/ miércoles 23 de octubre de 2019

Tenemos un Estado sin liderazgo

La desorganización social, concepto general de la sociología, puede entenderse como la desunión o rotura de las partes que integran el orden o sistema social, y pueden ir desde un pequeño monto que tiene un efecto ligeramente perceptible en la unidad, hasta uno muy grande que llega a producir una considerable confusión y a dañar la eficiencia de las actividades de la sociedad.

Para tener una sociedad organizada debe de haber un sistema reciproco de relaciones sociales donde los individuos que conforman la sociedad entregan su libertad al Estado a cambio de que éste les brinde orden y paz.

Los acontecimientos de la semana pasada, ocurridos en Sinaloa, revelan un Estado carente de fuerza, sin liderazgo y con instituciones que no están listas para ser utilizadas o entrar en acción, un Gobierno de la República que le falló a la sociedad, que expuso a los individuos que se encuentran organizados en torno al propio Estado, privándolos de sus derechos esenciales y negándoles lo pactado, tanto orden como paz.

No se pide que el Estado renuncie a actuar positivamente en contra de la delincuencia, más allá de un “fuchi” o un “wacala” o de llamar a las mamás y a las abuelitas a que cumplan las funciones de seguridad, al contrario, se exige como imperiosamente necesaria la presencia de un Estado eficaz, que racionalice tácticamente su proceder en auténticos operativos donde se ejerza el monopolio de la fuerza pública y se erradique la situación de crimen y violencia que vive el país.

La gravedad y el arraigo del problema tampoco se niegan, el Presidente y su Gabinete de Seguridad tienen que actuar con estrategia e ingenio, y es aquí donde la política de “Abrazos y no balazos” deja mucho que desear, por un lado no se ajusta a las normas institucionales y asume que todos los que vivimos en México compartimos una tabla de valores común, donde todos si tenemos madre y le guardamos respeto a la chancla de la abuela sin que esto sea así; y por el otro nos deja a la expectativa de ¿Para quiénes serán los abrazos y para quienes los balazos?

El ser Gobierno no implica dualidades, o se es o no; y así como temerariamente se tiene dispuesto proceder contra los peligrosísimos evasores fiscales a través de reformas acometedoras, exhaustivas investigaciones y la conformación de sendos expedientes contables, nuestro México exige un Poder Ejecutivo capaz, que planifique y evalúe antes de actuar, que funcione sin presiones tanto para aprehender criminales como para soltarlos, que piense en la integridad física y el patrimonio de los ciudadanos donde va a desplegar su imperio antes de que se disparen las balas.

“Los kilos de huevo se pesan antes de comprarse y no después”...

Los espero la próxima semana…

  • No se pide que el Estado renuncie a actuar positivamente en contra de la delincuencia, más allá de un “fuchi” o un “wacala” o de llamar a las mamás y a las abuelitas a que cumplan las funciones de seguridad, al contrario, se exige como imperiosamente necesaria la presencia de un Estado eficaz.

La desorganización social, concepto general de la sociología, puede entenderse como la desunión o rotura de las partes que integran el orden o sistema social, y pueden ir desde un pequeño monto que tiene un efecto ligeramente perceptible en la unidad, hasta uno muy grande que llega a producir una considerable confusión y a dañar la eficiencia de las actividades de la sociedad.

Para tener una sociedad organizada debe de haber un sistema reciproco de relaciones sociales donde los individuos que conforman la sociedad entregan su libertad al Estado a cambio de que éste les brinde orden y paz.

Los acontecimientos de la semana pasada, ocurridos en Sinaloa, revelan un Estado carente de fuerza, sin liderazgo y con instituciones que no están listas para ser utilizadas o entrar en acción, un Gobierno de la República que le falló a la sociedad, que expuso a los individuos que se encuentran organizados en torno al propio Estado, privándolos de sus derechos esenciales y negándoles lo pactado, tanto orden como paz.

No se pide que el Estado renuncie a actuar positivamente en contra de la delincuencia, más allá de un “fuchi” o un “wacala” o de llamar a las mamás y a las abuelitas a que cumplan las funciones de seguridad, al contrario, se exige como imperiosamente necesaria la presencia de un Estado eficaz, que racionalice tácticamente su proceder en auténticos operativos donde se ejerza el monopolio de la fuerza pública y se erradique la situación de crimen y violencia que vive el país.

La gravedad y el arraigo del problema tampoco se niegan, el Presidente y su Gabinete de Seguridad tienen que actuar con estrategia e ingenio, y es aquí donde la política de “Abrazos y no balazos” deja mucho que desear, por un lado no se ajusta a las normas institucionales y asume que todos los que vivimos en México compartimos una tabla de valores común, donde todos si tenemos madre y le guardamos respeto a la chancla de la abuela sin que esto sea así; y por el otro nos deja a la expectativa de ¿Para quiénes serán los abrazos y para quienes los balazos?

El ser Gobierno no implica dualidades, o se es o no; y así como temerariamente se tiene dispuesto proceder contra los peligrosísimos evasores fiscales a través de reformas acometedoras, exhaustivas investigaciones y la conformación de sendos expedientes contables, nuestro México exige un Poder Ejecutivo capaz, que planifique y evalúe antes de actuar, que funcione sin presiones tanto para aprehender criminales como para soltarlos, que piense en la integridad física y el patrimonio de los ciudadanos donde va a desplegar su imperio antes de que se disparen las balas.

“Los kilos de huevo se pesan antes de comprarse y no después”...

Los espero la próxima semana…

  • No se pide que el Estado renuncie a actuar positivamente en contra de la delincuencia, más allá de un “fuchi” o un “wacala” o de llamar a las mamás y a las abuelitas a que cumplan las funciones de seguridad, al contrario, se exige como imperiosamente necesaria la presencia de un Estado eficaz.