/ lunes 30 de noviembre de 2020

Tiempos de Democracia | De la sucesión gubernamental tlaxcalteca

Estamos ante un juego perverso de espejos, máscaras y falsas imágenes que distorsiona los hechos y confunde a la sociedad. Las precampañas no están siendo una confrontación de trayectorias y propuestas, sino una pelea callejera sin árbitros ni jueces

Está por comenzar el mes de diciembre y es tiempo de abordar la cuestión electoral. Mas antes de citar nombres y expectativas de quienes buscan ser protagonistas en la sucesión del gobernador Marco Mena, juzgo pertinente hacer algunas consideraciones en torno al degradado escenario político-partidista donde ocurren los prolegómenos de una contienda en la que -puede ya anticiparse- predominarán las bajezas, las descalificaciones y las marrullerías. Llama la atención la actitud, mas que tolerante omisa, del Instituto Tlaxcalteca de Elecciones ante la sistemática comisión de actos irregulares que violentan las normas del juego democrático, en desprecio flagrante de la ley y los estatutos de los propios partidos. Dinero de cuantía y origen incomprobables circula sin control, destinado a financiar y difundir propaganda tan costosa como falaz. Compra de opiniones y amaño de sondeos de opinión son las piezas claves de unas precampañas mentirosas con las que se ofende el sentido común de la ciudadanía pensante tlaxcalteca. Sus promotores y supuestos beneficiarios no se percatan de los absurdos en que incurren y ni del daño que hacen a la política. La sublimación de esos excesos es atribuible a que, en la mayoría de las entidades federativas, los partidos han optado por nominar a sus candidatos a través de ensayos demoscópicos que miden la popularidad de los encuestados y, sólo por excepción, se orientan metodológicamente a valorar idoneidad, conocimientos y capacidad.

¿Encuestas en vez de elecciones?

De seguir por ese camino ya no se harán necesarias las elecciones internas de los institutos políticos y, si mucho se me apura, tampoco las constitucionales. Privados de ideología y principios, los partidos perderán su razón de ser. La vía para acceder a cargos públicos ya no será la experiencia y preparación de sus mejores hombres y mujeres, sino la notoriedad alcanzada gracias al dinero o a la fama ganada en el ejercicio de actividades ajenas a la política. Si en Argentina alguna organización hubiera postulado a Diego Maradona ni duda cabe que habría despachado en la Casa Rosada, como ya desde dos años lo hace el también futbolista Cuauhtémoc Blanco en el gobierno de Morelos. Y no hay que remontarse al pasado remoto para recordar un caso paradigmático que en México se repitió varios sexenios: sin figurar en las boletas, por Cantinflas votaba una cantidad importante de ciudadanos. La ética y la formación dejará de ser factor; bastará ser conocido o rico para ganar una elección por medio de encuestas. ¿Qué cree usted que pasaría, amigo lector, si un empresario como Carlos Slim -multimillonario en dólares- buscara como independiente la Presidencia? Los partidos políticos están desvirtuando peligrosamente la función que justifica su existencia, al dejar de ser la ruta ordenada y democrática que lleva al poder a ciudadanos con principios y genuina vocación de servicio.

Las y los aspirantes a suceder a Marco Mena

En ese esquema de abusos propagandísticos tolerados en que se desarrolla la actual campaña prelectoral destacan cinco mujeres y dos varones. Las y los menciono, atendiendo a la gravedad de sus transgresiones a las regulaciones vigentes y a la cantidad de recursos invertidos. Las dos primeras en esa cuenta son Lorena Cuéllar y Dulce María Silva, aspirantes ambas a la candidatura de Morena; la tercera, Anabell Ávalos, que pretende abanderar la cada día más improbable macro-alianza electoral PAN-PRI-PRD; el cuarto, Juan Carlos Sánchez, que lucha por la nominación panista sin ninguna posibilidad ya de ganarla; la quinta, Minerva Hernández, que por el descarte de Adriana Dávila se haría de la postulación blanquiazul; el sexto, Noé Rodríguez, que al fracasar el frente opositor se quedaría con la representación priísta y, la séptima, Ana Lilia Rivera que, manteniéndose al margen de esa lucha sin árbitro ni reglas continua su trabajo, sabedora de que su fuerza radica en la cercanía con la gente, y en su identidad con sus causas.

