/ lunes 21 de enero de 2019

TIEMPOS DE DEMOCRACIA

La Guardia Nacional, apuesta de alto riesgo que definirá el éxito o el fracaso de la Cuarta Transformación

  • Ha de admitirse, empero, que la policía militarizada era la única alternativa disponible contra la violencia criminal
  • Costará trabajo habituarnos a ver efectivos militares armados por las otrora apacibles calles de nuestras ciudades
  • Confiemos en la lealtad del Ejército y la Marina a la institución republicana… y en el buen juicio de su Jefe Supremo

Tema con múltiples aristas cortantes es este de la Guardia Nacional. Se trata, está claro, de un asunto de trascendencia que afectará -a querer o no- el presente y el futuro de México. A causa de ello, y por no ser sencillo anticipar los efectos de las reformas constitucionales que están en curso para dar un marco legal a la nueva corporación, la opinión pública se encuentra profundamente dividida. De un lado, los directamente perjudicados por la violencia criminal urgen a que se actúe con toda la fuerza del Estado; del otro, los que visualizan con fundada inquietud el riesgo de poner bajo mando militar a las fuerzas encargadas de la seguridad pública, aconsejan proceder cautela. Como se ve, no faltan argumentos a las partes. Analizar con usted, amable lector, las causas de tan extrema polarización es el propósito del presente artículo.


CIRCUNSTANCIA EXCEPCIONAL

Basta leer cualquier periódico, o escuchar cualquier informativo, para comprobar la magnitud de la tragedia que castiga a vastas regiones de México. Son demasiados 200 mil muertos, 300 mil desplazados y 50 mil desaparecidos como para permanecer pasivos. Que a nadie le quepa duda: estamos ante una emergencia nacional, determinada por un hecho irrefutable: en extensas zonas del país, la autoridad civil ha sido suplantada por gentes asociadas a -o miembros de- organizaciones delictivas que imponen su ley sin que haya fuerza del orden capaz de oponérseles. Directo y claro: los poderes del Estado mexicano están -en distinta medida, pero en todos sus niveles- infiltrados por elementos vinculados a las mafias criminales. La situación exige actuar sin demora y -la verdad sea dicha- sólo existe una alternativa viable a la vista.


SOLUCIÓN INEVITABLE

Va para dos años (el 20 de febrero de 2017) que publiqué en este espacio esta reflexión: “…la obra a la que el gobierno debe dedicar -ahora sí de verdad- su mejor esfuerzo es a construir una Policía Nacional capaz de encarar con posibilidades de éxito el combate al crimen. Hablo de una corporación cuyas atribuciones queden diáfanamente definidas en la ley que para ese efecto apruebe el Congreso. Y dada la emergencia que vive el país, el contingente inicial de esa Policía Nacional bien podría integrarse con una selección de efectivos provenientes de las mismas fuerzas armadas, de tal suerte que sea la columna vertebral de la nueva corporación…”. Tiempos eran -cien semanas atrás- en los que gobernaba Peña Nieto, y apenas empezaban a esbozarse los términos en los que iba a desarrollarse la elección presidencial.


ALTERNATIVAS IGNORADAS -1-

En el artículo sugerí que había “…casos a los cuales imitar, como el de los Carabineros de Chile, una institución policial técnica de carácter militar que integra las fuerzas del orden y seguridad de ese país y que se complementa con la Policía de Investigaciones, un órgano que emplea métodos científicos en la investigación criminalística y actúa como coadyuvante del Ministerio Público. Esta policía es de las instituciones más creíbles de ese país hermano. Puede también citarse el de la Guardia Civil española, un instituto armado también de naturaleza militar, dependiente del Ministerio del Interior, cuya misión es proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades de los españoles, además de garantizar la seguridad ciudadana…”. Por ese entonces, AMLO todavía exigía resueltamente la vuelta a los cuarteles de soldados y marinos.


ALTERNATIVAS IGNORADAS -2-

Chile y España no fueron los únicos países a cuyo ejemplo acudí. Apunté también que “…otra fórmula aplicable es la italiana que tiene dos cuerpos de seguridad y orden público, el de la Policía, dependiente del Ministerio del Interior, y el de los Carabinieri, que atiende órdenes del Ministerio de Defensa y tiene un status militar. Ambos tienen definidos sus ámbitos de operación y funcionan coordinadamente. Y está la opción francesa, que divide los asuntos de seguridad entre su Policía Nacional (la Sureté Nationale) y la Gendarmería de Francia. Como se ve, hay variantes y diferentes denominaciones, pero todos los modelos tienen la confianza de la ciudadanía a la que cuidan…”. Cien semanas después, ya como presidente, AMLO varió su postura inicial… y ahora impulsa la creación de una Guardia Nacional. La realidad lo convenció.


