/ domingo 5 de diciembre de 2021

Secreto a voces | La simbología política del obradorismo

En la política siempre lo simbólico es fundamental para comprender las relaciones políticas entre grupos humanos, pues a partir de los símbolos (un discurso, una bandera, imaginar el futuro, una frase, un tipo especial de comportamiento, una danza, comprar un tamal o comer en un restaurante de lujo, el recuerdo de un personaje o un casamiento) le es posible a un pueblo interpretar el sentido de aquello que transcurre a su alrededor.


De hecho y en esto coinciden estudiosos del tema el ser humano es un ser simbólico por excelencia, su existencia no puede entenderse si no es a través del lenguaje que es el portador de símbolos fundamental de las relaciones humanas y de los humanos con lo que le rodea. Pero el lenguaje simbólico es más amplio que el lenguaje discursivo, no obstante, la importancia del mismo. De ahí la relevancia que ha tomado en las relaciones sociales.


Por supuesto se debe subrayar que el lenguaje simbólico toma sentido y significación a partir de las fuerzas que lo impulsan para que adopte un tipo de representación simbólica en un determinado escenario. Lo anterior, en el entendido de que los seres humanos somos los únicos que en general podemos estar diciendo, simbolizando una cosa, pero en el fondo estar pensando o ejecutando otra muy distinta.


El lenguaje simbólico adecuadamente manejado es diverso y un instrumento a través del cual los campos de lucha se tornan identificables, nítidos y son perceptibles de inmediato para el ciudadano medio que es lo importante. Cuando uno de los contendientes de los campos de lucha no es capaz de dominar lo simbólico difícilmente podrá garantizar de manera visible su existencia dentro de un espacio determinado por el conflicto.


La figura de AMLO está inundada de un lenguaje simbólico a través del cual se comunica con sus seguidores y adversarios (que no enemigos, dice como parte de ese simbolismo relacional con sus seguidores lo que es muy importante). Este simbolismo funciona para aquí y ahora y es difícil trasladarlo a otras experiencias debido a que se trata de un simbolismo contextualizado histórica, local y personalmente expresado en y por la figura del ahora presidente de México.


El simbolismo del obradorismo es positivo en la vida política reciente de México en la medida que vino a oxigenar un escenario en donde el lenguaje simbólico de la Revolución Mexicana fue desvalorizado y desdibujado debido a la preeminencia que tomó el neoliberalismo cuyo símbolo era el individualismo, el triunfo personal, el dinero, la cultura del esfuerzo personal, el hacerse rico, el primer mundo, la cultura del narco y el hiperconsumo a veces frustrante entre algunos sectores.


En ese sentido el lenguaje simbólico del obradorismo debe contemplarse como una herramienta que tiene como sustento un suelo conflictivo y que sirve a sus seguidores no sólo como un medio mediante el cual comunica sus ideas sino también un lenguaje simbólico que le permite a él y a la población combatir a los adversarios de la Cuarta Transformación. Dicho sea de paso, uno de los símbolos políticos fundamentales.


La 4T ha sido uno de los símbolos políticos nodales del obradorismo. Le ha permitido a esta corriente enlazar su proyecto actual con el pasado y recuperar para el futuro el carácter justiciero de aquel magno evento de principios de siglo XX. Este símbolo ha sido fatal para los adversarios del proyecto del oriundo de Macuspana. Lo anterior debido a que el proyecto de la 4T se eslabona con la cultura e historia del pueblo mexicano que no es otra cosa que símbolos con los que cargamos nuestra conciencia y que luego los desplegamos en nuestra cotidianidad.


El neoliberalismo fue incrustado de manera forzada en la historia plebeya del pueblo mexicano. El eje neoliberal fue destruido y construido uno nuevo, que es de la 4T con lo que el proyecto de la derecha se desarticuló total y absolutamente. La derrota moral de la derecha no se debe a que ante los ojos de la población dejaron de ser buenos o en el lenguaje juarista representan el retroceso para México, también significa que al destruir el eje de la economía neoliberal quedaron desarticulados del mundo que se articula de otra manera en la actualidad.