Mi opinión

Este es mi punto de vista acerca de esos siete personajes. Así los veo: 1) A Lorena Cuéllar, como una desgastada y ya muy vista política, de rancio abolengo priísta, con una larga y errática carrera caracterizada por sus devaneos ideológicos y sus múltiples filiaciones a distintos partidos. Se sirvió de la delegación federal a su cargo para capitalizar la gratitud de los favorecidos por los programas de López Obrador; 2) A Dulce María Silva, como una desconocida que recién arribó a la actividad pública, asida a un parentesco, un padrinazgo y una riqueza que más le valdría no presumir; su paso por la política quedará como una anécdota olvidable; 3) A Anabell Ávalos, como una política que subrogó la presidencia municipal capitalina a su síndico para destinar tiempo, esfuerzo y recursos a promoverse y negociar una alianza que, a estas alturas, parece abortada; 4) A Juan Carlos Sánchez, como un constructor aficionado a la política que invirtió su fortuna en impulsar un proyecto sin futuro; 5) A Minerva Hernández, como una mujer de ideales mutantes que podrá ser candidata del PAN luego del retiro voluntario de Adriana Dávila; 6) A Noé Rodríguez, como el mejor activo del PRI. Experimentado y sagaz, Noé advirtió que nunca sería postulado por esa convergencia electoral que él mismo negocia y que, en cambio, sí podría serlo si facultara a las bases del partido que lidera para elegir a su candidato y, 7) A Ana Lilia Rivera, como la aspirante que, sin tretas mediáticas y sin invertir en sondeos falseados, avanza con paso firme. Que sus contendientes al principio la ignoraran y ahora la denuesten, es una señal inequívoca de que sienten sus pasos y temen ser rebasados. Creo en verdad que sería una excelente gobernadora.

Estamos ante un juego perverso de espejos, máscaras y falsas imágenes que distorsiona los hechos y confunde a la sociedad. Las precampañas no están siendo una confrontación de trayectorias y propuestas, sino una pelea callejera sin árbitros ni jueces

Está por comenzar el mes de diciembre y es tiempo de abordar la cuestión electoral. Mas antes de citar nombres y expectativas de quienes buscan ser protagonistas en la sucesión del gobernador Marco Mena, juzgo pertinente hacer algunas consideraciones en torno al degradado escenario político-partidista donde ocurren los prolegómenos de una contienda en la que -puede ya anticiparse- predominarán las bajezas, las descalificaciones y las marrullerías. Llama la atención la actitud, mas que tolerante omisa, del Instituto Tlaxcalteca de Elecciones ante la sistemática comisión de actos irregulares que violentan las normas del juego democrático, en desprecio flagrante de la ley y los estatutos de los propios partidos. Dinero de cuantía y origen incomprobables circula sin control, destinado a financiar y difundir propaganda tan costosa como falaz. Compra de opiniones y amaño de sondeos de opinión son las piezas claves de unas precampañas mentirosas con las que se ofende el sentido común de la ciudadanía pensante tlaxcalteca. Sus promotores y supuestos beneficiarios no se percatan de los absurdos en que incurren y ni del daño que hacen a la política. La sublimación de esos excesos es atribuible a que, en la mayoría de las entidades federativas, los partidos han optado por nominar a sus candidatos a través de ensayos demoscópicos que miden la popularidad de los encuestados y, sólo por excepción, se orientan metodológicamente a valorar idoneidad, conocimientos y capacidad.

¿Encuestas en vez de elecciones?