EL DISEÑO MEXICANO

El dilema se resolvió ya a favor de la dicha Guardia, la cual se integrará inicialmente con un contingente proveniente de la Policía Militar y de la Policía Naval, al que se sumará el actual de la Policía Federal. Según la ley aprobada por los diputados -que para cubrir las expectativas exigidas “respetuosamente” por el Ejecutivo será adicionada con un transitorio por los senadores- se asume que la naciente corporación será administrativamente dependiente de la Secretaría de Seguridad Pública… pero su operación -por un periodo de cinco años- quedará a cargo de la Secretaría de la Defensa, concretamente de una Junta Militar que, además, reclutará y adiestrará a 50 mil nuevos elementos. Completado el trámite de la normativa en el Congreso de la Unión, la ley pasará a los Congresos de los estados en pos de su aprobación definitiva.


VOTO DE CONFIANZA

Permítaseme aquí una digresión de carácter personal. Mis padres -con sus familias- sufrieron el militarismo represor que usurpó el poder legal en España y lo mantuvo cuarenta años, abatiendo todo vestigio libertario, y persiguiendo, encarcelando y ajusticiando a los disidentes republicanos. Crecí y me hice adulto oyendo narraciones de esos horrores. Confieso pues que ni política ni intelectualmente me reconozco respaldando una fuerza policíaca con predominancia militar. Lo hago, empero, por estar convencido de que para detener la violencia, México, hoy por hoy, no tiene otra salida que la participación regulada de sus fuerzas armadas en funciones de seguridad interior. Confiemos en la lealtad del Ejército y la Marina a las instituciones de la República, y en la del ciudadano Presidente, su Jefe Supremo. No tenemos de otra.


LA DISCIPLINA MILITAR… VISTA DE CERCA

A este opinador le tocó ver soldados patrullando la Ciudad de México. La protegían -según Díaz Ordaz- de estudiantes conjurados contra su gobierno. Fue en 1968, en los días previos al 2 de octubre. Presencié, entre otras, la siguiente escena: en Insurgentes un retén detuvo a los automovilistas que circulábamos por esa arteria de la capital. Nos pidieron bajar de los vehículos y mostrar documentación identificatoria. A un joven -al que conocía por ser mi vecino- se le ocurrió chancear con el oficial a cargo y, en broma, le dio una tarjeta de visita. La respuesta fue un culatazo en la boca que lo dejó sin dientes y, acto seguido, lo subieron a un camión del Ejército. Luego supimos que se lo habían llevado al Campo Militar Nº1, donde lo tuvieron incomunicado hasta terminada la Olimpiada. La disciplina militar, amigo lector, no admite juegos.

P.D. Aunque en Tlaxcala la inseguridad se mantiene dentro de parámetros razonablemente bajos, la presencia de la Guardia Nacional tranquilizará a la población y espantará a los malandrines. Su verdadera chamba, sin embargo, está en otras entidades federativas.

La Guardia Nacional, apuesta de alto riesgo que definirá el éxito o el fracaso de la Cuarta Transformación

  • Ha de admitirse, empero, que la policía militarizada era la única alternativa disponible contra la violencia criminal
  • Costará trabajo habituarnos a ver efectivos militares armados por las otrora apacibles calles de nuestras ciudades
  • Confiemos en la lealtad del Ejército y la Marina a la institución republicana… y en el buen juicio de su Jefe Supremo

Tema con múltiples aristas cortantes es este de la Guardia Nacional. Se trata, está claro, de un asunto de trascendencia que afectará -a querer o no- el presente y el futuro de México. A causa de ello, y por no ser sencillo anticipar los efectos de las reformas constitucionales que están en curso para dar un marco legal a la nueva corporación, la opinión pública se encuentra profundamente dividida. De un lado, los directamente perjudicados por la violencia criminal urgen a que se actúe con toda la fuerza del Estado; del otro, los que visualizan con fundada inquietud el riesgo de poner bajo mando militar a las fuerzas encargadas de la seguridad pública, aconsejan proceder cautela. Como se ve, no faltan argumentos a las partes. Analizar con usted, amable lector, las causas de tan extrema polarización es el propósito del presente artículo.


CIRCUNSTANCIA EXCEPCIONAL

Basta leer cualquier periódico, o escuchar cualquier informativo, para comprobar la magnitud de la tragedia que castiga a vastas regiones de México. Son demasiados 200 mil muertos, 300 mil desplazados y 50 mil desaparecidos como para permanecer pasivos. Que a nadie le quepa duda: estamos ante una emergencia nacional, determinada por un hecho irrefutable: en extensas zonas del país, la autoridad civil ha sido suplantada por gentes asociadas a -o miembros de- organizaciones delictivas que imponen su ley sin que haya fuerza del orden capaz de oponérseles. Directo y claro: los poderes del Estado mexicano están -en distinta medida, pero en todos sus niveles- infiltrados por elementos vinculados a las mafias criminales. La situación exige actuar sin demora y -la verdad sea dicha- sólo existe una alternativa viable a la vista.


