/ jueves 30 de agosto de 2018

Tercera alternancia del poder

Edmundo Plutarco Flores Luna*

La participación ciudadana del 1 de julio fue copiosa y el resultado contundente: Andrés Manuel López Obrador, candidato de la coalición “Juntos Haremos Historia”, será el próximo presidente de México. Una tercera alternancia en un lapso de 18 años, señal de que la transición a la democracia fue efectiva y sus alcances están presentes.

Esa es, quizá, la primera lección de la elección.

La segunda lección, es acerca de la mitología del fraude electoral y la influencia de la real o supuesta compra y coacción del voto como justificación para la derrota o pretexto para negar el reconocimiento a la victoria de los otros. No es que nuestras elecciones sean procesos celestiales sin tache ni mancha, pero una vez más ha quedado claro que los votos cuentan y se cuentan, y que de esa suma de voluntades emana la legitimidad de los electos.

La tercera alternancia, como hecho en sí mismo y en la frialdad de los números que expresan la voluntad ciudadana, tiene múltiples causas y proyecta escenarios diversos para el futuro inmediato de las instituciones de la República.

Se ha producido un cambio drástico en el sistema de partidos y, ante todo, en el equilibrio de poderes inaugurado en 1997, vigente hasta la actual Legislatura del Congreso de la Unión.

Para decirlo de manera breve: a partir del 1° de septiembre no solo habrá una nueva mayoría en ambas cámaras, sino que será mayoría absoluta, muy cerca de la calificada que se requiere para modificar, pese a las oposiciones la Constitución. De esa forma, al 53 por ciento de los votos que obtuvo, el futuro presidente sumará el respaldo de los grupos parlamentarios de Morena y del PT.

En términos cuantitativos hemos regresado al partido dominante; en una valoración cualitativa, a la posible reedición de la Presidencia todopoderosa.

Ese es el mayor riesgo que enfrentará nuestra democracia en los siguientes tres años y la tentación mayor que deberá superar, así lo esperamos, el presidente López Obrador.

El mandato de las urnas no es, según lo vemos, el autoritarismo, sino para el cambio profundo, sin por ello arrasar con las oposiciones ni mucho menos desdeñar al 47 por ciento que votó por otros candidatos y otros partidos, cuyas demandas y aspiraciones deben ser consideradas por el próximo gobierno de la República.

Hay que manifestar nuestro reconocimiento al Instituto Nacional Electoral (INE), a sus trabajadores y directivos, por el profesionalismo y eficiencia de su trabajo. La máxima autoridad electoral de México ha cumplido, de nueva cuenta, con sus tareas y responsabilidades.

Se abren nuevos retos que derivan de la nueva agenda política y social, lo que por fin acabó con el mito del fantasma del fraude.

*Vocal Ejecutivo de la Junta Distrital 01

Edmundo Plutarco Flores Luna*

La participación ciudadana del 1 de julio fue copiosa y el resultado contundente: Andrés Manuel López Obrador, candidato de la coalición “Juntos Haremos Historia”, será el próximo presidente de México. Una tercera alternancia en un lapso de 18 años, señal de que la transición a la democracia fue efectiva y sus alcances están presentes.

Esa es, quizá, la primera lección de la elección.

La segunda lección, es acerca de la mitología del fraude electoral y la influencia de la real o supuesta compra y coacción del voto como justificación para la derrota o pretexto para negar el reconocimiento a la victoria de los otros. No es que nuestras elecciones sean procesos celestiales sin tache ni mancha, pero una vez más ha quedado claro que los votos cuentan y se cuentan, y que de esa suma de voluntades emana la legitimidad de los electos.

La tercera alternancia, como hecho en sí mismo y en la frialdad de los números que expresan la voluntad ciudadana, tiene múltiples causas y proyecta escenarios diversos para el futuro inmediato de las instituciones de la República.

Se ha producido un cambio drástico en el sistema de partidos y, ante todo, en el equilibrio de poderes inaugurado en 1997, vigente hasta la actual Legislatura del Congreso de la Unión.

Para decirlo de manera breve: a partir del 1° de septiembre no solo habrá una nueva mayoría en ambas cámaras, sino que será mayoría absoluta, muy cerca de la calificada que se requiere para modificar, pese a las oposiciones la Constitución. De esa forma, al 53 por ciento de los votos que obtuvo, el futuro presidente sumará el respaldo de los grupos parlamentarios de Morena y del PT.

En términos cuantitativos hemos regresado al partido dominante; en una valoración cualitativa, a la posible reedición de la Presidencia todopoderosa.

Ese es el mayor riesgo que enfrentará nuestra democracia en los siguientes tres años y la tentación mayor que deberá superar, así lo esperamos, el presidente López Obrador.

El mandato de las urnas no es, según lo vemos, el autoritarismo, sino para el cambio profundo, sin por ello arrasar con las oposiciones ni mucho menos desdeñar al 47 por ciento que votó por otros candidatos y otros partidos, cuyas demandas y aspiraciones deben ser consideradas por el próximo gobierno de la República.

Hay que manifestar nuestro reconocimiento al Instituto Nacional Electoral (INE), a sus trabajadores y directivos, por el profesionalismo y eficiencia de su trabajo. La máxima autoridad electoral de México ha cumplido, de nueva cuenta, con sus tareas y responsabilidades.

Se abren nuevos retos que derivan de la nueva agenda política y social, lo que por fin acabó con el mito del fantasma del fraude.

*Vocal Ejecutivo de la Junta Distrital 01