobiernos e instituciones internacionales que se ocuparon del estudio de los países que vivían procesos de descolonización y de resistencia a la influencia de imperios coloniales.


Hasta los organismos financieros internacionales se han sorprendido de las expectativas generadas por la economía mexicana que apuntan a un crecimiento de aproximadamente un cinco por ciento. Ahora bien, crecer por crecer no tiene ningún sentido, como se ha comprobado en los últimos años de neoliberalismo y se comprendió muy bien en la década de los años sesenta del siglo pasado (ver: Abel Martínez: en https://www.redalyc.org/pdf/3251/325127478010.pdf): si el crecimiento ocurre en un sistema en el que las naciones están conectadas al sistema mundial capitalista los beneficios que deja el crecimiento nunca llegan a tocar al fondo, es decir, a las clases o grupos que ocupan la parte baja de la escala social.


Decía Samir Amin (1932-2018, ver: a Liaudat y Sabattela, en: file:///C:/Users/Susana%20Medina/Downloads/LiaudatSbattella2019.Lateoradeladesconexin.LibroCompleto%20(1).pdf) que las economías en la sociedad mundial capitalista no es la suma de economías particulares integradas en un todo, sino una estructura en la que las economías de los países centrales se benefician de esa relación y que concentran las riquezas que se generan también en las naciones que conforman su periferia. Y que, para ello, sin que eso signifique aislarse en absoluto, debería ponerse en marcha un tipo de desconexión de lo que ahora podría llamarse en términos de Wallerstein “sistema mundo” colonial capitalista (ver: Abel Martínez: en https://www.redalyc.org/pdf/3251/325127478010.pdf).


Lo anterior significa que de lo que se trata no es de crecer por crecer. Una nación puede crecer así sea una nación dependiente, pero los beneficios de ese crecimiento pueden ir a parar a las economías centrales, tal como ocurrió con las riquezas mineras durante la era neoliberal mexicana, que fueron cedidas, en parte, al otro imperio del norte: Canadá. O bien, puede ocurrir, igual que exista crecimiento (que igual fue mediocre en la era neoliberal), pero al fin y al cabo hubo periodos de crecimiento, pero, sin embargo, esa potencia sirvió para incrementar la riqueza de los que pasaron a ser de millonarios a multimillonarios y a tener que soportar a los Salinas Pliego que nos abofetea todos los días con sus desplantes de “pordiosero rico”.


El crecimiento no tiene ningún sentido si ese crecimiento no se traduce en una desconexión y reposicionamiento del Estado con respecto al exterior y al interior. Al exterior, tomando distancia con respecto a los hilos que conectan con los sistemas que traducen crecimiento con apropiación de parte de las naciones ricas. La desconexión con respecto a los canales de transmisión del crecimiento hacia el exterior, en el caso de México, estuvieron marcados por la privatización de las riquezas y la dependencia financiera con respecto al mercado de capitales que convirtió a México en algo parecido a vecino de abonero: en estar pague y pague lo que se transformó en un mecanismo de conexión y fluido de recursos económicas de la nación hacia los sistemas de capitales mundiales.


En el terreno de la vida interior de lo que se trata es de desconectarse de los eslabones que se encadenan a la oposición opulencia/pobreza. Los datos del crecimiento en la era neoliberal son estremecedores. De acuerdo al titular de Hacienda Mexicano, Arturo Herrera Gutiérrez: “México es de los países más desiguales del mundo comparado con el promedio internacional, al concentrarse 59 por ciento de la riqueza en sólo uno por ciento de la población” (https://www.jornada.com.mx/notas/2021/03/26/economia/uno-por-ciento-de-la-poblacion-acapara-59-de-la-riqueza-nacional-shcp/). Y aún más: “La histórica desigualdad no cede en el país. Seis de las personas más acaudaladas concentran mayor riqueza que la mitad de la población, 62.5 millones, quienes viven en la pobreza. Esta brecha gira en torno a un sistema económico injusto y patriarcal, que recarga el trabajo no remunerado en las mujeres, aseguró Oxfam México” (https://www.jornada.com.mx/ultimas/economia/2020/01/21/seis-mexicanos-con-mas-riqueza-que-50-de-la-poblacion-858.html). La redistribución de la riqueza creada socialmente a través del Estado hacia sectores que fueron vulneralizados por el neoliberalismo es un acto de justicia y de desconexión de las prácticas que únicamente distribuían los beneficios hacia los de arriba.


Cuando hablamos de desconexión lo hacemos desde el plano de los debates recientes que han llevado a pensar en otras alternativas de sociedad debido a la crisis en que se encuentra el modelo occidental de sociedad (ver Ronaldo Munck, en: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-75992010000100003) que busca oxigenarse con la idea de “posmodernidad”, como lo hemos visto con la pandemia, entre otros factores. La desconexión implica desconectarse sin aislarse para poder hacer del crecimiento un poder que se expanda hacia los sectores menos favorecidos y que fortalezca el espíritu social de los estados locales.


Por supuesto que el tipo de desconexión que observamos en el proyecto obradorista no percibimos que sea parte del debate que incluye el concepto de desconexión de Samir Amin, pero es interesante incluirlo en este contexto con el fin de enriquecer la visión que se puede tener de este interesante giro ocurrido en México. Amir fue un intelectual de izquierda egipcio de madre francesa. Vivió la mayor parte de su vida en naciones del norte de África en donde trabajó para gobiernos e instituciones internacionales que se ocuparon del estudio de los países que vivían procesos de descolonización y de resistencia a la influencia de imperios coloniales.