/ lunes 24 de mayo de 2021

Tiempos de Democracia | Conclusiones del debate

Virtud principal de los debates políticos, por breves e insustanciales que sean, es que transparentan las reacciones que tienen, en situación de apremio, quienes aspiran a cargos de responsabilidad. Propaganda y dinero no bastan para ocultar limitaciones.

Imprecisa y contradictoria. Así se vio en el segundo debate Lorena Cuéllar, la candidata morenista. Su oratoria titubeante, su discurso deshilvanado, su gestualidad impostada componen una imagen que no suscita certeza ni confianza. Inquieta pensar que una persona así, tan inestable e insegura, habría podido llegar a la titularidad del Ejecutivo tlaxcalteca, hoy en manos de un mandatario como Marco Mena que, por su trabajo serio y eficiente ha merecido el reconocimiento de los observadores, atentos a la positiva evolución de los indicadores de nuestra entidad y al hecho, más difícil aún, de haberse ganado el respeto de su gobernados por su sincero y cordial trato. Pero volvamos al debate: cuando Liliana Becerril, del PES, se decantó a favor de Anabell Ávalos, Lorena se descuadró emocionalmente; careció de serenidad y aplomo para valorar la insignificancia de la candidata declinante y para enfrentar el reto con la estatura y tamaños de la política experimentada que presume ser. Irascible y descontrolada, exhibió una copia del rechazo de la embajada estadounidense a una solicitud de visa de Anabell, imprudencia que a buen seguro le valdrá un citatorio para que explique ante la autoridad judicial por qué obra en su poder un documento personal y privado de su adversaria.

Tres rostros para el necesario renuevo de la política tlaxcalteca

A nadie se le ocultaba que el duelo por la gubernatura se dirimiría entre sólo dos candidatas, Lorena y Anabell, en tanto abanderadas que son de cada una de las dos facciones que libran una lucha sin cuartel por el poder, en todos los niveles y en todos los estados de la república. Ambas, Anabell y Lorena, llegaban solas y emparejadas a la recta final, impulsadas no tanto por sus méritos personales como por la profunda división a que las fuerzas políticas en pugna han llevado al país. Mas al margen de esa polarización excluyente en este proceso se han destacado tres mujeres notables por virtud de su claridad de ideas, inteligencia y determinación. Las cito atendiendo a su distinta experiencia y trayectoria. Eréndira Jiménez es una activista de izquierda, animadora de distintas organizaciones civiles y cuyo empeñoso y lúcido trabajo a favor de la ciudadanía desprotegida y contra la desigualdad le ha valido el respeto de la sociedad. A Eréndira la postuló Movimiento Ciudadano, partido de inspiración socialdemócrata y el único con registro nacional que participa de forma independiente en esta elección. Viviana Barbosa, una dama que, con propuestas novedosas y atractivas, nos recordó la urgente necesidad de renovar el viejo, mediocre y anquilosado cártel político de Tlaxcala, lleno de personalidades caducas que vieron pasar sus mejores tiempos... si alguna vez lo tuvieron. Viviana, como delegada federal del Trabajo, mostró preocupación por los necesitados y denunció con números irrebatibles la dramática magnitud del problema de la economía informal que le tocó enfrentar. Tanto Eréndira como Viviana no deben pasar a la reserva inactiva de la política; sus cualidades serán de gran utilidad donde quiera que se desempeñen. La tercera mujer a que me refiero es Josefina Rodríguez Zamora y está debutando en estas lides como candidata a una diputación local por el distrito VII. Posee la envidiable frescura de la juventud y un talento innato que llama la atención. Valiente, espontánea y transparente, se vale de su asombrosa facilidad de palabra para transmitir planes e ideas y persuadir a quienes la escuchan de la sinceridad de sus compromisos. Activa, trabajadora y emprendedora, Jose es la avanzada de una nueva generación que induce a pensar que se está prefigurando un futuro más promisorio para la entidad. Como Viviana, compite por Fuerza por México, partido de nuevo cuño que lucha por conservar el registro.

ANTENA NACIONAL

Caos federalista

El federalismo mexicano está amenazado. Los embates centralistas de un presidente de México para el cuál la libertad y la soberanía de los estados -unidos en un Pacto Nacional- son conceptos para evocar en ceremonias escolares pero no para aplicar en la política real, máxime si interfieren las decisiones de Palacio. Los que siguen son algunos antecedentes de la más reciente refriega entre el gobierno central y las entidades federativas. El Congreso de la Unión desaforó al gobernador de Tamaulipas, acusado de un delito de defraudación fiscal de reducida cuantía. La decisión, empero, no la refrendó el Congreso local, planteándose así una inédita discrepancia jurídica que, se pensó, sería resuelta por la Corte. El asunto cayó en el área del ministro González Alcántara quien emitió un dictamen, ambiguo por decir lo menos, que lejos de concluir con el conflicto, lo agudizó. Con las opiniones divididas, el diferendo transitó del espacio judicial a la arena política. El Fiscal General de la República, por su parte, amplió la denuncia que pesa sobre el cuestionado mandatario tamaulipeco, adicionándole la de delincuencia organizada y lavado de dinero. Acto seguido, requirió del Poder Judicial la orden de aprehensión correspondiente que un muy solícito juez federal se apresuró a obsequiar. En tanto, la mayoría morenista en la Cámara de Senadores escaló la tensión política, amagando con aplicar la figura de la desaparición de poderes en el estado. El pacto federal, piedra angular sobre la que descansa nuestro sistema político, se tambalea, y el riesgo de enfrentamiento entre mexicanos ronda peligrosamente. Saldos son de la frustrada “república amorosa” que ofreció instaurar en México el líder de la Cuarta Transformación.

