/ lunes 8 de mayo de 2023

Tiempos de democracia | Disquisiciones sobre el proceso sucesorio

Para competir dentro del circuito morenista en la carrera por la presidencia, Ebrard exige condiciones equitativas. Por sus actos se infiere que, esta vez, no se resignará a ser simple convidado de piedra en el montaje obradorista. Si no hay candidatura por consenso, los aspirantes deben renunciar a sus cargos y debatir entre ellos públicamente.

Fiel seguidor de estos artículos a lo largo de los años, usted, amable lector, seguramente se sorprenderá si le digo que el final que Andrés Manuel López Obrador tenía pensado para su obra de suspense sucesorio podría estar sujeto a revisión. Por lo pronto introdujo una alteración al proyecto original: la de los tiempos previstos para el alumbramiento del o la candidata. Pero… ¿se trata tan sólo de un apresuramiento del proceso o es que en su mente bulle la idea de modificar los roles principales de la extensa novela por entregas que tiene en tensión a la clase política desde que empezó a hablar del tema al término de su tercer año de mandato? Nadie lo sabe…, quizá ni él mismo. La imaginación fértil del tabasqueño, aunada a su reconocida capacidad para la intriga y el misterio, debió detectar alguna variable no considerada en la ecuación original que le sugirió la conveniencia de darle una redacción distinta a ese penúltimo capítulo que ya tenía escrito y que versaría sobre el método de selección, basándolo: 1) en encuestas puras y duras debidamente contrastadas o, 2) en encuestas al estilo morenista… determinadas por un dedazo encubierto. Empero, ya se deslizó la posibilidad de una tercera vía: la de un acuerdo convenido entre aspirantes para designar un candidato por consenso que unifique los intereses de la mayoría, idea esta última de la que no parece ser ajeno el senador Ricardo Monreal, ahora en función de concertador de voluntades luego de ser el gran desdeñado del Ejecutivo.

Ajustes y retoques al plan inicial

Si la re-estructura de la trama inicialmente urdida por López Obrador abarca una distribución distinta de los papeles asignados a los actores enlistados -Claudia, Marcelo y Adán Augusto-, la sucesión derivará por cauces inesperados que no han sido todavía analizados. Lanzados a la carrera por la nominación a partir de los nuevos plazos -fijados por el mandatario y asumidos por el partido-, las preferencias entre los dos punteros tenderían a estrecharse aún más de lo que ya lo están. Y aquí caben todas las cábalas a partir del supuesto siguiente: si Claudia conserva su condición de “favorita de Palacio” y resulta la candidata, nadie puede asegurar que Marcelo opte por el silencio, sobre todo si los sondeos -los reales, no los manipulados- lo ponen por arriba de la Jefa de Gobierno. Con una oposición acéfala, las clases medias de izquierda o de derecha se manifestarán en las encuestas morenistas a favor de la visión moderada de Ebrard y no de la radical de Sheinbaum o del otro López. Andrés Manuel ya se la hizo a Marcelo en el 2006 y me resisto a creer que el hoy Canciller volverá mansamente a someterse a su voluntad. Su reacción natural sería negarle respaldo a la designada, actuando en su contra tanto al interior del partido como soterradamente a favor de la oposición, tal como lo hizo Monreal en la intermedia del 2021 en la CDMX. Por otro lado, Ebrard es quien tiene una interlocución estrecha, directa y contínua con los mandos del gobierno estadounidense y no tengo duda que es, de los tres aspirantes, el mejor visto en Washington. Mi única reserva es que Gobernación pudiera estar guardando en sus archivos algún expediente comprometedor que lo obligue a alinearse… y a observar un disciplinado silencio.

