/ lunes 11 de mayo de 2020

Tiempos de Democracia | De vicisitudes y desventuras varias

En México se nos juntan las penurias. A más de la violencia que tantos perjuicios ha causado a la población los últimos años, ahora tenemos encima una pandemia de imprevisibles efectos y una crisis económica y laboral con perfiles de hecatombe

No es sólo una, sino tres las calamidades que nos golpean al mismo tiempo. Las cito según el orden de su aparición: primero fue la inseguridad, después la pandemia y, a renglón seguido, la crisis económica que ya deja ver sus negras intenciones. El caso es que, hoy día, cualquier mexicano -unos más y otros menos- está en riesgo de perder la vida a causa: 1) de la violencia del crimen organizado que, lejos de disminuir, aumenta mes con mes; 2) del nuevo virus, el Covid-19, para el que no hay defensa conocida y, 3) de necesidad y hasta de hambre si la gente no halla, en este México paralizado, alguna actividad remuneradora que le permita el propio sustento y el de sus dependientes.

Inseguridad

De las tres citadas, la violencia es la amenaza que por el momento menos inquietud provoca en esta etapa por la que pasa Tlaxcala y el país todo. Según lo consignan las agencias federales dedicadas a la observación y vigilancia del fenómeno, aquí no se ha instalado ningún grupo criminal. Además, se le reconoce como uno de los estados más seguros y pacíficos, pese al innegable incremento que las cifras delincuenciales han registrado en la última década en esta entidad que -recordémoslo- podía pasar meses y hasta años sin reportar ni un solo hecho de sangre. Ingenuo sería, sin embargo, creer que Tlaxcala permanentemente se podrá sustraer por entero de ese constante y agobiante aumento de la criminalidad que tres gobiernos federales consecutivos no han sido capaces de poner bajo control.

Epidemia

Con la cima de la pandemia por alcanzarse más temprano que tarde en Tlaxcala, el secretario de Salud del gobierno estatal ha dicho que cuenta con camas, médicos, enfermeras y respiradores mecánicos suficientes como para que la capacidad hospitalaria instalada no se vea rebasada por una oleada de pacientes Covid-19 en estado crítico. El aserto del médico René Lima Morales genera reservas, despierta dudas y, para decirlo abiertamente, incluso incredulidad; empero, si atendemos a las cifras que diariamente sanciona el equipo del doctor Hugo López Gatell -subsecretario de Salud del gobierno federal y vocero designado para la materia-, parece cierto que Tlaxcala, como el país todo, está lejos de llegar a la temida saturación. Mas que pedirle, al gobierno se le exige veracidad en la información.

Desempleo y ruina

Lo que hoy ocupa, tanto como la pandemia misma, es el frenazo de las economías -comercialmente entrelazadas- de países que han sido castigados por el Covid-19. Los augurios de especialistas en prospección financiera asustan. Y no son especulaciones; sus cifras las corroboran las agencias de desempleo ante cuyas ventanillas hacen fila millones de gentes que, de la noche a la mañana, se quedaron sin trabajo. Es pues de particular interés conocer lo que pasará en los Estados Unidos, motor reconocido de nuestra economía y sin cuyo impulso la situación económica en México entraría en un colapso dramático, máxime cuando el gobierno federal ya adelantó que limitará sus apoyos.

El caso Tlaxcala

Si la situación es grave para el país, lo es más para Tlaxcala que empezaba a disfrutar de una excepcional etapa de recepción de inversiones extranjeras y nacionales directas, particularmente en la industria manufacturera vinculada al sector del automóvil, así como muy importante y significativamente en el novedoso campo de la generación de energía eólica. Esos éxitos promocionales del gobierno de Marco Mena se tradujeron en un consistente aumento de plazas laborales formales, mismas que hoy se encuentran en peligro, no sólo por las tres calamidades reseñadas en este artículo sino también por los no muy claros considerandos incluidos en el ademdum merced al cual se pudo firmar el T-Mec, tema que, con la necesaria amplitud, pretendo desarrollar en una próxima colaboración.

ANTENA NACIONAL

  • Miserias de la condición humana

Entre las muchas y no muy gratas experiencias que las actuales generaciones estamos viviendo, destaca el riguroso confinamiento domiciliario que nos hemos autoimpuesto. Recomendada por la autoridad sanitaria, la reclusión a que nos forzó la emergencia ha implicado una inesperada, estrecha, continua y prolongada convivencia familiar que pone a prueba la capacidad de cada uno para sociabilizar en condiciones inhabituales. Como en toda situación extrema, es cuando surge lo mejor y lo peor de la condición humana. En el transcurso del trance se ha podido comprobar -como si hiciera falta- que son más las personas que ven en la crisis la ocasión de acudir en auxilio de tlaxcaltecas maltratados por circunstancias derivadas de la pandemia -o incluso por la propia enfermedad- que aquellos otras que, durante el aislamiento, se han valido de la fuerza para imponer su voluntad a los seres que le rodean.

En amargo contraste con esa solidaridad social mostrada por la parte sana de la comunidad, no se deben ocultar los brutales actos perpetrados por individuos -en su mayoría del género masculino, si bien por excepción las hay del femenino- que, gobernados por sus bajos instintos, el alcohol y otras sustancias alucinógenas, revelan su condición de bestias ejerciendo violencia contra la mujer, provocando embarazos no deseados e inflingiendo lesiones a menores.

