/ lunes 13 de mayo de 2019

TIEMPOS DE DEMOCRACIA

El Distribuidor Vial El Molinito

Ahí donde se intersectan las carreteras de Tlaxcala, Santa Ana y Apizaco, en uno de los nudos camineros más transitados y peligrosos del país, la administración del gobernador Marco Mena decidió llevar al cabo la mayor y más compleja obra de ingeniería civil jamás realizada en el estado.

Si como es probable, amable lector, ha tenido usted que transitar por esas tres concurridísimas vías de comunicación durante el periodo de construcción de ese magno distribuidor, entonces tuvo ya por fuerza que haber padecido las inevitables molestias que tal clase de trabajos ocasionan. Al avanzar con lentitud y no sin riesgo por las rutas alternas habilitadas para librar las áreas conflictuadas, seguramente se habrá preguntado si el radical rediseño de la extensa demarcación afectada no habría ameritado un análisis -previo y quizá más concienzudo- del trazo y adecuación de los caminos provisionales dispuestos para el desahogo del intenso flujo vehicular que atraviesa la -llamémosla así- zona cero. No me siento en modo alguno ajeno al tema, pues circulo entre Tlaxcala y Apizaco -y ocasionalmente también hasta Santa Ana- por lo menos una vez a la semana, en uno y en otro sentido. Por tanto, soy uno de los miles de tlaxcaltecas que pueden dar testimonio -sufrido y pormenorizado- del desarrollo de las actividades, desde su arranque a fines de noviembre de 2018 a la fecha. Tengo, no obstante, la certeza de que las horas perdidas por quienes tienen que afrontar el diario, tortuoso y dilatado trayecto hasta sus lugares de trabajo se verán de sobra recompensadas por la seguridad y economía de tiempo que les va a proporcionar esa obra grandiosa… una vez que esté terminada.

OBRA INAPLAZABLE POR MIL RAZONES

Por mi formación profesional -ingeniero civil por la UNAM- con alguna experiencia caminera en mi hoja curricular, creo poder opinar al respecto. A la dicha obra se la conoce como el Distribuidor Vial pero es, dadas sus dimensiones, mucho más que un simple ordenador de circulación de vehículos. El de El Molinito es -sin hipérbole ninguna- uno de los cruces carreteros más complejos del país; en él confluyen automóviles, autobuses de pasajeros y autotransportes de carga de las más variadas características, provenientes de -y con destino a- todos los puntos cardinales de la República. Su cifra impresiona: son 70 mil los automotores que diariamente convergen en ese punto de nuestra geografía, por rutas cuya fluidez -sobra decirlo- es vital para la economía local y también, claro, para el traslado de mercancías a todo México. A decir verdad, asombra que durante tanto tiempo se haya podido desahogar tal cantidad de vehículos por carreteras y puentes viejos cuyas adecuaciones posteriores estuvieron regidas por la inmediatez, la provisionalidad y la prisa, sin atender a una debida planeación técnica, con cero visión de futuro y sin considerar las normas más elementales de seguridad. La conurbación indetenible y sin regulación de los innumerables pueblos y colonias existentes entre Tlaxcala, Apizaco y Santa Ana, su natural crecimiento demográfico y el incesante incremento de la vida comercial acabaron por arrojar a la obsolescencia esas arterias anquilosadas por las que por décadas fluyó el palpitar de la entidad.

  • Es, en suma, un desafío cuyo grado de dificultad me temo que se acentuará en la ya inminente temporada de lluvias, cuando aún se tienen terraplenes sin consolidar, cortes por completar y contenciones por levantar.