La conducta austera de los funcionarios. Los funcionarios no solamente deben parecer sino ser austeros en su manera de actuar públicamente. Aquí entra el manejo de los recursos financieros de la hacienda pública adscritos al pueblo, no al manejo discrecional de los funcionarios. Lo anterior, independientemente de los mensajes enviados por Obrador y a veces la negligencia con que se aplica, han cobrado ya carreras políticas para quienes son omisos en esta conducta, como ha ocurrido con el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto.


Esto de la austeridad ha sido una bomba, con respecto a la conducta de los funcionarios públicos de otros gobiernos, los de la derecha, que se ahogaron en corrupción y dispendio. Muy complicado que la derecha se recupere pronto de este golpe. De hecho, en los mismos partidos, como el PAN, ya ha afectado la estabilidad de algunos políticos que han reclamado que al interior de ese partido se solapa a quienes ocupan cargos públicos.


Otra simbología política son las figuras de la historia de México. Morelos, Hidalgo, Benito Juárez, Josefa Ortiz de Domínguez, Madero, el general Cárdenas. La 4T simbólicamente ha reencarnado en figuras que ha revisitado de la historia y que recupera en una lógica plebeya que resulta inadmisible para los defensores de los privilegios del pasado. La derecha se ha quedado sin figuras que los puedan recolocar significativamente no en la historia. La renuncia del tricolor al legado de la revolución lo ha sepultado como reivindicador del pasado.


Las figuras símbolos de la coalición de la derecha (PRI y PAN, el PRD es más bien testimonial) son personajes de la historia reciente de México y profundamente odiados por el pueblo como es el caso de Carlos Salinas de Gortari o Diego Fernández de Cevallos. El neoliberalismo como modelo no tuvo soporte histórico, salvo el porfiriato, que puede ser el antepasado del neoliberalismo, lo que explica también su fracaso.


Ni modo que se pongan a reivindicar a Santa Ana, está complicado la verdad y no creo que sean tan simples.


En la política siempre lo simbólico es fundamental para comprender las relaciones políticas entre grupos humanos, pues a partir de los símbolos (un discurso, una bandera, imaginar el futuro, una frase, un tipo especial de comportamiento, una danza, comprar un tamal o comer en un restaurante de lujo, el recuerdo de un personaje o un casamiento) le es posible a un pueblo interpretar el sentido de aquello que transcurre a su alrededor.


De hecho y en esto coinciden estudiosos del tema el ser humano es un ser simbólico por excelencia, su existencia no puede entenderse si no es a través del lenguaje que es el portador de símbolos fundamental de las relaciones humanas y de los humanos con lo que le rodea. Pero el lenguaje simbólico es más amplio que el lenguaje discursivo, no obstante, la importancia del mismo. De ahí la relevancia que ha tomado en las relaciones sociales.


Por supuesto se debe subrayar que el lenguaje simbólico toma sentido y significación a partir de las fuerzas que lo impulsan para que adopte un tipo de representación simbólica en un determinado escenario. Lo anterior, en el entendido de que los seres humanos somos los únicos que en general podemos estar diciendo, simbolizando una cosa, pero en el fondo estar pensando o ejecutando otra muy distinta.


El lenguaje simbólico adecuadamente manejado es diverso y un instrumento a través del cual los campos de lucha se tornan identificables, nítidos y son perceptibles de inmediato para el ciudadano medio que es lo importante. Cuando uno de los contendientes de los campos de lucha no es capaz de dominar lo simbólico difícilmente podrá garantizar de manera visible su existencia dentro de un espacio determinado por el conflicto.


La figura de AMLO está inundada de un lenguaje simbólico a través del cual se comunica con sus seguidores y adversarios (que no enemigos, dice como parte de ese simbolismo relacional con sus seguidores lo que es muy importante). Este simbolismo funciona para aquí y ahora y es difícil trasladarlo a otras experiencias debido a que se trata de un simbolismo contextualizado histórica, local y personalmente expresado en y por la figura del ahora presidente de México.


