/ lunes 24 de junio de 2019

TIEMPOS DE DEMOCRACIA

Los porqués de la incertidumbre

2da. Parte – La Inseguridad

  • De nada sirve ya la negación sistemática de la autoridad; la gente sabe -y los empresarios también- que no se trata de historias sin sustento, ni de exageraciones de asustadizos ni de psicosis atizadas por los alarmistas de siempre. Son demasiadas las personas que ya les ha tocado ser protagonistas -o por lo menos testigos- de traumatizantes episodios de terror.

Además de las variables financieras y comerciales que amenazan con lastrar el crecimiento económico de México, y tanto o más que la corrupción a cuyo combate López Obrador dedica la mayoría de sus discursos, hoy por hoy es la inseguridad el factor que más daña todos los órdenes de la vida nacional. No hay duda: a enfrentar ese acuciante flagelo debe canalizarse el mayor poder del Estado Mexicano

No es mi propósito, y menos aún mi deseo, sumar mis comentarios a los de algunos expertos de dudosa imparcialidad que llevan semanas alertándonos acerca de las señales de desaceleración que amenazan con quebrar el ritmo de crecimiento que traía nuestra economía. Mas no obstante mis reservas respecto de esos opinadores que, a la objetividad de las cifras agregan su aversión al régimen lopezobradorista, ha de reconocerse que sí, en efecto, son numerosos los indicadores fiables que apuntan hacia la inminencia de ese riesgo. Lo sensato pues es centrar la atención en las causas que contribuyen a magnificar esa enrarecida atmósfera que hoy se respira en México, y que -imposible negarlo- obstaculiza la realización de negocios, desestimula las inversiones propulsoras del desarrollo y, en suma, atemoriza y retrae al capital. El pasado lunes enumeré cuatro de ellas: 1) la aprobación estadounidense del nuevo Tratado de Libre Comercio (el T-MEC), pendiente de un hilo del que por un lado tira la líder congresional demócrata Nancy Pelosi, y por el otro el presidente Trump; 2) la Reforma Laboral, cuya aplicación en México se halla inmersa en un raro suspenso y que -no lo olvidemos- va a modificar las relaciones entre capital y trabajo; 3) la suspensión temporal, gestionada por la delegación mexicana destacada a Washington, de la penalidad arancelaria impuesta por Trump, a cambio de guardar la frontera estadounidense de la migración centroamericana, y 4) la nota negativa de la deuda de Petróleos Mexicanos, emitida por dos agencias calificadoras internacionales. Pero hay otro tema, a más de los citados, que influye adversamente en los equilibrios financieros del país y en sus posibilidades de desarrollo. Me refiero, sí, amigo lector, al clima de inseguridad que literalmente nos tiene a todos con el alma en vilo, cuanto más a quienes vienen del extranjero con la pretensión de invertir, trabajar y vivir en México. Vamos al punto.

Crispación y miedo

En este asunto, el de la inseguridad, se han rebasado todos los registros anteriores. El azoramiento que provoca la rampante criminalidad atenaza a las comunidades, destruye su tranquilidad y afecta la convivencia entre seres humanos. Lastima todos los sectores; no mira clases sociales ni se detiene ante espacios como escuelas, hospitales y lugares de esparcimiento. Ataca por igual ancianos, adultos y menores de edad, y se ensaña con mujeres, a las que viola y asesina en proporción nunca antes conocida. Es tiempo, por tanto, de poner fin a las divagaciones oficialistas, a las interpretaciones rebuscadas de los responsables y a la retórica evasiva de los implicados en el tema. De forma perentoria deben adoptarse las medidas de emergencia pertinentes para contener la ola de hechos criminales de los que a diario dan cuenta esas “benditas” redes sociales imposibles de acallar. De nada sirve ya la negación sistemática de la autoridad; la gente sabe -y los empresarios también- que no se trata de historias sin sustento, ni de exageraciones de asustadizos ni de psicosis atizadas por los alarmistas de siempre. Son demasiadas las personas que ya les ha tocado ser protagonistas -o por lo menos testigos- de traumatizantes episodios de terror. No es que les cuenten, es que los han vivido. La realidad nos ha atropellado mientras seguimos discutiendo estrategias que nunca van más allá de los escritorios burocráticos, y con las que rellenan sus espacios periodísticos los panegiristas a sueldo. La crisis de inseguridad que se vive en el país demanda acciones extraordinarias. Ahí están, señalando con dedo acusatorio a las autoridades, las abrumadoras estadísticas que tienen en permanente zozobra a la sociedad. El desafío, amigo lector, es directo a las capacidades institucionales del Estado mexicano.