EFICIENCIA Y AUSTERIDAD ADMINISTRATIVA, FÓRMULA PARA RESOLVER SU FINANCIAMIENTO

En cumplimiento a lo dispuesto por el Plan Estatal de Desarrollo, el gobernador Marco Mena acometió una obra tan fundamental, cara y necesaria como técnicamente difícil de materializar. Pese a que las fatigas y contrariedades que su construcción ocasionaría a la ciudadanía podrían alimentar la inconformidad social, el gobernador asumió el riesgo y decidió que, sin más dilaciones, se diera solución a un cuello de botella que estaba trabando el desarrollo y crecimiento del estado y que, adicionalmente, era la causa conocida de innumerables accidentes. Y echó para delante con la idea, pero no sólo poniéndole paños calientes al problema, sino atacándolo a fondo con una gran obra que beneficiará a varias generaciones de tlaxcaltecas. Como reconocido experto que es en administración pública, el mandatario fue consciente desde el principio que, para hacer frente a la ingente cantidad de recursos que exigiría el Distribuidor Vial debería, primero, realizar ajustes al gasto corriente de su gobierno y, segundo, eliminar de su presupuesto toda erogación superflua. El fin de ese doble esfuerzo de eficiencia y austeridad era lograr -como se logró- un ahorro que a su vez permitiera, sin endeudarse, fondear el costo de los trabajos. Hizo ambas cosas, y por eso no fue sino hasta avanzado el segundo año de su gestión cuando -asegurado su financiamiento- ordenó el inicio de una construcción que demandará una inversión estatal de 520 millones de pesos, complementada con 200 adicionales que se confía aporte el gobierno federal.

CONSTRUIR BIEN, PRONTO… Y SIN INTERRUMPIR EL TRÁNSITO

Me centro ahora en las complicaciones del proyecto, y en su enredadísima ejecución. Si se me permite el símil quirúrgico, no se trataba de un simple cateterismo que proporcionara alivio transitorio a las arterias obstruidas; lo que el cirujano se propuso -léase lo que el gobernador dispuso- fue la sustitución total de un sistema circulatorio esclerotizado y en riesgo permanente de colapso, cambiándolo por uno nuevo, de funcionalidad, duración y seguridad garantizadas. El esquema no estaba exento de riesgos en razón de que, por la singularidad topográfica del lugar, no era viable crear una red alternativa de caminos provisionales que facilitara el tránsito mientras durase la compleja y larga operación. Así las cosas, los técnicos a cargo se tuvieron que inventar cambiantes by-pass circulatorios para no interrumpir la continuidad -ni por un día, ni por unas horas- del paso de vehículos, so pena de provocar un caos social y económico en la región. Mas siendo muchas, esas no han sido las únicas dificultades; las de orden técnico que plantea la erección del Distribuidor Vial superan lo descrito. Sígame usted por favor.

UNA OBRA DE PRIMER MUNDO… EN TLAXCALA

Hasta ahora le he hablado de una obra cuando en realidad se trata de más de seis o siete distintas, entrelazadas unas con otras de modo que basta que una se retrase o experimente alguna contingencia para que todas se vean afectadas. En ese contexto, cobra la mayor relevancia definir con tino la secuencia de los cientos de diferentes actividades que integran el programa completo de Distribuidor. Se trata de una ecuación de infinitas variables que para su solución demanda el concurso de grupos multidisciplinarios al comando de expertos de primera división. Hay que mover hombres y maquinaria de forma sincrónica dentro de la zona cero, a sabiendas de que cualquier error incide en sobrecostos y tiempos perdidos. Es, en suma, un desafío cuyo grado de dificultad me temo que se acentuará en la ya inminente temporada de lluvias, cuando aún se tienen terraplenes sin consolidar, cortes por completar y contenciones por levantar. De ese tamaño es la responsabilidad del gobernador Marco Mena y del titular de la SECODUVI Francisco Javier Romero Ahuatzi. Y de esa misma magnitud será su satisfacción cuando entreguen hacia fines de año esa notable obra que la ciudadanía espera con paciencia y resignación digna reconocimiento.

CIVILIDAD EJEMPLAR

No obstante los severos inconvenientes que aquejan a la gente en sus traslados entre las principales ciudades de la entidad, quiero señalar la sensatez y buenos modos que han observado la inmensa mayoría de los conductores. No han faltado las excepciones que, al contravenir el orden espontánea y colectivamente aceptado, no hacen sino confirmar que en toda sociedad existen los siempre inevitables cafres. De entre ellos hay que destacar a los choferes de ATAH, la línea camionera local que se caracteriza por la desaprensión de sus operarios. ¿No podrían los permisionarios poner inspectores que vigilen los desmanes de sus empleados, por lo menos en los puntos críticos de la zona cero?