Virtud principal de los debates políticos, por breves e insustanciales que sean, es que transparentan las reacciones que tienen, en situación de apremio, quienes aspiran a cargos de responsabilidad. Propaganda y dinero no bastan para ocultar limitaciones.

Imprecisa y contradictoria. Así se vio en el segundo debate Lorena Cuéllar, la candidata morenista. Su oratoria titubeante, su discurso deshilvanado, su gestualidad impostada componen una imagen que no suscita certeza ni confianza. Inquieta pensar que una persona así, tan inestable e insegura, habría podido llegar a la titularidad del Ejecutivo tlaxcalteca, hoy en manos de un mandatario como Marco Mena que, por su trabajo serio y eficiente ha merecido el reconocimiento de los observadores, atentos a la positiva evolución de los indicadores de nuestra entidad y al hecho, más difícil aún, de haberse ganado el respeto de su gobernados por su sincero y cordial trato. Pero volvamos al debate: cuando Liliana Becerril, del PES, se decantó a favor de Anabell Ávalos, Lorena se descuadró emocionalmente; careció de serenidad y aplomo para valorar la insignificancia de la candidata declinante y para enfrentar el reto con la estatura y tamaños de la política experimentada que presume ser. Irascible y descontrolada, exhibió una copia del rechazo de la embajada estadounidense a una solicitud de visa de Anabell, imprudencia que a buen seguro le valdrá un citatorio para que explique ante la autoridad judicial por qué obra en su poder un documento personal y privado de su adversaria.

Tres rostros para el necesario renuevo de la política tlaxcalteca

A nadie se le ocultaba que el duelo por la gubernatura se dirimiría entre sólo dos candidatas, Lorena y Anabell, en tanto abanderadas que son de cada una de las dos facciones que libran una lucha sin cuartel por el poder, en todos los niveles y en todos los estados de la república. Ambas, Anabell y Lorena, llegaban solas y emparejadas a la recta final, impulsadas no tanto por sus méritos personales como por la profunda división a que las fuerzas políticas en pugna han llevado al país. Mas al margen de esa polarización excluyente en este proceso se han destacado tres mujeres notables por virtud de su claridad de ideas, inteligencia y determinación. Las cito atendiendo a su distinta experiencia y trayectoria. Eréndira Jiménez es una activista de izquierda, animadora de distintas organizaciones civiles y cuyo empeñoso y lúcido trabajo a favor de la ciudadanía desprotegida y contra la desigualdad le ha valido el respeto de la sociedad. A Eréndira la postuló Movimiento Ciudadano, partido de inspiración socialdemócrata y el único con registro nacional que participa de forma independiente en esta elección. Viviana Barbosa, una dama que, con propuestas novedosas y atractivas, nos recordó la urgente necesidad de renovar el viejo, mediocre y anquilosado cártel político de Tlaxcala, lleno de personalidades caducas que vieron pasar sus mejores tiempos... si alguna vez lo tuvieron. Viviana, como delegada federal del Trabajo, mostró preocupación por los necesitados y denunció con números irrebatibles la dramática magnitud del problema de la economía informal que le tocó enfrentar. Tanto Eréndira como Viviana no deben pasar a la reserva inactiva de la política; sus cualidades serán de gran utilidad donde quiera que se desempeñen. La tercera mujer a que me refiero es Josefina Rodríguez Zamora y está debutando en estas lides como candidata a una diputación local por el distrito VII. Posee la envidiable frescura de la juventud y un talento innato que llama la atención. Valiente, espontánea y transparente, se vale de su asombrosa facilidad de palabra para transmitir planes e ideas y persuadir a quienes la escuchan de la sinceridad de sus compromisos. Activa, trabajadora y emprendedora, Jose es la avanzada de una nueva generación que induce a pensar que se está prefigurando un futuro más promisorio para la entidad. Como Viviana, compite por Fuerza por México, partido de nuevo cuño que lucha por conservar el registro.

ANTENA NACIONAL

Caos federalista

El federalismo mexicano está amenazado. Los embates centralistas de un presidente de México para el cuál la libertad y la soberanía de los estados -unidos en un Pacto Nacional- son conceptos para evocar en ceremonias escolares pero no para aplicar en la política real, máxime si interfieren las decisiones de Palacio. Los que siguen son algunos antecedentes de la más reciente refriega entre el gobierno central y las entidades federativas. El Congreso de la Unión desaforó al gobernador de Tamaulipas, acusado de un delito de defraudación fiscal de reducida cuantía. La decisión, empero, no la refrendó el Congreso local, planteándose así una inédita discrepancia jurídica que, se pensó, sería resuelta por la Corte. El asunto cayó en el área del ministro González Alcántara quien emitió un dictamen, ambiguo por decir lo menos, que lejos de concluir con el conflicto, lo agudizó. Con las opiniones divididas, el diferendo transitó del espacio judicial a la arena política. El Fiscal General de la República, por su parte, amplió la denuncia que pesa sobre el cuestionado mandatario tamaulipeco, adicionándole la de delincuencia organizada y lavado de dinero. Acto seguido, requirió del Poder Judicial la orden de aprehensión correspondiente que un muy solícito juez federal se apresuró a obsequiar. En tanto, la mayoría morenista en la Cámara de Senadores escaló la tensión política, amagando con aplicar la figura de la desaparición de poderes en el estado. El pacto federal, piedra angular sobre la que descansa nuestro sistema político, se tambalea, y el riesgo de enfrentamiento entre mexicanos ronda peligrosamente. Saldos son de la frustrada “república amorosa” que ofreció instaurar en México el líder de la Cuarta Transformación.