/ lunes 20 de septiembre de 2021

Tiempos de Democracia | De la siempre polémica relación entre Cuba y México

No hay tema más divisivo ni que produzca mayor encono. En ningún otro asunto de la política se advierte mejor las irreconciliables diferencias que separan las tesis conservadoras de derecha de las ideas progresistas de izquierda

El pronunciamiento del presidente Andrés Manuel López Obrador contra el embargo económico decretado hace ya sesenta años por Estados Unidos contra Cuba, abrió en México un interesante debate que, en la mayoría de los casos, se plantea sin el sustento de datos precisos acerca del alcance de las medidas que engloba la repudiada e injusta disposición.

El desconocimiento generalizado del fondo y los detalles del tema, entendible por el mucho tiempo transcurrido y la influencia omnipresente de los medios de comunicación alineados al interés norteamericano, dificulta su comprensión, complica su análisis y limita su discusión a un arrebatado y tenso intercambio de acusaciones.

Lazos indisolubles

Conocida de sobra es la afinidad, cercanía y simpatía que mutuamente se profesan el pueblo cubano y el mexicano.

Esa corriente de afectividad y respeto mutuo halló en el ámbito de la diplomacia y la política espacios de coincidencia que ratifican y explican la vigencia de la amistad que históricamente ha vinculado a las dos naciones.

En situaciones críticas que exigían posicionamientos firmes frente a los excesos del poder estadounidense, México respaldó siempre a Cuba con claridad y sin temor a posibles represalias.

No es pues de extrañarse que ese tipo de gestos solidarios se repitan y potencien en lo futuro con un gobierno como el lopezobradorista que se asume popular y progresista.

Exageraciones de la retórica presidencial

Lo anterior no obsta para calificar de impropio y desproporcionado que, en su discurso previo al desfile militar del 16 de septiembre, el mandatario mexicano haya trasladado a la opaca figura de Miguel Díaz Canel la empatía casi universal que en su época generó el movimiento revolucionario de Fidel Castro.

El presidente de Cuba es un burócrata sometido al partido comunista que no ha querido o no ha podido devolver a la ciudadanía los derechos que le conculcó el régimen castrista.

A mi juicio habría bastado que, sin ditirambos ni comparaciones desafortunadas con sucesos del pasado, López Obrador elogiara la ejemplar estoicidad del pueblo cubano para soportar sin claudicaciones un bloqueo comercial que, vale recordarlo, año con año es unánimemente reprobado en la ONU por su Asamblea General.

Tiempos distintos

La situación vivida luego de 1958 alrededor de la cuestión cubana fue distinta a la que priva en la actualidad.

Aquella se insertaba en una compleja bipolaridad internacional -la guerra fría- que llevó a Estados Unidos a asumir una actitud equivocada y muy agresiva contra el ideal libertario del castrismo, lo que literalmente acabó empujándolo a la órbita de los países comunistas que lideraba la Unión Soviética.

Tras el descongelamiento de la relación entre los dos países -iniciado por Obama, suspendido por Trump y continuado por Biden-, la situación varió sustancialmente sin que a ese esfuerzo se correspondiera otro proporcional del régimen cubano para liberalizar su hermético sistema de gobierno.

Del intervencionismo económico de la gran potencia

Pero me he extendido sin aún acercarle a usted, amigo lector, algunos datos que ayudan a conocer mejor la magnitud del daño ocasionado a Cuba por el cerco comercial que le impuso Estados Unidos.

El acoso se inició apenas un año después del triunfo revolucionario con la cancelación de la cuota azucarera, lo que obligó al nuevo gobierno a colocar su principal y cuasi único producto en el mercado del bloque comunista.

Las políticas restrictivas se agudizaron en 1962 cuando Kennedy prohibió la importación de mercancías de origen cubano. En 1992, la Ley Torricelli determinó sancionar a terceros países que, teniendo en su territorio empresas norteamericanas, intercambiaran productos con Cuba.

La célebre Ley Helms-Burton recrudeció en 1996 esas medidas y las internacionalizó. En el 2000 se denegó el financiamiento a las ventas de productos agrícolas a Cuba y hasta se prohibió el viaje de sus ciudadanos a la isla.

De invasiones y asesinatos fallidos

A esos severísimos golpes contra la endeble economía cubana, Estados Unidos agregó en 1961 el patrocinio de un grupo armado contrarrevolucionario cuya misión era invadir Cuba, alentar la insurrección popular y crear las condiciones para derrocar al nuevo gobierno.

La aventura tuvo un rápido y sangriento desenlace: nació y murió en Bahía de Cochinos en pocas horas. La experiencia evidenció la ignorancia de la inteligencia norteamericana respecto de la aceptación y complicidad de los cubanos con su Revolución, parecidos sentimientos a los que en sentido diametralmente opuesto crecían sin parar en Washington contra Fidel Castro, a quien en diversas ocasiones se intentó privar de la vida.

La visión del opinador

Se ha dicho -y se repite constantemente en medios nacionales- que el castrismo se vale del bloqueo como argumento falaz para justificar su fracaso.

Mas negar la perversa influencia que tiene el criminal injerencismo de Estados Unidos en la degradación de las condiciones de vida cubana es tan irracional como lo es también ignorar que su principal causa ha sido la tenaz persistencia de su gobierno en sostener un régimen anacrónico que inhibe la iniciativa individual y prioriza la igualdad sobre otros derechos sin los que, hoy día, ni se entiende ni se acepta a ningún sistema político.