El Distribuidor Vial El Molinito

Ahí donde se intersectan las carreteras de Tlaxcala, Santa Ana y Apizaco, en uno de los nudos camineros más transitados y peligrosos del país, la administración del gobernador Marco Mena decidió llevar al cabo la mayor y más compleja obra de ingeniería civil jamás realizada en el estado.

Si como es probable, amable lector, ha tenido usted que transitar por esas tres concurridísimas vías de comunicación durante el periodo de construcción de ese magno distribuidor, entonces tuvo ya por fuerza que haber padecido las inevitables molestias que tal clase de trabajos ocasionan. Al avanzar con lentitud y no sin riesgo por las rutas alternas habilitadas para librar las áreas conflictuadas, seguramente se habrá preguntado si el radical rediseño de la extensa demarcación afectada no habría ameritado un análisis -previo y quizá más concienzudo- del trazo y adecuación de los caminos provisionales dispuestos para el desahogo del intenso flujo vehicular que atraviesa la -llamémosla así- zona cero. No me siento en modo alguno ajeno al tema, pues circulo entre Tlaxcala y Apizaco -y ocasionalmente también hasta Santa Ana- por lo menos una vez a la semana, en uno y en otro sentido. Por tanto, soy uno de los miles de tlaxcaltecas que pueden dar testimonio -sufrido y pormenorizado- del desarrollo de las actividades, desde su arranque a fines de noviembre de 2018 a la fecha. Tengo, no obstante, la certeza de que las horas perdidas por quienes tienen que afrontar el diario, tortuoso y dilatado trayecto hasta sus lugares de trabajo se verán de sobra recompensadas por la seguridad y economía de tiempo que les va a proporcionar esa obra grandiosa… una vez que esté terminada.

OBRA INAPLAZABLE POR MIL RAZONES

Por mi formación profesional -ingeniero civil por la UNAM- con alguna experiencia caminera en mi hoja curricular, creo poder opinar al respecto. A la dicha obra se la conoce como el Distribuidor Vial pero es, dadas sus dimensiones, mucho más que un simple ordenador de circulación de vehículos. El de El Molinito es -sin hipérbole ninguna- uno de los cruces carreteros más complejos del país; en él confluyen automóviles, autobuses de pasajeros y autotransportes de carga de las más variadas características, provenientes de -y con destino a- todos los puntos cardinales de la República. Su cifra impresiona: son 70 mil los automotores que diariamente convergen en ese punto de nuestra geografía, por rutas cuya fluidez -sobra decirlo- es vital para la economía local y también, claro, para el traslado de mercancías a todo México. A decir verdad, asombra que durante tanto tiempo se haya podido desahogar tal cantidad de vehículos por carreteras y puentes viejos cuyas adecuaciones posteriores estuvieron regidas por la inmediatez, la provisionalidad y la prisa, sin atender a una debida planeación técnica, con cero visión de futuro y sin considerar las normas más elementales de seguridad. La conurbación indetenible y sin regulación de los innumerables pueblos y colonias existentes entre Tlaxcala, Apizaco y Santa Ana, su natural crecimiento demográfico y el incesante incremento de la vida comercial acabaron por arrojar a la obsolescencia esas arterias anquilosadas por las que por décadas fluyó el palpitar de la entidad.

  • Es, en suma, un desafío cuyo grado de dificultad me temo que se acentuará en la ya inminente temporada de lluvias, cuando aún se tienen terraplenes sin consolidar, cortes por completar y contenciones por levantar.

