/ lunes 25 de mayo de 2020

Tiempos de Democracia | De frustraciones reales… y predicciones fallidas

Lidiamos con problemas de magnitud difícil de imaginar y con riesgos que costaran sangre, sudor y lágrimas superar. Tal parece ser el destino de los tlaxcaltecas, condenados una y otra vez a ver entorpecidas sus expectativas de una vida mejor

Históricamente, la suerte se ha mostrado esquiva con nuestra entidad. Han sido muchas las veces que, como preludio esperanzador de una mejor calidad de vida, Tlaxcala se asomó a la expectativa de acceder a una etapa de crecimiento y prosperidad sostenida. Tantas han sido como las frustraciones sufridas. Enumero algunas: 1) el repudio social al consumo del pulque que marcó el inició de la declinación de las haciendas de la región; 2) la ruina de la industria textil local, por la reticencia empresarial a adaptar sus obsoletos procesos productivos a la tecnología moderna y a las fibras sintéticas; 3) la desnacionalización del sistema ferroviario nacional, forzada por la inhabilidad gubernamental para conciliar con una disidencia sindical beligerante a la que enfrentó con el argumento de la fuerza, la violencia y la cárcel, cancelando de un plumazo miles de puestos de trabajo; 4) la incuria y lenidad de un funcionariado federal desinteresado en la fabricación de bienes de capital, dejando sin apoyos ni contratos a Clemex, empresa franco-mexicana de punta a la que, en los hechos, se la acabó matando de inanición; 5) el agotamiento de la fiesta de toros como espectáculo rentable y su consecuencia en la crianza del ganado de lidia, de por sí reducida a su mínima expresión por las expropiaciones agrarias. Por último, y ya en tiempo presente: 6) la indeseable pero muy probable reducción del ritmo con el que estaban llegando las inversiones nacionales y extranjeras. La expansión impulsada por el gobierno de Marco Mena se había traducido en una muy positiva multiplicación de nuevos polos de desarrollo, reanimando a una planta industrial estancada desde que hace cuarenta años le diera vida Emilio Sánchez Piedras.

Causas de la desazón

Las culpas de este enésimo tropezón en el devenir tlaxcalteca han de atribuirse a los efectos económicos locales y planetarios que trajo consigo la pandemia del Corona-Virus. Mas también hay que consignar que en nada ayudan a aliviar la situación las incomprensibles decisiones de un gobierno de la República que regatea respaldos a las pequeñas y medianas empresas conflictuadas por la crisis, y que obstaculiza la operación de los campos generadores de energía solar recién instalados en el estado. Por si algo nos faltara, las dificultades podrían incluso subir de grado si, a la inminente aplicación del celebrado T-Mec, nuestra incipiente industria de autopartes se la obliga a pasar por una inspección de verificadores estadounidenses y canadienses para la que evidentemente no está preparada. En fin, amigo lector, todo indica que se avecinan tiempos duros que castigarán con rudeza a Tlaxcala. La rueda de la fortuna ha dado un vuelco que amenaza con devolvernos al punto inicial de partida. Otra vez -¿y van cuantas?- habrá que volver a empujar la piedra hacia la cima de una montaña que estábamos ya por alcanzar. El caso es que, pese a las malas noticias, nadie está autorizado para caer en el desaliento, y menos aún quienes tienen responsabilidades de gobierno, empezando por su titular Marco Mena y siguiendo por los funcionarios concernidos en este generalizado desajuste de los escenarios que venían trabajando, máxime cuando los informes de las agencias oficiales encargadas de medir la economía confirman la guía acertada que se le ha dado a Tlaxcala. Mas tras subrayar que es comprensible la existencia de un sentimiento compartido de decepción, es en esta difícil situación cuando, con mayor determinación, ha de continuarse en la brega, sin dejar que a nadie le gane el desánimo. Es la hora de la solidaridad verdadera.