El caso Tlaxcala

Información proveniente del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública confirma que seguimos siendo uno de los tres estados menos inseguros de la República. No obstante el dato, Tlaxcala no ha podido sustraerse de la embestida brutal de la criminalidad. Hechos de sangre nunca vistos en esta entidad tradicionalmente tranquila se suceden con turbadora frecuencia. Los tlaxcaltecas se han visto obligados a cambiar sus rutinas laborales, escolares y de entretenimiento con el objeto de disminuir la probabilidad de ser asaltados y, quienes viajamos por las carreteras del estado, lo hacemos extremando la cautela y a horarios que se estiman menos peligrosos. La delincuencia común actúa en pueblos y ciudades sin temor a las policías municipales, carentes de preparación y susceptibles de cooptación. Las bandas de malhechores se multiplican como preocupante anticipo de la constitución de grupos mejor organizados y -obvio- más poderosos. De otro lado, los aparatosos patrullajes de vehículos tripulados por soldados equipados con armas de alto poder no intimidan a los bandidos que se mueven a ras de tierra, lejos, muy lejos, de la vigilancia inquisitiva de fuerzas castrenses adiestradas para cumplir otras funciones. Se comprenderá pues que, en esas circunstancias, las inversiones nacionales e internacionales que venían observando un continuo ascenso durante el gobierno de Marco Mena se hallan en riesgo de ingresar en una etapa recesiva que daría al traste con el sostenido crecimiento económico de Tlaxcala. Para evitarlo, la administración habrá de poner el foco principal de sus acciones en estos temas de seguridad, discurriendo la mejor forma de apoyar con fuerzas estatales a los cuerpos municipales que, la verdad sea dicha, se encuentran totalmente rebasados. Y en ese orden de ideas, el probable agregado de una Guardia Nacional entrenada para capturar delincuentes sería un muy apreciable refuerzo.

Nerviosismo empresarial

La situación, lógicamente, tiene inquietos a los industriales radicados en el estado. La pasada semana nos enteramos que el responsable de la Secretaría de Desarrollo Económico encabezó una reunión -promovida por representantes de la firma AUDI- a fin de adoptar acciones conjuntas tendientes a reforzar la seguridad en la región. En el encuentro participaron los titulares de la Procuraduría General de Justicia del Estado, de la Comisión Estatal de Seguridad y de la Comisión Ejecutiva del Sistema Estatal de Seguridad Pública, y en él se refrendó el compromiso del gobierno de Tlaxcala para que los empresarios desarrollen sus actividades industriales en un entorno de paz y tranquilidad. Ojalá que se logré el objetivo y no se interrumpa, al menos por esa causa, el incremento constante de empleos formales registrados en la actual administración, así como la notable multiplicación de empresas de diferentes ramos y nacionalidades instaladas en Tlaxcala en los últimos dos años, invirtiendo más de mil 200 millones de dólares y proporcionando un impulso sin precedente al desarrollo económico de la entidad.

ANTENA ESTATAL

Ejemplo de congruencia


El voto emitido por la tlaxcalteca Ana Lilia Rivera en el Senado de la República contra la aprobación del T-MEC, quizá la deje fuera de la jugada por la candidatura morenista al gobierno de su entidad natal. Empero, poner en riesgo su legítima aspiración de poder en aras de mantenerse fiel a principios por los que ha luchado toda su vida habla de la firmeza de sus convicciones. ¡Un insólito caso de coherencia política!


