/ lunes 5 de agosto de 2019

TIEMPOS DE DEMOCRACIA

Microbiografías comparadas de Presidentes de México

Cuarta Parte

Como se sabe, López Obrador argumenta que el suyo es un nuevo régimen, distinto a todo lo antes conocido. Para establecer parámetros de comparación, hemos ya repasado la vida y obra de Alemán, Ruiz Cortines, López Mateos, Díaz Ordaz y Luis Echeverría. En este artículo toca evocar episodios que marcaron la ejecutoria de José López Portillo y de Miguel de la Madrid


Conforme el recorrido que estamos haciendo nos aproxima a los tiempos en que ejercieron el poder los presidentes a los que correspondió gobernar el país en la última cuarta parte del siglo pasado, los recuerdos se hacen más nítidos y alcanzan a más personas. Estoy cierto de que, aunque el 68 aconteció hace cincuenta y un años, no hay mexicano -mayor de edad y medianamente ilustrado- que no tenga noticia de esos hechos. Menos seguro estoy, en cambio, que le hayan sido bien explicadas las consecuencias de aquel crimen de estado. ¿Sabrá por ejemplo que, desde entonces, la política del país discurre por cauces diferentes a los del viejo autoritarismo y que la eliminación física del discrepante fue sustituida por otros métodos de persuasión, menos bárbaros pero igualmente efectivos? ¿Estará al tanto ese ciudadano hipotético que el sistema perfeccionó un paternalismo -hipócrita pero funcional- que lo mismo concedía privilegios a sus opositores -para acallarlos o para integrarlos a sus filas- que los sometía por vías más sutiles, como aplicándoles auditorías fiscales con dedicatoria, espiando sus vidas privadas o prefabricándoles delitos inventados? Hacia finales de 1976, México atravesaba por una gran crisis económica y estaba harto de los excesos de Echeverría. La inconformidad social crecía y urgía abrir otras formas de expresión política. Veamos lo que siguió.

VI- José López Portillo

López Portillo era un hombre de letras, culto y bien informado. Tenía, ya lo veremos, otros defectos… pero no esos. Su discurso de toma de posesión fue una joya oratoria que cambió el deprimido estado de ánimo nacional y nos convenció de la viabilidad de un México mejor. Acertó al designar a Jesús Reyes Heroles como su secretario de Gobernación, uno de cuyos méritos fue expedir la Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales que incorporó a la legalidad a manifestaciones políticas hasta entonces proscritas -v.gr. la comunista y la sinarquista-, dándoles paso a tener representación legislativa con los llamados diputados de partido. Esa Reforma Política de 1977 desactivó los planes de quienes, cansados de persecuciones y hostigamientos, no veían otra salida a su frustración que la subversión armada. El país se serenó y el presidente pudo dedicarse a ordenar el caos heredado del echeverrismo. Al efecto, creó la Secretaría de Programación y Presupuesto, a fin de que sus políticas públicas se sustentaran en estudios confiables y en estimaciones de costos apegadas a las posibilidades reales del país.

La solución… ¿fuimos todos?

López Portillo, defeño y abogado por la UNAM, se desempeñó como catedrático y ejerció privadamente su profesión hasta que su amigo de juventud Luis Echeverría le confió la subsecretaria de Patrimonio y luego, sucesivamente, la dirección de la CFE y la secretaría de Hacienda, antes de nominarlo a la presidencia de la República, carrera en la que fue el único participante, hecho insólito que exhibió nuestro remedo de democracia. Ya al frente del Ejecutivo Federal anunció que le bastarían los dos primeros años para superar la crisis, los dos intermedios para consolidar la economía y los dos últimos para expandirla aceleradamente. Mediada su gestión acontecieron dos eventos afortunados que revirtieron espectacularmente la mala situación financiera del país: 1) se descubrió Cantarell, uno de los mayores yacimientos del planeta y, 2) con la producción mexicana en su apogeo, el petróleo se fue a las nubes debido a que los países árabes dejaron de suministrarlo a Estados Unidos y a Europa, en represalia por el apoyo que habían prestado a Israel en su conflicto bélico con Egipto y el mundo musulmán.