El riegoso papel de mago adivinador

Antes de entrar al tema, se hace necesario precisar los términos que usan los epidemiólogos al referirse a la pandemia y sus factores desencadenantes. El motivo: la confusión originada entre comunicadores y comentaristas por la falta de una información oficial suficientemente puntual. 1) Corona-Virus es el nombre que la ciencia médica atribuyó a un conocido micro-organismo, causante de diversas pero generalmente leves alteraciones respiratorias estacionales; 2) Sars-Cov-2 es la denominación de la más reciente mutación de aquel virus original, este sí de alta letalidad y de muy fácil propagación; 3) finalmente, la enfermedad que causa se llamó Covid-19. Hecha la aclaración, abordo el punto que considero de interés. De los datos inciertos, divagantes y hasta contradictorios que diariamente da a conocer el doctor Hugo López Gatell -vocero designado por el presidente López Obrador para el tema de la pandemia- se desprende que los efectos sanitarios y económicos de la enfermedad Covid-19 se seguirán sintiendo por un tiempo mucho más prolongado que el inicialmente previsto por el gobierno. Las predicciones de que se llegaría el apogeo de la pandemia entre el 6 y el 8 de mayo no resultaron certeras; estamos finalizando el mes y los contagios continúan con una tendencia ascendente. Quiero ser claro, sin embargo, al enfatizar que esos desaciertos no demeritan el admirable profesionalismo con que el personal de Salud en todos sus niveles está llevando al cabo -con grave riesgo de contagio y muerte- para atender el alud de enfermos que se les vino encima. Olvidemos pues el rebasado “método centinela” por el que apostó López Gatell para pronosticar el desarrollo de la epidemia, así como las dudas que provocan sus datos en la contabilización de personas fallecidos. El tiempo dirá si sus vaticinios y cifras se apartaron de la realidad, y si tuvieron o no incidencia en la estrategia contra la epidemia. De momento sigamos el ejemplo que nos da el mundo y, si tenemos que salir a la calle ¡pongámonos el cubrebocas!... aunque ninguno de los López, Obrador y Gatell, juzguen necesario acudir a esa protección. ¡Y por favor hagan ya los tests que recomienda la OMS!

Lidiamos con problemas de magnitud difícil de imaginar y con riesgos que costaran sangre, sudor y lágrimas superar. Tal parece ser el destino de los tlaxcaltecas, condenados una y otra vez a ver entorpecidas sus expectativas de una vida mejor

Históricamente, la suerte se ha mostrado esquiva con nuestra entidad. Han sido muchas las veces que, como preludio esperanzador de una mejor calidad de vida, Tlaxcala se asomó a la expectativa de acceder a una etapa de crecimiento y prosperidad sostenida. Tantas han sido como las frustraciones sufridas. Enumero algunas: 1) el repudio social al consumo del pulque que marcó el inició de la declinación de las haciendas de la región; 2) la ruina de la industria textil local, por la reticencia empresarial a adaptar sus obsoletos procesos productivos a la tecnología moderna y a las fibras sintéticas; 3) la desnacionalización del sistema ferroviario nacional, forzada por la inhabilidad gubernamental para conciliar con una disidencia sindical beligerante a la que enfrentó con el argumento de la fuerza, la violencia y la cárcel, cancelando de un plumazo miles de puestos de trabajo; 4) la incuria y lenidad de un funcionariado federal desinteresado en la fabricación de bienes de capital, dejando sin apoyos ni contratos a Clemex, empresa franco-mexicana de punta a la que, en los hechos, se la acabó matando de inanición; 5) el agotamiento de la fiesta de toros como espectáculo rentable y su consecuencia en la crianza del ganado de lidia, de por sí reducida a su mínima expresión por las expropiaciones agrarias. Por último, y ya en tiempo presente: 6) la indeseable pero muy probable reducción del ritmo con el que estaban llegando las inversiones nacionales y extranjeras. La expansión impulsada por el gobierno de Marco Mena se había traducido en una muy positiva multiplicación de nuevos polos de desarrollo, reanimando a una planta industrial estancada desde que hace cuarenta años le diera vida Emilio Sánchez Piedras.

