/ viernes 26 de febrero de 2021

¿Solo quienes quieran?

Mi hermano Alfredo fue tajante en su afirmación: ¡En esta epidemia solo morirá quien quiera morirse!... eso dijo hace medio año. El tema merece comentarse, porque siguió diciendo “ni modo, quien no se cuide morirá”. El tema pandémico de la salud mundial detonó entre amigos, familiares, medios de comunicación y el Gobierno, la conseja repetida millones de veces, ¡Cuídate! En ese concepto esta la solución completa. Pero encierra varios aspectos que de mi parte los desgloso de la siguiente forma: PRIMERO. El obligado encierro doméstico y solo salir si es estrictamente necesario. En esas salidas respetar las medidas sanitarias: la careta, el cubrebocas, evitar cercanías físicas, los lugares de aglomeración social y en el retorno a la casa, el lavado de manos y de cara. El desinfectado con gel antiséptico. SEGUNDO. Si alguien ajeno al pequeño núcleo familiar visita la casa, con cubrebocas, sana distancia y obviamente que no haya enfermado. Ventilar con suficiencia los espacios donde estuvo. Ser estricto en esto, aunque se trate de familiares. TERCERO. Los alimentos que ingresen al hogar desinfectados antes del consumo. CUARTO. La alimentación es determinante para nuestra protección. Verduras y frutas, evitar enlatados y conservadores. Para fortalecer el sistema inmunológico, de preferencia lo naturista, limón, cebolla y ajo. No a las carnes rojas. Sí al pescado, al atún, salmón; los de concha como el ostión o las almejas. Raíces como el jengibre, la cúrcuma, el ginseng. Cereales como el frijol, lentejas, garbanzo. Verduras como el nopal, acelgas, espárragos, el xoconostle. Cereales como avena, cacao, chía, germen de trigo y me quedo corto. Todo lo natural y naturista. Saborizantes de comida como el cilantro, la canela, la hoja de laurel, la hoja de moringa. No al pan, sí a la tortilla autentica de maíz. En fin, todo lo que sea alimento fresco, preparado al día como unas habas con nopales, para preparar después unas ricas “empinadas” con manteca y al carbón. La leche de soya preparada en casa es lo mejor. Todo lo que venga en cartón, botella, lata de conservadores, evitarlo.

Han pasado los meses. Médicos, investigadores y científicos acumularon experiencia; se fue protocolizando, en lo posible, la atención a la forma de atacar la enfermedad, aunque una cura frontal no exista. Pero ya entendimos como defendernos. Al principio enfrentábamos con la más absoluta ignorancia al enemigo mortal. Salubridad estatal instrumentó una estrategia que rindió resultados impresionantes, cuatro medicamentos que, de haberse aplicado con oportunidad en el país, quizá hubiera arrojado otra estadística de decesos. Pero mucho dependió de nosotros, por ejemplo, estar pendientes para atendernos al primer síntoma, asearnos dos o tres veces al día la garganta y vías respiratorias con agua salada de mar. Evitar refrescos, bebidas embotelladas y los tacos de carnitas. Mantenernos hidratados, hacer ejercicio constante, evitar azúcares y harinas. Desinfectar chapas y objetos que constantemente tocásemos y nuestras manos constantemente limpias con jabón o gel. Entendimos que son los aerosoles que expelemos al hablar, respirar, estornudar o toser los que trasmiten. Por eso protegemos las vías respiratorias. Ojos, oídos, nariz y garganta se interconectan, son receptáculos de infección. En fin, creo que, para preservar nuestra propia vida, hasta expertos “prácticos” resultamos. Es cierto lo que dijo mi fraterno, “cuidándonos” sobreviviríamos.

Pero la realidad social generalizada muestra otro rostro. Encerrarnos significa gastar sin trabajar en alimentos, medicamentos y el consumo normal de lo domestico. Además, alguien debe hacer las compras y por ahí puede ingresar el virus. Más aún, las comorbilidades como la hipertensión, la diabetes, males cardiacos, enfermedades del hígado, del páncreas y haber recibido quimioterapias, aumentan considerablemente la posibilidad de que la enfermedad nos agreda mortalmente. La información al día nos ha resultado indispensable. Conocer los nuevos descubrimientos, los resultados de ensayo y error, los medicamentos existentes con los que se ha comprobado eficacia, en México y en el mundo. Muchos mexicanos necesitamos salir a ganar el pan de cada día, porque somos el sustento familiar, así que cuidarnos al “cien” resulta casi imposible. Sobre todo, por nuestra pésima cultura alimentaria abundante en grasas, azúcares, harinas, refrescos, tacos callejeros de los que somos tan degustadores, todo lo cual nos pone de “pechito” y candidatos somos a víctimas mortales de la enfermedad.

Así que bueno, coincido con mi hermano, en esta epidemia morirán quienes “quieran” morirse porque se descuidan, pero yo le añado que también morirán quienes su situación económica, social y familiar les impidan cuidarse. No es fácil. Pero se trata de nuestra vida. El esfuerzo lo estamos haciendo todos a nuestra manera y en nuestras condiciones porque somos productos culturales que inmersos vivimos en una sociedad.