EFICIENCIA Y AUSTERIDAD ADMINISTRATIVA, FÓRMULA PARA RESOLVER SU FINANCIAMIENTO

En cumplimiento a lo dispuesto por el Plan Estatal de Desarrollo, el gobernador Marco Mena acometió una obra tan fundamental, cara y necesaria como técnicamente difícil de materializar. Pese a que las fatigas y contrariedades que su construcción ocasionaría a la ciudadanía podrían alimentar la inconformidad social, el gobernador asumió el riesgo y decidió que, sin más dilaciones, se diera solución a un cuello de botella que estaba trabando el desarrollo y crecimiento del estado y que, adicionalmente, era la causa conocida de innumerables accidentes. Y echó para delante con la idea, pero no sólo poniéndole paños calientes al problema, sino atacándolo a fondo con una gran obra que beneficiará a varias generaciones de tlaxcaltecas. Como reconocido experto que es en administración pública, el mandatario fue consciente desde el principio que, para hacer frente a la ingente cantidad de recursos que exigiría el Distribuidor Vial debería, primero, realizar ajustes al gasto corriente de su gobierno y, segundo, eliminar de su presupuesto toda erogación superflua. El fin de ese doble esfuerzo de eficiencia y austeridad era lograr -como se logró- un ahorro que a su vez permitiera, sin endeudarse, fondear el costo de los trabajos. Hizo ambas cosas, y por eso no fue sino hasta avanzado el segundo año de su gestión cuando -asegurado su financiamiento- ordenó el inicio de una construcción que demandará una inversión estatal de 520 millones de pesos, complementada con 200 adicionales que se confía aporte el gobierno federal.

CONSTRUIR BIEN, PRONTO… Y SIN INTERRUMPIR EL TRÁNSITO

Me centro ahora en las complicaciones del proyecto, y en su enredadísima ejecución. Si se me permite el símil quirúrgico, no se trataba de un simple cateterismo que proporcionara alivio transitorio a las arterias obstruidas; lo que el cirujano se propuso -léase lo que el gobernador dispuso- fue la sustitución total de un sistema circulatorio esclerotizado y en riesgo permanente de colapso, cambiándolo por uno nuevo, de funcionalidad, duración y seguridad garantizadas. El esquema no estaba exento de riesgos en razón de que, por la singularidad topográfica del lugar, no era viable crear una red alternativa de caminos provisionales que facilitara el tránsito mientras durase la compleja y larga operación. Así las cosas, los técnicos a cargo se tuvieron que inventar cambiantes by-pass circulatorios para no interrumpir la continuidad -ni por un día, ni por unas horas- del paso de vehículos, so pena de provocar un caos social y económico en la región. Mas siendo muchas, esas no han sido las únicas dificultades; las de orden técnico que plantea la erección del Distribuidor Vial superan lo descrito. Sígame usted por favor.

UNA OBRA DE PRIMER MUNDO… EN TLAXCALA

Hasta ahora le he hablado de una obra cuando en realidad se trata de más de seis o siete distintas, entrelazadas unas con otras de modo que basta que una se retrase o experimente alguna contingencia para que todas se vean afectadas. En ese contexto, cobra la mayor relevancia definir con tino la secuencia de los cientos de diferentes actividades que integran el programa completo de Distribuidor. Se trata de una ecuación de infinitas variables que para su solución demanda el concurso de grupos multidisciplinarios al comando de expertos de primera división. Hay que mover hombres y maquinaria de forma sincrónica dentro de la zona cero, a sabiendas de que cualquier error incide en sobrecostos y tiempos perdidos. Es, en suma, un desafío cuyo grado de dificultad me temo que se acentuará en la ya inminente temporada de lluvias, cuando aún se tienen terraplenes sin consolidar, cortes por completar y contenciones por levantar. De ese tamaño es la responsabilidad del gobernador Marco Mena y del titular de la SECODUVI Francisco Javier Romero Ahuatzi. Y de esa misma magnitud será su satisfacción cuando entreguen hacia fines de año esa notable obra que la ciudadanía espera con paciencia y resignación digna reconocimiento.

CIVILIDAD EJEMPLAR

No obstante los severos inconvenientes que aquejan a la gente en sus traslados entre las principales ciudades de la entidad, quiero señalar la sensatez y buenos modos que han observado la inmensa mayoría de los conductores. No han faltado las excepciones que, al contravenir el orden espontánea y colectivamente aceptado, no hacen sino confirmar que en toda sociedad existen los siempre inevitables cafres. De entre ellos hay que destacar a los choferes de ATAH, la línea camionera local que se caracteriza por la desaprensión de sus operarios. ¿No podrían los permisionarios poner inspectores que vigilen los desmanes de sus empleados, por lo menos en los puntos críticos de la zona cero?