/ martes 24 de abril de 2018

Sociedad agraviada ¿determinará elección?

Existe una versión sobre el profundo agravio nacional, su interpretación y sus efectos; antes de ver componentes diremos que esta franja de agraviados mayoritaria en la sociedad mexicana, huérfana de futuro, reacciona hoy por instinto de supervivencia, y su reacción converge orientando su voto en un solo sentido, una reacción contagiosa, similar al de la sociedad capitalina ante los últimos temblores, descubriendo el peso de su participación conjunta ya en la acción misma.

La respuesta descubre además, con sorpresa, que la reacción contagia y alcanza todos los rincones y clases sociales del país, se generaliza fraguando una bandera común muy poderosa, un abrazo vital y virtual, a distancia, motivado por la misma causa, la asignatura pendiente de esperanza republicana.

Candidatos y medios atacan al puntero que es solo depositario de la voluntad de una sociedad ofendida.

El exrector Juan Ramón de la Fuente toca uno de los componentes y plantea que la dolencia se debe al malestar generalizado que genera la violencia. La epidemia de violencia no contenida genera aumento en la tasa de ansiedad, depresión y aumento de suicidios entre los jóvenes.

La dolencia no atendida en décadas migra hoy de su componente médico para enquistarse en el hígado social, se agrupa y su reacción conforma una nueva expresión de unidad nacional improvisada, su intención de voto perfila un triunfo muy posible, debido a la pobreza creciente, violencia, falta de empleos y salarios insuficientes que aumentan la inequidad.

Ejemplos múltiples de corrupción e impunidad de gobernantes agudizan dolencias y encono reiterados, la corrupción se desborda en la administración pública federal, se extiende a las entidades estatales y municipales, cobijados por congresos cómplices con las cúpulas partidistas en el saqueo de las arcas nacionales, señal evidente de la descomposición del “sistema de partidos”.

Este sentimiento de abuso, agravio y molestia ha distanciado a gobierno y sociedad, la sociedad con instinto de supervivencia determina utilizar la vía electoral y, hasta hoy, la cúpula económica y política que no lo había entendió cabalmente pretende una reacción tardía, cuando tiene solo una salida digna, la estrategia de control de daños, improvisar malas ideas fuera de tiempo, corre todos los riesgos y nada asegura el logro del arrebato.

Esta reflexión nos lleva a generar cuatro planteamientos, primero: la dolencia del pueblo mexicano no fue advertida por gobierno, cúpulas de partidos y económica en décadas, por desdén a la causa y fuerza sociales, hasta que un periódico nacional, hace una semana, presentó una encuesta que sacudió a toda la clase política, con un candidato que, en apariencia, presenta cifras inalcanzables.

Segundo: los grandes estrategas y líderes políticos, que no dimensionan la dolencia nacional, personalizan ataques contra el candidato puntero, sin advertir que la dolencia fue generada por ellos mismos y no se resuelve con adeptos de última hora que no garantizan la intención de voto de sus representados y pueden generan mayores adhesiones al puntero.

Tercero: el ataque al puntero no cambia la preferencia agrupada, pues la causa principal de esta conjunción electoral es el agravio que la sociedad siente en carne viva, permanece intocada y es ajena al puntero que, claro, tuvo el mérito de identificar las causas de estos males desde hace 20 años y señaló, en su momento, la corrupción, disfuncionalidad y manipulación de las instituciones, que ahora confirma y canaliza para su causa.

Cuarto: una reacción del poder que violente la voluntad del electorado podría apresurar colocarle nombre al proceso, “Crónica de un triunfo anunciado”, en donde, varias semanas antes, uno de los candidatos logre una ventaja tan clara de preferencias que solo esperaran una elección de trámite.

El hilo conductor de este fenómeno lo agudizaron dos elementos: el rechazo al “sistema de partidos políticos” corroído por todos sus frentes, excluyente, beneficia solo a unos cuantos y para gracia, son siempre los mismos. Dos, la cuestionada acción de un gobierno desgastado y encriptado.

Luego de un debate en donde Meade, Anaya y Margarita no pudieron desmarcarse del lastre que les impide despegar, aunque Anaya mostró más viabilidad para quedarse con el segundo lugar, sin modificar la ventaja del puntero, por lo cual deseamos que el ganador o beneficiario de este fenómeno tenga la sensibilidad de encausar la esperanza republicana hacia una nueva institucionalidad, nuevas reglas de participación y comunicación política entre el gobierno y sociedad.

Estamos urgidos de una política económica más equitativa y menos corrupta, que asegure atemperar la violencia y mejore la cobertura de seguridad social, implante la educación para todos y mejore el ingreso de la franja mayoritaria más pobre y vulnerable hoy abandonada a su suerte.

Fuera de prejuicios y sectarismos, miremos hacia adelante para encausar la esperanza republicana, apuesta social pendiente de muchas décadas, la mayoría lastimada hoy decide y México habrá de prevalecer.

