/ lunes 11 de febrero de 2019

Tiempos de Democracia

A poco más de dos meses de gestión, López Obrador reafirma su compulsión centralizadora y autoritaria

  • Con la entrega directa de dinero a beneficiarios de programas sociales, ensancha y consolida sus bases electorales
  • Crece el riesgo de que -por aclamación popular- se esté ya gestando la 2da. reelección de la era postrevolucionaria
  • Álvarez Lima, integrado al grupo a cargo de la estrategia de información y propaganda del régimen lopezobradorista

El 1º de julio pasado López Obrador captó 30 millones de sufragios, cifra equivalente al 53% de la votación emitida en aquellos trascendentales comicios. Su triunfo no fue sorpresivo; venía perfilándose de meses atrás. No obstante, pocos fueron los que anticiparon que esa aplastante mayoría le otorgaría una legitimidad potentísima que le ha conferido un poder sin precedente... y sin contrapesos. La gran victoria morenista significó, de paso, el virtual aniquilamiento político del PRI y del PAN, los dos partidos más antiguos del país. Mas lo anterior es historia; lo actual, lo de hoy, es el asombroso 86% de aprobación que le atribuye la más reciente encuesta nacional de opinión. Aunque son muchos y diversos los motivos de tamaña aceptación, uno es en mi criterio el que mejor engloba a todos: su acierto de poner a diario el acento en convencernos de que, política, social y económicamente, el país se manejó conforme a un orden de prioridades centrado en privilegiar la bonanza de los menos a costa de la pobreza de los más. Y ahí están los datos duros que prueban la lacerante desigualdad resultante.

Propuestas para paliar la marginación

No puede negarse que los planes de gobierno de Andrés Manuel representan un retroceso en el tiempo, una vuelta a épocas que se pensaban superadas. Y sí, en efecto, dan la sensación de mirar hacia atrás. Se trata de una regresión que el tabasqueño piensa necesaria para tender la mano a esa masa enorme de mexicanos rezagados del Sur-Sureste que no pudieron, o no supieron, o no los dejaron participar de los beneficios de ese esquema neoliberal -versión prianista- que trastornó el ritmo de crecimiento que traía el país, y al que se responsabiliza con razón de las múltiples contrahechuras y desequilibrios regionales que observa la economía mexicana. Se entiende que el objetivo del presidente es remolcar a toda esa gente hacia un presente distinto que les abra las puertas de la educación, la salud y, en suma, del progreso y el bienestar. Por eso los programas asistenciales -signo distintivo de esta Cuarta Transformación- y por eso también los proyectos de desarrollo que impulsa, como revivir a Petróleos Mexicanos, rehabilitar refinerías y construir el ferrocarril del Istmo de Tehuantepec y el Maya.

Publicidad, propaganda… y cercanía con la gente

Consumar tan ambiciosas políticas públicas requiere del acrecentamiento constante de su clientela electoral -base de su legitimidad-, así como de la incondicionalidad religiosa de sus seguidores. López Obrador -recordémoslo- no encabeza un partido en el sentido clásico del término; Morena es un movimiento social recién creado, heterogéneo y dispar, que para mantenerse unido y en pie precisa de la presencia y cercanía de su líder, de su inflamada oratoria… y de la concreción de las ayudas prometidas. Para cumplir con esa misión, al presidente le es indispensable un manejo de la comunicación eficaz, leal a su persona, identificada con sus objetivos y, llegado el caso, capaz de separar las voces críticas que disientan, no tanto de sus metas como de sus métodos. El instinto de Andrés Manuel le hace intuir que los medios están en manos de sus adversarios naturales y que, aunque hoy se muestren obsecuentes, mañana quien sabe. Por eso le urge fortalecer y desarrollar los medios propios del estado, para que le sean útiles no sólo informativamente sino, sobre todo, como mecanismos de propaganda.

La pulsión reeleccionista, esa que ha afectado -en mayor o menor grado- a todos los presidentes de México

Durante la recordación en Querétaro de la promulgación de la Constitución General de la República, López Obrador esbozó la posibilidad de que, hacia el final del sexenio, se convoque a una asamblea constituyente. Y habló -si bien refiriéndose a Estados Unidos- de la excesiva brevedad del mandato presidencial de cuatro años, atenuada -reconoció- por la reelección de hasta por un periodo adicional. En México, como se sabe, está en proceso de discusión la reglamentación de la consulta pública y, sí, amable lector, de la revocación del mandato. En distintas entregas he manifestado que el mayor riesgo que afrontará en los próximos años la democracia mexicana lo representa la tentación reeleccionista que -es una suposición- alberga en su fuero íntimo Andrés Manuel, y que emergerá si a semejante despropósito lo induce el pueblo sabio y soberano. En ese orden de ideas, y habida cuenta su potencial propagandístico, habrá que estar atento al funcionamiento de los órganos de comunicación propiedad del estado… y a la orientación ideológica que le impriman sus nuevos directores.

