/ lunes 28 de mayo de 2018

Tiempos de Democracia

  • El fervor de los seguidores de Andrés Manuel soporta sin alteración cualquier traspiés de su iluminado guía
  • Superados los miedos de antaño, todo indica que el electorado se pronunciará a favor del líder de Morena
  • Habrá que prestar, ahora sí, acuciosa atención a las propuestas y proyectos del hombre de Macuspana

Siguen sin dar resultados los esfuerzos que, cada uno a su manera y con sus distintos equipos y recursos, vienen desarrollando, Meade para acercarse a Anaya, y éste, Anaya, para reducir la muy importante ventaja que todavía le saca el puntero López Obrador. Conforme las semanas pasan y se termina el tiempo que falta para la cita en las urnas, las tendencias que detectan las casas encuestadoras permanecen casi inamovibles, apuntando todas a la posibilidad de un triunfo inusualmente amplio del candidato de Morena. Vale aquí destacar que, contrario a lo que se esperaba, los debates, lejos de establecer diferencias entre los contendientes han tenido un raro efecto emparejador y, como consecuencia, una apenas perceptible incidencia en las preferencias de los votantes.


EXPLICANDO A LÓPEZ OBRADOR…

La firme y diríase que cuasi religiosa fidelidad que a la figura del tabasqueño le profesan sus adeptos no es casual ni gratuita. No es casual, porque a ella han contribuido los gobiernos priistas y panistas con sus políticas neoliberales, ahondando aún más la brecha que separa a los ricos de los pobres, a los privilegiados de los marginados, a los educados de los ignorantes, a los sanos y fuertes de los enfermos y desvalidos. Y no es gratuita, porque ha de reconocérsele que, a diferencia de sus contrincantes, él si le ha dado varias vueltas a la República, conociendo de primera mano las carencias que se padecen en todos, en absolutamente todos los municipios de México. Entre los casos que traigo a la mente no hallo ninguno que se asemeje al de Andrés Manuel, un tipo representativo del priismo setentero, forjado en la lucha, el movimiento y las marchas, acostumbrado a enfrentar la adversidad, asombrosamente tenaz, carismático, de talante autoritario y de corte inconfundiblemente echeverrista. Un animal político, en suma, convencido de ser un predestinado cuyo única finalidad en la vida es ser presidente de México. Se vea como se vea, lo cierto es que, hoy por hoy, al Peje lo conocen ¡en persona! la mayoría de los habitantes de este país.


ASÍ LE GUSTA A LA GENTE…

El Andrés Manuel de los debates -el de la CDMX y el de Tijuana- no es diferente del que conocimos hace seis y hace doce años. Su lamentable desempeño en ambos encuentros no lo afectó un ápice, pese a que, como es natural, se le ve más viejo y cansado. Pero en lo esencial, nadie puede decir que ha cambiado; es el de siempre, si acaso algo menos ingenioso y, si cabe, más repetitivo que antes. Es López Obrador, el mismo que lleva lustros culpando -y no sin razón- a “la mafia del poder” de todos los males que aquejan al país; el que conserva un característico acento que nos recuerda su oriundez tabasqueña; el que se expresa en una personal pero muy entendible jerigonza populachera; el de las larguísimas pausas; el que dice a quien le escucha lo que quiere oír y, sí, amigo lector, el que -por lo menos hasta ahora- apabulla en las encuestas electorales a sus rivales.


SI AMLO ES EL MISMO… ¿QUÉ CAMBIÓ?

