/ lunes 9 de julio de 2018

Tiempos de Democracia

El discurso de Marco Mena del pasado 5 de julio dejó ver a un gobernador decidido a asumir su mandato a plenitud

  • Libre por fin de rémoras e interferencias indeseables, el mandatario se propone reorganizar y reorientar su gobierno
  • Las circunstancias que vive el país -dijo- exigen actuar con presteza; no habrá ya sitio para la apatía ni la deslealtad
  • Si a su decidida retórica le siguen acciones de gobierno consecuentes, ningún grupo social le va a regatear su apoyo

El titular del Ejecutivo estatal tlaxcalteca de filiación priista cogobernará la entidad con un Poder Legislativo de mayoría morenista. En ese contexto, Marco Mena tendrá ante sí una situación complicada, mas no peor a la que hubo de padecer con la Legislatura actual, dominada por una bancada supuestamente leal a su gobierno pero cuyas líneas de operación en realidad obedecían a los dictados del anterior gobernador. En ese sentido, el nuevo mapa político que dibujó el electorado el pasado 1º de julio le abre la posibilidad de acometer -ya sin la camisa de fuerza que le impuso su autócrata antecesor- una reestructuración a fondo del equipo que lo acompañará en los tres años que restan a su gestión. Con un nuevo y depurado grupo de colaboradores habrá de redireccionar su gestión con criterios más cercanos a la gente, más comprometidos con la transparencia y el uso honesto de los recursos públicos, y más acordes, en suma, con el vuelco que el país todo ha experimentado con el avasallador triunfo de López Obrador.


EN EL MOMENTO PRECISO…

Aquí, en este mismo espacio, manifesté varias veces mi convicción de que las capacidades de Marco Mena como político y administrador de la cosa pública solo podrían desplegarse con libertad plena hasta después de los comicios del 1º de julio. Creo no haberme equivocado, si bien he de reconocer que nunca imaginé que la revolución lopezobradorista iba a ser la circunstancia propicia para que emergiera -ya sin cortapisas- la personalidad del gobernador tlaxcalteca. Los números electorales de esa histórica jornada nos tienen todavía en estado de shock por virtud de su magnitud y significado social que, a su vez, han generado un sorprendente y contagioso entusiasmo ciudadano. Actuando con sentido de la oportunidad, el mandatario estatal aprovechó la coyuntura para acabar -de tajo y sin contemplaciones- con el sojuzgamiento de inspiración caciquil que inhibía y estorbaba su desempeño. Y acuñó un dicho lapidario como puntual remate a su determinación: En Tlaxcala “…ha terminado el tiempo de las continuidades…”.


LIDERAZGO

El discurso del pasado jueves 5 de julio va a ser el referente de su gobierno. Al tiempo que rompió drásticamente con un pasado al que nadie quiere regresar, delineó a sus mandantes un diferente y prometedor derrotero. Y lo hizo con una decisión y un carácter que la gente no le conocía. Sus pronunciamientos -precisos, categóricos y valientes- lo comprometen muy seriamente ya que tendrán, por fuerza y con prontitud, que corresponderse con acciones tangibles. Si a los observadores nos llamó la atención la forma de la alocución, es en el fondo donde está lo inusitado de su mensaje. ¿Cuándo se había visto que un gobernador de extracción tricolor reconociera el agotamiento de las estructuras del sistema político al que pertenece? Marco advirtió que los factores históricos que modelaron la política mexicana contemporánea están “…exhaustos o fuera de uso…”, lo que implícitamente supone admitir la caducidad de un régimen que no cumplió con las expectativas ciudadanas. “…Este es un momento de reflexión…”, dijo, y sobre todo, “…de decisiones…”. Y vaya que sí.