Los porqués de la incertidumbre

2da. Parte – La Inseguridad

  • De nada sirve ya la negación sistemática de la autoridad; la gente sabe -y los empresarios también- que no se trata de historias sin sustento, ni de exageraciones de asustadizos ni de psicosis atizadas por los alarmistas de siempre. Son demasiadas las personas que ya les ha tocado ser protagonistas -o por lo menos testigos- de traumatizantes episodios de terror.

Además de las variables financieras y comerciales que amenazan con lastrar el crecimiento económico de México, y tanto o más que la corrupción a cuyo combate López Obrador dedica la mayoría de sus discursos, hoy por hoy es la inseguridad el factor que más daña todos los órdenes de la vida nacional. No hay duda: a enfrentar ese acuciante flagelo debe canalizarse el mayor poder del Estado Mexicano

No es mi propósito, y menos aún mi deseo, sumar mis comentarios a los de algunos expertos de dudosa imparcialidad que llevan semanas alertándonos acerca de las señales de desaceleración que amenazan con quebrar el ritmo de crecimiento que traía nuestra economía. Mas no obstante mis reservas respecto de esos opinadores que, a la objetividad de las cifras agregan su aversión al régimen lopezobradorista, ha de reconocerse que sí, en efecto, son numerosos los indicadores fiables que apuntan hacia la inminencia de ese riesgo. Lo sensato pues es centrar la atención en las causas que contribuyen a magnificar esa enrarecida atmósfera que hoy se respira en México, y que -imposible negarlo- obstaculiza la realización de negocios, desestimula las inversiones propulsoras del desarrollo y, en suma, atemoriza y retrae al capital. El pasado lunes enumeré cuatro de ellas: 1) la aprobación estadounidense del nuevo Tratado de Libre Comercio (el T-MEC), pendiente de un hilo del que por un lado tira la líder congresional demócrata Nancy Pelosi, y por el otro el presidente Trump; 2) la Reforma Laboral, cuya aplicación en México se halla inmersa en un raro suspenso y que -no lo olvidemos- va a modificar las relaciones entre capital y trabajo; 3) la suspensión temporal, gestionada por la delegación mexicana destacada a Washington, de la penalidad arancelaria impuesta por Trump, a cambio de guardar la frontera estadounidense de la migración centroamericana, y 4) la nota negativa de la deuda de Petróleos Mexicanos, emitida por dos agencias calificadoras internacionales. Pero hay otro tema, a más de los citados, que influye adversamente en los equilibrios financieros del país y en sus posibilidades de desarrollo. Me refiero, sí, amigo lector, al clima de inseguridad que literalmente nos tiene a todos con el alma en vilo, cuanto más a quienes vienen del extranjero con la pretensión de invertir, trabajar y vivir en México. Vamos al punto.

Crispación y miedo

En este asunto, el de la inseguridad, se han rebasado todos los registros anteriores. El azoramiento que provoca la rampante criminalidad atenaza a las comunidades, destruye su tranquilidad y afecta la convivencia entre seres humanos. Lastima todos los sectores; no mira clases sociales ni se detiene ante espacios como escuelas, hospitales y lugares de esparcimiento. Ataca por igual ancianos, adultos y menores de edad, y se ensaña con mujeres, a las que viola y asesina en proporción nunca antes conocida. Es tiempo, por tanto, de poner fin a las divagaciones oficialistas, a las interpretaciones rebuscadas de los responsables y a la retórica evasiva de los implicados en el tema. De forma perentoria deben adoptarse las medidas de emergencia pertinentes para contener la ola de hechos criminales de los que a diario dan cuenta esas “benditas” redes sociales imposibles de acallar. De nada sirve ya la negación sistemática de la autoridad; la gente sabe -y los empresarios también- que no se trata de historias sin sustento, ni de exageraciones de asustadizos ni de psicosis atizadas por los alarmistas de siempre. Son demasiadas las personas que ya les ha tocado ser protagonistas -o por lo menos testigos- de traumatizantes episodios de terror. No es que les cuenten, es que los han vivido. La realidad nos ha atropellado mientras seguimos discutiendo estrategias que nunca van más allá de los escritorios burocráticos, y con las que rellenan sus espacios periodísticos los panegiristas a sueldo. La crisis de inseguridad que se vive en el país demanda acciones extraordinarias. Ahí están, señalando con dedo acusatorio a las autoridades, las abrumadoras estadísticas que tienen en permanente zozobra a la sociedad. El desafío, amigo lector, es directo a las capacidades institucionales del Estado mexicano.