Los medios del Estado… y sus nuevos responsables

Uno de esos medios es el Canal 11, cuya dirección confió el Presidente de la República a José Antonio Álvarez Lima. Trátase de un espacio -el de la televisión- que el ex gobernador de Tlaxcala conoce bien, como director que fue del Canal 13 cuando era propiedad del Estado. En la misma conferencia en que nombró a Álvarez Lima, López Obrador designó también a Fernando Coca al frente del Canal 14; a Armando Casas, del Canal 22; a Jenaro Villamil, del Sistema Público de Radiodifusión del Estado; a Sanjuana Martínez, de Notimex; a Gabriel Sosa, de Radio Educación; a Aleida Calleja, del Instituto Mexicano de la Radio, y a Rodolfo González, de RTC. Los designados tienen bien acreditada su experiencia y, aunque con distintos grados de radicalidad, todos comparten el espíritu progresista del primer mandatario de la Nación y coinciden en líneas generales con su ideario. Empero, no puede dejar de señalarse el desafío que para cada uno supone compatibilizar la conveniencia política de su jefe con el perfil abierto y esencialmente democrático exigible a los medios de comunicación del Estado mexicano.

ANTENA NACIONAL

En puerta, una oleada de alzas salariales

Hay que seguir con cuidado la evolución de los conflictos que las últimas semanas sacudieron las relaciones obrero-patronales de numerosas fábricas maquiladoras instaladas en Matamoros. Las repentinas y aparentemente desproporcionadas demandas salariales de sus empleados ya han sido aceptadas por las empresas que, en principio, habían amenazado con el cierre de sus plantas. Empero, acabaron por aceptar sus exigencias, en tácito reconocimiento de la exigüidad de las remuneraciones con que compensaban a sus trabajadores. A la vista del arreglo que tuvo el asunto, no debe descartarse la posibilidad de que ese movimiento laboral reivindicativo, nacido en la frontera Norte, reproduzca inquietudes análogas por todo el territorio nacional. Así pues, ante la preocupante dimensión que puede llegar a cobrar el fenómeno resulta imperativo indagar en las causas que lo provocaron. Aventuro tres: 1) el alza al doble de los salarios mínimos, decretada por el gobierno de López Obrador para toda la faja fronteriza; 2) el efecto espejo de los acuerdos contenidos en el nuevo tratado con USA y Canadá, que obliga a equiparar los ingresos de nuestros trabajadores de la rama automotriz con los que perciben sus homólogos en los países socios, so pena de modificar a la baja la proporción convenida de partes nacionales en la fabricación de vehículos y, finalmente, 3) la histórica y terriblemente injusta forma como, en México, se reparten los beneficios de la producción entre sus dos únicos factores: el capital y el trabajo.

A poco más de dos meses de gestión, López Obrador reafirma su compulsión centralizadora y autoritaria

  • Con la entrega directa de dinero a beneficiarios de programas sociales, ensancha y consolida sus bases electorales
  • Crece el riesgo de que -por aclamación popular- se esté ya gestando la 2da. reelección de la era postrevolucionaria
  • Álvarez Lima, integrado al grupo a cargo de la estrategia de información y propaganda del régimen lopezobradorista

El 1º de julio pasado López Obrador captó 30 millones de sufragios, cifra equivalente al 53% de la votación emitida en aquellos trascendentales comicios. Su triunfo no fue sorpresivo; venía perfilándose de meses atrás. No obstante, pocos fueron los que anticiparon que esa aplastante mayoría le otorgaría una legitimidad potentísima que le ha conferido un poder sin precedente... y sin contrapesos. La gran victoria morenista significó, de paso, el virtual aniquilamiento político del PRI y del PAN, los dos partidos más antiguos del país. Mas lo anterior es historia; lo actual, lo de hoy, es el asombroso 86% de aprobación que le atribuye la más reciente encuesta nacional de opinión. Aunque son muchos y diversos los motivos de tamaña aceptación, uno es en mi criterio el que mejor engloba a todos: su acierto de poner a diario el acento en convencernos de que, política, social y económicamente, el país se manejó conforme a un orden de prioridades centrado en privilegiar la bonanza de los menos a costa de la pobreza de los más. Y ahí están los datos duros que prueban la lacerante desigualdad resultante.

Propuestas para paliar la marginación

No puede negarse que los planes de gobierno de Andrés Manuel representan un retroceso en el tiempo, una vuelta a épocas que se pensaban superadas. Y sí, en efecto, dan la sensación de mirar hacia atrás. Se trata de una regresión que el tabasqueño piensa necesaria para tender la mano a esa masa enorme de mexicanos rezagados del Sur-Sureste que no pudieron, o no supieron, o no los dejaron participar de los beneficios de ese esquema neoliberal -versión prianista- que trastornó el ritmo de crecimiento que traía el país, y al que se responsabiliza con razón de las múltiples contrahechuras y desequilibrios regionales que observa la economía mexicana. Se entiende que el objetivo del presidente es remolcar a toda esa gente hacia un presente distinto que les abra las puertas de la educación, la salud y, en suma, del progreso y el bienestar. Por eso los programas asistenciales -signo distintivo de esta Cuarta Transformación- y por eso también los proyectos de desarrollo que impulsa, como revivir a Petróleos Mexicanos, rehabilitar refinerías y construir el ferrocarril del Istmo de Tehuantepec y el Maya.

