/ lunes 5 de noviembre de 2018

Tiempos de Democracia

¿Quién manda?... ¿no es el pueblo?... ¿no son los ciudadanos?... ¿no es eso la democracia?


*De manera indirecta y utilizando símbolos y circunloquios, López Obrador va prefigurando cómo será su gobierno

*Con la aplicación repetitiva e indiscriminada de las consultas, la República puede ir hacia cualquier tipo de régimen


Las preguntas que formula López Obrador son pertinentes… y hay una razón que las explica. Durante los sexenios precedentes y fuera de todo orden, el poder en México lo han venido compartiendo la clase política y los hombres del dinero. Eso no es lo que mandata la Constitución. Inconforme con la anomalía, el presidente electo se ha propuesto definir -de una vez por todas- los límites de las parcelas que a cada parte corresponde. Mas la cirugía que se precisa para consumar la separación y evitar que el país convulsione durante la operación, requiere de una mano, decidida sí, pero también sutil e inteligente. Empero, la intervención no está siendo delicada ni comedida. Sin anestesia y casi por sorpresa, auxiliado por un desorganizado grupo de ayudantes sin experiencia en los quirófanos, el médico titular se ha valido del tosco machete del autoritarismo como bisturí, en vez de utilizar el fino escalpelo de la diplomacia. Los gritos de queja y dolor son audibles; los afectados amenazan con levantarse de la plancha, huir del hospital sin pagar y demandar la reparación del daño. Y en esas estamos.


ENIGMAS DEL NUEVO RÉGIMEN

El diccionario de la lengua, es cierto, explica la Democracia en los mismos términos elementales como la entiende López Obrador... y como pienso que la entendemos los demás mortales. En ello no hay novedad; así nos fue enseñada en la primaria. Pero… ¿cómo responder a esos planteamientos concretos del presidente electo? Acudir a las definiciones de un manual cualquiera de teoría política nos dejaría en el status impreciso y mentiroso en el que hemos vivido tanto tiempo. Lo procedente -creo- es ubicar las inquisitivas preguntas del tabasqueño en el escenario de las realidades sociales, comerciales, financieras y políticas que, a querer o no, condicionan a México y al mundo. Agotado en definitiva, y quizá para siempre, el sistema que Morena aplastó el 1º de julio pasado, nos coloca en el umbral de un régimen que se anuncia distinto a todo lo anteriormente conocido, así como frente a un nuevo paradigma asociado al cambio -verdadero y profundo- que va a encabezar Andrés Manuel. Y para acometerlo cuenta, amigo lector, con el contundente aval de sus más de treinta millones de votantes.


HACIA UNA DEMOCRACIA CLÁSICA

La Democracia tiene modalidades, matices, variantes y diferentes formas de ser interpretada. Incluso se la adjetiva con todo género de calificativos. Pese a ello, sigue siendo imposible desvirtuar sus principios sin atentar contra su esencia. Cuando eso acontece, deja de serlo; es cualquier cosa -dictadura blanda o dura, da lo mismo-, pero no una Democracia en su concepción original. Aunque el político tergiversador que lo hiciere se disfrace ante sus gobernados de aliado del pueblo, no pasará de ser un vil falsificador. Convengamos pues con los clásicos -y con López Obrador de paso- que la Democracia es “…una forma de gobierno en la que el poder político lo ejercen los ciudadanos y en el que la soberanía reside en el pueblo, directamente o por medio de sus representantes…”. A lo largo de su historia independiente, México nunca ha estado ni siquiera cerca de algo que se asemeje al modelo ateniense de la época de Pericles. Ha habido esporádicas aproximaciones a ese canon de perfección pero, hasta ahora, lo más que hemos conseguido -y no siempre- es que los votos se cuenten con certeza cuando toca elegir autoridades. Mas la Democracia es mucho más que eso y llegará -según Andrés Manuel- con la Cuarta Transformación.


LIMITACIONES DE LA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA

La experiencia que dejó la consulta a que convocó el presidente electo para definir cual alternativa aeroportuaria era la más conveniente para el país, si Texcoco o Sta. Lucía, confirmó -por si alguien lo había olvidado- que quien nos gobernará los siguientes seis años tiene una marcada preferencia por la democracia directa, esa que -vuelvo al diccionario- “…se ejerce por el pueblo sin la mediación de representantes, a través de asambleas vecinales, referéndum o iniciativas ciudadanas…”. El ejercicio probó también que, además de las dificultades operativas que supone entrar en contacto con un universo de noventa millones de opinantes, el tema seleccionado ha de concernir a todos y no solo a una escogida minoría, y que, para esperar una respuesta razonada del consultado, con antelación debe ponerse a su alcance información precisa, equilibrada y neutral. Si las anteriores premisas no se cumplen y si, además, la logística del procedimiento consultivo no se ajusta a reglas mínimas de transparencia y limpieza, entonces se está ante una farsa inaceptable, diseñada con el propósito de encubrir una decisión que todos saben es del convocante, transferida tramposamente a un pueblo impreparado al que se ha mantenido ajeno y desinformado.