De la cordura a la locura

López Portillo pidió prepararnos para “administrar la abundancia”. Con la repentina riqueza perdió la proporción, extravió el piso y la soberbia le ganó. Habló con altanería al presidente Carter de Estados Unidos, asumiendo una prepotencia desajustada con la realidad. A esa etapa de fugaz crecimiento le sucedió una caída en picada de toda la economía, consecuencia de haber dilapidado sin plan ni concierto los dólares provenientes del petróleo. Lo que tenía que pasar... pasó: se firmó la paz en Medio Oriente, el precio del oro negro se derrumbó y de aquella fiebre enloquecida sólo quedaron deudas. Casi histérico, López Portillo despidió a Díaz Serrano, el director de Pemex, por acordar una rebaja de precios a sus principales clientes. Por esa época nos visitó para inaugurar CLEMEX, una fábrica de bienes de capital de coinversión francomexicana que atrajo a Tlaxcala el gobernador Sánchez Piedras y que, por la falta de visión de los funcionarios federales designados para administrarla fue -y sigue estando- lamentablemente abandonada. Luego riñó con los hombres del dinero a los que llamó saqueadores, expropió los bancos, y ofreció defender el peso “como un perro”. A su sucesor Miguel de la Madrid le entregó un país literalmente en ruinas.

  • López Portillo pidió prepararnos para “administrar la abundancia”. Con la repentina riqueza perdió la proporción, extravió el piso y la soberbia le ganó.

VII- Miguel de la Madrid Hurtado

De la Madrid era originario de Colima. Luego del asesinato de su padre, la familia -su madre, su hermana y él, de sólo dos años- se trasladó a México donde, andando el tiempo, se tituló como abogado en la UNAM y en cuya Facultad de Derecho impartió la cátedra de Constitucional. Laboró en el Banco Nacional de Comercio Exterior y de ahí pasó al Banco de México, institución que facilitó sus estudios en Estados Unidos. De regreso al país, fue subdirector de crédito en la Secretaría de Hacienda y, tras dos años en la subdirección de Pemex, retornó a Hacienda, ya como subsecretario. Funcionario responsable, honesto y eficaz, López Portillo promovió a de la Madrid a la titularidad de la Secretaría de Programación y Presupuesto, cargo en el que estuvo de 1979 a 1981, cuando se le designo candidato a la presidencia de la República.

La Renovación Moral

Con ese lema, la “Renovación Moral de la Sociedad”, de la Madrid logró posponer que la crisis económica derivara en una crisis social que pintaba como inminente. Decidido a erradicar la corrupción, encarceló a Díaz Serrano y al tristemente célebre seudo-general Arturo Durazo, Jefe de la Policía en el sexenio de su amigo López Portillo, y autor reconocido de mil tropelías. Sin embargo, no se atrevió con la Quina, el líder sindical petrolero, pese a las pruebas de sus múltiples corruptelas. En lo económico, capoteó como pudo el servicio de la deuda externa, negociando nuevos préstamos en la banca extranjera. Concluida la primera mitad de su mandato, parecía que la tempestad había amainado.

Del optimismo a la decepción

Pero en la segunda las cosas cambiaron. Varios eventos se sucedieron para que la gente dejara de confiar en su presidente. En junio de 1986, se despojó al PAN de su victoria en la elección de gobernador en Chihuahua. La justificación no pudo ser más pueril: el triunfo del conservadorismo en un estado fronterizo habría significado el primer paso para entregar a México… ¡a la Iglesia, a los Estados Unidos y al empresariado apátrida! En septiembre de 1987, un sismo devastó la ciudad de México; ante la desgracia, la solidaridad de la ciudadanía en apoyo a los damnificados contrastó con la pasividad de un presidente apocado que minimizó la tragedia y rechazó la ayuda internacional. Un mes después sobrevino el crack de la Bolsa de Valores, afectada por una fiebre especulativa que el gobierno no supo ni explicar ni detener. Por último, la creación de la Corriente Democrática y la deserción de Cárdenas y Muñoz Ledo como reacción a la nominación de Salinas de Gortari como abanderado priísta a la Presidencia preparó el escenario para “el fraude del 88”… y el inicio de la larga noche neoliberal.