En México se nos juntan las penurias. A más de la violencia que tantos perjuicios ha causado a la población los últimos años, ahora tenemos encima una pandemia de imprevisibles efectos y una crisis económica y laboral con perfiles de hecatombe

No es sólo una, sino tres las calamidades que nos golpean al mismo tiempo. Las cito según el orden de su aparición: primero fue la inseguridad, después la pandemia y, a renglón seguido, la crisis económica que ya deja ver sus negras intenciones. El caso es que, hoy día, cualquier mexicano -unos más y otros menos- está en riesgo de perder la vida a causa: 1) de la violencia del crimen organizado que, lejos de disminuir, aumenta mes con mes; 2) del nuevo virus, el Covid-19, para el que no hay defensa conocida y, 3) de necesidad y hasta de hambre si la gente no halla, en este México paralizado, alguna actividad remuneradora que le permita el propio sustento y el de sus dependientes.

Inseguridad

De las tres citadas, la violencia es la amenaza que por el momento menos inquietud provoca en esta etapa por la que pasa Tlaxcala y el país todo. Según lo consignan las agencias federales dedicadas a la observación y vigilancia del fenómeno, aquí no se ha instalado ningún grupo criminal. Además, se le reconoce como uno de los estados más seguros y pacíficos, pese al innegable incremento que las cifras delincuenciales han registrado en la última década en esta entidad que -recordémoslo- podía pasar meses y hasta años sin reportar ni un solo hecho de sangre. Ingenuo sería, sin embargo, creer que Tlaxcala permanentemente se podrá sustraer por entero de ese constante y agobiante aumento de la criminalidad que tres gobiernos federales consecutivos no han sido capaces de poner bajo control.

Epidemia

Con la cima de la pandemia por alcanzarse más temprano que tarde en Tlaxcala, el secretario de Salud del gobierno estatal ha dicho que cuenta con camas, médicos, enfermeras y respiradores mecánicos suficientes como para que la capacidad hospitalaria instalada no se vea rebasada por una oleada de pacientes Covid-19 en estado crítico. El aserto del médico René Lima Morales genera reservas, despierta dudas y, para decirlo abiertamente, incluso incredulidad; empero, si atendemos a las cifras que diariamente sanciona el equipo del doctor Hugo López Gatell -subsecretario de Salud del gobierno federal y vocero designado para la materia-, parece cierto que Tlaxcala, como el país todo, está lejos de llegar a la temida saturación. Mas que pedirle, al gobierno se le exige veracidad en la información.

Desempleo y ruina

Lo que hoy ocupa, tanto como la pandemia misma, es el frenazo de las economías -comercialmente entrelazadas- de países que han sido castigados por el Covid-19. Los augurios de especialistas en prospección financiera asustan. Y no son especulaciones; sus cifras las corroboran las agencias de desempleo ante cuyas ventanillas hacen fila millones de gentes que, de la noche a la mañana, se quedaron sin trabajo. Es pues de particular interés conocer lo que pasará en los Estados Unidos, motor reconocido de nuestra economía y sin cuyo impulso la situación económica en México entraría en un colapso dramático, máxime cuando el gobierno federal ya adelantó que limitará sus apoyos.

El caso Tlaxcala

Si la situación es grave para el país, lo es más para Tlaxcala que empezaba a disfrutar de una excepcional etapa de recepción de inversiones extranjeras y nacionales directas, particularmente en la industria manufacturera vinculada al sector del automóvil, así como muy importante y significativamente en el novedoso campo de la generación de energía eólica. Esos éxitos promocionales del gobierno de Marco Mena se tradujeron en un consistente aumento de plazas laborales formales, mismas que hoy se encuentran en peligro, no sólo por las tres calamidades reseñadas en este artículo sino también por los no muy claros considerandos incluidos en el ademdum merced al cual se pudo firmar el T-Mec, tema que, con la necesaria amplitud, pretendo desarrollar en una próxima colaboración.

ANTENA NACIONAL

  • Miserias de la condición humana

Entre las muchas y no muy gratas experiencias que las actuales generaciones estamos viviendo, destaca el riguroso confinamiento domiciliario que nos hemos autoimpuesto. Recomendada por la autoridad sanitaria, la reclusión a que nos forzó la emergencia ha implicado una inesperada, estrecha, continua y prolongada convivencia familiar que pone a prueba la capacidad de cada uno para sociabilizar en condiciones inhabituales. Como en toda situación extrema, es cuando surge lo mejor y lo peor de la condición humana. En el transcurso del trance se ha podido comprobar -como si hiciera falta- que son más las personas que ven en la crisis la ocasión de acudir en auxilio de tlaxcaltecas maltratados por circunstancias derivadas de la pandemia -o incluso por la propia enfermedad- que aquellos otras que, durante el aislamiento, se han valido de la fuerza para imponer su voluntad a los seres que le rodean.

En amargo contraste con esa solidaridad social mostrada por la parte sana de la comunidad, no se deben ocultar los brutales actos perpetrados por individuos -en su mayoría del género masculino, si bien por excepción las hay del femenino- que, gobernados por sus bajos instintos, el alcohol y otras sustancias alucinógenas, revelan su condición de bestias ejerciendo violencia contra la mujer, provocando embarazos no deseados e inflingiendo lesiones a menores.