PENUMBRAS, RESERVAS Y RECELOS

Ya es perceptible que, en diversos ámbitos de la vida nacional, se esparce y crece la inquietud que provoca el estilo del futuro presidente. La forma como se condujo en el caso del aeropuerto de Texcoco generó temor en personas que, sin formar en las filas de su ejército de incondicionales, votaron por él con el propósito de acabar con la pesadilla priísta y el olvidable capítulo peñanietista con su desbocada corrupción. Las causas de esa embrionaria decepción a que indirectamente aludo son: de una parte, la manera atropellada y opaca como tomó una decisión política que por fuerza tendrá consecuencias económicas de dimensiones aún desconocidas, pero que puede incidir negativamente en la materialización de los programas sociales a los que está comprometido. Y de otra, al sin número de planes que enuncia cada día, sustentados solo en un voluntarismo que -perdónenme sus afines- raya en lo mesiánico. Por otro lado pienso que, si no es unánime sí es mayoritaria la coincidencia con las motivaciones sociales que lo mueven; las dudas surgen cuando se evalúan las posibilidades que tienen de concretarse.


ANTENA NACIONAL

RESBALONES ORATORIOS DE BEATRIZ PAREDES

En su intervención en el Senado de la República para opinar acerca de la tan traída y llevada consulta sobre el aeropuerto, la exgobernadora tlaxcalteca -una de las mas destacadas voces del parlamentarismo mexicano- recordó a León Felipe en algunos fragmentos de su poema “Porqué habla tan alto el español”. A la letra dijo: “…cuando salió por el mundo grotescamente vestido con una lanza rota y una víscera (sic) de papel, aquel estrafalario fantasma, el Quijote de la Mancha, lanzando al viento desaforadamente esta palabra del uso olvidada por los hombres: ¡justicia! ¡justicia! ¡justicia!...”. No, amigo lector, no era una víscera de papel con la que se protegía el rostro el Caballero de la Triste Figura antes de entrar en batalla, sino una visera de cartón que había adaptado ingeniosamente a su celada. Y continuó evocando los prolegómenos de la Guerra Civil cuando -según el dicho del poeta- nadie hizo caso al coro de voces que advertía: ¡que viene el lobo!, ¡que viene el lobo!, ¡que viene el lobo!. Y aún añadió: “…los viejos rabadanes que escriben la Historia cerraron todos los póstigos (sic), se hicieron los sordos y se taparon los oídos con cemento…”. Quizá convenga a la tizatleca corregir esa tendencia que tiene a convertir en esdrújulas las palabras llanas y, de paso, rectificar el significado de algunas de ellas. En suma, bien le vendría releer la obra del inmortal bardo zamorano.

¿Quién manda?... ¿no es el pueblo?... ¿no son los ciudadanos?... ¿no es eso la democracia?


*De manera indirecta y utilizando símbolos y circunloquios, López Obrador va prefigurando cómo será su gobierno

*Con la aplicación repetitiva e indiscriminada de las consultas, la República puede ir hacia cualquier tipo de régimen


Las preguntas que formula López Obrador son pertinentes… y hay una razón que las explica. Durante los sexenios precedentes y fuera de todo orden, el poder en México lo han venido compartiendo la clase política y los hombres del dinero. Eso no es lo que mandata la Constitución. Inconforme con la anomalía, el presidente electo se ha propuesto definir -de una vez por todas- los límites de las parcelas que a cada parte corresponde. Mas la cirugía que se precisa para consumar la separación y evitar que el país convulsione durante la operación, requiere de una mano, decidida sí, pero también sutil e inteligente. Empero, la intervención no está siendo delicada ni comedida. Sin anestesia y casi por sorpresa, auxiliado por un desorganizado grupo de ayudantes sin experiencia en los quirófanos, el médico titular se ha valido del tosco machete del autoritarismo como bisturí, en vez de utilizar el fino escalpelo de la diplomacia. Los gritos de queja y dolor son audibles; los afectados amenazan con levantarse de la plancha, huir del hospital sin pagar y demandar la reparación del daño. Y en esas estamos.


ENIGMAS DEL NUEVO RÉGIMEN

El diccionario de la lengua, es cierto, explica la Democracia en los mismos términos elementales como la entiende López Obrador... y como pienso que la entendemos los demás mortales. En ello no hay novedad; así nos fue enseñada en la primaria. Pero… ¿cómo responder a esos planteamientos concretos del presidente electo? Acudir a las definiciones de un manual cualquiera de teoría política nos dejaría en el status impreciso y mentiroso en el que hemos vivido tanto tiempo. Lo procedente -creo- es ubicar las inquisitivas preguntas del tabasqueño en el escenario de las realidades sociales, comerciales, financieras y políticas que, a querer o no, condicionan a México y al mundo. Agotado en definitiva, y quizá para siempre, el sistema que Morena aplastó el 1º de julio pasado, nos coloca en el umbral de un régimen que se anuncia distinto a todo lo anteriormente conocido, así como frente a un nuevo paradigma asociado al cambio -verdadero y profundo- que va a encabezar Andrés Manuel. Y para acometerlo cuenta, amigo lector, con el contundente aval de sus más de treinta millones de votantes.