El caso Tlaxcala

Información proveniente del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública confirma que seguimos siendo uno de los tres estados menos inseguros de la República. No obstante el dato, Tlaxcala no ha podido sustraerse de la embestida brutal de la criminalidad. Hechos de sangre nunca vistos en esta entidad tradicionalmente tranquila se suceden con turbadora frecuencia. Los tlaxcaltecas se han visto obligados a cambiar sus rutinas laborales, escolares y de entretenimiento con el objeto de disminuir la probabilidad de ser asaltados y, quienes viajamos por las carreteras del estado, lo hacemos extremando la cautela y a horarios que se estiman menos peligrosos. La delincuencia común actúa en pueblos y ciudades sin temor a las policías municipales, carentes de preparación y susceptibles de cooptación. Las bandas de malhechores se multiplican como preocupante anticipo de la constitución de grupos mejor organizados y -obvio- más poderosos. De otro lado, los aparatosos patrullajes de vehículos tripulados por soldados equipados con armas de alto poder no intimidan a los bandidos que se mueven a ras de tierra, lejos, muy lejos, de la vigilancia inquisitiva de fuerzas castrenses adiestradas para cumplir otras funciones. Se comprenderá pues que, en esas circunstancias, las inversiones nacionales e internacionales que venían observando un continuo ascenso durante el gobierno de Marco Mena se hallan en riesgo de ingresar en una etapa recesiva que daría al traste con el sostenido crecimiento económico de Tlaxcala. Para evitarlo, la administración habrá de poner el foco principal de sus acciones en estos temas de seguridad, discurriendo la mejor forma de apoyar con fuerzas estatales a los cuerpos municipales que, la verdad sea dicha, se encuentran totalmente rebasados. Y en ese orden de ideas, el probable agregado de una Guardia Nacional entrenada para capturar delincuentes sería un muy apreciable refuerzo.

Nerviosismo empresarial

La situación, lógicamente, tiene inquietos a los industriales radicados en el estado. La pasada semana nos enteramos que el responsable de la Secretaría de Desarrollo Económico encabezó una reunión -promovida por representantes de la firma AUDI- a fin de adoptar acciones conjuntas tendientes a reforzar la seguridad en la región. En el encuentro participaron los titulares de la Procuraduría General de Justicia del Estado, de la Comisión Estatal de Seguridad y de la Comisión Ejecutiva del Sistema Estatal de Seguridad Pública, y en él se refrendó el compromiso del gobierno de Tlaxcala para que los empresarios desarrollen sus actividades industriales en un entorno de paz y tranquilidad. Ojalá que se logré el objetivo y no se interrumpa, al menos por esa causa, el incremento constante de empleos formales registrados en la actual administración, así como la notable multiplicación de empresas de diferentes ramos y nacionalidades instaladas en Tlaxcala en los últimos dos años, invirtiendo más de mil 200 millones de dólares y proporcionando un impulso sin precedente al desarrollo económico de la entidad.

ANTENA ESTATAL

Ejemplo de congruencia


El voto emitido por la tlaxcalteca Ana Lilia Rivera en el Senado de la República contra la aprobación del T-MEC, quizá la deje fuera de la jugada por la candidatura morenista al gobierno de su entidad natal. Empero, poner en riesgo su legítima aspiración de poder en aras de mantenerse fiel a principios por los que ha luchado toda su vida habla de la firmeza de sus convicciones. ¡Un insólito caso de coherencia política!