Mi hermano Alfredo fue tajante en su afirmación: ¡En esta epidemia solo morirá quien quiera morirse!... eso dijo hace medio año. El tema merece comentarse, porque siguió diciendo “ni modo, quien no se cuide morirá”. El tema pandémico de la salud mundial detonó entre amigos, familiares, medios de comunicación y el Gobierno, la conseja repetida millones de veces, ¡Cuídate! En ese concepto esta la solución completa. Pero encierra varios aspectos que de mi parte los desgloso de la siguiente forma: PRIMERO. El obligado encierro doméstico y solo salir si es estrictamente necesario. En esas salidas respetar las medidas sanitarias: la careta, el cubrebocas, evitar cercanías físicas, los lugares de aglomeración social y en el retorno a la casa, el lavado de manos y de cara. El desinfectado con gel antiséptico. SEGUNDO. Si alguien ajeno al pequeño núcleo familiar visita la casa, con cubrebocas, sana distancia y obviamente que no haya enfermado. Ventilar con suficiencia los espacios donde estuvo. Ser estricto en esto, aunque se trate de familiares. TERCERO. Los alimentos que ingresen al hogar desinfectados antes del consumo. CUARTO. La alimentación es determinante para nuestra protección. Verduras y frutas, evitar enlatados y conservadores. Para fortalecer el sistema inmunológico, de preferencia lo naturista, limón, cebolla y ajo. No a las carnes rojas. Sí al pescado, al atún, salmón; los de concha como el ostión o las almejas. Raíces como el jengibre, la cúrcuma, el ginseng. Cereales como el frijol, lentejas, garbanzo. Verduras como el nopal, acelgas, espárragos, el xoconostle. Cereales como avena, cacao, chía, germen de trigo y me quedo corto. Todo lo natural y naturista. Saborizantes de comida como el cilantro, la canela, la hoja de laurel, la hoja de moringa. No al pan, sí a la tortilla autentica de maíz. En fin, todo lo que sea alimento fresco, preparado al día como unas habas con nopales, para preparar después unas ricas “empinadas” con manteca y al carbón. La leche de soya preparada en casa es lo mejor. Todo lo que venga en cartón, botella, lata de conservadores, evitarlo.

Han pasado los meses. Médicos, investigadores y científicos acumularon experiencia; se fue protocolizando, en lo posible, la atención a la forma de atacar la enfermedad, aunque una cura frontal no exista. Pero ya entendimos como defendernos. Al principio enfrentábamos con la más absoluta ignorancia al enemigo mortal. Salubridad estatal instrumentó una estrategia que rindió resultados impresionantes, cuatro medicamentos que, de haberse aplicado con oportunidad en el país, quizá hubiera arrojado otra estadística de decesos. Pero mucho dependió de nosotros, por ejemplo, estar pendientes para atendernos al primer síntoma, asearnos dos o tres veces al día la garganta y vías respiratorias con agua salada de mar. Evitar refrescos, bebidas embotelladas y los tacos de carnitas. Mantenernos hidratados, hacer ejercicio constante, evitar azúcares y harinas. Desinfectar chapas y objetos que constantemente tocásemos y nuestras manos constantemente limpias con jabón o gel. Entendimos que son los aerosoles que expelemos al hablar, respirar, estornudar o toser los que trasmiten. Por eso protegemos las vías respiratorias. Ojos, oídos, nariz y garganta se interconectan, son receptáculos de infección. En fin, creo que, para preservar nuestra propia vida, hasta expertos “prácticos” resultamos. Es cierto lo que dijo mi fraterno, “cuidándonos” sobreviviríamos.

Pero la realidad social generalizada muestra otro rostro. Encerrarnos significa gastar sin trabajar en alimentos, medicamentos y el consumo normal de lo domestico. Además, alguien debe hacer las compras y por ahí puede ingresar el virus. Más aún, las comorbilidades como la hipertensión, la diabetes, males cardiacos, enfermedades del hígado, del páncreas y haber recibido quimioterapias, aumentan considerablemente la posibilidad de que la enfermedad nos agreda mortalmente. La información al día nos ha resultado indispensable. Conocer los nuevos descubrimientos, los resultados de ensayo y error, los medicamentos existentes con los que se ha comprobado eficacia, en México y en el mundo. Muchos mexicanos necesitamos salir a ganar el pan de cada día, porque somos el sustento familiar, así que cuidarnos al “cien” resulta casi imposible. Sobre todo, por nuestra pésima cultura alimentaria abundante en grasas, azúcares, harinas, refrescos, tacos callejeros de los que somos tan degustadores, todo lo cual nos pone de “pechito” y candidatos somos a víctimas mortales de la enfermedad.

Así que bueno, coincido con mi hermano, en esta epidemia morirán quienes “quieran” morirse porque se descuidan, pero yo le añado que también morirán quienes su situación económica, social y familiar les impidan cuidarse. No es fácil. Pero se trata de nuestra vida. El esfuerzo lo estamos haciendo todos a nuestra manera y en nuestras condiciones porque somos productos culturales que inmersos vivimos en una sociedad.