DINASTÍAS OBSOLETAS

El electorado, en efecto, arrojó al marianismo, al beatricismo y al orticismo al desván de los enseres inservibles. No pintaron hijos, ni sobrinos ni hermanos, presuntos beneficiarios de la influencia política que llegaron a tener sus mayores. Marco Mena tuvo el tino de advertir que “…hay muchas cosas a las que la gente dijo que ya no…”. Una de ellas fue sin duda a esas arcaicas formas de caciquismo que, en diferentes tiempos y ocasiones, le han pretendido imponer a los tlaxcaltecas. Mas la frase que sin duda será más recordada de su discurso por la clarísima alusión a conocidos personajes de la política de nuestro estado fue aquella en la que afirmó que “…vamos a dejar atrás, en definitiva, actitudes patrimonialistas, aspiraciones dinásticas o de apellidos o linajes…”. Y concluyó así su pensamiento: “…Aprovecharemos el momento histórico que vive México para hacer de Tlaxcala un lugar de reconocimiento al mérito…”. De mantenerse firme y sin concesiones en esa postura, el gobernador Mena le estará dando un giro radical a la nefasta cultura del amiguismo y el compadrazgo.


DINOSAURIOS DE MUSEO

A Mariano González el PRI le encargó preservarle la condición victoriosa que siempre tuvo en el Edomex, su principal bastión. Pero no pudo con el paquete; su fracaso fue acaso el mas doloroso que sufrió el tricolor en toda la jornada electoral. Su hijo, aspirante a diputado federal por el distrito I con cabecera en Apizaco, perdió por más de dos a uno con un líder campesino postulado por Morena. A Beatriz Paredes se le pidió que con su presencia en Yucatán contribuyera a asegurar la única posibilidad de triunfo que tenía el tricolor entre las nueve gubernaturas que estuvieron en juego. Tampoco pudo. Y su sobrino, aquí en Tlaxcala, pretendió reelegirse como diputado, y fue arrollado en las urnas por otro morenista. La sobrina de Héctor Ortiz también buscó una curul federal por el Distrito II con cabecera en la capital, y los votos la relegaron a un lejano tercer lugar. Ni siquiera a su hermano Serafín Ortiz -renombrado exrector de la UAT- le alcanzó para hacerse de una diputación local. Lo dicho: el repudio a las imposiciones “...dinásticas, de apellidos o linajes…” es definitivo, por lo menos aquí en Tlaxcala.


LEGITIMIDAD INCUESTIONADA

Los treinta millones de votos del candidato presidencial de Morena impactaron en todos los sectores de la vida nacional. A una semana de la elección, nadie pone en tela de juicio que, con semejante mandato, el ejercicio del poder del tabasqueño estará sobrado de legitimidad. Y es que, con tamaño apoyo social, el sistema podrá reformarse conforme a una lógica distinta. La realidad induce -como lo dijo Marco en su mensaje- a repensarlo todo, incluyendo el régimen de partidos que, después del 1º de julio, quedó totalmente descoyuntado; las oposiciones, útiles en cualquier circunstancia y más en esta, deberán reinventarse. El PAN, el PRI y el PRD cayeron aplastados al paso de la estampida electoral morenista y, si quieren sobrevivir como opción política, tendrán que ajustar sus procedimientos y propuestas, y acaso también sus principios. Bien lo entendieron, por ejemplo, los dueños del capital, moderando sus exigencias y su habitual tono prepotente.


LAS AGUAS BRONCAS

Lo han llamado avalancha, tsunami, alud incontenible, etc. Yo prefiero asimilar lo acontecido a la figura de una presa llamada México, cuya cortina no fue capaz de contener las aguas de la ira y la inconformidad social que se fueron acumulando a través del tiempo hasta superar las cotas de seguridad de la estructura política del país. No hubo quien prestara atención a las grietas de su muro de contención, ni quien operara las válvulas de alivio diseñadas para desfogar las aguas excedentes. Nadie tampoco reparó en la crecida incontenible de sus afluentes (la Corrupción, la Impunidad, la Pobreza, la Desigualdad, la Inseguridad y la Violencia) que alimentaban el vaso de la presa. Se escucharon muchas voces de alarma, es cierto, pero nunca nadie las atendió. Finalmente, la cortina cedió y las aguas broncas -en forma de millones de votos- se llevaron por delante en solo un día a ese mundo de políticos autistas que nunca creyó en la inminencia de su propio desastre. Toca ahora imaginar un México nuevo.