El simbolismo del obradorismo es positivo en la vida política reciente de México en la medida que vino a oxigenar un escenario en donde el lenguaje simbólico de la Revolución Mexicana fue desvalorizado y desdibujado debido a la preeminencia que tomó el neoliberalismo cuyo símbolo era el individualismo, el triunfo personal, el dinero, la cultura del esfuerzo personal, el hacerse rico, el primer mundo, la cultura del narco y el hiperconsumo a veces frustrante entre algunos sectores.


En ese sentido el lenguaje simbólico del obradorismo debe contemplarse como una herramienta que tiene como sustento un suelo conflictivo y que sirve a sus seguidores no sólo como un medio mediante el cual comunica sus ideas sino también un lenguaje simbólico que le permite a él y a la población combatir a los adversarios de la Cuarta Transformación. Dicho sea de paso, uno de los símbolos políticos fundamentales.


La 4T ha sido uno de los símbolos políticos nodales del obradorismo. Le ha permitido a esta corriente enlazar su proyecto actual con el pasado y recuperar para el futuro el carácter justiciero de aquel magno evento de principios de siglo XX. Este símbolo ha sido fatal para los adversarios del proyecto del oriundo de Macuspana. Lo anterior debido a que el proyecto de la 4T se eslabona con la cultura e historia del pueblo mexicano que no es otra cosa que símbolos con los que cargamos nuestra conciencia y que luego los desplegamos en nuestra cotidianidad.


El neoliberalismo fue incrustado de manera forzada en la historia plebeya del pueblo mexicano. El eje neoliberal fue destruido y construido uno nuevo, que es de la 4T con lo que el proyecto de la derecha se desarticuló total y absolutamente. La derrota moral de la derecha no se debe a que ante los ojos de la población dejaron de ser buenos o en el lenguaje juarista representan el retroceso para México, también significa que al destruir el eje de la economía neoliberal quedaron desarticulados del mundo que se articula de otra manera en la actualidad.


La conducta austera de los funcionarios. Los funcionarios no solamente deben parecer sino ser austeros en su manera de actuar públicamente. Aquí entra el manejo de los recursos financieros de la hacienda pública adscritos al pueblo, no al manejo discrecional de los funcionarios. Lo anterior, independientemente de los mensajes enviados por Obrador y a veces la negligencia con que se aplica, han cobrado ya carreras políticas para quienes son omisos en esta conducta, como ha ocurrido con el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto.


Esto de la austeridad ha sido una bomba, con respecto a la conducta de los funcionarios públicos de otros gobiernos, los de la derecha, que se ahogaron en corrupción y dispendio. Muy complicado que la derecha se recupere pronto de este golpe. De hecho, en los mismos partidos, como el PAN, ya ha afectado la estabilidad de algunos políticos que han reclamado que al interior de ese partido se solapa a quienes ocupan cargos públicos.


Otra simbología política son las figuras de la historia de México. Morelos, Hidalgo, Benito Juárez, Josefa Ortiz de Domínguez, Madero, el general Cárdenas. La 4T simbólicamente ha reencarnado en figuras que ha revisitado de la historia y que recupera en una lógica plebeya que resulta inadmisible para los defensores de los privilegios del pasado. La derecha se ha quedado sin figuras que los puedan recolocar significativamente no en la historia. La renuncia del tricolor al legado de la revolución lo ha sepultado como reivindicador del pasado.


Las figuras símbolos de la coalición de la derecha (PRI y PAN, el PRD es más bien testimonial) son personajes de la historia reciente de México y profundamente odiados por el pueblo como es el caso de Carlos Salinas de Gortari o Diego Fernández de Cevallos. El neoliberalismo como modelo no tuvo soporte histórico, salvo el porfiriato, que puede ser el antepasado del neoliberalismo, lo que explica también su fracaso.


Ni modo que se pongan a reivindicar a Santa Ana, está complicado la verdad y no creo que sean tan simples.