Microbiografías comparadas de Presidentes de México

Cuarta Parte

Como se sabe, López Obrador argumenta que el suyo es un nuevo régimen, distinto a todo lo antes conocido. Para establecer parámetros de comparación, hemos ya repasado la vida y obra de Alemán, Ruiz Cortines, López Mateos, Díaz Ordaz y Luis Echeverría. En este artículo toca evocar episodios que marcaron la ejecutoria de José López Portillo y de Miguel de la Madrid


Conforme el recorrido que estamos haciendo nos aproxima a los tiempos en que ejercieron el poder los presidentes a los que correspondió gobernar el país en la última cuarta parte del siglo pasado, los recuerdos se hacen más nítidos y alcanzan a más personas. Estoy cierto de que, aunque el 68 aconteció hace cincuenta y un años, no hay mexicano -mayor de edad y medianamente ilustrado- que no tenga noticia de esos hechos. Menos seguro estoy, en cambio, que le hayan sido bien explicadas las consecuencias de aquel crimen de estado. ¿Sabrá por ejemplo que, desde entonces, la política del país discurre por cauces diferentes a los del viejo autoritarismo y que la eliminación física del discrepante fue sustituida por otros métodos de persuasión, menos bárbaros pero igualmente efectivos? ¿Estará al tanto ese ciudadano hipotético que el sistema perfeccionó un paternalismo -hipócrita pero funcional- que lo mismo concedía privilegios a sus opositores -para acallarlos o para integrarlos a sus filas- que los sometía por vías más sutiles, como aplicándoles auditorías fiscales con dedicatoria, espiando sus vidas privadas o prefabricándoles delitos inventados? Hacia finales de 1976, México atravesaba por una gran crisis económica y estaba harto de los excesos de Echeverría. La inconformidad social crecía y urgía abrir otras formas de expresión política. Veamos lo que siguió.

VI- José López Portillo

López Portillo era un hombre de letras, culto y bien informado. Tenía, ya lo veremos, otros defectos… pero no esos. Su discurso de toma de posesión fue una joya oratoria que cambió el deprimido estado de ánimo nacional y nos convenció de la viabilidad de un México mejor. Acertó al designar a Jesús Reyes Heroles como su secretario de Gobernación, uno de cuyos méritos fue expedir la Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales que incorporó a la legalidad a manifestaciones políticas hasta entonces proscritas -v.gr. la comunista y la sinarquista-, dándoles paso a tener representación legislativa con los llamados diputados de partido. Esa Reforma Política de 1977 desactivó los planes de quienes, cansados de persecuciones y hostigamientos, no veían otra salida a su frustración que la subversión armada. El país se serenó y el presidente pudo dedicarse a ordenar el caos heredado del echeverrismo. Al efecto, creó la Secretaría de Programación y Presupuesto, a fin de que sus políticas públicas se sustentaran en estudios confiables y en estimaciones de costos apegadas a las posibilidades reales del país.

La solución… ¿fuimos todos?

López Portillo, defeño y abogado por la UNAM, se desempeñó como catedrático y ejerció privadamente su profesión hasta que su amigo de juventud Luis Echeverría le confió la subsecretaria de Patrimonio y luego, sucesivamente, la dirección de la CFE y la secretaría de Hacienda, antes de nominarlo a la presidencia de la República, carrera en la que fue el único participante, hecho insólito que exhibió nuestro remedo de democracia. Ya al frente del Ejecutivo Federal anunció que le bastarían los dos primeros años para superar la crisis, los dos intermedios para consolidar la economía y los dos últimos para expandirla aceleradamente. Mediada su gestión acontecieron dos eventos afortunados que revirtieron espectacularmente la mala situación financiera del país: 1) se descubrió Cantarell, uno de los mayores yacimientos del planeta y, 2) con la producción mexicana en su apogeo, el petróleo se fue a las nubes debido a que los países árabes dejaron de suministrarlo a Estados Unidos y a Europa, en represalia por el apoyo que habían prestado a Israel en su conflicto bélico con Egipto y el mundo musulmán.