SOLUCIÓN INEVITABLE

Va para dos años (el 20 de febrero de 2017) que publiqué en este espacio esta reflexión: “…la obra a la que el gobierno debe dedicar -ahora sí de verdad- su mejor esfuerzo es a construir una Policía Nacional capaz de encarar con posibilidades de éxito el combate al crimen. Hablo de una corporación cuyas atribuciones queden diáfanamente definidas en la ley que para ese efecto apruebe el Congreso. Y dada la emergencia que vive el país, el contingente inicial de esa Policía Nacional bien podría integrarse con una selección de efectivos provenientes de las mismas fuerzas armadas, de tal suerte que sea la columna vertebral de la nueva corporación…”. Tiempos eran -cien semanas atrás- en los que gobernaba Peña Nieto, y apenas empezaban a esbozarse los términos en los que iba a desarrollarse la elección presidencial.


ALTERNATIVAS IGNORADAS -1-

En el artículo sugerí que había “…casos a los cuales imitar, como el de los Carabineros de Chile, una institución policial técnica de carácter militar que integra las fuerzas del orden y seguridad de ese país y que se complementa con la Policía de Investigaciones, un órgano que emplea métodos científicos en la investigación criminalística y actúa como coadyuvante del Ministerio Público. Esta policía es de las instituciones más creíbles de ese país hermano. Puede también citarse el de la Guardia Civil española, un instituto armado también de naturaleza militar, dependiente del Ministerio del Interior, cuya misión es proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades de los españoles, además de garantizar la seguridad ciudadana…”. Por ese entonces, AMLO todavía exigía resueltamente la vuelta a los cuarteles de soldados y marinos.


ALTERNATIVAS IGNORADAS -2-

Chile y España no fueron los únicos países a cuyo ejemplo acudí. Apunté también que “…otra fórmula aplicable es la italiana que tiene dos cuerpos de seguridad y orden público, el de la Policía, dependiente del Ministerio del Interior, y el de los Carabinieri, que atiende órdenes del Ministerio de Defensa y tiene un status militar. Ambos tienen definidos sus ámbitos de operación y funcionan coordinadamente. Y está la opción francesa, que divide los asuntos de seguridad entre su Policía Nacional (la Sureté Nationale) y la Gendarmería de Francia. Como se ve, hay variantes y diferentes denominaciones, pero todos los modelos tienen la confianza de la ciudadanía a la que cuidan…”. Cien semanas después, ya como presidente, AMLO varió su postura inicial… y ahora impulsa la creación de una Guardia Nacional. La realidad lo convenció.


EL DISEÑO MEXICANO

El dilema se resolvió ya a favor de la dicha Guardia, la cual se integrará inicialmente con un contingente proveniente de la Policía Militar y de la Policía Naval, al que se sumará el actual de la Policía Federal. Según la ley aprobada por los diputados -que para cubrir las expectativas exigidas “respetuosamente” por el Ejecutivo será adicionada con un transitorio por los senadores- se asume que la naciente corporación será administrativamente dependiente de la Secretaría de Seguridad Pública… pero su operación -por un periodo de cinco años- quedará a cargo de la Secretaría de la Defensa, concretamente de una Junta Militar que, además, reclutará y adiestrará a 50 mil nuevos elementos. Completado el trámite de la normativa en el Congreso de la Unión, la ley pasará a los Congresos de los estados en pos de su aprobación definitiva.


VOTO DE CONFIANZA

Permítaseme aquí una digresión de carácter personal. Mis padres -con sus familias- sufrieron el militarismo represor que usurpó el poder legal en España y lo mantuvo cuarenta años, abatiendo todo vestigio libertario, y persiguiendo, encarcelando y ajusticiando a los disidentes republicanos. Crecí y me hice adulto oyendo narraciones de esos horrores. Confieso pues que ni política ni intelectualmente me reconozco respaldando una fuerza policíaca con predominancia militar. Lo hago, empero, por estar convencido de que para detener la violencia, México, hoy por hoy, no tiene otra salida que la participación regulada de sus fuerzas armadas en funciones de seguridad interior. Confiemos en la lealtad del Ejército y la Marina a las instituciones de la República, y en la del ciudadano Presidente, su Jefe Supremo. No tenemos de otra.


LA DISCIPLINA MILITAR… VISTA DE CERCA

A este opinador le tocó ver soldados patrullando la Ciudad de México. La protegían -según Díaz Ordaz- de estudiantes conjurados contra su gobierno. Fue en 1968, en los días previos al 2 de octubre. Presencié, entre otras, la siguiente escena: en Insurgentes un retén detuvo a los automovilistas que circulábamos por esa arteria de la capital. Nos pidieron bajar de los vehículos y mostrar documentación identificatoria. A un joven -al que conocía por ser mi vecino- se le ocurrió chancear con el oficial a cargo y, en broma, le dio una tarjeta de visita. La respuesta fue un culatazo en la boca que lo dejó sin dientes y, acto seguido, lo subieron a un camión del Ejército. Luego supimos que se lo habían llevado al Campo Militar Nº1, donde lo tuvieron incomunicado hasta terminada la Olimpiada. La disciplina militar, amigo lector, no admite juegos.

P.D. Aunque en Tlaxcala la inseguridad se mantiene dentro de parámetros razonablemente bajos, la presencia de la Guardia Nacional tranquilizará a la población y espantará a los malandrines. Su verdadera chamba, sin embargo, está en otras entidades federativas.