Si ni como persona ni como político se advierte que López Obrador sea otro, cabe entonces preguntarse cuál o cuáles son las razones por la que este 2018 marcha adelante con dieciocho puntos, en tanto que en el 2006 perdió por medio punto porcentual con el panista Calderón y, en el 2012, por más de cinco enteros con el priista Peña Nieto. La respuesta, creo yo, salta a la vista: si Andrés Manuel es el mismo, y sus dichos y propuestas frecuentemente contradictorias ya no infunden el miedo-pánico de antaño, quiere decir que estamos ante un fenómeno en que es el país y el electorado los que han cambiado. De lo que no hay duda es que la mutación a que aludo es atribuible, por una parte, a la descomposición moral de la clase gobernante y, por la otra, a unas instituciones que no fueron diseñadas para hacer frente a las problemáticas políticas, económicas y sociales del presente. En resumen: ante la obsolescencia de un sistema que se negó a recomponerse, y tras tres sexenios consecutivos de desengaños, nada tiene de extraño que la gente se incline a apostar por el “rayito de esperanza”.


LOS DESEOS DE CAMBIO VERDADERO

Reprobados por la opinión pública los gobiernos tanto de la derecha -dos del PAN, el de Fox y luego el de Calderón- como del centro derecha -el del PRI, de Peña Nieto- tiene lógica que el electorado considere la posibilidad de decantarse por la opción que representa López Obrador, una alternativa diferente, aunque sus propuestas no sean precisamente de izquierda y no obstante que encierran muchos más enigmas que certezas. Pero aún siendo el hartazgo social el sentimiento que más incide en el deseo de cambio de la sociedad, me parece que no deberían ignorarse los efectos negativos que en varios países -el nuestro entre otros- ha ocasionado la globalización indiscriminada de la economía, espacio en el que las empresas transnacionales han cobrado tanta o más fuerza que la de los gobiernos mismos. No es pues casualidad que, como reacción a esos efectos, se esté registrando a nivel mundial un renovado impulso de visiones nacionalistas, estatistas y proteccionistas que se creían superadas. De esos modelos de desarrollo Andrés Manuel es conocido diletante, como ya nos lo recordó al evocar con nostalgia la época de Ortiz Mena y su “desarrollo estabilizador”, periodo durante el cual -hay que reconocerlo- el producto interno bruto (PIB) creció a una tasa de 6.8 % anual con una inflación de solo 2.5 %, números incomparablemente mejores a los conseguidos por el neoliberalismo en sus mas de 30 años de vigencia.


ENTRE LO VIEJO POR CONOCIDO… Y LO NUEVO POR CONOCER

Hurgo en la mente a la búsqueda de otras razones que, además de las mencionadas, hagan entendible que, con solo treinta días más de campaña por delante, al líder de Morena no le han arrancado “…ni una pluma a su gallo…”. Vea usted esta, amigo lector, que pese a las críticas que despertó puede tener un efecto importante: no sé si al llamado voto verde -antaño incondicional del PRI- le suene mal la vuelta al esquema de precios de garantía a productos del campo como el maíz, el frijol y el arroz. Con todos los vicios y desviaciones que llegó a encerrar el sistema, los campesinos que viven en la pobreza y el abandono apreciarán la ayuda. Y de otro lado, las becas a estudiantes y adultos mayores -sistema de ayuda social replicado por todos los gobiernos- siguen siendo de su exclusiva patente. La gente lo sabe… y lo reconoce.


HASTA NO VER…

Los temas de campaña los impuso López Obrador. Con habilidad planteó asuntos que generaron polémica y pusieron a candidatos -y a la gente también- a discutirlos en todos los tonos. Por angas o mangas, su nombre está en boca de todos, para bien o para mal, en contra o a favor. La amnistía de la que habló en Guerrero sin precisar los términos de su aplicación es la única idea distinta a la fracasada estrategia calderonista que sus antagonistas siguen repitiendo, haciéndonos creer que con idénticos procedimientos van a obtener resultados diferentes. Termino el artículo mencionando una promesa que apenas esbozó y que, de atreverse a concretarla, sería la de mayor interés y trascendencia de su sexenio… si llega a gobernar. Me refiero a la alianza social en que se apoyará y a la distancia que, siguiendo la línea cardenista y el modelo juarista en que dice inspirarse, habrá claramente de marcar entre el poder político y el poder económico. Y es que siempre será de agradecer que se separen los intereses del Estado de cualesquiera otros -internos o externos- que afecten su soberanía e independencia.