Causas de la desazón

Las culpas de este enésimo tropezón en el devenir tlaxcalteca han de atribuirse a los efectos económicos locales y planetarios que trajo consigo la pandemia del Corona-Virus. Mas también hay que consignar que en nada ayudan a aliviar la situación las incomprensibles decisiones de un gobierno de la República que regatea respaldos a las pequeñas y medianas empresas conflictuadas por la crisis, y que obstaculiza la operación de los campos generadores de energía solar recién instalados en el estado. Por si algo nos faltara, las dificultades podrían incluso subir de grado si, a la inminente aplicación del celebrado T-Mec, nuestra incipiente industria de autopartes se la obliga a pasar por una inspección de verificadores estadounidenses y canadienses para la que evidentemente no está preparada. En fin, amigo lector, todo indica que se avecinan tiempos duros que castigarán con rudeza a Tlaxcala. La rueda de la fortuna ha dado un vuelco que amenaza con devolvernos al punto inicial de partida. Otra vez -¿y van cuantas?- habrá que volver a empujar la piedra hacia la cima de una montaña que estábamos ya por alcanzar. El caso es que, pese a las malas noticias, nadie está autorizado para caer en el desaliento, y menos aún quienes tienen responsabilidades de gobierno, empezando por su titular Marco Mena y siguiendo por los funcionarios concernidos en este generalizado desajuste de los escenarios que venían trabajando, máxime cuando los informes de las agencias oficiales encargadas de medir la economía confirman la guía acertada que se le ha dado a Tlaxcala. Mas tras subrayar que es comprensible la existencia de un sentimiento compartido de decepción, es en esta difícil situación cuando, con mayor determinación, ha de continuarse en la brega, sin dejar que a nadie le gane el desánimo. Es la hora de la solidaridad verdadera.

El riegoso papel de mago adivinador

Antes de entrar al tema, se hace necesario precisar los términos que usan los epidemiólogos al referirse a la pandemia y sus factores desencadenantes. El motivo: la confusión originada entre comunicadores y comentaristas por la falta de una información oficial suficientemente puntual. 1) Corona-Virus es el nombre que la ciencia médica atribuyó a un conocido micro-organismo, causante de diversas pero generalmente leves alteraciones respiratorias estacionales; 2) Sars-Cov-2 es la denominación de la más reciente mutación de aquel virus original, este sí de alta letalidad y de muy fácil propagación; 3) finalmente, la enfermedad que causa se llamó Covid-19. Hecha la aclaración, abordo el punto que considero de interés. De los datos inciertos, divagantes y hasta contradictorios que diariamente da a conocer el doctor Hugo López Gatell -vocero designado por el presidente López Obrador para el tema de la pandemia- se desprende que los efectos sanitarios y económicos de la enfermedad Covid-19 se seguirán sintiendo por un tiempo mucho más prolongado que el inicialmente previsto por el gobierno. Las predicciones de que se llegaría el apogeo de la pandemia entre el 6 y el 8 de mayo no resultaron certeras; estamos finalizando el mes y los contagios continúan con una tendencia ascendente. Quiero ser claro, sin embargo, al enfatizar que esos desaciertos no demeritan el admirable profesionalismo con que el personal de Salud en todos sus niveles está llevando al cabo -con grave riesgo de contagio y muerte- para atender el alud de enfermos que se les vino encima. Olvidemos pues el rebasado “método centinela” por el que apostó López Gatell para pronosticar el desarrollo de la epidemia, así como las dudas que provocan sus datos en la contabilización de personas fallecidos. El tiempo dirá si sus vaticinios y cifras se apartaron de la realidad, y si tuvieron o no incidencia en la estrategia contra la epidemia. De momento sigamos el ejemplo que nos da el mundo y, si tenemos que salir a la calle ¡pongámonos el cubrebocas!... aunque ninguno de los López, Obrador y Gatell, juzguen necesario acudir a esa protección. ¡Y por favor hagan ya los tests que recomienda la OMS!