Existe una versión sobre el profundo agravio nacional, su interpretación y sus efectos; antes de ver componentes diremos que esta franja de agraviados mayoritaria en la sociedad mexicana, huérfana de futuro, reacciona hoy por instinto de supervivencia, y su reacción converge orientando su voto en un solo sentido, una reacción contagiosa, similar al de la sociedad capitalina ante los últimos temblores, descubriendo el peso de su participación conjunta ya en la acción misma.

La respuesta descubre además, con sorpresa, que la reacción contagia y alcanza todos los rincones y clases sociales del país, se generaliza fraguando una bandera común muy poderosa, un abrazo vital y virtual, a distancia, motivado por la misma causa, la asignatura pendiente de esperanza republicana.

Candidatos y medios atacan al puntero que es solo depositario de la voluntad de una sociedad ofendida.

El exrector Juan Ramón de la Fuente toca uno de los componentes y plantea que la dolencia se debe al malestar generalizado que genera la violencia. La epidemia de violencia no contenida genera aumento en la tasa de ansiedad, depresión y aumento de suicidios entre los jóvenes.

La dolencia no atendida en décadas migra hoy de su componente médico para enquistarse en el hígado social, se agrupa y su reacción conforma una nueva expresión de unidad nacional improvisada, su intención de voto perfila un triunfo muy posible, debido a la pobreza creciente, violencia, falta de empleos y salarios insuficientes que aumentan la inequidad.

Ejemplos múltiples de corrupción e impunidad de gobernantes agudizan dolencias y encono reiterados, la corrupción se desborda en la administración pública federal, se extiende a las entidades estatales y municipales, cobijados por congresos cómplices con las cúpulas partidistas en el saqueo de las arcas nacionales, señal evidente de la descomposición del “sistema de partidos”.

Este sentimiento de abuso, agravio y molestia ha distanciado a gobierno y sociedad, la sociedad con instinto de supervivencia determina utilizar la vía electoral y, hasta hoy, la cúpula económica y política que no lo había entendió cabalmente pretende una reacción tardía, cuando tiene solo una salida digna, la estrategia de control de daños, improvisar malas ideas fuera de tiempo, corre todos los riesgos y nada asegura el logro del arrebato.

Esta reflexión nos lleva a generar cuatro planteamientos, primero: la dolencia del pueblo mexicano no fue advertida por gobierno, cúpulas de partidos y económica en décadas, por desdén a la causa y fuerza sociales, hasta que un periódico nacional, hace una semana, presentó una encuesta que sacudió a toda la clase política, con un candidato que, en apariencia, presenta cifras inalcanzables.

Segundo: los grandes estrategas y líderes políticos, que no dimensionan la dolencia nacional, personalizan ataques contra el candidato puntero, sin advertir que la dolencia fue generada por ellos mismos y no se resuelve con adeptos de última hora que no garantizan la intención de voto de sus representados y pueden generan mayores adhesiones al puntero.

Tercero: el ataque al puntero no cambia la preferencia agrupada, pues la causa principal de esta conjunción electoral es el agravio que la sociedad siente en carne viva, permanece intocada y es ajena al puntero que, claro, tuvo el mérito de identificar las causas de estos males desde hace 20 años y señaló, en su momento, la corrupción, disfuncionalidad y manipulación de las instituciones, que ahora confirma y canaliza para su causa.

Cuarto: una reacción del poder que violente la voluntad del electorado podría apresurar colocarle nombre al proceso, “Crónica de un triunfo anunciado”, en donde, varias semanas antes, uno de los candidatos logre una ventaja tan clara de preferencias que solo esperaran una elección de trámite.

El hilo conductor de este fenómeno lo agudizaron dos elementos: el rechazo al “sistema de partidos políticos” corroído por todos sus frentes, excluyente, beneficia solo a unos cuantos y para gracia, son siempre los mismos. Dos, la cuestionada acción de un gobierno desgastado y encriptado.

Luego de un debate en donde Meade, Anaya y Margarita no pudieron desmarcarse del lastre que les impide despegar, aunque Anaya mostró más viabilidad para quedarse con el segundo lugar, sin modificar la ventaja del puntero, por lo cual deseamos que el ganador o beneficiario de este fenómeno tenga la sensibilidad de encausar la esperanza republicana hacia una nueva institucionalidad, nuevas reglas de participación y comunicación política entre el gobierno y sociedad.

Estamos urgidos de una política económica más equitativa y menos corrupta, que asegure atemperar la violencia y mejore la cobertura de seguridad social, implante la educación para todos y mejore el ingreso de la franja mayoritaria más pobre y vulnerable hoy abandonada a su suerte.

Fuera de prejuicios y sectarismos, miremos hacia adelante para encausar la esperanza republicana, apuesta social pendiente de muchas décadas, la mayoría lastimada hoy decide y México habrá de prevalecer.