HACIA UNA DEMOCRACIA CLÁSICA

La Democracia tiene modalidades, matices, variantes y diferentes formas de ser interpretada. Incluso se la adjetiva con todo género de calificativos. Pese a ello, sigue siendo imposible desvirtuar sus principios sin atentar contra su esencia. Cuando eso acontece, deja de serlo; es cualquier cosa -dictadura blanda o dura, da lo mismo-, pero no una Democracia en su concepción original. Aunque el político tergiversador que lo hiciere se disfrace ante sus gobernados de aliado del pueblo, no pasará de ser un vil falsificador. Convengamos pues con los clásicos -y con López Obrador de paso- que la Democracia es “…una forma de gobierno en la que el poder político lo ejercen los ciudadanos y en el que la soberanía reside en el pueblo, directamente o por medio de sus representantes…”. A lo largo de su historia independiente, México nunca ha estado ni siquiera cerca de algo que se asemeje al modelo ateniense de la época de Pericles. Ha habido esporádicas aproximaciones a ese canon de perfección pero, hasta ahora, lo más que hemos conseguido -y no siempre- es que los votos se cuenten con certeza cuando toca elegir autoridades. Mas la Democracia es mucho más que eso y llegará -según Andrés Manuel- con la Cuarta Transformación.


LIMITACIONES DE LA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA

La experiencia que dejó la consulta a que convocó el presidente electo para definir cual alternativa aeroportuaria era la más conveniente para el país, si Texcoco o Sta. Lucía, confirmó -por si alguien lo había olvidado- que quien nos gobernará los siguientes seis años tiene una marcada preferencia por la democracia directa, esa que -vuelvo al diccionario- “…se ejerce por el pueblo sin la mediación de representantes, a través de asambleas vecinales, referéndum o iniciativas ciudadanas…”. El ejercicio probó también que, además de las dificultades operativas que supone entrar en contacto con un universo de noventa millones de opinantes, el tema seleccionado ha de concernir a todos y no solo a una escogida minoría, y que, para esperar una respuesta razonada del consultado, con antelación debe ponerse a su alcance información precisa, equilibrada y neutral. Si las anteriores premisas no se cumplen y si, además, la logística del procedimiento consultivo no se ajusta a reglas mínimas de transparencia y limpieza, entonces se está ante una farsa inaceptable, diseñada con el propósito de encubrir una decisión que todos saben es del convocante, transferida tramposamente a un pueblo impreparado al que se ha mantenido ajeno y desinformado.


PENUMBRAS, RESERVAS Y RECELOS

Ya es perceptible que, en diversos ámbitos de la vida nacional, se esparce y crece la inquietud que provoca el estilo del futuro presidente. La forma como se condujo en el caso del aeropuerto de Texcoco generó temor en personas que, sin formar en las filas de su ejército de incondicionales, votaron por él con el propósito de acabar con la pesadilla priísta y el olvidable capítulo peñanietista con su desbocada corrupción. Las causas de esa embrionaria decepción a que indirectamente aludo son: de una parte, la manera atropellada y opaca como tomó una decisión política que por fuerza tendrá consecuencias económicas de dimensiones aún desconocidas, pero que puede incidir negativamente en la materialización de los programas sociales a los que está comprometido. Y de otra, al sin número de planes que enuncia cada día, sustentados solo en un voluntarismo que -perdónenme sus afines- raya en lo mesiánico. Por otro lado pienso que, si no es unánime sí es mayoritaria la coincidencia con las motivaciones sociales que lo mueven; las dudas surgen cuando se evalúan las posibilidades que tienen de concretarse.


ANTENA NACIONAL

RESBALONES ORATORIOS DE BEATRIZ PAREDES

En su intervención en el Senado de la República para opinar acerca de la tan traída y llevada consulta sobre el aeropuerto, la exgobernadora tlaxcalteca -una de las mas destacadas voces del parlamentarismo mexicano- recordó a León Felipe en algunos fragmentos de su poema “Porqué habla tan alto el español”. A la letra dijo: “…cuando salió por el mundo grotescamente vestido con una lanza rota y una víscera (sic) de papel, aquel estrafalario fantasma, el Quijote de la Mancha, lanzando al viento desaforadamente esta palabra del uso olvidada por los hombres: ¡justicia! ¡justicia! ¡justicia!...”. No, amigo lector, no era una víscera de papel con la que se protegía el rostro el Caballero de la Triste Figura antes de entrar en batalla, sino una visera de cartón que había adaptado ingeniosamente a su celada. Y continuó evocando los prolegómenos de la Guerra Civil cuando -según el dicho del poeta- nadie hizo caso al coro de voces que advertía: ¡que viene el lobo!, ¡que viene el lobo!, ¡que viene el lobo!. Y aún añadió: “…los viejos rabadanes que escriben la Historia cerraron todos los póstigos (sic), se hicieron los sordos y se taparon los oídos con cemento…”. Quizá convenga a la tizatleca corregir esa tendencia que tiene a convertir en esdrújulas las palabras llanas y, de paso, rectificar el significado de algunas de ellas. En suma, bien le vendría releer la obra del inmortal bardo zamorano.