Publicidad, propaganda… y cercanía con la gente

Consumar tan ambiciosas políticas públicas requiere del acrecentamiento constante de su clientela electoral -base de su legitimidad-, así como de la incondicionalidad religiosa de sus seguidores. López Obrador -recordémoslo- no encabeza un partido en el sentido clásico del término; Morena es un movimiento social recién creado, heterogéneo y dispar, que para mantenerse unido y en pie precisa de la presencia y cercanía de su líder, de su inflamada oratoria… y de la concreción de las ayudas prometidas. Para cumplir con esa misión, al presidente le es indispensable un manejo de la comunicación eficaz, leal a su persona, identificada con sus objetivos y, llegado el caso, capaz de separar las voces críticas que disientan, no tanto de sus metas como de sus métodos. El instinto de Andrés Manuel le hace intuir que los medios están en manos de sus adversarios naturales y que, aunque hoy se muestren obsecuentes, mañana quien sabe. Por eso le urge fortalecer y desarrollar los medios propios del estado, para que le sean útiles no sólo informativamente sino, sobre todo, como mecanismos de propaganda.

La pulsión reeleccionista, esa que ha afectado -en mayor o menor grado- a todos los presidentes de México

Durante la recordación en Querétaro de la promulgación de la Constitución General de la República, López Obrador esbozó la posibilidad de que, hacia el final del sexenio, se convoque a una asamblea constituyente. Y habló -si bien refiriéndose a Estados Unidos- de la excesiva brevedad del mandato presidencial de cuatro años, atenuada -reconoció- por la reelección de hasta por un periodo adicional. En México, como se sabe, está en proceso de discusión la reglamentación de la consulta pública y, sí, amable lector, de la revocación del mandato. En distintas entregas he manifestado que el mayor riesgo que afrontará en los próximos años la democracia mexicana lo representa la tentación reeleccionista que -es una suposición- alberga en su fuero íntimo Andrés Manuel, y que emergerá si a semejante despropósito lo induce el pueblo sabio y soberano. En ese orden de ideas, y habida cuenta su potencial propagandístico, habrá que estar atento al funcionamiento de los órganos de comunicación propiedad del estado… y a la orientación ideológica que le impriman sus nuevos directores.

Los medios del Estado… y sus nuevos responsables

Uno de esos medios es el Canal 11, cuya dirección confió el Presidente de la República a José Antonio Álvarez Lima. Trátase de un espacio -el de la televisión- que el ex gobernador de Tlaxcala conoce bien, como director que fue del Canal 13 cuando era propiedad del Estado. En la misma conferencia en que nombró a Álvarez Lima, López Obrador designó también a Fernando Coca al frente del Canal 14; a Armando Casas, del Canal 22; a Jenaro Villamil, del Sistema Público de Radiodifusión del Estado; a Sanjuana Martínez, de Notimex; a Gabriel Sosa, de Radio Educación; a Aleida Calleja, del Instituto Mexicano de la Radio, y a Rodolfo González, de RTC. Los designados tienen bien acreditada su experiencia y, aunque con distintos grados de radicalidad, todos comparten el espíritu progresista del primer mandatario de la Nación y coinciden en líneas generales con su ideario. Empero, no puede dejar de señalarse el desafío que para cada uno supone compatibilizar la conveniencia política de su jefe con el perfil abierto y esencialmente democrático exigible a los medios de comunicación del Estado mexicano.

ANTENA NACIONAL

En puerta, una oleada de alzas salariales

Hay que seguir con cuidado la evolución de los conflictos que las últimas semanas sacudieron las relaciones obrero-patronales de numerosas fábricas maquiladoras instaladas en Matamoros. Las repentinas y aparentemente desproporcionadas demandas salariales de sus empleados ya han sido aceptadas por las empresas que, en principio, habían amenazado con el cierre de sus plantas. Empero, acabaron por aceptar sus exigencias, en tácito reconocimiento de la exigüidad de las remuneraciones con que compensaban a sus trabajadores. A la vista del arreglo que tuvo el asunto, no debe descartarse la posibilidad de que ese movimiento laboral reivindicativo, nacido en la frontera Norte, reproduzca inquietudes análogas por todo el territorio nacional. Así pues, ante la preocupante dimensión que puede llegar a cobrar el fenómeno resulta imperativo indagar en las causas que lo provocaron. Aventuro tres: 1) el alza al doble de los salarios mínimos, decretada por el gobierno de López Obrador para toda la faja fronteriza; 2) el efecto espejo de los acuerdos contenidos en el nuevo tratado con USA y Canadá, que obliga a equiparar los ingresos de nuestros trabajadores de la rama automotriz con los que perciben sus homólogos en los países socios, so pena de modificar a la baja la proporción convenida de partes nacionales en la fabricación de vehículos y, finalmente, 3) la histórica y terriblemente injusta forma como, en México, se reparten los beneficios de la producción entre sus dos únicos factores: el capital y el trabajo.