El discurso de Marco Mena del pasado 5 de julio dejó ver a un gobernador decidido a asumir su mandato a plenitud

  • Libre por fin de rémoras e interferencias indeseables, el mandatario se propone reorganizar y reorientar su gobierno
  • Las circunstancias que vive el país -dijo- exigen actuar con presteza; no habrá ya sitio para la apatía ni la deslealtad
  • Si a su decidida retórica le siguen acciones de gobierno consecuentes, ningún grupo social le va a regatear su apoyo

El titular del Ejecutivo estatal tlaxcalteca de filiación priista cogobernará la entidad con un Poder Legislativo de mayoría morenista. En ese contexto, Marco Mena tendrá ante sí una situación complicada, mas no peor a la que hubo de padecer con la Legislatura actual, dominada por una bancada supuestamente leal a su gobierno pero cuyas líneas de operación en realidad obedecían a los dictados del anterior gobernador. En ese sentido, el nuevo mapa político que dibujó el electorado el pasado 1º de julio le abre la posibilidad de acometer -ya sin la camisa de fuerza que le impuso su autócrata antecesor- una reestructuración a fondo del equipo que lo acompañará en los tres años que restan a su gestión. Con un nuevo y depurado grupo de colaboradores habrá de redireccionar su gestión con criterios más cercanos a la gente, más comprometidos con la transparencia y el uso honesto de los recursos públicos, y más acordes, en suma, con el vuelco que el país todo ha experimentado con el avasallador triunfo de López Obrador.


EN EL MOMENTO PRECISO…

Aquí, en este mismo espacio, manifesté varias veces mi convicción de que las capacidades de Marco Mena como político y administrador de la cosa pública solo podrían desplegarse con libertad plena hasta después de los comicios del 1º de julio. Creo no haberme equivocado, si bien he de reconocer que nunca imaginé que la revolución lopezobradorista iba a ser la circunstancia propicia para que emergiera -ya sin cortapisas- la personalidad del gobernador tlaxcalteca. Los números electorales de esa histórica jornada nos tienen todavía en estado de shock por virtud de su magnitud y significado social que, a su vez, han generado un sorprendente y contagioso entusiasmo ciudadano. Actuando con sentido de la oportunidad, el mandatario estatal aprovechó la coyuntura para acabar -de tajo y sin contemplaciones- con el sojuzgamiento de inspiración caciquil que inhibía y estorbaba su desempeño. Y acuñó un dicho lapidario como puntual remate a su determinación: En Tlaxcala “…ha terminado el tiempo de las continuidades…”.


LIDERAZGO

El discurso del pasado jueves 5 de julio va a ser el referente de su gobierno. Al tiempo que rompió drásticamente con un pasado al que nadie quiere regresar, delineó a sus mandantes un diferente y prometedor derrotero. Y lo hizo con una decisión y un carácter que la gente no le conocía. Sus pronunciamientos -precisos, categóricos y valientes- lo comprometen muy seriamente ya que tendrán, por fuerza y con prontitud, que corresponderse con acciones tangibles. Si a los observadores nos llamó la atención la forma de la alocución, es en el fondo donde está lo inusitado de su mensaje. ¿Cuándo se había visto que un gobernador de extracción tricolor reconociera el agotamiento de las estructuras del sistema político al que pertenece? Marco advirtió que los factores históricos que modelaron la política mexicana contemporánea están “…exhaustos o fuera de uso…”, lo que implícitamente supone admitir la caducidad de un régimen que no cumplió con las expectativas ciudadanas. “…Este es un momento de reflexión…”, dijo, y sobre todo, “…de decisiones…”. Y vaya que sí.