  • El fervor de los seguidores de Andrés Manuel soporta sin alteración cualquier traspiés de su iluminado guía
  • Superados los miedos de antaño, todo indica que el electorado se pronunciará a favor del líder de Morena
  • Habrá que prestar, ahora sí, acuciosa atención a las propuestas y proyectos del hombre de Macuspana

Siguen sin dar resultados los esfuerzos que, cada uno a su manera y con sus distintos equipos y recursos, vienen desarrollando, Meade para acercarse a Anaya, y éste, Anaya, para reducir la muy importante ventaja que todavía le saca el puntero López Obrador. Conforme las semanas pasan y se termina el tiempo que falta para la cita en las urnas, las tendencias que detectan las casas encuestadoras permanecen casi inamovibles, apuntando todas a la posibilidad de un triunfo inusualmente amplio del candidato de Morena. Vale aquí destacar que, contrario a lo que se esperaba, los debates, lejos de establecer diferencias entre los contendientes han tenido un raro efecto emparejador y, como consecuencia, una apenas perceptible incidencia en las preferencias de los votantes.


EXPLICANDO A LÓPEZ OBRADOR…

La firme y diríase que cuasi religiosa fidelidad que a la figura del tabasqueño le profesan sus adeptos no es casual ni gratuita. No es casual, porque a ella han contribuido los gobiernos priistas y panistas con sus políticas neoliberales, ahondando aún más la brecha que separa a los ricos de los pobres, a los privilegiados de los marginados, a los educados de los ignorantes, a los sanos y fuertes de los enfermos y desvalidos. Y no es gratuita, porque ha de reconocérsele que, a diferencia de sus contrincantes, él si le ha dado varias vueltas a la República, conociendo de primera mano las carencias que se padecen en todos, en absolutamente todos los municipios de México. Entre los casos que traigo a la mente no hallo ninguno que se asemeje al de Andrés Manuel, un tipo representativo del priismo setentero, forjado en la lucha, el movimiento y las marchas, acostumbrado a enfrentar la adversidad, asombrosamente tenaz, carismático, de talante autoritario y de corte inconfundiblemente echeverrista. Un animal político, en suma, convencido de ser un predestinado cuyo única finalidad en la vida es ser presidente de México. Se vea como se vea, lo cierto es que, hoy por hoy, al Peje lo conocen ¡en persona! la mayoría de los habitantes de este país.


ASÍ LE GUSTA A LA GENTE…

El Andrés Manuel de los debates -el de la CDMX y el de Tijuana- no es diferente del que conocimos hace seis y hace doce años. Su lamentable desempeño en ambos encuentros no lo afectó un ápice, pese a que, como es natural, se le ve más viejo y cansado. Pero en lo esencial, nadie puede decir que ha cambiado; es el de siempre, si acaso algo menos ingenioso y, si cabe, más repetitivo que antes. Es López Obrador, el mismo que lleva lustros culpando -y no sin razón- a “la mafia del poder” de todos los males que aquejan al país; el que conserva un característico acento que nos recuerda su oriundez tabasqueña; el que se expresa en una personal pero muy entendible jerigonza populachera; el de las larguísimas pausas; el que dice a quien le escucha lo que quiere oír y, sí, amigo lector, el que -por lo menos hasta ahora- apabulla en las encuestas electorales a sus rivales.


SI AMLO ES EL MISMO… ¿QUÉ CAMBIÓ?

Si ni como persona ni como político se advierte que López Obrador sea otro, cabe entonces preguntarse cuál o cuáles son las razones por la que este 2018 marcha adelante con dieciocho puntos, en tanto que en el 2006 perdió por medio punto porcentual con el panista Calderón y, en el 2012, por más de cinco enteros con el priista Peña Nieto. La respuesta, creo yo, salta a la vista: si Andrés Manuel es el mismo, y sus dichos y propuestas frecuentemente contradictorias ya no infunden el miedo-pánico de antaño, quiere decir que estamos ante un fenómeno en que es el país y el electorado los que han cambiado. De lo que no hay duda es que la mutación a que aludo es atribuible, por una parte, a la descomposición moral de la clase gobernante y, por la otra, a unas instituciones que no fueron diseñadas para hacer frente a las problemáticas políticas, económicas y sociales del presente. En resumen: ante la obsolescencia de un sistema que se negó a recomponerse, y tras tres sexenios consecutivos de desengaños, nada tiene de extraño que la gente se incline a apostar por el “rayito de esperanza”.