De seguir por ese camino ya no se harán necesarias las elecciones internas de los institutos políticos y, si mucho se me apura, tampoco las constitucionales. Privados de ideología y principios, los partidos perderán su razón de ser. La vía para acceder a cargos públicos ya no será la experiencia y preparación de sus mejores hombres y mujeres, sino la notoriedad alcanzada gracias al dinero o a la fama ganada en el ejercicio de actividades ajenas a la política. Si en Argentina alguna organización hubiera postulado a Diego Maradona ni duda cabe que habría despachado en la Casa Rosada, como ya desde dos años lo hace el también futbolista Cuauhtémoc Blanco en el gobierno de Morelos. Y no hay que remontarse al pasado remoto para recordar un caso paradigmático que en México se repitió varios sexenios: sin figurar en las boletas, por Cantinflas votaba una cantidad importante de ciudadanos. La ética y la formación dejará de ser factor; bastará ser conocido o rico para ganar una elección por medio de encuestas. ¿Qué cree usted que pasaría, amigo lector, si un empresario como Carlos Slim -multimillonario en dólares- buscara como independiente la Presidencia? Los partidos políticos están desvirtuando peligrosamente la función que justifica su existencia, al dejar de ser la ruta ordenada y democrática que lleva al poder a ciudadanos con principios y genuina vocación de servicio.

Las y los aspirantes a suceder a Marco Mena

En ese esquema de abusos propagandísticos tolerados en que se desarrolla la actual campaña prelectoral destacan cinco mujeres y dos varones. Las y los menciono, atendiendo a la gravedad de sus transgresiones a las regulaciones vigentes y a la cantidad de recursos invertidos. Las dos primeras en esa cuenta son Lorena Cuéllar y Dulce María Silva, aspirantes ambas a la candidatura de Morena; la tercera, Anabell Ávalos, que pretende abanderar la cada día más improbable macro-alianza electoral PAN-PRI-PRD; el cuarto, Juan Carlos Sánchez, que lucha por la nominación panista sin ninguna posibilidad ya de ganarla; la quinta, Minerva Hernández, que por el descarte de Adriana Dávila se haría de la postulación blanquiazul; el sexto, Noé Rodríguez, que al fracasar el frente opositor se quedaría con la representación priísta y, la séptima, Ana Lilia Rivera que, manteniéndose al margen de esa lucha sin árbitro ni reglas continua su trabajo, sabedora de que su fuerza radica en la cercanía con la gente, y en su identidad con sus causas.

Mi opinión

Este es mi punto de vista acerca de esos siete personajes. Así los veo: 1) A Lorena Cuéllar, como una desgastada y ya muy vista política, de rancio abolengo priísta, con una larga y errática carrera caracterizada por sus devaneos ideológicos y sus múltiples filiaciones a distintos partidos. Se sirvió de la delegación federal a su cargo para capitalizar la gratitud de los favorecidos por los programas de López Obrador; 2) A Dulce María Silva, como una desconocida que recién arribó a la actividad pública, asida a un parentesco, un padrinazgo y una riqueza que más le valdría no presumir; su paso por la política quedará como una anécdota olvidable; 3) A Anabell Ávalos, como una política que subrogó la presidencia municipal capitalina a su síndico para destinar tiempo, esfuerzo y recursos a promoverse y negociar una alianza que, a estas alturas, parece abortada; 4) A Juan Carlos Sánchez, como un constructor aficionado a la política que invirtió su fortuna en impulsar un proyecto sin futuro; 5) A Minerva Hernández, como una mujer de ideales mutantes que podrá ser candidata del PAN luego del retiro voluntario de Adriana Dávila; 6) A Noé Rodríguez, como el mejor activo del PRI. Experimentado y sagaz, Noé advirtió que nunca sería postulado por esa convergencia electoral que él mismo negocia y que, en cambio, sí podría serlo si facultara a las bases del partido que lidera para elegir a su candidato y, 7) A Ana Lilia Rivera, como la aspirante que, sin tretas mediáticas y sin invertir en sondeos falseados, avanza con paso firme. Que sus contendientes al principio la ignoraran y ahora la denuesten, es una señal inequívoca de que sienten sus pasos y temen ser rebasados. Creo en verdad que sería una excelente gobernadora.