DINASTÍAS OBSOLETAS

El electorado, en efecto, arrojó al marianismo, al beatricismo y al orticismo al desván de los enseres inservibles. No pintaron hijos, ni sobrinos ni hermanos, presuntos beneficiarios de la influencia política que llegaron a tener sus mayores. Marco Mena tuvo el tino de advertir que “…hay muchas cosas a las que la gente dijo que ya no…”. Una de ellas fue sin duda a esas arcaicas formas de caciquismo que, en diferentes tiempos y ocasiones, le han pretendido imponer a los tlaxcaltecas. Mas la frase que sin duda será más recordada de su discurso por la clarísima alusión a conocidos personajes de la política de nuestro estado fue aquella en la que afirmó que “…vamos a dejar atrás, en definitiva, actitudes patrimonialistas, aspiraciones dinásticas o de apellidos o linajes…”. Y concluyó así su pensamiento: “…Aprovecharemos el momento histórico que vive México para hacer de Tlaxcala un lugar de reconocimiento al mérito…”. De mantenerse firme y sin concesiones en esa postura, el gobernador Mena le estará dando un giro radical a la nefasta cultura del amiguismo y el compadrazgo.


DINOSAURIOS DE MUSEO

A Mariano González el PRI le encargó preservarle la condición victoriosa que siempre tuvo en el Edomex, su principal bastión. Pero no pudo con el paquete; su fracaso fue acaso el mas doloroso que sufrió el tricolor en toda la jornada electoral. Su hijo, aspirante a diputado federal por el distrito I con cabecera en Apizaco, perdió por más de dos a uno con un líder campesino postulado por Morena. A Beatriz Paredes se le pidió que con su presencia en Yucatán contribuyera a asegurar la única posibilidad de triunfo que tenía el tricolor entre las nueve gubernaturas que estuvieron en juego. Tampoco pudo. Y su sobrino, aquí en Tlaxcala, pretendió reelegirse como diputado, y fue arrollado en las urnas por otro morenista. La sobrina de Héctor Ortiz también buscó una curul federal por el Distrito II con cabecera en la capital, y los votos la relegaron a un lejano tercer lugar. Ni siquiera a su hermano Serafín Ortiz -renombrado exrector de la UAT- le alcanzó para hacerse de una diputación local. Lo dicho: el repudio a las imposiciones “...dinásticas, de apellidos o linajes…” es definitivo, por lo menos aquí en Tlaxcala.


LEGITIMIDAD INCUESTIONADA

Los treinta millones de votos del candidato presidencial de Morena impactaron en todos los sectores de la vida nacional. A una semana de la elección, nadie pone en tela de juicio que, con semejante mandato, el ejercicio del poder del tabasqueño estará sobrado de legitimidad. Y es que, con tamaño apoyo social, el sistema podrá reformarse conforme a una lógica distinta. La realidad induce -como lo dijo Marco en su mensaje- a repensarlo todo, incluyendo el régimen de partidos que, después del 1º de julio, quedó totalmente descoyuntado; las oposiciones, útiles en cualquier circunstancia y más en esta, deberán reinventarse. El PAN, el PRI y el PRD cayeron aplastados al paso de la estampida electoral morenista y, si quieren sobrevivir como opción política, tendrán que ajustar sus procedimientos y propuestas, y acaso también sus principios. Bien lo entendieron, por ejemplo, los dueños del capital, moderando sus exigencias y su habitual tono prepotente.


LAS AGUAS BRONCAS

Lo han llamado avalancha, tsunami, alud incontenible, etc. Yo prefiero asimilar lo acontecido a la figura de una presa llamada México, cuya cortina no fue capaz de contener las aguas de la ira y la inconformidad social que se fueron acumulando a través del tiempo hasta superar las cotas de seguridad de la estructura política del país. No hubo quien prestara atención a las grietas de su muro de contención, ni quien operara las válvulas de alivio diseñadas para desfogar las aguas excedentes. Nadie tampoco reparó en la crecida incontenible de sus afluentes (la Corrupción, la Impunidad, la Pobreza, la Desigualdad, la Inseguridad y la Violencia) que alimentaban el vaso de la presa. Se escucharon muchas voces de alarma, es cierto, pero nunca nadie las atendió. Finalmente, la cortina cedió y las aguas broncas -en forma de millones de votos- se llevaron por delante en solo un día a ese mundo de políticos autistas que nunca creyó en la inminencia de su propio desastre. Toca ahora imaginar un México nuevo.