LOS DESEOS DE CAMBIO VERDADERO

Reprobados por la opinión pública los gobiernos tanto de la derecha -dos del PAN, el de Fox y luego el de Calderón- como del centro derecha -el del PRI, de Peña Nieto- tiene lógica que el electorado considere la posibilidad de decantarse por la opción que representa López Obrador, una alternativa diferente, aunque sus propuestas no sean precisamente de izquierda y no obstante que encierran muchos más enigmas que certezas. Pero aún siendo el hartazgo social el sentimiento que más incide en el deseo de cambio de la sociedad, me parece que no deberían ignorarse los efectos negativos que en varios países -el nuestro entre otros- ha ocasionado la globalización indiscriminada de la economía, espacio en el que las empresas transnacionales han cobrado tanta o más fuerza que la de los gobiernos mismos. No es pues casualidad que, como reacción a esos efectos, se esté registrando a nivel mundial un renovado impulso de visiones nacionalistas, estatistas y proteccionistas que se creían superadas. De esos modelos de desarrollo Andrés Manuel es conocido diletante, como ya nos lo recordó al evocar con nostalgia la época de Ortiz Mena y su “desarrollo estabilizador”, periodo durante el cual -hay que reconocerlo- el producto interno bruto (PIB) creció a una tasa de 6.8 % anual con una inflación de solo 2.5 %, números incomparablemente mejores a los conseguidos por el neoliberalismo en sus mas de 30 años de vigencia.


ENTRE LO VIEJO POR CONOCIDO… Y LO NUEVO POR CONOCER

Hurgo en la mente a la búsqueda de otras razones que, además de las mencionadas, hagan entendible que, con solo treinta días más de campaña por delante, al líder de Morena no le han arrancado “…ni una pluma a su gallo…”. Vea usted esta, amigo lector, que pese a las críticas que despertó puede tener un efecto importante: no sé si al llamado voto verde -antaño incondicional del PRI- le suene mal la vuelta al esquema de precios de garantía a productos del campo como el maíz, el frijol y el arroz. Con todos los vicios y desviaciones que llegó a encerrar el sistema, los campesinos que viven en la pobreza y el abandono apreciarán la ayuda. Y de otro lado, las becas a estudiantes y adultos mayores -sistema de ayuda social replicado por todos los gobiernos- siguen siendo de su exclusiva patente. La gente lo sabe… y lo reconoce.


HASTA NO VER…

Los temas de campaña los impuso López Obrador. Con habilidad planteó asuntos que generaron polémica y pusieron a candidatos -y a la gente también- a discutirlos en todos los tonos. Por angas o mangas, su nombre está en boca de todos, para bien o para mal, en contra o a favor. La amnistía de la que habló en Guerrero sin precisar los términos de su aplicación es la única idea distinta a la fracasada estrategia calderonista que sus antagonistas siguen repitiendo, haciéndonos creer que con idénticos procedimientos van a obtener resultados diferentes. Termino el artículo mencionando una promesa que apenas esbozó y que, de atreverse a concretarla, sería la de mayor interés y trascendencia de su sexenio… si llega a gobernar. Me refiero a la alianza social en que se apoyará y a la distancia que, siguiendo la línea cardenista y el modelo juarista en que dice inspirarse, habrá claramente de marcar entre el poder político y el poder económico. Y es que siempre será de agradecer que se separen los intereses del Estado de cualesquiera otros -internos o externos- que afecten su soberanía e independencia.