Consideraciones pertinentes

El otro supuesto al que aludo es el que comparten la mayoría de los observadores: que Claudia mantenga el apoyo del presidente, siga encabezando los sondeos y gane finalmente la candidatura. Este es, con mucho, el guión preferido de López Obrador, el que más conviene a la continuidad de su proyecto ideológico y con el que le gustaría escribir el desenlace de la mítica, política y literaria narrativa que lleva años preparando y cuyas líneas finales pudieran estársele complicando. Si así fuera, si la dualidad Claudia-Marcelo no tuviera buena salida, es decir, si la elección de Claudia fuera la causa de una “rebelión en la granja” y, por añadidura, significara una inyección de ánimo a la entumecida e inoperante oposición, entonces quizá proceda considerar la opción de su secretario de Relaciones Exteriores, pese a que, de inclinarse por él, se estaría retractando de sus tonantes palabras del 18 de marzo pasado por las que pública y categóricamente se pronunció a favor de seguir sin titubeos la línea ideológica instaurada por su gobierno. Empero, la alternativa de moderación política que representa Ebrard tiene una ventaja añadida digna de ser valorada: Claudia, bajo ningún concepto se rebelaría contra su líder y creador ni le crearía problemas post-electorales. Este enredado galimatías tiene prevista una puerta de emergencia: si el presidente concluye que entre los dos punteros no cabe la posibilidad de entendimiento y que, de prolongarse la pugna entre ambos el partido podría fragmentarse, entonces acudiría a su paisano Adán Augusto, tercero en el elenco de aspirantes, pese al retraso con que emprendió su trabajo proselitista y de la consecuente pobreza de sus cifras de popularidad y aceptación. No obstante, la figura del secretario de Gobernación, al que la gente le atribuye ser una extensión de la voluntad del mandatario, es ciertamente menos divisiva que la de Claudia o la de Marcelo, y ofrece a Andrés Manuel la certeza de su aboluta y permanente fidelidad.

P.D. Los académicos tienen derecho a lo que llaman su año sabático. Luego de seis años consecutivos de impartir clases en el aula, dedican el séptimo a atender proyectos diferentes cuya realización habían tenido que aplazar. Con el permiso de usted, amigo lector, y de la dirección de mi periódico, este opinador va a tomarse sólo un par de meses para cumplir con una serie de pendientes comprometidos de tiempo atrás.

Para competir dentro del circuito morenista en la carrera por la presidencia, Ebrard exige condiciones equitativas. Por sus actos se infiere que, esta vez, no se resignará a ser simple convidado de piedra en el montaje obradorista. Si no hay candidatura por consenso, los aspirantes deben renunciar a sus cargos y debatir entre ellos públicamente.

Fiel seguidor de estos artículos a lo largo de los años, usted, amable lector, seguramente se sorprenderá si le digo que el final que Andrés Manuel López Obrador tenía pensado para su obra de suspense sucesorio podría estar sujeto a revisión. Por lo pronto introdujo una alteración al proyecto original: la de los tiempos previstos para el alumbramiento del o la candidata. Pero… ¿se trata tan sólo de un apresuramiento del proceso o es que en su mente bulle la idea de modificar los roles principales de la extensa novela por entregas que tiene en tensión a la clase política desde que empezó a hablar del tema al término de su tercer año de mandato? Nadie lo sabe…, quizá ni él mismo. La imaginación fértil del tabasqueño, aunada a su reconocida capacidad para la intriga y el misterio, debió detectar alguna variable no considerada en la ecuación original que le sugirió la conveniencia de darle una redacción distinta a ese penúltimo capítulo que ya tenía escrito y que versaría sobre el método de selección, basándolo: 1) en encuestas puras y duras debidamente contrastadas o, 2) en encuestas al estilo morenista… determinadas por un dedazo encubierto. Empero, ya se deslizó la posibilidad de una tercera vía: la de un acuerdo convenido entre aspirantes para designar un candidato por consenso que unifique los intereses de la mayoría, idea esta última de la que no parece ser ajeno el senador Ricardo Monreal, ahora en función de concertador de voluntades luego de ser el gran desdeñado del Ejecutivo.

