/ lunes 13 de enero de 2020

Tiempos de Democracia | Autogolpe

  • Con la exculpación de Manuel Bartlett cobraron nueva vida lacras del viejo sistema, como las complicidades y el encubrimiento. El lema lopezobradorista “…no somos iguales…” sufrió un duro agravio y no será fácil que siga siendo una de las piedras angulares de la filosofía social y política de la Cuarta Transformación. El “cambio verdadero”, amigo lector, en terapia intensiva.

El equivocado tratamiento que al “Expediente Manuel Bartlett” le dio el presidente López Obrador tiene la culpa de que haya venido por tierra estrepitosamente su principal eje discursivo. Y con él, todos los dicharachos que solían venir aparejados al pregonado combate contra la corrupción, ese terrible mal que corroe a la política y que es causa de gran parte de las desgracias que padece el pueblo de México.

Es perfectamente natural que, tras el desaguisado, la opinión pública se pregunte: ¿qué credibilidad tendrán en adelante las frases “…las escaleras se barren de arriba para abajo…”, o “…si los de arriba se conducen con honestidad, los de abajo seguirán el ejemplo…”? El analista trata inútilmente de encontrar las motivaciones que pudo tener el mandatario para que, como consecuencia de proteger la integridad de un obscuro personaje cuya biografía abunda en actos cuestionables, se le desdibujara el concepto más sólido de su argumentario ante la gente que le sigue.

La acción exculpatoria tuvo además el agravante de manchar el prestigio de una mujer brillante -Irma Eréndira Sandoval- que venía realizando un trabajo eficiente al frente de la Secretaría de la Función Pública, dejándola reducida a la altura de un obsecuente Virgilio Andrade cualquiera.

Un político calculador como Andrés Manuel… ¿qué réditos supuso que obtendría al tender sobre la figura desacreditada de Bartlett su manto purificador? Es difícil hallar respuesta a esa y otras preguntas parecidas.

Sin explicación lógica

Pero sigamos explorando posibles razones de la sorprendente y costosa determinación. Al eximir de responsabilidad al controvertido personaje en el episodio de enriquecimiento inexplicable en el que está envuelto… ¿saldaba acaso López Obrador una deuda política? ¿o fue simplemente la conocida aversión que le tiene a Carlos Loret de Mola, el periodista que documentó la fortuna inmobiliaria del ex gobernador de Puebla, tan mal encubierta con el endoso de sus bienes a favor de su pareja sentimental y de sus hijos? Desecho la hipótesis que también ha sido mencionada de que, cuando el extinto progenitor de Bartlett fue gobernador de Tabasco, pudiera haberle hecho un servicio a Andrés Manuel, hoy correspondido por el presidente librando a su hijo de ser inhabilitado como funcionario y, eventualmente, de enfrentar un juicio de naturaleza penal. La elimino porque además el propio López Obrador fue quien, refiriéndose a su turbulento Tabasco natal en el libro de su autoría “Entre la Historia y la Esperanza” (Grijalbo-1995) hizo mención de los irregulares procedimientos de los que se valió Bartlett para conseguir que el gobierno estatal urbanizara, con recursos del erario, terrenos heredados de su padre para luego, ya fraccionados, venderlos con pingües ganacias.

Y si por ahí no puede hallarse la causa del despropósito, menos podrá encontrarse por la vía de una supuesta afinidad ideológica del presidente con quien perpetró “la caida del sistema” en la elección de 1988, operación fraudulenta que privó a Cuauhtémoc -hijo del venerado general Lázaro Cárdenas- de ganar la Primera Magistratura de México.

Pírrica victoria del presidente

Para terminar esta resumida indagatoria de los motivos que habría tenido Andrés Manuel para ordenar la polémica exoneración sólo nos queda por examinar la coincidencia que tienen ambos, Bartlett y López Obrador, respecto del enfoque estatista y monopolista que la Cuarta Transformación le ha dado a la política energética del régimen.

Mas aún admitiendo que los dos tuvieran idéntica opinión a ese respecto, cabría preguntar: ¿era de verdad insustituíble Bartlett?, ¿acaso no existía en el amplio espectro del pensamiento de izquierda en México quien también sustentara ese mismo apasionado nacionalismo, antes de recurrir a un político con un pasado tan contaminante y borroso, que entre otras cosas fue el secretario de Educación Pública, nada menos que del innombrable Salinas de Gortari? De muchos y muy diversos hechos hemos sido testigos a lo largo de estos poco más de trece de meses que tiene de vida el gobierno de López Obrador y no puede negarse que un buen número de ellos ha dividido a la sociedad y generado puntos de vista de variada índole, discrepantes unos, coincidentes otros.

Sin embargo, en las disposiciones presidenciales siempre se distinguía el objetivo que perseguían; erradas o no, tenían una finalidad clara. Se podía o no estar de acuerdo con ellas, pero se intuía qué las motivaba y hacía donde se dirigían. Eran apuestas con las que buscaba ganar, aunque luego la realidad las hiciera fracasar.

El caso Bartlett se aparta de esa pauta; la tozudez de meter las manos al fuego por un sujeto de las características del político poblano se iba a traducir, como se tradujo, en daño para las causas lopezobradoristas y para el propio presidente. En verdad, no se entiende.

ANTENA ESTATAL

Relación armoniosa

Más trascedente que la visita a Tlaxcala del propio Presidente de la República fue la de su secretario de Hacienda. En la del eficaz administrador de los dineros del erario federal se aseguraron los recursos para concluir al Distribuidor Carretero y al Hospital General. El saldo positivo de ambos encuentros es atribuible a la política, prudente y discreta, del gobernador Marco Mena, y al agradecimiento y cariño que López Obrador le tiene a esta tierra generosa.