De la cordura a la locura

López Portillo pidió prepararnos para “administrar la abundancia”. Con la repentina riqueza perdió la proporción, extravió el piso y la soberbia le ganó. Habló con altanería al presidente Carter de Estados Unidos, asumiendo una prepotencia desajustada con la realidad. A esa etapa de fugaz crecimiento le sucedió una caída en picada de toda la economía, consecuencia de haber dilapidado sin plan ni concierto los dólares provenientes del petróleo. Lo que tenía que pasar... pasó: se firmó la paz en Medio Oriente, el precio del oro negro se derrumbó y de aquella fiebre enloquecida sólo quedaron deudas. Casi histérico, López Portillo despidió a Díaz Serrano, el director de Pemex, por acordar una rebaja de precios a sus principales clientes. Por esa época nos visitó para inaugurar CLEMEX, una fábrica de bienes de capital de coinversión francomexicana que atrajo a Tlaxcala el gobernador Sánchez Piedras y que, por la falta de visión de los funcionarios federales designados para administrarla fue -y sigue estando- lamentablemente abandonada. Luego riñó con los hombres del dinero a los que llamó saqueadores, expropió los bancos, y ofreció defender el peso “como un perro”. A su sucesor Miguel de la Madrid le entregó un país literalmente en ruinas.

  • López Portillo pidió prepararnos para “administrar la abundancia”. Con la repentina riqueza perdió la proporción, extravió el piso y la soberbia le ganó.

VII- Miguel de la Madrid Hurtado

De la Madrid era originario de Colima. Luego del asesinato de su padre, la familia -su madre, su hermana y él, de sólo dos años- se trasladó a México donde, andando el tiempo, se tituló como abogado en la UNAM y en cuya Facultad de Derecho impartió la cátedra de Constitucional. Laboró en el Banco Nacional de Comercio Exterior y de ahí pasó al Banco de México, institución que facilitó sus estudios en Estados Unidos. De regreso al país, fue subdirector de crédito en la Secretaría de Hacienda y, tras dos años en la subdirección de Pemex, retornó a Hacienda, ya como subsecretario. Funcionario responsable, honesto y eficaz, López Portillo promovió a de la Madrid a la titularidad de la Secretaría de Programación y Presupuesto, cargo en el que estuvo de 1979 a 1981, cuando se le designo candidato a la presidencia de la República.

La Renovación Moral

Con ese lema, la “Renovación Moral de la Sociedad”, de la Madrid logró posponer que la crisis económica derivara en una crisis social que pintaba como inminente. Decidido a erradicar la corrupción, encarceló a Díaz Serrano y al tristemente célebre seudo-general Arturo Durazo, Jefe de la Policía en el sexenio de su amigo López Portillo, y autor reconocido de mil tropelías. Sin embargo, no se atrevió con la Quina, el líder sindical petrolero, pese a las pruebas de sus múltiples corruptelas. En lo económico, capoteó como pudo el servicio de la deuda externa, negociando nuevos préstamos en la banca extranjera. Concluida la primera mitad de su mandato, parecía que la tempestad había amainado.

Del optimismo a la decepción

Pero en la segunda las cosas cambiaron. Varios eventos se sucedieron para que la gente dejara de confiar en su presidente. En junio de 1986, se despojó al PAN de su victoria en la elección de gobernador en Chihuahua. La justificación no pudo ser más pueril: el triunfo del conservadorismo en un estado fronterizo habría significado el primer paso para entregar a México… ¡a la Iglesia, a los Estados Unidos y al empresariado apátrida! En septiembre de 1987, un sismo devastó la ciudad de México; ante la desgracia, la solidaridad de la ciudadanía en apoyo a los damnificados contrastó con la pasividad de un presidente apocado que minimizó la tragedia y rechazó la ayuda internacional. Un mes después sobrevino el crack de la Bolsa de Valores, afectada por una fiebre especulativa que el gobierno no supo ni explicar ni detener. Por último, la creación de la Corriente Democrática y la deserción de Cárdenas y Muñoz Ledo como reacción a la nominación de Salinas de Gortari como abanderado priísta a la Presidencia preparó el escenario para “el fraude del 88”… y el inicio de la larga noche neoliberal.