Ajustes y retoques al plan inicial

Si la re-estructura de la trama inicialmente urdida por López Obrador abarca una distribución distinta de los papeles asignados a los actores enlistados -Claudia, Marcelo y Adán Augusto-, la sucesión derivará por cauces inesperados que no han sido todavía analizados. Lanzados a la carrera por la nominación a partir de los nuevos plazos -fijados por el mandatario y asumidos por el partido-, las preferencias entre los dos punteros tenderían a estrecharse aún más de lo que ya lo están. Y aquí caben todas las cábalas a partir del supuesto siguiente: si Claudia conserva su condición de “favorita de Palacio” y resulta la candidata, nadie puede asegurar que Marcelo opte por el silencio, sobre todo si los sondeos -los reales, no los manipulados- lo ponen por arriba de la Jefa de Gobierno. Con una oposición acéfala, las clases medias de izquierda o de derecha se manifestarán en las encuestas morenistas a favor de la visión moderada de Ebrard y no de la radical de Sheinbaum o del otro López. Andrés Manuel ya se la hizo a Marcelo en el 2006 y me resisto a creer que el hoy Canciller volverá mansamente a someterse a su voluntad. Su reacción natural sería negarle respaldo a la designada, actuando en su contra tanto al interior del partido como soterradamente a favor de la oposición, tal como lo hizo Monreal en la intermedia del 2021 en la CDMX. Por otro lado, Ebrard es quien tiene una interlocución estrecha, directa y contínua con los mandos del gobierno estadounidense y no tengo duda que es, de los tres aspirantes, el mejor visto en Washington. Mi única reserva es que Gobernación pudiera estar guardando en sus archivos algún expediente comprometedor que lo obligue a alinearse… y a observar un disciplinado silencio.

Consideraciones pertinentes

El otro supuesto al que aludo es el que comparten la mayoría de los observadores: que Claudia mantenga el apoyo del presidente, siga encabezando los sondeos y gane finalmente la candidatura. Este es, con mucho, el guión preferido de López Obrador, el que más conviene a la continuidad de su proyecto ideológico y con el que le gustaría escribir el desenlace de la mítica, política y literaria narrativa que lleva años preparando y cuyas líneas finales pudieran estársele complicando. Si así fuera, si la dualidad Claudia-Marcelo no tuviera buena salida, es decir, si la elección de Claudia fuera la causa de una “rebelión en la granja” y, por añadidura, significara una inyección de ánimo a la entumecida e inoperante oposición, entonces quizá proceda considerar la opción de su secretario de Relaciones Exteriores, pese a que, de inclinarse por él, se estaría retractando de sus tonantes palabras del 18 de marzo pasado por las que pública y categóricamente se pronunció a favor de seguir sin titubeos la línea ideológica instaurada por su gobierno. Empero, la alternativa de moderación política que representa Ebrard tiene una ventaja añadida digna de ser valorada: Claudia, bajo ningún concepto se rebelaría contra su líder y creador ni le crearía problemas post-electorales. Este enredado galimatías tiene prevista una puerta de emergencia: si el presidente concluye que entre los dos punteros no cabe la posibilidad de entendimiento y que, de prolongarse la pugna entre ambos el partido podría fragmentarse, entonces acudiría a su paisano Adán Augusto, tercero en el elenco de aspirantes, pese al retraso con que emprendió su trabajo proselitista y de la consecuente pobreza de sus cifras de popularidad y aceptación. No obstante, la figura del secretario de Gobernación, al que la gente le atribuye ser una extensión de la voluntad del mandatario, es ciertamente menos divisiva que la de Claudia o la de Marcelo, y ofrece a Andrés Manuel la certeza de su aboluta y permanente fidelidad.

P.D. Los académicos tienen derecho a lo que llaman su año sabático. Luego de seis años consecutivos de impartir clases en el aula, dedican el séptimo a atender proyectos diferentes cuya realización habían tenido que aplazar. Con el permiso de usted, amigo lector, y de la dirección de mi periódico, este opinador va a tomarse sólo un par de meses para cumplir con una serie de pendientes comprometidos de tiempo atrás.