Mas dígase lo que se diga, mucho hay que aprender de los admirables logros de la experiencia socialista de Cuba.

No hay tema más divisivo ni que produzca mayor encono. En ningún otro asunto de la política se advierte mejor las irreconciliables diferencias que separan las tesis conservadoras de derecha de las ideas progresistas de izquierda

El pronunciamiento del presidente Andrés Manuel López Obrador contra el embargo económico decretado hace ya sesenta años por Estados Unidos contra Cuba, abrió en México un interesante debate que, en la mayoría de los casos, se plantea sin el sustento de datos precisos acerca del alcance de las medidas que engloba la repudiada e injusta disposición.

El desconocimiento generalizado del fondo y los detalles del tema, entendible por el mucho tiempo transcurrido y la influencia omnipresente de los medios de comunicación alineados al interés norteamericano, dificulta su comprensión, complica su análisis y limita su discusión a un arrebatado y tenso intercambio de acusaciones.

Lazos indisolubles

Conocida de sobra es la afinidad, cercanía y simpatía que mutuamente se profesan el pueblo cubano y el mexicano.

Esa corriente de afectividad y respeto mutuo halló en el ámbito de la diplomacia y la política espacios de coincidencia que ratifican y explican la vigencia de la amistad que históricamente ha vinculado a las dos naciones.

En situaciones críticas que exigían posicionamientos firmes frente a los excesos del poder estadounidense, México respaldó siempre a Cuba con claridad y sin temor a posibles represalias.

No es pues de extrañarse que ese tipo de gestos solidarios se repitan y potencien en lo futuro con un gobierno como el lopezobradorista que se asume popular y progresista.

Exageraciones de la retórica presidencial

Lo anterior no obsta para calificar de impropio y desproporcionado que, en su discurso previo al desfile militar del 16 de septiembre, el mandatario mexicano haya trasladado a la opaca figura de Miguel Díaz Canel la empatía casi universal que en su época generó el movimiento revolucionario de Fidel Castro.

El presidente de Cuba es un burócrata sometido al partido comunista que no ha querido o no ha podido devolver a la ciudadanía los derechos que le conculcó el régimen castrista.

A mi juicio habría bastado que, sin ditirambos ni comparaciones desafortunadas con sucesos del pasado, López Obrador elogiara la ejemplar estoicidad del pueblo cubano para soportar sin claudicaciones un bloqueo comercial que, vale recordarlo, año con año es unánimemente reprobado en la ONU por su Asamblea General.

Tiempos distintos

La situación vivida luego de 1958 alrededor de la cuestión cubana fue distinta a la que priva en la actualidad.

Aquella se insertaba en una compleja bipolaridad internacional -la guerra fría- que llevó a Estados Unidos a asumir una actitud equivocada y muy agresiva contra el ideal libertario del castrismo, lo que literalmente acabó empujándolo a la órbita de los países comunistas que lideraba la Unión Soviética.

Tras el descongelamiento de la relación entre los dos países -iniciado por Obama, suspendido por Trump y continuado por Biden-, la situación varió sustancialmente sin que a ese esfuerzo se correspondiera otro proporcional del régimen cubano para liberalizar su hermético sistema de gobierno.

Del intervencionismo económico de la gran potencia

Pero me he extendido sin aún acercarle a usted, amigo lector, algunos datos que ayudan a conocer mejor la magnitud del daño ocasionado a Cuba por el cerco comercial que le impuso Estados Unidos.

El acoso se inició apenas un año después del triunfo revolucionario con la cancelación de la cuota azucarera, lo que obligó al nuevo gobierno a colocar su principal y cuasi único producto en el mercado del bloque comunista.

Las políticas restrictivas se agudizaron en 1962 cuando Kennedy prohibió la importación de mercancías de origen cubano. En 1992, la Ley Torricelli determinó sancionar a terceros países que, teniendo en su territorio empresas norteamericanas, intercambiaran productos con Cuba.

La célebre Ley Helms-Burton recrudeció en 1996 esas medidas y las internacionalizó. En el 2000 se denegó el financiamiento a las ventas de productos agrícolas a Cuba y hasta se prohibió el viaje de sus ciudadanos a la isla.

De invasiones y asesinatos fallidos

A esos severísimos golpes contra la endeble economía cubana, Estados Unidos agregó en 1961 el patrocinio de un grupo armado contrarrevolucionario cuya misión era invadir Cuba, alentar la insurrección popular y crear las condiciones para derrocar al nuevo gobierno.

La aventura tuvo un rápido y sangriento desenlace: nació y murió en Bahía de Cochinos en pocas horas. La experiencia evidenció la ignorancia de la inteligencia norteamericana respecto de la aceptación y complicidad de los cubanos con su Revolución, parecidos sentimientos a los que en sentido diametralmente opuesto crecían sin parar en Washington contra Fidel Castro, a quien en diversas ocasiones se intentó privar de la vida.

La visión del opinador

Se ha dicho -y se repite constantemente en medios nacionales- que el castrismo se vale del bloqueo como argumento falaz para justificar su fracaso.

Mas negar la perversa influencia que tiene el criminal injerencismo de Estados Unidos en la degradación de las condiciones de vida cubana es tan irracional como lo es también ignorar que su principal causa ha sido la tenaz persistencia de su gobierno en sostener un régimen anacrónico que inhibe la iniciativa individual y prioriza la igualdad sobre otros derechos sin los que, hoy día, ni se entiende ni se acepta a ningún sistema político.

Mas dígase lo que se diga, mucho hay que aprender de los admirables logros de la experiencia socialista de Cuba.