  • Con la exculpación de Manuel Bartlett cobraron nueva vida lacras del viejo sistema, como las complicidades y el encubrimiento. El lema lopezobradorista “…no somos iguales…” sufrió un duro agravio y no será fácil que siga siendo una de las piedras angulares de la filosofía social y política de la Cuarta Transformación. El “cambio verdadero”, amigo lector, en terapia intensiva.

El equivocado tratamiento que al “Expediente Manuel Bartlett” le dio el presidente López Obrador tiene la culpa de que haya venido por tierra estrepitosamente su principal eje discursivo. Y con él, todos los dicharachos que solían venir aparejados al pregonado combate contra la corrupción, ese terrible mal que corroe a la política y que es causa de gran parte de las desgracias que padece el pueblo de México.

Es perfectamente natural que, tras el desaguisado, la opinión pública se pregunte: ¿qué credibilidad tendrán en adelante las frases “…las escaleras se barren de arriba para abajo…”, o “…si los de arriba se conducen con honestidad, los de abajo seguirán el ejemplo…”? El analista trata inútilmente de encontrar las motivaciones que pudo tener el mandatario para que, como consecuencia de proteger la integridad de un obscuro personaje cuya biografía abunda en actos cuestionables, se le desdibujara el concepto más sólido de su argumentario ante la gente que le sigue.

La acción exculpatoria tuvo además el agravante de manchar el prestigio de una mujer brillante -Irma Eréndira Sandoval- que venía realizando un trabajo eficiente al frente de la Secretaría de la Función Pública, dejándola reducida a la altura de un obsecuente Virgilio Andrade cualquiera.

Un político calculador como Andrés Manuel… ¿qué réditos supuso que obtendría al tender sobre la figura desacreditada de Bartlett su manto purificador? Es difícil hallar respuesta a esa y otras preguntas parecidas.

Sin explicación lógica

Pero sigamos explorando posibles razones de la sorprendente y costosa determinación. Al eximir de responsabilidad al controvertido personaje en el episodio de enriquecimiento inexplicable en el que está envuelto… ¿saldaba acaso López Obrador una deuda política? ¿o fue simplemente la conocida aversión que le tiene a Carlos Loret de Mola, el periodista que documentó la fortuna inmobiliaria del ex gobernador de Puebla, tan mal encubierta con el endoso de sus bienes a favor de su pareja sentimental y de sus hijos? Desecho la hipótesis que también ha sido mencionada de que, cuando el extinto progenitor de Bartlett fue gobernador de Tabasco, pudiera haberle hecho un servicio a Andrés Manuel, hoy correspondido por el presidente librando a su hijo de ser inhabilitado como funcionario y, eventualmente, de enfrentar un juicio de naturaleza penal. La elimino porque además el propio López Obrador fue quien, refiriéndose a su turbulento Tabasco natal en el libro de su autoría “Entre la Historia y la Esperanza” (Grijalbo-1995) hizo mención de los irregulares procedimientos de los que se valió Bartlett para conseguir que el gobierno estatal urbanizara, con recursos del erario, terrenos heredados de su padre para luego, ya fraccionados, venderlos con pingües ganacias.

Y si por ahí no puede hallarse la causa del despropósito, menos podrá encontrarse por la vía de una supuesta afinidad ideológica del presidente con quien perpetró “la caida del sistema” en la elección de 1988, operación fraudulenta que privó a Cuauhtémoc -hijo del venerado general Lázaro Cárdenas- de ganar la Primera Magistratura de México.

Pírrica victoria del presidente

Para terminar esta resumida indagatoria de los motivos que habría tenido Andrés Manuel para ordenar la polémica exoneración sólo nos queda por examinar la coincidencia que tienen ambos, Bartlett y López Obrador, respecto del enfoque estatista y monopolista que la Cuarta Transformación le ha dado a la política energética del régimen.

Mas aún admitiendo que los dos tuvieran idéntica opinión a ese respecto, cabría preguntar: ¿era de verdad insustituíble Bartlett?, ¿acaso no existía en el amplio espectro del pensamiento de izquierda en México quien también sustentara ese mismo apasionado nacionalismo, antes de recurrir a un político con un pasado tan contaminante y borroso, que entre otras cosas fue el secretario de Educación Pública, nada menos que del innombrable Salinas de Gortari? De muchos y muy diversos hechos hemos sido testigos a lo largo de estos poco más de trece de meses que tiene de vida el gobierno de López Obrador y no puede negarse que un buen número de ellos ha dividido a la sociedad y generado puntos de vista de variada índole, discrepantes unos, coincidentes otros.

Sin embargo, en las disposiciones presidenciales siempre se distinguía el objetivo que perseguían; erradas o no, tenían una finalidad clara. Se podía o no estar de acuerdo con ellas, pero se intuía qué las motivaba y hacía donde se dirigían. Eran apuestas con las que buscaba ganar, aunque luego la realidad las hiciera fracasar.

El caso Bartlett se aparta de esa pauta; la tozudez de meter las manos al fuego por un sujeto de las características del político poblano se iba a traducir, como se tradujo, en daño para las causas lopezobradoristas y para el propio presidente. En verdad, no se entiende.

ANTENA ESTATAL

Relación armoniosa

Más trascedente que la visita a Tlaxcala del propio Presidente de la República fue la de su secretario de Hacienda. En la del eficaz administrador de los dineros del erario federal se aseguraron los recursos para concluir al Distribuidor Carretero y al Hospital General. El saldo positivo de ambos encuentros es atribuible a la política, prudente y discreta, del gobernador Marco Mena, y al agradecimiento y cariño que López Obrador le tiene a esta tierra generosa.